Capítulo 15: Pista de patinaje.

 
 

Unos días después Daniel estaba intentando recuperar lo perdido. Estuvo en reposo tres semanas que la empresa le otorgó, siendo pocos, sin embargo los aprovechó con su esposa. Chicago asimiló el cambio, al principio fue duro, molesto, al punto de llegar a irritarse por todo. No obstante al el rating subió en la emisión de farándula desde que Chicago asumió el mando. Los televidentes la querían por su sonrisa fresca, por su carisma, por demostrar siempre su profesionalismo. Sus compañeros la apoyaron durante el proceso, a excepción de Michelle, quien era bastante seca con Chicago, al punto de querer humillarla, sin embargo Adams no se amilanaba ni mucho menos se dejaba intimidar por la zorra de Joshua. No era un secreto que se acostaban en su oficina, o en algún lugar donde pudieran encontrarse. Tenía marcas de chupones provocados por el frenesí enloquecido en el que entraba su jefe cuando no podía obtener lo que realmente quería.

 

Chicago ya le había explicado a Joshua lo necesario, y el cambio fue fructífero para ella, pues salía un poco más temprano y podía atender a su esposo como se lo merecía. Si pensaba que podía amargarla con colocarla en una sección que no le gustaba estaba equivocado, ella se había adaptado, incluso le había tomado gusto a su nuevo puesto. Joshua no podía acosarla a sus anchas como quería porque su padre lo había advertido, tenía chivos expiatorios en el canal,  protegiendo los intereses de Samuel, así que no le daba mucha margen de acción para provocar desastres. Aunque eso no lo detendría por mucho tiempo, estaba esperando el momento perfecto para atacar. Como un depredador, esperaba cautelosamente el momento justo para cazar con gusto a su presa. Y cuando lo hiciera, la marcaria para que nadie la tocara o la mirara nunca más.

 

Jasón estuvo en contacto con Chicago, le dijo que no había renunciado. El corredor se enojó mucho con ella y con el hijo de puta. Quería patearlo, pero Chicago le hizo ver que no valía la pena, incluso le dijo que estaba más tranquila desde que estaba en otro puesto. Sus heridas habían sanado casi al cien por ciento, al igual que las de su oponente. Aunque no había duda alguna que se volverían a ver, el momento para hacerlo aún no llegaba

 

Desde entonces ella se dedicaba a su esposo, a consentirlo, a compensar el tiempo perdido, y a intentar hablarle de todo. Siempre que intentaba hablar sobre el tema de Joshua se tensaba por su reacción y se acobardaba, no obstante debía serenarse y contarle toda la verdad, así nada lo tomaría por sorpresa. No hablaron mucho de Jasón, el parecía estar alejado para no molestar a la pareja. Aunque en realidad moría de ganas por ver a Chicago, por abrazarla, por besarla, por cruzar palabras con ella. Se había concentrado en su entrenamiento, ahí desahogaba toda su frustración, su rabia, su miedo al sentirse tan perdido por un chica a quien al parecer no le importaba nada de él. Se comunicaban por teléfono, pero no era lo mismo. Él quería tenerla frente a él, saborear sus labios, perderse en su cuerpo, intimar con ella hasta quedar exhaustos. Se estaba enloqueciendo por su ausencia, por lo que decidió preparar algo especial para verla, quería sorprenderla y que así tal vez entendiera lo que ella movía en su interior. El plan que tenía estaba casi en marcha, solo faltaba hablar con ella y su Fresita estaría compartiendo con él algo que los marcaría para bien.

 

Chicago estaba armando su entrevista a Chris Evans, el hombre era demasiado atractivo y no podía evitar sonrojarse de solo mirar las fotos. Lo tendrían en el canal para hablar sobre su personaje de Capitán América. Fue un milagro que le concediera la entrevista, estaba nerviosa y emocionada por tener de cerca a una estrella de cine, y a un hombre muy bello como para no babear por él.

 

En ese momento su celular sonó, contestó sin siquiera mirar la pantalla.

