Capítulo 22: La mejor propuesta.
Durante el trayecto ninguno dijo nada, el silencio parecía la mejor opción para ellos. Chicago los miraba de reojo, observaba la mandíbula tensa de Jasón, su postura de la misma manera. Daniel estaba recostado sobre el vidrio del taxi, con su mente divagando en miles de escenarios, en lo que pasaría a continuación. Había una abismo entre ellos, la incomodidad palpable, cada uno estaba ubicado en la esquina del ring, solo esperaba que alguno empezara a lanzar los puños.
Se bajaron del vehículo, caminaron hacia un pequeño hotel. Chicago estaba en medio de sus hombres, parecían sus escoltas, sonrió ante ese pensamiento. Caminaron por un pasillo que daba una vista hermosa al mar, se imaginó enterrando sus dedos en la suave arena, el viento brindándole frescura, los brazos de sus ángeles tocándola, jugando con ella. Se erizó ante la sensación que despertaba al pensar en eso. Finalmente llegaron a la habitación, era suficientemente grande para acogerlos a los tres. Paredes de color caramelo, una lámpara situada sobre una mesita de noche era iluminación correcta para la noche. La cama estaba tendida con un edredón color crema, de un tamaño apropiado para una pareja. A mano izquierda estaba el baño, lo necesitaría para llorar después de hablar con ellos, porque anticipaba lo que sucedería y le daba pavor.
—Ponte cómoda—la tensa voz de Daniel se deslizó por sus oídos, ella obedeció sentándose en la cama, se hundió en el colchón, la verdad solo quería caer dormida, si era posible para siempre.
Jasón y Daniel se posicionaron frente a ella, el primero estaba nervioso, verla nuevamente le produjo todo tipo de emociones arremolinadas en su pecho, lo que fueron unas semanas, parecían siglos, muriendo de a poco por no escuchar su voz, su risa, no poder ser víctima de su carácter explosivo. Deseaba tirarse sobre ella y besarla para siempre, la necesitaba, la añoraba como el aire. La decisión final estaba en sus manos, era consciente de que si ella lo hacía de lado por completo lo mataría, no obstante debía asumirlo, jamás la forzaría, trataría salir del lodo aunque viviera sin vivir en realidad. Por otro lado, Daniel cruzó sus brazos, la miró entre la decepción y la rabia, la ponía inquieta. Si estaba allí con ellos era porque lo sabía todo, no había duda de eso. Era totalmente normal que quisiera destruir su relación porque no podía estar con una mujer como ella; una en la que no podía confiar nunca más.
—No le demos más largas al asunto—dijo Daniel con autoridad—. Cuéntame absolutamente todo, no te abstengas los detalles porque merezco…no, exijo saber absolutamente todo—aseveró perforándola con la mirada, Chicago se retorció en la cama bajo esa mirada dura, sintiéndose en un juicio. Estaba avergonzada de lo que hizo, más que eso, estaba a punto de salir corriendo, nadar hasta que sus brazos se cansaran y dejarse llevar por las profundidades del mar.
—No te sientas mal, Fresi—la voz de Jasón la hizo levantar la barbilla, él le sonrió sutilmente, provocándole una arritmia. Verlo sonreír le devolvió algo de tranquilidad, y se relajó ante la mirada cortante de su esposo, quien la miraba como si no la conociera—. Tuve que contarle todo porque… me dijo que estabas de viaje y supe que algo no andaba bien, estabas en un peligro potencial. Por eso estamos aquí, venimos a… estar contigo y bueno. —Se rascó la nuca con un lindo rubor en sus mejillas—, no quiero que me odies más de lo que ya lo haces—dijo con una mueca de dolor.
