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En este contexto no podemos menos que referimos al estado actual de la psicología. Sería fácil decir que esta ciencia podría contribuir a aclarar las diferencias en la experiencia del tiempo y en la disciplina del tiempo en la conducta de individuos de diversas sociedades. Ahora bien, tal como en la actualidad se enseña la psicología en las instituciones académicas, es de poca utilidad. Hay razones que explican esta carencia. Al parecer, muchas escuelas dominantes de la psicología académica comparten la convicción de que hay una línea divisoria entre la psicología propiamente dicha y la psicología social. La división se basa en una suposición que con frecuencia posee el carácter y la fuerza de un axioma evidente en apariencia, y que ha jugado un papel decisivo en la orientación y modo de proceder tradicionales de una serie de ciencias humanas. Según dicho supuesto, el estudio científico de los individuos y sociedades, que son independientes, puede realizarse en departamentos separados.
La división institucional entre psicología y psicología social ilustra este enfoque, que solo justificaría la creencia tradicional de que algunos aspectos de la organización psíquica de los hombres son meramente «individuales» y por completo independientes de un hecho: que la persona humana crece y de ordinario vive entre personas y que, por el contrario, otros aspectos son puramente «sociales» y, como tales, cabe separarlos de los aspectos «individuales». Valores e ideales, políticos en especial, ajenos a la realidad contribuyen de manera definitiva a mantener viva una idea claramente tan errónea como la de un abismo cuasiontológico entre «individuo» y «sociedad». Para mantenerse en esta concepción tan tradicional como falsa, han de cerrarse los ojos a un hecho manifiesto: un niño para hacerse hombre debe aprender un lenguaje, que comparte con otros, que le transmite una multitud de conocimientos específicos del grupo y que, dicho en breves palabras, le capacita para comunicarse activa y pasivamente con los demás. El lenguaje asimilado por un niño junto con otras experiencias, constituye una parte de las primeras capas en la estructura de la personalidad de un individuo. Los rasgos individuales en los que se expresa la diferencia frente a otros hombres, no se desenvuelven de una manera independiente y separada de estas características sociales. El carácter individual del habla o del escribir no brota aparte, sino que se desenvuelve como modulación única del modo común de hablar y escribir de una sociedad. Una actitud social, dicho en otras palabras, es una parte integral de la estructura de la personalidad peculiar de un individuo.
La división institucional entre la psicología individual y social impide percibir que las estructuras de la personalidad socialmente comunes o peculiares del individuo son inseparables en la persona humana, y ha hecho caer a algunos psicólogos en la tentación de presentar su especialidad como una ciencia natural y adoptar los correspondientes métodos de investigación. Esto nos enfrenta a una curiosa situación: la psicología individual es, según parece, una ciencia natural y la psicología social una ciencia social.
En realidad no se puede mantener esta división. Todo individuo a quien los psicólogos individuales estudian en sus experimentos, ha conformado, desde su infancia y de una manera personal, lo que ha aprendido de los demás, lo que comparte con otros y lo que ha vivido en su relación con los demás. Así una herencia social común, sobre todo una herencia de símbolos sociales verbales y de otro tipo, adquiere en la persona individual un toque peculiar, una individualidad más o menos diversa de la de los otros miembros de la misma sociedad. Ahora bien, aunque los niveles psicológicos de una persona —conducta y sentimiento, conciencia e instinto, etc.— se estructuran de modo inevitable por el aprendizaje y, por ende, muestran al mismo tiempo propiedades naturales y sociales, la psicología individual procede en sus estudios como si las personas que investiga fueran simple y sencillamente objetos naturales, sin ninguna influencia de su lenguaje social o de alguna otra estructuración social. Es probable que un fisiólogo que, a base de cierto número de individuos, estudia las funciones fisiológicas del hombre, descubra regularidades de la naturaleza humana comunes a todos los hombres, con independencia del grado de desarrollo de la sociedad en que viven. Cuando los psicólogos siguen el mismo protocolo, sus resultados son sospechosos y probablemente inválidos, pues los planos psicológicos humanos no solo los determina lo natural ni, en otras palabras, son característicos de la especie humana, sino que al mismo tiempo están determinados socialmente y son específicos de un grupo. Prueba de ello es que los términos técnicos que se refieren a los aspectos sociales del individuo, no son normales y están poco difundidos en el lenguaje de nuestro tiempo, aunque no sea reciente el conocimiento de la psicología como ciencia social. De todo esto soy muy consciente.
Ojalá que los ejemplos presentados ilustren y permitan comprender lo que significa actitudes sociales o estructuras sociales de la personalidad de los individuos. La autorregulación casi implacable característica de los hombres que crecen en sociedades muy reguladas por el tiempo, es un aspecto de estas actitudes sociales del individuo. Sería fácil ampliar lo dicho, mostrando que también es diferente la experiencia del pasado, presente y futuro en sociedades que se encuentran en niveles diversos de evolución social. Así como son cortas las cadenas de interdependencia en el caso de las sociedades preestatales, está poco desarrollada en sus miembros la percepción del pasado y futuro, como algo separado del presente. En la experiencia de estos hombres, el presente inmediato, el aquí y ahora se destaca netamente del pasado y del futuro. El obrar humano se orienta además de modo principal a las necesidades e impulsos presentes. Por el contrario, en sociedades más tardías el pasado, el presente y el futuro se distinguen de una manera estricta. La necesidad y la capacidad de prever y, en consecuencia, la consideración de un futuro relativamente lejano conquistan un influjo mayor sobre todas las actividades presentes.