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recuentemente se piensa aún que las mediciones y las operaciones matemáticas pueden servir como un infalible ábrete sésamo tanto en las ciencias físicas como en las teoricoempíricas. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que muchos problemas de las ciencias no físicas no pueden resolverse de esta manera. ¿Es posible explicar por qué ocurre esto? ¿Es posible determinar los límites de aquellos procedimientos de investigación que hasta ahora han demostrado en buena medida su eficacia en las ciencias físicas? ¿Es posible, en particular, esclarecer la cuestión de los límites de aplicabilidad de técnicas y modelos matemáticos —o, puesto que este término es quizá demasiado amplio en este contexto, digamos mejor cuantificadores— en las diversas ciencias teoricoempíricas?

Es evidente que las teorías y procedimientos cuantificadores no poseen el mismo peso ni desempeñan papeles de igual relevancia en las diversas áreas de estudio. En las ciencias fisicoquímicas no existe, hasta donde puede verse, límite alguno para la aplicabilidad de procedimientos que buscan determinar y explicar aspectos no cuantitativos de fenómenos observables con ayuda de datos cuantitativos obtenidos de mediciones; las posibilidades de reducir otras propiedades a cifras y de construir edificios teóricos muy adecuados sobre la base de semejantes reducciones parecen inagotables[10].

Como ya se ha dicho, en otros ámbitos de la investigación la aplicabilidad de mediciones y procedimientos cuantificadores está mucho más limitada; y los edificios teóricos levantados en estos ámbitos únicamente sobre procedimientos cuantificadores demuestran con frecuencia ser bastante menos idóneos. ¿Poseen las áreas de estudio menos adecuadas que las ciencias físicas para la aplicación de métodos de investigación cuantificadores ciertas peculiaridades estructurales responsables de estas diferencias en el alcance y relevancia de los procedimientos cuantificadores como instrumentos de investigación?

Cabría pensar que este problema puede resolverse simplemente remitiendo a las diferencias cuantitativas que es posible observar en los tipos de objetos de las diversas ciencias teoricoempíricas. Cuando se pasa de investigaciones realizadas en el plano de las moléculas, átomos y partículas subatómicas a investigaciones efectuadas en el plano de los organismos y su desarrollo como especies e individuos, y de aquí al estudio de los seres humanos como sociedades e individuos, los problemas con los que uno se encuentra se hacen, según la opinión preponderante, cada vez más complejos. Sin embargo, suele decirse que esta mayor complejidad se Bebe al hecho de que el número de partes, factores, variables, etc., interactivos se incrementa a medida que se pasa del nivel inorgánico al de los organismos, y de este al de los seres humanos. Este aumento meramente cuantitativo de factores, se argumenta, tiene como consecuencia que las mediciones y las operaciones matemáticas se hagan cada vez más complejas y difíciles.

Aquí nos topamos con un dogma fundamental que ha pasado de las ciencias físicas a muchas otras áreas del conocimiento. Este dogma fundamental afirma que el comportamiento de un conjunto de unidades de observación debe explicarse, con ayuda de mediciones, a partir del comportamiento de los componentes individuales del conjunto. Si se acepta esta idea, es necesario primeramente aislar y medir cada uno de los componentes —o, en su caso, cada uno de los factores o variables— que influyen sobre el comportamiento de dicho conjunto, para así determinar sus aspectos cuantitativos y los de sus relaciones con otros. Cuanto mayor sea el número de unidades o variables aisladas que hace falta medir, mayor será la cantidad de mediciones y más complicadas serán las operaciones matemáticas necesarias para determinar sus interrelaciones. A la luz de esta hipótesis, la demanda de fuerzas humanas, ordenadores y técnicas matemáticas, de tiempo y dinero, se incrementaría progresivamente de un conjunto de ciencias al otro, de acuerdo al aumento del número de factores a tener en cuenta. Se concluye que esta creciente demanda haría que la Investigación cuantitativa fuese cada vez más difícil de realizar y, finalmente, imposible. Según esta argumentación, es por este motivo por lo que uno tiene que resignarse a utilizar métodos de investigación menos precisos y menos satisfactorios en muchas áreas de estudio.

Esta explicación de los límites observables de los métodos cuantificadores es en si misma un buen ejemplo de la manera en que formas de pensamiento muy adecuadas para el estudio de datos físicos se extienden hasta convertirse casi en un modo de pensar general. La elección de un modelo que asume que una acumulación cada vez mayor de factores o variables equivale a un aumento de complejidad está determinada por una expectativa general derivada, evidentemente, de experiencias del estudio de las interrelaciones de fenómenos físicos, pero que tiende a adoptar muy fácilmente el carácter de una creencia apriorística: la expectativa de que los problemas de todo tipo sólo pueden ser resueltos satisfactoriamente mediante mediciones de cantidades.