 

— ¿Aló?

 

—Es un gusto escucharte de nuevo, Fresi. ¿Qué tal estas?—Jasón sonrió tímidamente de escucharla, y más por el regalo que tenía para ella.

 

—Un poco ocupada Willows. ¿En qué te puedo ayudar?—Lo apresuró mientras hacía unas correcciones para la entrevista.

 

—Antes que nada quería saber sobre mi amigo Dani. ¿Cómo sigue?

 

—Bien—contestó secamente—. De hecho está molesto porque no has sido capaz de poner un pie en nuestra casa y ver si aún vive. Eres un ingrato.

 

— ¿Me extraña?—Preguntó socarrón

 

—Sí, desafortunadamente lo hace. Quiere verte. Se ha ofendido porque no has querido verlo, y de hecho eso me irrita un poco a mí también, ¿sabes?

 

— ¿Por qué? ¿Acaso me extrañas, Fresi?—Inquirió en un tono sensual que hizo que las mejillas de Chicago se tornaran de un rojo intenso.

 

—No te creas tanto—respondió triunfante—. Lo digo porque mi esposo extraña a su único amigo, con quien juega esa basura de Hallo.

 

—Y porque también le hace el amor a su esposa como si no hubiera mañana—completó con pasión. La línea se silenció en ese instante. El hecho de decir que hacían el amor era demasiado complejo. Jasón daba signos muy evidentes que Chicago quería evitar a toda costa. No había ninguna razón para afirmar semejante cosa. Ellos se veían porque todos lo querían. Además hacia unas semanas que no se encontraban, por lo que decir eso estaba fuera de lugar—. Dime Chicago, ¿me extrañas? ¿Extrañas que te acaricie? ¿Sentirme duro dentro de ti? ¿Fantaseas conmigo mientras cuidas a Daniel? Porque yo no dejo de pensar en ti ni un solo instante. Por eso no fui a verlos. Porque si lo hacía me valdría madres que Daniel estuviera presente, te tomaría y te lo haría contra la pared hasta caer rendidos, lo haríamos sin barreritas estúpidas como el condón. Me metería en ti y me vaciaría porque necesito, deseo anhelo hacerlo así contigo, sin restricciones, solo tú y yo y nuestros cuerpos completamente desnudos. ¿Entiendes lo peligroso que me he vuelto desde que lo hicimos por primera vez?

 

Chicago se sentó estupefacta por el descaro de Jasón, en la semana que habían conversado nunca le insinuó nada. El calor se apodero de ella, sus pezones estaban erectos, su entrepierna estaba húmeda, su piel ardía por tenerlo cerca. En ningún momento fantaseó con Jasón mientras cuidaba a Daniel, su esposo y ella eran un universo aparte, así como Jasón y ella lo eran. Ambos eran su cielo y su infierno, su dualidad, la cara opuesta de la moneda. Esos hombres se habían convertido en su necesidad, en su ansiedad. Si uno faltaba no podía sentirse completa y eso la estaba matando. Debía tomar cartas en ese momento, porque llegado el momento de tomar una decisión, las cosas se podrían poner bastante difíciles, y ya tenía suficiente con lidiar con un jefe que la miraba con lascivia cada vez que tenía la oportunidad.

 

— ¡Si quieres una llamada caliente, ve a hablar con una zorra! ¡Estoy en mi maldito trabajo y debes mantener tu lugar! ¡¿Entiendes?! No sé para qué coño me llamas si solo quieres joderme cuando estoy en algo mucho más importante que escucharte diciendo obscenidades. — Estuvo a punto de colgar poseída por la furia. No le iba a dar oportunidad de aprovecharse de ella cada vez que quisiera, a pesar de que Jasón tenía algo de razón porque si lo extrañaba, tampoco le daría el gusto de inflarle el ego.

 

— ¡Discúlpame!—Gritó antes de que le colgara, sabía que eso la había hecho escupir fuego y que lo dejaría hablando solo por su indiscreción— Perdóname, quería hablarte de otra cosa. —Chicago tomó el teléfono, dándole una oportunidad.