—No te odio—le aclaró mirándolo fijamente—. De hecho gracias por hacerlo, fui una cobarde y ahora debo enfrentarlo, ¿no es así?—Daniel no se inmutaba, estaba esperando su confesión, ella aclaró su garganta y lo miró con firmeza, le contaría todo y luego que pasara lo que Dios quisiera—. Él y yo nos conocimos en una fiesta, la verdad no recuerdo mucho lo que sucedió, solo sé que me levanté con un dolor en mi cuerpo y desorientada. Cuando me iba a ir porque realmente me sentía asquerosa, pensé que me habían violado, él apareció alardeando de lo que hicimos. Eso lo hizo mucho peor, no podía ni mirarlo porque su soberbia me aplacó, estaba asustada, confundida, quería desvanecerme. Ese día tenía una competencia muy importante de patinaje, como no llegué a tiempo el entrenador me humilló al frente de todo el equipo, me echó a patadas del lugar y movió cielo y tierra para que nunca me volviera a inscribir. No era justo—sollozó, midiendo sus expresiones, no quería derrumbarse, pero era inevitable. Era demasiado doloroso remover sus memorias y restregarlas una y otra vez. Tomó una larga bocanada de aire para continuar con su relato, con la valentía que podía tomar—. Yo era dedicada a mis cosas, amaba patinar y por un error no podía sacarme de esa manera. Viví atormentada por la forma en que fui tratada, por no recordar nada, porque solo era una maldita salida de celebración que arruinó todo. —Se obligó a relajarse para no armar un alboroto, recordar cada palabra de desprecio afloraba aquellos sentimientos que mantuvo encerrados, ahora que estaba sacando todo a flote era inevitable sentir esa frustración, esa rabia con la que tuvo que vivir durante esos años. Decidió continuar así terminara hecha ovillo en el suelo con la voluntad rota y sus ilusiones destrozadas—. Mis padres estaban enfocados en encontrar a Bianca, la cual me abandonó como un trapo viejo en esa cabaña, mis amigos seguían su vida, no tenía en quien refugiarme, tampoco era de las que iba llorándole a todo el mundo. Quería tener un apoyo, en quien sostenerme solo un poco, hasta que él nuevamente hizo aparición y me deje seducir porque nada me importaba. Era el desahogo perfecto, el refugio que necesitaba. Estuvimos juntos durante poco tiempo, ya no lo recuerdo—se frotó la frente—. No lo quería, nada me ataba a él, simplemente no pude aceptarlo, su forma de ser me asustaba, carecía de sensibilidad, le gustaba humillar, someter, que lo alagaran. Yo estuve bajo su voluntad, dejándome hacer lo que quisiera hasta que desperté de mi letargo emocional y me di cuenta que eso no era lo que yo quería, estaba tan cansada del vacío que sentía, al que le permití instalarse por la culpabilidad, por el deseo de sentirme apreciada. Mi instinto me ayudó a protegerme de sus artimañas lo suficiente para entregar lo que necesitaba de mí. Después de tocar fondo decidí dejarlo, no respondía sus llamadas, lo esquivaba, evitaba coincidir con él. Pensé que todo estaba bien, que se había olvidado de mí, hasta…—enmudeció, hablar de ello era demasiado y no tenía nada en mente para cambiar un poco la versión de esa noche.
— ¿Qué paso después?—Daniel la observaba totalmente desconcertado, sabía que tuvo dejar el patinaje, sabía que amaba ese deporte, lo que no sabía era el motivo real, tampoco preguntó. Ahora entendía esa mirada distante cuando veía niños patinando, o cuando pasaban algún concurso por televisión. Lo mataba no ser parte de su dolor, no poder ayudarla, no tener el conocimiento de aquello que la entristecía. Saberlo de ese modo lo enterró en la desdicha.
—Él apareció en mi habitación—continuó mirándolos con nerviosismo—. Al escuchar mi rechazo se volvió más insistente, le dejé las cosas claras, le insistí en que me dejara tranquila, pero él seguía molestándome, hasta que… me golpeó. —Los estudio, ambos abrieron sus ojos, apretando los puños. Sus rostros contorsionados en la ira, sumidos en la furia. Parecían a punto de matar a un ejército si fuera el caso—. Estaba… drogado y me golpeó y luego… intentó abusar de mí. Afortunadamente llegó mi compañera de cuarto con su novio y lograron impedirlo. Estuve hospitalizada, mis padres cuidaron de mí. Interpuse una denuncia pero su padre lo sacó del país, de igual forma desestimaron mi caso, ellos tenían mucho poder y podían deshacerse de mí. Al principio tenía pesadillas, no soportaba que un hombre me tocara, o siquiera me mirara, me ponía muy mal al respecto. Continúe como pude, me agarré de mi voluntad, construí una fuerza mental que no me permitió caer. Todo era sombrío hasta que te conocí en esa absurda fiesta. Mi vida cambio, por primera vez vi la luz, me sentí en paz conmigo misma. Pude sonreír de verdad. —Su mirada se iluminó ante el recuerdo—. Luego Jasón apareció junto a ti y aunque al principio me incomodaba, me agradó, aprendí a aceptarlo y a quererlo, tanto que…—meditó un poco en sus palabras, luego lo miró y le sonrió—, comenzó a instalarse en mi corazón, y… quise odiarlo pero no pude, algo me lo impedía—suspiró cansada y con la garganta seca—. En el fondo siempre supe que los quería a ambos—concluyó observándolos ansiosa. Daniel apretó más los puños. Se dirigió a la puerta dispuesto a cometer un asesinato.
— ¿Cómo se llama ese malnacido?—Preguntó, ignorando la declaración de su esposa. Cuando no le respondió su enojo se incrementó aún más— ¡¿Cómo putas se llama, Chicago?!
