MacHor recogió a su marido en el CSIC. Estaba quitándose la ropa quirúrgica cuando llegó.
—¡Date prisa, llegaremos tarde!
—No tardo nada. Soy un hombre...
Lola no replicó; estaba nerviosa.
—¿Qué piensas hacer? Porque supongo que ya habrás trazado un plan.
—No tengo ninguno.
Él dejó de anudarse la pajarita y se la quedó mirando.
—¡Cuéntame otra de indios, Lola! Llevo demasiado tiempo casado contigo para que me tomes el pelo de esa manera. Si voy a ser utilizado como hombre objeto, tengo derecho a saber qué piensas hacer.
—Sólo cenaremos y escucharemos los discursos.
—¡Te conozco como si te hubiera parido! Lo tienes todo planeado y medido, pero te recuerdo que tengo una imagen pública que defender. Y, por si lo has olvidado, también tú tienes razones para ser prudente. Una juez ha de ser objetiva, y estás sentenciando antes de escuchar al imputado.
—Jaime, mírame un segundo. He presentado el expediente Canaima en el juzgado de guardia: la documentación completa, incluyendo el informe de tu amigo el hacendista. El procedimiento se ha iniciado. Ahora el juez encargado debe decidir si lo admite o no a trámite. En caso afirmativo, llamará a los supuestos imputados. Yo figuro ya como parte involucrada. No soy ningún juez.
—Entonces, más a mi favor. ¿Qué vamos a hacer en esa cena?
—Simplemente, voy a dejarme ver. No pienso sacar el tema en la conversación, si es lo que te preocupa. Efectivamente, también tengo una reputación que salvaguardar.
—Pues no lo entiendo, la verdad.
—No es tan complicado. Quiero conocer a la esposa de Ramón Cerdá o, más bien, que ella me conozca a mí. Lorenzo Moss tenía mucho interés en presentármela en esta cena. Está haciendo una especie de tropa de mujeres que favorezca su causa.
—¿Y qué pretendes conseguir con eso?
—No lo sé, pero creo que será positivo. —Levantó ios brazos en señal de ignorancia—. A estas horas, ellos están al tanto de la existencia del expediente. Me gustaría ver su reacción. Quizás entonces se me ocurra algo. Quizás nos muestren su lado oscuro y decidan mover ficha.
—¿Crees que la tal Jimena se acercará a saludarte si sabe que estás tratando de imputar a su marido en un caso de corrupción? Lo dudo.
—Yo lo haría, si fuera ella.
—¡Gracias, Dios mío, por haberme hecho varón! —musitó entre dientes.
—¡No soy Mata-Hari, sólo una mujer práctica! ¿Qué harías tú si cenaras con un magnate capaz de darte la beca que te han denegado?
—Besaría a su mujer.
—¡No digas tonterías!
—Vale, me acercaría a él y trataría de convencerle de que el proyecto es excepcional.
—Eso mismo haría yo. Y creo que Jimena Wittman tendrá la misma idea: vendrá a verme y me sondeará. Y yo dejaré que lo haga...