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in embargo, en el relato de Poe uno se encuentra con un proceso crítico de tipo específico. En ese caso las personas tienen la posibilidad de dominar tanto sus propias y fuertes emociones como la misma situación crítica. Pueden observar con un cierto distanciamiento las conexiones existentes entre aspectos parciales relevantes del proceso, siendo capaces, por tanto, de buscar una solución al problema de la propia supervivencia sin tener el estorbo de las fantasías creadas por uno mismo y, por ende, de una manera relativamente «realista», conforme a los hechos; están en condiciones de elaborar una representación simbólica integradora (un «modelo», una «teoría») de esas conexiones, representación simbólica sobre cuya base pueden actuar y transformar la situación según lo precisen[16].

No todas las formas y estadios de los procesos críticos ofrecen tales oportunidades a quienes están inmersos en ellos. Existen procesos en los que la sensación de un peligro amenazador es tan intensa que la mayoría de las personas son incapaces de conseguir un relativo distanciamiento y dominar su temor, aunque una mayor serenidad y algunas reflexiones más distanciadas podrían dejar ver que el proceso en sí deja abierta la posibilidad de dominarlo y, así, escapar ilesos.

Pero también existen procesos críticos que han alcanzado un punto en el que ya no dejan a las personas inmersas en ellos posibilidad alguna de conservar su integridad física o síquica, o incluso de defender sus vidas. Por grandes que puedan ser el distanciamiento y la capacidad de pensar de manera realista que posean las personas sumidas en un proceso de esta índole, el proceso ha alcanzado ya el punto de no retomo. Hagan lo que hagan, piensen lo que piensen, las personas afectadas ya no podrán salvarse. En el cuento de Poe, si la barca hubiera estado más cerca del fondo del remolino posiblemente el miedo y la desesperación habrían impedido al pescador pensar de una manera tan realista y desarrollar un adecuado modelo simbólico del proceso en que estaba inmerso, un modelo que le sirviera como guía de acción. Y, si, a pesar de todo, hubiera conseguido desarrollar tal modelo, este ya no le habría servido. Su posición dentro del proceso ya no le hubiera dado la oportunidad de modificar ningún aspecto relevante de la situación mediante su acción, ni de escapar a la muerte.

Mantener la cabeza fría en una situación peligrosa tampoco es siempre la mejor garantía de salvación o supervivencia. Un soldado, por ejemplo, puede no tener más elección que entrar en batalla impetuosa y valientemente. En tal caso el arrojo puede ser más realista que un grado elevado de precaución y dominio de las emociones, o que largas pausas de reflexión anticipatoria. Aquí, la fuerza, la destreza, la valentía y un temperamento violento pueden ser más valiosos para la supervivencia que una gran capacidad de dominio de uno mismo. (Aunque un poco de reflexión siempre será de provecho).

Existe, finalmente, la posibilidad de que algunas personas hallen la manera de salir de una situación crítica de forma más casual que premeditada. Pero también esto puede ocurrir únicamente cuando la estructura del proceso deja vías de escape a las personas en él inmersas. Si cayera del cielo una gigantesca lluvia de meteoritos sobre una sociedad que se encontrara en tal nivel de evolución que sus habitantes no tuvieran ni los conocimientos ni los medios para enfrentarse a tal catástrofe, o que tuvieran el conocimiento y los medios pero no estuvieran preparados para emplearlos, las posibilidades de supervivencia de los habitantes de la región afectada serían muy escasas. Sin embargo, algunos podrían escapar a la aniquilación por casualidad o suerte. Pero si el fenómeno se prolongara y se extendiera a todo el planeta, ni la previsión ni el azar serían de mucha ayuda.