—Joshua, Joshua Grantt—escupió el nombre como si el solo mencionarlo le produjera nauseas. Al mencionarlo el cuerpo de Daniel se puso rígido, su boca cayó preso de la incredulidad, eso tenía que ser una muy mala broma del destino.
— ¿Qué pasa Daniel?—Jasón se instaló a su lado, tocándole el hombro preocupado.
—Espero estar mal, muy mal con respecto a mis conclusiones. Pero ese… ese sujeto es el hijo de uno de los socios mayoritarios de la empresa en la cual trabajo.
Los presentes se congelaron, no era posible una coincidencia de tal magnitud, sin embargo a esas alturas todo podía pasar. La situación cada vez se enredaba, era un rompecabezas difícil de armar. Daniel se enfrentaba a una serie de emociones que fluían sin control, estaba decidido a matar a Joshua, lo acabaría por lastimar a su esposa, lo picaría y le daría su cuero a los perros. Él se consideraba un hombre pacifico, esos pensamientos no eran propios de él, pero todo cambiaba cuando se trataba de Chicago y su seguridad, lo acabaría así eso acarreara consecuencias sobre él.
—No importa—dijo Daniel, meneando la cabeza, saliendo de su consternación—. Le arrancaré la cabeza a ese maldito. Sabrá lo que es enfrentarse a mí.
—Te acompañaré, el tipo y yo témenos cuentas pendientes
Daniel giró el pomo de la puerta, fue detenido por su esposa. Él volteó a verla, tenía los ojos llorosos, estaba atribulada por sus palabras. Apretó su brazo para detenerlo.
—No lo hagan—les pidió—. No empeoren más las cosas—les suplicó con la mirada teñida por la zozobra de saberlos involucrados en líos por su causa.
— ¿Pretendes que no le rompa el hocico y que ande por ahí molestándote? Estás demente. —Abrió la puerta pero Chicago la cerró con las pocas fuerzas que poseía. Los hombres la miraron con incredulidad, ¿acaso lo estaba protegiendo?
—Fresi. —Jasón atrajo la atención de Chicago—, debemos ir a matarlo, sabes que no nos detendremos. Parece como si lo defendieras—afirmó con el ceño fruncido.
—¡¡No lo estoy protegiendo, idiota!!—Bramó, presa de la cólera por esa insinuación—. ¡¡ Los protejo a ustedes!! No saben de lo que es capaz— advirtió desesperada—Joshua… los tiene vigilados, él…—se tragó el nudo en la garganta para continuar—, me amenazó con hacerles daño a ustedes si yo… no hacia lo que me pedía.
— ¿Qué te pidió?—Chicago apartó la mirada sumamente abochornada por decirlo. Daniel la tomó de los brazos y comenzó a zarandearla— ¡¿Qué carajos te pidió?! ¡Contéstame!
—Cálmate Daniel—intervino Jasón, quitándole las manos de encima de su amada—. La lastimas. Es obvio que sabemos que le pidió, por eso estabas en esa puerta, ¿verdad?—La tomó por la barbilla para que lo mirara, no debía apenarse por eso, no la juzgaban, Daniel solo estaba demasiado ofuscado para pensar y Jasón demasiado emocionado por tocarla.
—Estaba dispuesta a hacerlo por ustedes—los miró con un brillo que los dejó sin habla—. Nunca dejaría que algo los lastimara porque… porque. —Este era el momento, no debía acobardarse, no debía pensarlo tanto. Ya no había vuelta atrás. Determinada, decidió dejar las cartas sobre la mesa definitivamente—, los amo. Los amo de una forma que ni yo puedo entender, adoro la forma en la que me siento con ustedes. Ambos son una parte de mí, los siento a cada instante, cuando uno de ustedes no está siento que una parte de mí se marchita. —El tiempo se congeló alrededor de los tres, sus corazones latiendo al mismo ritmo. Ni Jasón ni Daniel esperaban semejante confesión. Esperaban que ella acabara con alguno, no que dijera que los amaba. Jasón sintió que la vida volvía a sonreírle, el alma regresó a su cuerpo, parecía estar en un mundo paralelo. Lo amaba, lo amaba sin importar la forma, quería estar con él, era una parte vital para ella y el saberlo lo hizo el hombre más dichoso del planeta tierra—. Entiendo perfectamente que esto es lo más loco del planeta, ¿pero no es el amor la locura más grande? Me costó aceptar que estaba enamorada de dos personas. Nunca dejé de amarte Daniel. —Él no pronunciaba palabra, no podía siquiera armar una oración, solo podía escucharla atentamente—. Nunca podría porque contigo siento que la paz existe, mi corazón vive por tu sonrisa, tu ternura me deja sin palabras. Eres todo lo que alguna vez deseé y más. Y tu Jasón. —Dirigió su mirada al aludido, éste la miró expectante—, tu eres la antítesis de Daniel y aun así aprendí a quererte. Quería odiarte, alejarte, porque estabas metido en mi piel, siempre fue así. Sentía celos de esas mujeres que te rodeaban, al principio me convencí que se debía a la mala influencia podrías ser para Daniel, pero luego me di cuenta que el persistente pensamiento de tus manos con otra me hervía la sangre. Era incorrecto, anormal sentirme de esa manera. Por eso opté por mostrarme reacia contigo, porque no quería que esos sentimientos avanzaran. Pero cuando… nos besamos, estuvimos juntos, no hubo nada mejor. Calientas mi sangre, sacas lo peor de mí y me gusta—sonrió—. Eres generoso, el mejor amigo de mi esposo, mi amigo. Te amo Jasón, lo hago con la misma intensidad con la que amo a Daniel y no puedo retractarme.
