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La ampliación de las sociedades humanas dentro del sector inhumano, natural, del mundo ha favorecido, como se ha dicho antes, un lenguaje que suscita la impresión de que «sociedad» y «naturaleza» existen en departamentos estancos. Por otra parte, el desarrollo paralelo de las ciencias naturales y las sociales ha reforzado esta misma impresión. Sin embargo, el problema del tiempo tiene características tales, que no es posible esperar resolver lo, mientras se investigue el tiempo físico y el social como entidades independientes. Cuando se traduce el sustantivo «tiempo» con su forma verbal y se estudia el problema de la determinación del tiempo, se da uno cuenta enseguida que no se pueden separar por completo las determinaciones de los sucesos sociales y de los hechos físicos. Con la evolución de medidas humanas del tiempo se incrementa la relativa autonomía de la determinación social del tiempo frente a la medición del tiempo de hechos inhumanos; su vinculación se ha hecho más indirecta, pero nunca ha desaparecido, sino que de hecho es indisoluble. Por mucho tiempo, empero, las exigencias sociales humanas impulsaron la determinación del tiempo a través de los astros. Podemos mostrar sin mucha dificultad que la evolución de la determinación natural del tiempo fue y siguió siendo dependiente del desarrollo de las exigencias sociales humanas, aunque hubo siempre influencias recíprocas.
Mientras perdamos de vista la relación indisoluble entre los planos físico y social del Universo, mientras no aprendamos a ver la aparición y desarrollo de las sociedades humanas como un proceso dentro del universo inhumano, que es mayor, no estaremos en condiciones de captar uno de los aspectos esenciales del problema del tiempo, a saber: en el cuadro de la Física y, por ende, de la tradición dominante de la Filosofía, el «tiempo» aparece como un concepto de un alto nivel de síntesis; por el contrario, en la práctica de las sociedades humanas, el «tiempo» es un mecanismo de regulación de carácter coactivo, como queda claro cuando uno llega tarde a una cita importante. La tendencia convencional de estudiar la «naturaleza» y la «sociedad» y, por tanto, los problemas físicos y sociológicos del «tiempo» como si fueran del todo independientes, pone de manifiesto una paradoja aparente que la discusión sobre el tiempo suele diferenciar: ¿cómo es posible que algo que la reflexión general presenta como un concepto de alto nivel de síntesis, ejerza sobre los individuos una coacción tan fuerte? A la hora actual, casi no existen estudios sobre sociología del tiempo, en parte porque los problemas del «tiempo» siguen siendo discutidos, incluso por los sociólogos, al modo filosófico tradicional; y, en parte, porque las investigaciones sobre sociología del tiempo no pueden ser muy fructuosas, mientras se mantengan encerradas en una perspectiva de corto alcance. Solo las hace fecundas un planteamiento evolutivo y comparativo con una perspectiva de largo alcance.