No obstante, esta expectativa basada en el mencionado dogma fundamental atomístico sólo puede servir como brújula para la formulación de problemas y teorías dentro de unos límites muy definidos. Las propiedades de diferentes unidades de observación con que se ocupan diversas disciplinas no descansan sólo sobre el número de las partes, variables, factores o condiciones interactivos, sino también, y principalmente, sobre la forma en que los componentes del conjunto se conectan y armonizan; en suma, sobre la forma en que están organizados e integrados. Tal vez la mejor manera de explicar brevemente estas diferencias entre los principales grupos de ciencias teoricoempíricas —esto es, las ciencias físicas, las biológicas y las humanas— sea construir modelos altamente generalizadores formados por unidades compuestas características de cada área de estudio, modelos que representen diferentes marcos de referencia para los diversos objetos de estudio de estas ciencias; y, al mismo tiempo, incluir estos modelos dentro de un modelo de modelos, en el que sean colocados de acuerdo con el grado y modo en que están ligadas las partes constituyentes de esas unidades compuestas.

El continuo de un modelo de modelos construido de esa forma poseería dos polos. En un extremo se encontrarían modelos generales de unidades tales como montones, multitudes, multiplicidades, conglomerados, cuyas partes constituyentes se unen entre sí sólo momentáneamente y de manera muy débil, y pueden existir independientes del conjunto sin que sus particularidades se vean transformadas. El otro polo estaría formado por modelos generales de unidades tales como sistemas abiertos y procesos que poseen un grado relativamente elevado de autonomía y capacidad de autorregulación, compuestos por una jerarquía de figuraciones[11] y procesos parciales íntimamente entrelazados, y cuyas partes constituyentes son hasta tal punto interdependientes, que no pueden ser separadas del conjunto sin que se produzcan transformaciones radicales tanto en su propia estructura como en la de la unidad mayor.

Entre estos dos polos se extendería una escala de modelos intermedios[12] ordenados según el grado de diferenciación e integración de sus unidades constituyentes.

A medida que avanzamos a lo largo de este continuo, desde modelos de paradigmas débilmente conjuntados hacia otros de unidades con un alto grado de organización, a medida que modelos de simples conglomerados van dejando paso a figuraciones abiertas y procesos cada vez con más niveles, muchas de las herramientas que fueron desarrolladas para el estudio de unidades del primer tipo alteran o incluso pierden su función. Instrumentos de pensamiento y técnicas que allí eran las principales herramientas de investigación, al cambiar de ámbito suelen quedar reducidos, como mucho, a herramientas auxiliares.

En este sentido, ya no es tan adecuado el concepto de una variable independiente incluida en una unidad de observación que, por lo demás, se mantiene invariable, y, con este, también pierde adecuación el modo de observación y experimentación que descansa sobre el presupuesto de que el objeto de estudio es un cúmulo de variables potencialmente independientes y sus efectos.

Asimismo, también pierde adecuación el concepto de una ley científica como marco teórico general para conexiones particulares de partes constituyentes de una unidad mayor. Pues existe el supuesto tácito, que subyace tanto a la concepción como al establecimiento de una ley científica, de que los fenómenos se desean expresar en forma de ley, de que la estructura de sus conexiones es necesaria e inmutable, y de que sus propiedades no pueden sufrir cambios irreversibles cuando son separados unos de otros o de otras unidades con las que también se interrelacionan. El tipo de relación cuya regularidad puede expresarse satisfactoriamente, hasta cierto punto, en forma de ley, es una relación que, aunque pasajera, sigue un molde estable: puede empezar y cesar innumerables veces sin afectar al comportamiento de otras unidades constituyentes de la red de relaciones más amplia dentro de la cual tiene lugar, o las características de esta red mayor. En suma, las leyes generales sirven como instrumento para resolver problemas de casos particulares únicamente dentro de marcos de relaciones concebidos como conglomerados[13].

Mientras más se asemejen las características del marco de trabajo de los problemas de una ciencia a las de una estructura y proceso de elevada capacidad autorreguladora; en otras palabras, cuanto mayor sea la probabilidad de que las partes conjuntadas estén conectadas entre sí de modo que sus propiedades sufrirían un cambio irreversible si se cortasen esas conexiones, mayor será la probabilidad de que las leyes desempeñen sólo un papel subsidiario como herramientas de investigación y mayor la necesidad de emplear como principal instrumento para el estudio y descripción de las relaciones de las partes modelos de figuraciones y procedimientos que no dejen de considerar el hecho de que los fenómenos parciales están unidos entre sí como constituyentes de una unidad funcional mayor, sin la cual esos fenómenos no ocurrirían, o, al menos, no de la misma manera.