Era justo lo que necesitaba, la liberación de aquella opresión fue la sensación más extraordinaria que hubiese experimentado. Esa era su verdad, su realidad, solo faltaba que ellos asimilaran la noticia, pasara lo que pasara ella había dejado todo dicho, o al menos una gran parte.
—Seguramente piensan que soy egoísta por no decidirme por alguno de ustedes. —Se apartó de ellos asustada de su reacción, seguramente la repudiaban por su pensamiento tan promiscuo, por no inclinarse por alguno, pero esa era la forma en la que sentía, incorrecto o no esa era su realidad, su verdad, lo que anhelaba—. Entiendo que es muy difícil asimilar esto, que en este instante ya no quieren matar a Joshua—rió sin ganas—, es solo que ya no puedo seguir ocultando lo que me pasa, la manera que me siento es así. Siempre supe, o lo intuía en el fondo de mi alma que los amaba a los dos. Desde que los conocí lo sentí de esa manera. No creas que me casé contigo porque eras la opción segura. —Se dirigió a Daniel, estaba pasmado, sus ojos contenían lágrimas que se resistían a salir, estaba tembloroso, respiraba entrecortada, y no podía hablar de nada en absoluto—. Lo hice porque fuiste mi primer amor, me devolviste la esperanza, tu amor llenó cada célula de mi ser. Sin importar las condiciones en las que estés, tú eres y eras mi primero en mi vida. —Su atención se dirigió hacia Jasón, él estaba ausente, con la mirada baja, escondiendo inútilmente todas las emociones que se reflejaban en su hermoso rostro. Le tocó el brazo para atraer su atención, él estaba llorando, Chicago recogió sus lágrimas con las yemas de sus dedos, hundida en la ternura que le inspiraba ver su rostro sin esa mascara de arrogancia que en ocasiones llevaba. Este era su chico, era a quien amaba, no solo eso, sino su rebeldía, sus comentarios fuera de lugar. Lo sentía en su interior y le dolía todo lo que lo hizo pasar—. Tú, mi chico malo, mi pequeño y sexy demonio. —Una sonrisa tenue se asomó por su rostro—, cierras el círculo. Te amé sin darme cuenta, te deseé en silencio. Eres una bomba que me enciende, me pones loca y no puedo negar que me encanta, sacas ese monstruo que llevo dentro y sé que te encanta hacerlo, a mí también. —Acarició su rostro, Jasón se derritió al sentir sus manos tersas sobre el nuevamente, estaba a punto de un colapso al sentir su toque celestial. Pensó que solo la tocaría en sus sueños—. Lamento todo lo que dije, es solo que me tomaste por sorpresa, pero te puedo asegurar que sentí cada palabra y nunca olvidaré lo dulce que fue tu declaración. —Se sentó nuevamente en la cama, observándolos simultáneamente, ellos no habían dicho nada y eso la ponía al borde de la locura. Esperaba que al menos la insultaran para salir del suspenso tan horroroso al que la estaban sometiendo. La situación era alucinante, los amaba a los dos, los deseaba a los dos, no se decidiría por ninguno nunca. ¿Podrían vivir así? ¿Compartirla? Habían venido preparados para que rompieran sus corazones, ahora ellos debían decidir qué hacer al respecto.
Jasón se arrodilló frente a ella, pasó sus manos por sus muslos y luego tocó su rostro, repasó cada una de sus bellas facciones, la adoró con sus manos, la amó con los dedos. Ella se dejó llevar, presa de cada sensación que ese hombre despertaba en ella. Finalmente, después de ese silencio sepulcral, tomó la vocería.
—Los tres estamos locos, ¿no?—Dijo con su sonrisa pícara de vuelta—. Realmente yo esperaba que me rompieras el corazón definitivamente, que me mandaras al diablo para siempre. Pero ahora que escucho esas palabras, sé que me amas, me aferraré a todo lo que quieras darme. No me importa la forma porque sé que no es fácil para ti y no pienso ser una piedra de tropiezo. Le doy gracias a Dios por permitirme escucharte, por dejarme estar contigo. No eres egoísta mi fresi. —Colocó sus manos en su rostro para que lo mirara—. Eres demasiado bondadosa como para amarnos a los dos. Estoy dispuesto a aceptar las condiciones que tengas para nosotros, eres la que manda. —Sus manos volvieron a sus muslos y los apretó ligeramente—. Lo único que me importa es amarte y estar junto a ti siempre.