 

—Se breve, tengo prisa—dijo agarrándose de toda la firmeza que podía.

 

—Es que… —No sabía cómo expresarse, moría de ganas por verla. Se sentía como un adolescente en su primera cita. Era ridículo, sin embargo ella lo llevaba a esas instancias en las que no se reconocía—, quería que vinieras a la aquí a la pista de Rally después de salir. Debo decirte algo importante.

 

— ¿Qué es eso tan importante como para que yo deba desplazarme hasta allá?— Cuestionó con un nudo en la garganta. Sus manos comenzaron a temblar, sus pensamientos navegaron por diferentes situaciones y ninguna terminaba correctamente. Sin embargo ese tono tan serio que usaba cuando quería decir algo grave estaba presente. Dejó de cavilar cuando lo escuchó nuevamente:

 

—Si lo es. En realidad es de vida o muerte. —Intentaba mantenerse tranquilo, pero su voz flaqueaba en la urgencia, en lo primordial que era su presencia. Esa cita definiría muchas cosas entre ellos de una buena vez.

 

—Prometo estar allí entonces—resolvió hecha un manojo de nervios. El momento de tomar una decisión se había presentado. ¿Tenía claro como lo enfrentaría? Ni idea, solo cuando llegara el momento lo sabría. Por ahora debía que concentrarse en su entrevista y luego pensaría en lo demás.

 

—Te esperaré, siempre lo haré—prometió. Ambos colgaron al tiempo, con la ansiedad de verse y definir muchas cosas entre ellos. Se debían muchas palabras y muchas otras cosas que los hacía temblar, suplicar el uno por el otro. Apartó esos pensamientos tan conflictivos y se puso de pie para dar la entrevista. La llamada de Jasón la dejó demasiado inquieta como para tener miedo al pedazo de galán que vería a continuación. Ya con dos que tenía era suficiente.

 

Al salir se cruzó con Joshua, la detuvo tomándola del brazo con fuerza retenida. Intentó no asustarse, pero como no hacerlo si el rubio parecía reticente a darse por vencido. Lo enfrentó para quitárselo de encima.

 

—El invitado ya llego, ¿tienes las preguntas listas?—Extendió las manos para que Chicago le dejara ver el programa. Hizo el amago de leerlas y luego se las devolvió—. Veo que estas muy interesado en nuestro Capitán, ¿te pone mucho, verdad?—Sugirió con el ceño fruncido, casi furibundo por el pensamiento.

 

—Como todas las mujeres de este planeta, Joshua—respondió con una sonrisa abierta—. Es muy lindo, amable, increíblemente sensual. ¿Cómo no sentirse atraído por alguien como él?—Admitió alzando una ceja. En ese momento se sentía ganadora. Lo estaba pisoteando y no era para menos. Decirle a Joshua Grant en su cara que otro le parecía un buen partido lo estaba carcomiendo. No obstante él no desaprovechó que estaban juntos para acortar las distancias, esta vez para recordarle quien era el en su vida.

 

—Pero él no te ha hecho lo que yo. Dime, ¿cómo tomó tu esposo el hecho de que fui yo quien te entrenó para ser la mejor puta del mundo? Peor aún ¿Cómo es que aún sigue contigo sabiendo que estás trabajando aquí conmigo?—Se cruzó de brazos con una sonrisa malévola adornando su rosto. Chicago estaba cansada de su veneno, por lo que optó por cortarlo por el momento.

 

—Para su información, querido jefe. Mi esposo es un hombre que comprende que cometí el peor error de mi vida al meterme con el ser más repugnante, egocéntrico y vacío que pude conocer en toda mi existencia. Y también sabe que estoy aun aquí porque el contrato me impide irme. Pero sepa algo. —Se colocó de puntillas, traspasándolo con una mirada llena de odio—, lo que él me hace sentir es mil veces mejor que lo que alguna vez experimenté con usted. A mi marido lo amo como nunca he amado a alguien. Fue, es y será mi primer y único amor, cosa que en su vocabulario no existe porque solo sabe dañar, violentar, maltratar a todo aquel que lo rodea. No acepta que no puede tenerlo todo. Y eso, lo está consumiendo. De hecho te agradece que si no te hubiera conocido jamás lo había amado a él—finalizó con el pecho hinchado de orgullo propio. Aun si permanecían en la misma empresa ella no se dejaría echar tierra. Siguió su camino dejándolo con la palabra en la boca.

