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Al ocupamos de los problemas del tiempo, ofrece particular dificultad la tendencia de adjudicar al «tiempo» mismo propiedades de aquellos procesos cuyos aspectos cambiantes representa simbólicamente este concepto. Decimos: «El tiempo pasa», al referimos a los cambios continuos de nuestra vida o de las sociedades en que vivimos. Este peculiar carácter fetichista del concepto tiempo está relacionado con su calidad de síntesis intelectual, de vinculación de sucesos en un nivel de síntesis relativamente alto. No implica solo las relaciones que los miembros de un cierto grupo de referencia establecen entre procesos continuos en devenir en cuya sucesión se intenta determinar posiciones o periodos, y un proceso continuo de cambio normalizado como medida para los primeros, sino también el nexo entre lo que sucede «antes» y «después», dentro de una y la misma serie de acontecimientos.
Clave para resolver las cuestiones del tiempo y de la determinación del tiempo es, en realidad, la facultad específica humana para tener una vista de conjunto y relacionar lo que, en una serie continua de hechos, sucede «más temprano» o «más tarde», «antes» o «después». Papel fundamental desempeña la memoria en este acto de representación en que vemos junto lo que no sucedió al mismo tiempo. Así pues, si me refiero a la facultad de sintetizar, hablo en particular de la capacidad humana de imaginar como presente algo que, en realidad, no lo está, y relacionarlo con lo que, en verdad, sucede aquí y ahora. Se trata solo de una manifestación de la facultad humana de síntesis, que desempeña un papel decisivo en todas las formas de determinar el tiempo. Digámoslo con mayor precisión: sería absurdo formular que ahora son las cuatro, si no se tuviera en cuenta que antes eran las dos y después serán las seis. Conceptos como «antes» y «después» son manifestaciones de la facultad humana de representarse juntamente lo que no sucede al mismo tiempo y lo que los hombres viven como sucesos no simultáneos.
Nos aproximamos aquí a problemas del tiempo que ponen más en claro su complejidad. A simple vista, el concepto de tiempo se referirá a algo simple y de una sola pieza. Suscitaría la impresión de que su contenido puede expresarse en pocas frases. En realidad, este concepto representa un nexo instrumental nada sencillo de sucesos que grupos humanos más o menos organizados establecen para ciertos fines, entre y dentro de continuos en devenir observables, se incluyan o no a sí mismos, como el continuum que constituyen.
Hasta aquí he hablado de la síntesis que los hombres efectúan, al representar una serie continua de hechos como tal y al percibir esta secuencia simplemente como un flujo continuo de acontecimientos sucesivos. Llamaríamos a esto el nexo de lo sucesivo, en el sentido de la estructura propia del curso del acontecimiento. El papel de los hombres que, en virtud de su facultad para la vista de conjunto en lo sucesivo, son capaces de ver ante sí y de modo simultáneo lo que pasa sucesivamente, y de representar mediante símbolos sociales la serie de acontecimientos, no queda incluido en este tipo de simbolización de la secuencia. En este caso, la secuencia aparece simplemente como un flujo continuo de acontecimientos que, como decimos, «transcurren con el tiempo». La simbolización indica aquí la estructura propia de la secuencia. La vivencia de los hombres y su facultad de síntesis no queda incluida en estos conceptos ni en este género de formación de conceptos temporales.