Ella alzó su mirada hacia su esposo, él permanecía callado, analizando cada detalle, cada palabra dicha. Su semblante era indescifrable. Parecía sopesar las posibilidades, realmente la decisión de Chicago lo tomó por sorpresa y no tenía argumento alguno para refutar. Soltó una gran bocanada de aire que sostuvo por un buen rato. Se sentó a su lado y la tomó por la barbilla.
—Yo fui quien trajo esto a nuestro hogar. —Ella intentó decir algo pero Daniel posó un dedo en sus labios—. Me odiaba por verte tan confundida, tan molesta porque yo no te entendía. Sé que no te hice las cosas fáciles, amor. Pero ahora sé que lo que me importa es tu felicidad. Lo que aún me incomoda es que no me hayas contado todo esto. Yo no habría permitido que siguieras trabajando con ese psicópata. Es mas no lo harás. Vas a renunciar—le ordenó tiernamente, rodeándola con su brazo.
—No puedo—le dijo con la mirada turbada—. El contrato dice que si renuncio antes de que se acabe mi tiempo no recibiré liquidación. Además él…—los miró dubitativa—, tiene… videos íntimos de nosotros y no dudará en colocarlos en la red. No solo me afectará, sino que ustedes se verían manchados y eso nunca me lo perdonaría.
—Ahora si lo mato, ¡lo mataré!—Jasón se levantó, dispuesto a cumplir su amenaza, Chicago se apresuró y lo detuvo. Se amarró a su estrecha cintura y se rehusó a soltarlo
—No quiero que te alejes de mí, no hagas nada por favor—le pidió con voz ahogada—. Estamos los tres, juntos finalmente y no permitiré que hagan nada. Yo arreglaré esto—le prometió—. He estado pensando en algo, solo necesito un regresar y ejecutarlo—sonrió como una niña a punto a realizar una maldad. Tenía algo en mente, no estaba bien estructurado pero debía funcionar, eso le daría su libertad absoluta—. Lo único que me importa en este preciso momento es saber lo que piensan, ¿creen que podamos estar juntos? Me refiero… a convivir oficialmente. Entenderé que quieran matarme, pero es la mejor propuesta que tengo ahora y… siempre. ¿Aceptarían tenerme para los dos?—Preguntó con un nudo en la garganta. Se apartó de Jasón, comenzó a temblar, eso era el final, uno de ellos se iría y la dejarían hecha pedazos. El baño parecía un buen refugio para llorar
Jasón la agarró por la cintura y la sorprendió con un beso lleno de desesperación, de deseo contenido, de dolor y reconciliación. La añoraba como nunca y ahora que la tenía en sus brazos no la dejaría ir nunca, sin importar las condiciones estaba dispuesto a estar a su lado. Introdujo su lengua en la boca de su Fresita, ella se estremeció y la acepto gustosa. Jasón tentaba la lengua de Chicago, jugaba con ella, la provocaba rozando su paladar, ella tembló a punto de desmayarse. Jasón la dejó suavemente en el suelo sin separar sus labios, le chupó el labio inferior, lo mordió y lo chupó nuevamente. No se cansaría de besarla, de tener su cuerpo pequeño contra él. La amaba sin importar la forma, las condiciones. Su corazón le pertenecía y no estaba dispuesto a dejarla ir nunca.
Chicago colocó sus manos sobre su pecho para apartarlo porque no podía respirar, se la estaba comiendo con sus besos. Se acercó a Daniel, esperando su decisión, sabía que no soportaría perderlo, pero era algo que debía aceptar. Sin esperarlo, él se inclinó y besó a su esposa, era suave e intenso, sus lenguas se encontraron y bailaron, se probaron y se perdieron. La sostuvo el tiempo suficiente para entender su decisión, para entender que su corazón era tan grande que tenía un espacio en su vida siempre. Ese beso, el cual se volvía más profundo, solo era una forma torpe de sellar el dulce trato que su esposa ofrecía
Ella, a regañadientes, tuvo que apartarlo porque le estaba robando el aire y la poca conciencia que le quedaba.
—Queda más que claro que ambos tomamos lo que nos ofreces— informó dedicándole una sonrisa cómplice a su amigo, el cual le guiño el ojo—. Nos adaptaremos, mi amor. Lo que nos importa es estar contigo.
