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Es más fácil ver el incremento de una relativa autonomía de las sociedades humanas dentro de la Naturaleza, mediante un modelo de la evolución de conceptos del tiempo. En algunos estadios anteriores, es aún pequeño el enclave social que los hombres incrustan en la Naturaleza. Manifiesta y directa es la interdependencia de estos enclaves y lo que, en la actualidad, llamamos, relacionándolo con nosotros, «nuestro entorno». El equilibrio del poder existente entre los grupos humanos que constituyen este enclave, y la naturaleza inhumana, se rompe con mayor fuerza a favor de esta última; y la determinación temporal de los hechos sociales depende principalmente de las observaciones sobre eventos naturales, inhumanos y recurrentes. Mientras los enclaves humanos aumenten más en extensión y relativa autonomía (gracias a los procesos de urbanización, comercialización y mecanización), tanto mayor será su dependencia de instrumentos de factura humana para medir y regular el tiempo, y menor su dependencia de medidas temporales inhumanas y naturales, como los movimientos de la Luna, el cambio de estaciones, de la pleamar y bajamar. En las sociedades actuales de elevada urbanización e industrialización, la relación entre el cambio de las unidades del calendario y el cambio de las estaciones del año, sin perderse por completo, se hace indirecta y floja, y en algunos casos, como entre mes y movimiento lunar, el nexo más bien ha desaparecido. Cada vez más los hombre viven en un mundo de símbolos que ellos mismos han elaborado, y sin hacerse absoluta, la autonomía de sus enclaves se vuelve enorme.

Habría que añadir que el desarrollo en esta dirección es todo menos irreversible y que no avanza en línea recta, sino que da muchos pasos atrás y hace muchos zig-zags y rodeos. En correspondencia con la multiplicidad de los procesos humanos, se topa uno con secuencias recurrentes de desarrollo, orientadas hacia una mayor autonomía, en puntos muy diferentes de la era; nuestra actual escala temporal. Hay estadios del mismo valor estructural donde los medios humanos de determinar el tiempo apenas se conocen, si no es que se desconocen, tanto antes como después del siglo XIX de la era, escala hoy usada. Referimos al hecho de que la autonomía en los enclaves sociales humanos puede crecer, aunque ello sea relativo, nos ayudará tal vez a oponemos a un pensamiento inveterado y equívoco que viene imponiéndose entre nosotros. Pensamos y hablamos, en efecto, en conceptos que suscitan la impresión de que «sociedad» y «naturaleza», «objeto» y «sujeto» existieran como entidades independientes entre sí. Se trata de un error que, sin una perspectiva de largo plazo, es difícil de combatir.