Hay, sin embargo, otro tipo de conceptos temporales que se utilizan con frecuencia y cuyo significado toma en cuenta la facultad humana de sintetizar y de ver en conjunto lo que sucede y sucederá en tiempos diversos. Me estoy refiriendo a conceptos tales como «el pasado», «el presente» y «el futuro». Hasta ahora, su función y significado no son bien entendidos, porque se descuida poner de relieve de un modo claro e inequívoco la diferencia —y la relación— entre conceptos temporales como «año», «mes» u «hora», y conceptos tales como «pasado», «presente» y «futuro». Mientras conceptos del primer tipo representan la estructura temporal del acontecimiento como tal, los del segundo incluyen en su significado a los hombres sintetizadores que ven ante sí el acontecimiento y su estructura temporal. El enigma que presentan en nuestra inteligencia, se basa ante todo en su subordinación fluctuante a la estructura temporal del acontecimiento mismo. El futuro de hoy es el presente de mañana y el presente de hoy es el pasado de mañana. El enigma se resuelve con bastante facilidad; basta con reflexionar en la manera específica de relacionar que se encuentra en todo estudio sobre las vivencias humanas, y representamos lo que un aparato de categorías requiere para su figuración simbólica. «Pasado», «presente» y «futuro» indican el tipo conceptual que se requiere para representar este género de relaciones. Si el significado de «pasado», «presente» y «futuro» se encuentra en cambio continuo respecto de la serie en devenir que puede simbolizarse por la serie numérica lineal de una era, como escala temporal (1605, 1606. 1607, etc.), ello se debe a que los hombres a que se refieren estos conceptos y cuya vivencia se encargan de expresar, se hallan en cambio continuo y a que la referencia a los hombres y a su experiencia está incluida en el significado de estos conceptos. Lo que sea el pasado, presente y futuro depende de las generaciones vivas del momento, que, en el trasiego de generaciones, se encuentran siempre en movimiento, como lo está también el significado de «pasado», «presente» y «futuro». En estos conceptos como en los temporales de serie más simple del tipo «año» o «mes», se manifiesta la facultad humana para sintetizar, así como, en este caso, de experimentar simultáneamente lo que no sucede al mismo tiempo. Ahora bien, conceptos tales como «año», «mes» u «hora» no incluyen esta facultad en su contenido, aunque la presuponen; representan únicamente series continuas de acontecimientos de duración diversa, en cuanto tales. Los conceptos «pasado», «presente» y «futuro», por el contrario, ponen de relieve la referencia de una persona viva o de un grupo de personas con una serie de cambios. Un momento determinado en un flujo continuo adquiere un carácter de un presente, frente a otros que se presentan como pasado o futuro, únicamente en relación a un hombre que lo experimenta. Como símbolos de unidades temporales vividas, estas tres expresiones no solo representan una secuencia, como lo hacen «año» o «causa y efecto», sino también la presencia simultánea de las tres unidades temporales en la vivencia humana. Se diría que «pasado», «presente» y «futuro», aunque son tres palabras distintas, constituyen un concepto único.
Por largo tiempo, fue un enigma para los hombres que los acontecimientos reales dentro de una secuencia y, por ello, las unidades temporales referidas a esa secuencia —horas, meses o años de una era—, a las que se aplica en concepto de «presente», se modificaran de manera incesante y que, por consiguiente, también la línea divisoria entre pasado, presente y futuro se desplazara de modo constante. Ya en la Antigüedad, fue puesta de relieve la paradoja aparente de las tres unidades temporales referidas a la experiencia. Así, tras estudiar primero el «tiempo absoluto», Censorino describe pasado, presente y futuro del siguiente modo[14]:
El tiempo absoluto es inconmensurable, sin principio ni fin: fue siempre del mismo modo y será siempre y no se refiere más a un hombre que a otro. Se divide en tres tiempos: pasado, presente y futuro. De estos, el pasado no tiene ninguna entrada y el futuro, ninguna salida.
Por el contrario, el presente, que está en el medio, es tan breve e inasible, que no tiene duración y, al parecer, no es más que el nexo del pasado y lo venidero, además de que, por su inestabilidad, no está nunca en el mismo lugar, y todo cuanto recorre, lo arranca del futuro y lo coloca en el pasado.
Censorino formula el enigma de manera un tanto extraña, pero, gracias a ello, percibimos mejor la razón de la dificultad. Casi trata de las tres expresiones «pasado», «presente» y «futuro», como si fuesen tres objetos diversos «en el tiempo y el espacio». Se aproxima a ellas —cosa que incluso hoy sucede a veces— con el aparato de categorías que representa las relaciones en el plano físico, pero que apenas sirve para estudiar las relaciones en el plano de la experiencia.