—Lo mismo digo—coincidió Jasón, abrazándola por la espalda, depositando suaves besos en su cuello, a Chicago le costó trabajo recordar lo que diría.
—Espero que no se arrepientan—les advirtió—. No quiero que alguno se sienta desplazado. Ya no habrá secretos entre nosotros, así que si algo les molesta me lo dirán. ¿De acuerdo?
—Como ordenes—susurró Jasón sobre su cuello, pasó su lengua por la curva de su elegante cuello, ella jadeó y recostó su cuerpo en el de su chico. Él posó sus manos sobre sus caderas, empotrando su enorme erección en su trasero, se rozó con ella insistentemente, casi suplicando entrar en ella. Daniel volvió a reclamar sus labios con insistencia, lamiendo sus labios y luego introduciendo su lengua, probando su sabor, dejándola al borde y jugando con su paciencia. Ella se aferró a su cabello, jugando con él también, mordiéndole el labio superior, tentándolo con su lengua, ambos estaban besándose como si no hubiera mañana.
Las manos de Jasón le desabrocharon la faldita que llevaba puesta, dejándola en unas bragas de flores verdes. La mano de Jasón se deslizó en el interior de sus bragas, introdujo un dedo en su interior. Chicago gimió en la boca de su esposo, quien llevó sus manos a sus pechos, sujetándolos suavemente, trazándolos con sus dedos, sujetándolos con sus manos y haciendo círculos con sus pechos.
—Nuestra mujer está húmeda, Dani. ¿Qué crees que debemos hacer?—Siguió hundiendo su dedo en su cavidad cada vez más resbaladiza. Ella movió sus caderas enterrando más el dedo de Jasón en su interior. Su cabeza cayó en su hombro y sacó su lengua, reclamando sus labios, él ni corto ni perezoso la aceptó. Sacó el dedo y ella gruñó en protesta, él sonrió y llevó dos dedos a su interior, ella gimió en aprobación, besándolo con la misma intensidad que él le imprimía.
—Creo que debemos encargarnos de la fuga que tiene entre las piernas—le indicó con una sonrisa. Le alzó los brazos a su esposa y le quito la blusita de tiras que llevaba, su brasier hacia juego con sus bragas, Daniel desabrochó el sostén que tenía cierre delantero. Sus pequeños senos se asomaron, pidiendo atención. Sin perder el tiempo se llevó uno a la boca, Chicago lloró sobre la boca de Jasón, quien ahora la besaba y tenía sus dedos en los más profundo, abriéndolos en su interior, extendiéndola para recibirlo, porque esta noche no se escapaba, deseaba enterrarse en ella y perderse por completo.
Daniel siguió lamiendo, chupando con fuerza su pezón y erecto en su boca. Con una sonrisa de satisfacción vio como el pequeño pezón rosado apuntaba hacia él, tiró de el con cuidado, las terminaciones nerviosas de Chicago se estremecieron. Arqueó la espalda, permitiendo que los dedos de Jasón se enterraran más en ella. Daniel tomó el otro realizando el mismo proceso, besando el montículo sin dejar un pedazo de este sin ser besado. Lo estimuló, lamió, sopló y mordió sin apretar los dientes. Chicago apartó sus labios hinchados de Jasón, miró a su esposo tomando sus pechos, torturándola. Ella lo acercó más y gimió, dejando caer nuevamente su cabeza en el hombro de Jasón.
—Moriré si siguen así—pronunció débilmente, con una sonrisa extendiéndose por sus rostros. Poco a poco los dedos de Jasón y los labios de Daniel incrementaron su ritmo, ella gimió más fuerte, movió sus caderas al mismo ritmo, bailó con ellos. Sin esperarlo el orgasmo llegó, gritó arqueando su espalda, corriéndose exquisitamente. Tanta estimulación la estaba dejando al borde de la locura, en su interior apretó los dedos de Jasón como si no quisiera soltarlos nunca. Ambos rieron satisfechos al ver a su mujer presa de aquellos espasmos que la dejaban al borde de la inconciencia. Jasón sacó los dedos lentamente, ella jadeo al sentirse vacía. La extendieron en la cama con cuidado. Ella solo estaba en bragas, observaba como sus hombres se quitaban la ropa con impaciencia, sus torsos aparecieron en su visión, sus camisas cayeron al suelo al igual que sus pantalones. El miembro de Jasón estaba duro y apresado en su ropa interior, buscaba la libración y anhelaba tenerlo dentro, que terminara dentro de ella. Su interior palpitaba y se humedecía ante la idea.
Daniel se colocó sobre el cuerpo de Chicago, cubriéndola. Jasón se posicionó a su lado, Chicago dirigió su mano hacia el miembro inflamado de Jasón, lo masajeó por encima de la ropa. Jasón comenzó a jadear, prolongaría su orgasmo porque primero era ella, quería llevarla a la cima todo lo que pudiera, por lo que controlaría a su amiguito así le doliera.
