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Cambiar el método histórico por otro de sociología de la evolución de las sociedades humanas requiere pasar a un nivel superior de distanciamiento. Los modelos de desarrollos de largo alcance, tal como los entendemos aquí, constituyen una forma de síntesis simbólica, orientada ante todo a lo factual. La transición a esta fase implica asimismo el ascenso a un nivel de síntesis superior, comparado con el de la historiografía narrativa. Lo cual constituye un problema más, pues el conocimiento del pasado humano como desarrollo sería inalcanzable sin el paso previo, esto es, sin el material documental proporcionado por los historiadores. Es, pues, comprensible que algunos de ellos hagan todo lo posible para desvalorizar o incluso bloquear el acceso al conocimiento de desarrollos largos y, por ende, a una síntesis superior. Dado que muchos ensayos en este sentido fueron especulativos y poco fiables, esta resistencia no carece de fundamento. A más de esto, la investigación de evoluciones largas exige a menudo una ruptura de los límites que de manera ordinaria estrechan el campo de atención y la competencia de los historiadores.

Según las reglas tradicionales del trabajo histórico, puede parecer que el estudio de procesos de larga duración supone el dominio de un número cada vez mayor de datos concretos y, por consiguiente, incrementa la capacidad del individuo. Sin embargo, la competencia en un nivel superior de síntesis no pide necesariamente el conocimiento de un gran número de hechos. Más bien sucede lo contrario: los matemáticos babilonios debían guardar en la memoria una multitud de casos concretos, mientras que a los matemáticos griegos les bastaba con una sola fórmula, la pitagórica.

De manera análoga, los desarrollos largos pueden ser representados simbólicamente, determinando con la ayuda de comparaciones sistemáticas entre casos de fases anteriores y posteriores, la orientación general de un proceso de largo alcance. A esta tarea están dedicados algunos apartados del presente estudio. Fue necesario analizar la función universal de la determinación del tiempo, para conocer de este modo qué aspectos de sociedades anteriores y posteriores había que comparar para descubrir la orientación general de la determinación del tiempo, como actividad, institución y experiencia. Y esto es lo que en buena medida hemos hecho. Se hizo uso de pruebas documentales de los hechos, pero no en el volumen que requeriría una «historia del tiempo» no estructura da. Aun como contribución a un estudio del tiempo en la perspectiva de la sociología del desarrollo, este estudio no es más que una introducción; y como intento de transición a un nivel superior de síntesis, esta primera aproximación ha sido bastante fatigosa. Habría sido hermoso lograr más; por ejemplo, reconstruir con mayor exactitud la secuencia en el desarrollo de la determinación del tiempo desde sus formas primitivas en sociedades preestatales hasta su última fase en las naciones industriales.

Conceptos más antiguos del desarrollo social tenían a menudo un carácter teleológico. La orientación observable de cada desarrollo fue concebido como orientación a una meta y esta fue considerada con frecuencia como el aspecto más importante del desarrollo social. En esta fase primera de su desarrollo, el concepto de desarrollo social poseía resonancias mágicas y era vehículo de una profecía que contenía la promesa de su necesario cumplimiento. La meta del desarrollo social era una proyección de deseos humanos a un progreso permanente y a una sociedad ideal al fin del camino. Una investigación de la determinación y la experiencia humanas del tiempo y su evolución puede facilitar la tarea de liberar al concepto de desarrollo social de las costras metafísicas de su pasado. Es posible decir con absoluta claridad que hay un desarrollo de una forma discontinua de determinar el tiempo a otra continua, por así decirlo, en torno al reloj. Pero el modelo teórico de este desarrollo ya no puede interpretarse como la expresión de los deseos de su autor por un mundo mejor. No tengo ningún interés en decir que la experiencia del tiempo de sociedades posteriores es mejor, pues tampoco lo sé; he tratado simplemente de resolver un problema hasta ahora no resuelto.

Con lo cual no pretendo decir que en la evolución humana no haya líneas de progreso. En efecto, no es en absoluto raro que procesos sociales de largo alcance tiendan a un progreso. Ejemplo adecuado y que dice muy bien con este ensayo es la evolución del calendario, que yo habría con gusto tratado más extensamente, pues ilustra la diferencia entre una perspectiva histórica de corto alcance y otra de largo alcance, como la que preconiza la sociología del desarrollo. La primera perspectiva impide o bloquea, por el despiece del pasado humano en periodos singulares, en que, al parecer, se divide su propia vida, la percepción de procesos continuos de larga duración, que no se detienen en los límites de un periodo, aunque estos influyan sobre ellos. En realidad, la concepción predominante sobre el pasado como historia favorece la captación de discontinuidades y acostumbra a la gente a ver el pasado como una multitud de periodos inconexos, a tal grado que los estudios sobre evoluciones largas que saltan por encima de los periodos establecidos, siguen siendo muy escasos. Sin embargo, no faltan ejemplos de tales procesos; pero para ilustrar este punto, nos contentaremos con algunas anotaciones sobre el desarrollo del calendario europeo.