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al vez la mejor manera de obtener una visión clara de los puntos comunes y las diferencias existentes entre los principales grupos de las ciencias teoricoempíricas, esto es, las ciencias fisicoquímicas, las biológicas y las humanas, sea recurrir primeramente a un proceso en cuyo desarrollo las formaciones cada vez más complejas y, sobre todo, más complejamente integradas, que constituyen los respectivos ámbitos de estudio de estos grupos de ciencias, surgen de formaciones comparativamente menos complejas y, dado el caso, vuelven a caer en estas. En el estado actual de las investigaciones este proceso de la gran evolución es, ciertamente, sólo una hipótesis. Sin embargo, resultados de investigaciones realizadas en los más diversos planos empujan hacia un modelo que contemple un proceso global de este tipo. Sólo que esto permanece oculto a nuestros ojos por cuanto, con la actual organización de la labor científica, los especialistas científicos todavía encuentran difícil pensar más allá de los límites de su propia parroquia. Pero con la búsqueda de un modelo de las ciencias que considere tanto su compenetración como su multiplicidad se puede dejar de ser esclavo de un grupo de ciencias en particular.
En las reflexiones que se realizan actualmente sobre las relaciones entre las diversas ciencias destaca una idea que desempeña un papel de no poca importancia: la idea de que todo el universo, incluidos el ser humano y las otras criaturas vivientes, habrían surgido como resultado físico de la explosión de una masa primordial muy concentrada. En pugna con hipótesis rivales, hoy en día la hipótesis de la explosión primordial parece ser la más aceptada entre los físicos. Esta hipótesis no concierne al problema que aquí nos ocupa, de modo que no hace al caso discutirla. No obstante, quizá no sea del todo inútil decir que esta hipótesis es sólo uno de los numerosos testimonios de lo grandes que siguen siendo las ansias del ser humano por encontrar un apoyo para la idea de un origen absoluto, y de lo difícil que sigue siendo para él dar cabida a procesos carentes de un principio. Así, el hombre se consuela con el mito del huevo primordial. Este, se supone, permaneció inmóvil durante eones —¿dónde?— en el espacio del aún inexistente universo. De repente, por motivos en los que de momento no se piensa, explotó. En el imaginario punto cero del tiempo comenzaron los fuegos de artificio. Tocó la hora del nacimiento del universo en expansión. Así ha aparecido un mito físico que se va confirmando por más y más observaciones y cálculos, pero que, como tantos mitos del pasado, sólo se corresponde con las ansias del ser humano por hacer derivar del todo la categoría del origen de las partes, incluido él mismo, para así escapar a la intranquilizadora idea de una eternidad sin principio.
Muy bien. Si se encuentra que la existencia de un origen es confortante, puede bastar con hacer esta incisión en el decurso sin principio. Más difícil ya es conformarse con otra expresión de la búsqueda de orígenes. Según parece, entre los físicos existe la idea de que la clave de los problemas del universo, y, por tanto, también la respuesta a todos los problemas de las ciencias, incluidas las biológicas y las humanas, se hallará cuando sea descubierta la partícula más pequeña de cuantas existen en el universo, la «partícula elemental», y sus propiedades. Seguramente todo lo que pueda aprenderse sobre la constitución del universo mediante la descomposición de los elementos en partes cada vez más pequeñas constituirá unos conocimientos muy necesarios. Pero es más que cuestionable que al hacer esto se vaya más allá de categorías como las de «partículas», que pertenecen a una dimensión completamente distinta. También es bastante dudosa la idea de una última «partícula primordial», la idea del átomo, indivisible por antonomasia, de un nivel subatómico. También aquí aparece a menudo, tácitamente, la idea de que determinar las propiedades de las últimas unidades constituyentes de una unidad compuesta basta para explicar las propiedades de esa unidad compuesta. Sin embargo, esta idea es, de hecho, uno de los principales obstáculos que se interpone en el camino hacia la comprensión de la multiplicidad de las ciencias, en especial de las diferencias entre las ciencias físicas, las biológicas y las humanas, con lo cual se interpone también en el camino de una teoría de las ciencias. ¿No da la impresión de que la pretensión de que la física podría servir como modelo de la ciencia por antonomasia descansa, entre otras cosas, sobre la idea de que los físicos estudian aquellas partículas de las que está compuesto todo lo que existe en el universo?