—Limpiaré el desastre de mi amigo. —Daniel se inclinó y besó su vientre, su lengua se unió deslizándose por sus costillas, introduciéndose en su ombligo. Tomó el borde de sus interiores y la despojo de ellos, dejándola completamente desnuda—. Es hermosa, ¿verdad, Jasón?
—Una diosa—expresó embelesado—. Sería un pecado no adorarla como merece.
—Tienes razón—señaló con una sonrisa—. Haré los honores. —Se ubicó entre sus piernas hundiendo su lengua en su interior. Chicago se retorció, apretujó su cabello sosteniéndolo, Jasón la observó, estaba demasiado duro por ella, por verla completamente entregada al placer, sus labios hinchados y rosados, sus pechos erguidos y duros. Necesitaba zambullirse en ella, sentirla por completo. Había esperado tanto que la desesperación se convirtió en una ansiedad agonizante.
La mano que masajeaba el miembro de Jasón, se metió en su interior, le bajó el bóxer dejando ver el poderío que tenía el hombre entre las piernas. Estaba duro, grueso, marcado por las venas, palpitaba y se movía como si tuviera vida propia, tal vez la tenía.
—Voy a aliviar tu dolor, mi demonio—le dijo, llevando su miembro a su boca.
—Chicago… no…—Se inclinó sobre ella, sosteniéndose sobre sus puños, cuando el glande golpeando la garganta puso los ojos en blanco. Ella lamia como si fuera un helado, pasaba la lengua por su longitud, masajeaba la bolsa que colgaba de su miembro, Jasón gimió totalmente entregado a sus toques. Si seguía así no aguantaría mucho, estaba aferrándose al poco autocontrol que le quedaba
—Puedes correrte en mi boca—sugirió Chicago, lamiendo insistentemente. Pasó la lengua por una vena palpitante y Jasón estuvo a punto de terminar. Movió las caderas hundiéndose en su boca con sumo cuidado, bajo ninguna circunstancia la lastimaría, así quisiera moverse rápido, lo haría en su interior, se regaría en su interior, era un promesa que se había impuesto.
—Me correré dentro de ti, Fresi—le informó con la mandíbula apretada cuando Chicago aplastó otra vena palpitante con su lengua.
—Ya lo veremos—lo retó. Volvió tomarlo entero con su boca, subiendo y bajando con avidez, probándolo, dándole golpecitos al glande con la lengua, hundiendo su lengua en la rajita de la cabeza. Jasón miró hacia el techo, llevando un conteo mental para no correrse, no en su boca. Chicago gimió cuando Daniel llevó los dedos a su clítoris, los unió con su lengua, lamiendo lentamente su hendidura, succionando con sus labios, tomando el clítoris con sus labios y chupando. Chicago se corrió instantáneamente, Jasón aprovechó esos espasmos para sacar su miembro de su boca, lo sacudió con su mano, ella lo observó, excitándose por ver como se daba placer en frente de ella. Él se detuvo, intercambió lugar con Daniel, quien se estiró al nivel de su esposa, la miraba, amaba contemplarla y más cuando estaba sufriendo de deliciosas contracciones.
Jasón rozó su pene en su hendidura, tentándola, instándole a dar la orden. Lo movía de arriba abajo, untándose de su humedad. Ella estaba necesitada de él, quería tenerlo dentro de inmediato.
—Dile lo que quieres Chiqui—le recomendó Daniel con una sonrisa—. Si no lo haces nunca sabrá lo que deseas.
—Lo necesito dentro. Jasón entra, penétrame, entra en mí. ¡Hazlo ya!—Pidió desesperada. Jasón se introdujo de una sola estocada, ella cerró los ojos y gritó al sentirlo tan adentro.
Daniel la besó mientras Jasón se deslizaba en su interior lentamente, disfrutando de su unión, de lo mucho que extrañaba estar dentro de ella y ahora que sus músculos internos lo apresaban con tanta fuerza, fue consciente de que era real lo que pasaba. Estaba nuevamente en su interior y lo estaría siempre que ella quisiera. Poco a poco se incrementó sus estocadas, se movía lento y rápido, intercambiando la velocidad cuando sentía que ella estaba a punto, Chicago notó eso y participó. Movió las caderas al compás de Jasón, estaban enloqueciendo y sin embargo ninguno daba su brazo a torcer. Ella rotó sus caderas de un lado a otro y Jasón ahogo un gemido, estaba jugando con candela y se estaba quemando. Como disfrutaba de la fogosidad de esa mujer, aun no terminaría, ella iba delante de sus necesidades, siempre.