Apreciaremos mejor la peculiaridad de los conceptos temporales del tipo «pasado», «presente» y «futuro», que incluyen la experiencia de los hombres sintetizadores, si los comparamos con conceptos como «antes» y «después». Ambos se refieren a la misma serie de acontecimientos. Pero, a diferencia de la determinación del tiempo a la que Einstein dedicó su atención, la determinación temporal de acontecimientos como «anteriores» o «posteriores» es independiente de todo grupo de referencia concreto. Lo que sucedió antes, permanecerá siempre anterior a lo que aconteció «más tarde». Por el contrario, el concepto de presente es la determinación temporal de un grupo humano vivo, que se ha desarrollado bastante como para referir una serie continua de sucesos ya naturales, ya sociales, ya personales, al devenir al que él mismo está sujeto. En correspondencia con ese devenir, dicho grupo o cada uno de sus miembros individuales puede distinguir lo que hace aquí y ahora, lo que de manera inmediata vive y siente como presente, tanto de lo que ha pasado y solo vive en el recuerdo como de aquello que podrían hacer, experimentar o padecer: esto es tanto del pasado como del futuro. Estos conceptos temporales referidos al devenir de los hombres vivos presentan la peculiaridad de que ninguno en particular tiene un significado claro, si no están todos al mismo tiempo presentes en la conciencia humana.
Compárense expresiones como «antes» y «después», aplicadas a series continuas de procesos físicos, recurrentes o no, con expresiones tales como «ahora», «hoy» o «pasado», «presente» y «futuro», referidos a las mismas series. Los conceptos temporales del primer tipo, como «antes» y «después», representan una vinculación de posiciones diversas dentro de una secuencia, que es la misma para todas las posibles personas de referencia[15]. Por el contrario, las posiciones en la serie que se presentan como «ahora» o «presente», se modifican cuando cambian los grupos o personas de referencia. Como queda dicho, la frontera entre pasado, presente y futuro cambia constantemente, puesto que los hombres que viven los eventos como pasados, presentes o futuros se transforman. Cambian en lo personal, entre la cuna y la tumba, y, como sociedades, con el ir y venir de generaciones, y de otras muchas maneras. Se trata siempre de quienes viven en un momento dado, a los cuales se refieren los acontecimientos que, así, tienen el carácter de un pasado, un presente o un futuro. La secuencia social de los «años que corren» (del uno al 2000 y más allá) se sigue moviendo asimismo como las secuencias principales de una evolución estelar o biológica que no hace referencia a hombres concretos. De todos modos, con estas secuencias sociales ocurre algo diferente, en este respecto, a lo que pasa con las secuencias naturales y extrahumanas. Mientras se trata de sociedades humanas, la vivencia de su estructura procesual jugaría, por sí misma, un papel conformador en el curso de los procesos. Por tanto, la vivencia de los procesos sociales constituye una parte integrante del mismo proceso. No sucede así, por el contrario, respecto de lo que llamamos «naturaleza», es decir, del plano físico del Universo.
El aclarar la relación a menudo confusa entre conceptos temporales del tipo «año», «mes» u «hora» (así como «antes» y «después») y los del tipo «pasado», «presente» y «futuro» nos llevará tal vez a una conclusión inesperada. Estos últimos conceptos temporales no pueden aplicarse al plano físico de lo que denominamos «naturaleza», y cuyo modo de relación representativo es, con razón o sin ella, la causalidad mecánica; o solo es lícito hacerla, si los hombres refieren a sí mismos los acontecimientos de este plano. Por el contrario los conceptos «presente», «pasado» y «futuro» solo pueden atribuirse al perpetuum mobile de la Naturaleza, como cadena de causas, en razón de una identificación antropomórfica; esto es, en sentido figurado, como cuando hablamos del futuro del Sol. Considerada con precisión, esta naturaleza es una secuencia continua de transformaciones en las configuraciones de energía-materia. Dentro de ella, el helio del Sol aparece como fase de un proceso o simplemente como unidad para la conciencia humana, solo porque esta formación tiene particular importancia para los hombres. Pero fuera de esta relación con hombres vivos, la división de continuos «naturales» en devenir de pasado, presente y futuro resulta absurda.