Tampoco esas operaciones mentales acrisoladas por el tiempo que conocemos por «inducción» y «deducción» mantienen un mismo carácter a lo largo de todo el continuo de modelos. En su forma clásica están íntimamente vinculadas a movimientos mentales ascendentes y descendentes entre, por una parte, universales discretos y aislados —conceptos generales, leyes o hipótesis—, y, por la otra, una infinita multiplicidad de fenómenos particulares. También aquí estos últimos son tratados como si pudieran conservar sus características significativas al ser estudiados de forma aislada e independientemente de todas las otras conexiones.

Si se subordinan modelos de conglomerados a modelos de formaciones estructurales altamente organizadas, adquiere importancia otro tipo de procedimientos de investigación que modifica hasta cierto punto los procedimientos de inducción y deducción: movimientos ascendentes y descendentes entre modelos de la unidad total y modelos de las unidades parciales.

No es fácil encontrar términos establecidos que expresen clara y significativamente las cualidades diferenciadoras y el carácter complementario de estas dos operaciones. Quizá podrían denominarse «analíticos» aquellos pasos de la investigación en los que la descripción teórica de una estructura es tratada en cierta medida como un fondo del cual los problemas de sus partes constituyentes destacan como primeros objetos de investigación y como potencial campo de pruebas para descripciones teóricas del todo; y podrían llamarse «sinópticos» (para no decir «sintéticos») aquellos pasos dirigidos a la elaboración de una descripción teórica más coherente de una figuración global, como marco de trabajo unificador y potencial campo de pruebas para descripciones teóricas relativamente autónomas de partes constituyentes, Pero, sean cuales sean los términos técnicos empleados, puede afirmarse que la solución de problemas enmarcados en una unidad altamente integrada depende en último término de la coordinación y equilibrio entre pasos dados en ambas direcciones.

En un primer término, la sinopsis puede preceder al análisis. Sus resultados teóricos poseen, en el peor de los casos, el carácter de especulaciones, y, en el mejor de los casos, cuando están en conformidad con mayor corpus de fragmentos teóricos y observacionales, el de hipótesis de trabajo. Muchas de las ideas que los pioneros de la sociología expusieron en el siglo XIX como resultado de su gran preocupación por los procesos de la humanidad considerada como un todo, son un buen ejemplo de este nivel. Otras veces el análisis puede preceder a la sinopsis. En este caso el conocimiento consiste en una plétora de fragmentos teóricos y observacionales para los cuales aún no se posee un marco de trabajo teórico más unitario. Gran parte del trabajo de los sociólogos durante varias décadas del siglo XX puede servir de ejemplo de este nivel. Muchos de estos sociólogos, reaccionando contra los aspectos más especulativos del trabajo realizado por los elaboradores de sistemas que los precedieron, desarrollaron una desconfianza ante toda perspectiva global e incluso ante la propia idea de teoría globalizadora; se limitaron cada vez más al estudio de conjuntos aislados de problemas, que podían ser estudiados muy de cerca con métodos propios de otras ciencias. Aplicaron esos métodos a pesar de que carecían de algo que ya poseían los representantes de otras ciencias; un conjunto más unificado e integrado de conceptos y modelos teóricos que sirviera de marco común para el estudio aislado de conexiones entre partes.

En el caso de unidades de observación tales como multitudes y poblaciones, un objetivo apropiado de la investigación es el desarrollo de modelos teóricos de una unidad compuesta contemplada como un todo, modelos que consideren esta unidad como la suma de sus componentes y que reduzcan sus propiedades a las de sus partes constituyentes. Pero la reducción a las partes constituyentes se va haciendo menos apropiada a medida que se asciende por el continuo de modelos hacia unidades más organizadas. Puesto que las partes constituyentes de estas unidades más integradas pierden su carácter específico al romperse su unión con otras partes, puesto que únicamente adquieren y mantienen su esencia siendo partes funcionales de una unidad funcional de un tipo determinado —o incluso de una unidad individual—, en este caso el estudio de componentes momentáneamente aislados sólo es útil cuando los resultados obtenidos se remiten una y otra vez a un modelo de la figuración superior; aquí las propiedades de las partes sólo pueden ser comprendidas por completo con arreglo a un modelo teórico del todo. En una etapa inicial del desarrollo de un área de estudio estos modelos pueden, como los mapas de regiones poco exploradas, estar poblados de espacios en blanco y de errores, que sólo podrán ser corregidos mediante mayores estudios de los componentes. Pero, por mucho que uno de estos dos tipos de estudio pueda quedar muy por detrás del otro, tanto los estudios realizados en el plano de la totalidad de la estructura integrada como los realizados en el plano de las partes constituyentes se reducen considerablemente cuando no pueden apoyarse en un cierto grado de correspondencia y coordinación que permita a los científicos mover libremente el foco de sus observaciones y reflexiones de un plano al otro.