— ¿Cómo te sientes, mi vida?—Daniel la observó. Estaba completamente ida, gimiendo, lloriqueando porque Jasón no le daba la liberación. Tomó sus pechos en movimientos y los sujetó, ella volteó a verlo y le sonrió, luego cerró los ojos cuando una estocada profunda la llenó por completo—. Responde, mi Chiqui.
—Bien, muy bien, demasiado bien—hablaba demasiado rápido, de hecho pronunciar alguna frase le estaba costando trabajo con Jasón moviéndose en círculos, luego de adentro hacia afuera, sacaba su miembro, se masturbaba y luego lo introducía en su cueva estrecha, cada vez con más fuerza—. ¡Más! ¡Necesito más! Dios me voy a…
— ¿Vas a terminar?—Daniel al ver que ella no le respondía, llevó una mano a su clítoris, ella chilló cuando los dedos de Daniel rotaban y estimulaban su ya hinchada cereza.
—¡¡SI!! Estoy cerca. Te amo Dani. —Miró a Jasón, quien tomó una de sus piernas y la colocó sobre su hombro, abriéndola más para él, moviendo sus caderas como un saqueador. Ella gimió, se retorció, jadeo pidiendo más—. Jasón. Mi amor, te amo. ¡¡Dios!!—Gritó y se corrió nuevamente, esta vez se prolongó por las envites endemoniados de Jasón, el parecía incombustible, no paraba y no lo haría—. Córrete en mí, necesito todo, Jasón. No lo reprimas—logró decir mientras los corrientazos de placer la flagelaban. Jasón se salió de ella y la colocó boca abajo, se internó en su cavidad y se meció violentamente. Su chico se agitaba en su interior, apoyándose en sus antebrazos, mientras Chicago, presa de un orgasmo infinito lograba estabilizarse. Levantó un poco sus caderas y las movió a lo largo del miembro de Jasón, lo apretaba con más fuerza, succionándolo para que se dejara ir.
—Ya no puedo… tómalo Fresi, es tuyo, todo es tuyo—dijo moviéndose más rápido, chocando sus caderas con las de ella—. Adoro hacerlo sin condón, se siente bien. Tu interior es lo mejor mi amor…—Sin poder pronunciar palabra alguna se corrió, se dejó ir, abriendo la boca para dejar salir un gemido de gusto. Se liberó en el interior de Chicago tal como lo había prometió, la joven no soportó y tuvo otro orgasmo. No podía más, el placer se había prolongado a un punto desconocido para ella, estaba viendo el cielo, el cosmos, estaba alucinando. Jasón cayó como peso muerto sobre ella, Daniel se rió, disfrutó de verlos juntos, en realidad le gustaba mirar. Quería a Chicago y anhelaba curarse, pero por ahora mirar y dar órdenes en la cama no era una mala opción.
—Jay, la aplastas. —Jasón le dio la razón y se salió lentamente, unas gotas de su semilla mancharon la sabana, Daniel le tocó la frente a su esposa mientras se recuperaba de lo sucedido, perdió la cuenta de cuantos orgasmos tuvo y tampoco le importaba. Lo había hecho con ellos, estaba con ellos. Pensando que sería la peor noche de su vida, resultó siendo la mejor de todas. Estaba con sus bellos y carismáticos chicos a quienes amaría hasta el final
Jasón se tumbó al otro lado de la cama, completamente agotado. Dejó todo en el interior de Chicago y se sentía en las nubes, navegando hacia lo desconocido, sumamente satisfecho y lleno de su mujer. Lo amaba, lo deseaba. Una sonrisa de dicha hizo que todo su rostro se iluminara. Nunca imaginó estar con su Fresita así. No entendió como soportó todo este tiempo sin besarla, sin tocarla. Debía recuperar el tiempo perdido con ella.
—Esta… fue la mejor experiencia de mi vida—dijo Chicago intentando respirar—. Si esto es un sueño… no quiero despertar—expresó colocando una mano en el pecho de sus amantes—. Espero… que nunca nos arrepintamos de eso—dijo, cayendo lentamente en un sueño profundo. Estaba muy cansada, agotada por tantas emociones vividas. Finalmente estuvo en el mundo de los sueños. Jasón se encargó de limpiar los residuos de su esencia que resbalaban por sus muslos y Daniel le puso las bragas. No podían dejar de sonreír, estuvo fuera de este mundo. Se entendían a la perfección, encajaban, era la ecuación con un resultado intachable. Sencillamente eran todo para ella y ella para ellos. La cuidarían, la mimarían y se adaptarían por ella. Funcionaria, era una promesa
—Jamás nos arrepentiremos—declararon mirándola como si descubrieran tierra inexplorada. La acariciaron y se miraron, entendieron que pelear por ella egoístamente nunca funcionaria, todo fluía cuando estaban los tres. La vida les obsequiaba algo inigualable, solo debían aceptarlo y asimilarlo, como lo hacían justo en ese momento.