 

     Estuvo a punto de entrar al set cuando su teléfono sonó. Al ver la pantalla no pudo suprimir una sonrisa. Daniel la llamaba, y ella no se negaría a escuchar su voz.

 

— ¿Lista para hablar con uno de los hombres más sexys del planeta?—Escucharlo la dejaba sin aliento. Siempre sereno, con esa sonrisa que se sentía tras el auricular, su tono bajo y dulce. Estaba totalmente receptiva a él. Cuando lo escuchaba se le olvidaban los problemas, las mentiras, los secretos. Solo había tranquilidad, sosiego y un amor indestructible.

 

—Ya estoy hablando con él. —Tocó el auricular con el dedo para que entendiera de quien hablara, Daniel río y meneo la cabeza. Esos días en los que estuvieron juntos, cuidándose, queriéndose, habían afianzado su relación. Habían olvidado un poco los problemas y se habían concentrado en ellos. Iba a las terapias, se tomaba las pastillas, y ahora usaba el bastón. Sus piernas aun dolían, pero con los antibióticos el absceso estaba eliminado casi por completo. Solo faltaba que fuera el candidato apto para la regeneración de su medula espinal, reconstruyendo esos nervios que quedaron maltratados después del accidente. Sin embargo aún quedaban cosas pendientes de las que hablarían pronto.

 

—Lo que digas Chiqui—objetó riendo nuevamente—. Te llamaba porque tú y yo tenemos una cita.

 

— ¿Una cita? ¿Dónde?—Indagó extrañada.

 

—Es una sorpresa. Te recogeré después del trabajo, ¿te parece?—Chicago negó rápidamente, si se encontraba con Joshua entonces tendría algo con que amedrentarla. No quería que Daniel se enterara de esa forma. Y menos de la boca de un degenerado como él. Tomó una bocanada de aire para reprimir los nervios, aclaró la garganta y dijo:

 

—Mejor nos vemos en la esquina, ¿sí? Es que… el nuevo jefe no le gusta que extraños se acerquen al canal

 

—Yo soy tu esposo, no cualquier extraño. Debería hablar con él para que me conociera, ¿no crees?

 

—No—refutó en un hilo de voz—. Es una persona intransigente—suspiró abatida, era el momento de contarle todo—. Dani… debemos hablar de muchas cosas, ¿lo sabes verdad?

 

—Si mi amor, debemos conversar. Por eso tendremos nuestra cita y charlaremos a gusto. Muero por verte. Te adoro mi Chiqui preciosa.

 

—Yo también te amo Dani. Nos vemos luego. —Entre besos de despidieron. Tenía que enfrentar su pasado y contarle toda la historia a Daniel. Solo esperaba que eso no los destruyera porque entonces no eran lo suficientemente fuertes para soportar el huracán que vendría.

 

Se peinó un poco con los dedos, se arregló el traje y entró en el set donde está el irresistible Chris Evans esperando. La recibió con una sonrisa cálida, a la que respondió de igual forma. Abochornada por tener a semejante semental junto a ella. Se acogió a su temple y comenzó la entrevista. Estuvieron riendo, conversando, bromeando, todo salió mejor de lo que se esperaba. Chris era un galán y ella era la afortunada de entrevistarlo. Si Joshua quería joderla no lo logró, de hecho eso fue lo mejor que pudo hacer en mucho tiempo.

 

Después de tan fructífera entrevista, los presentadores se quedaron un poco para conversar sobre lo que tendrían preparado para el día siguiente, y como la entrevista subiría el rating del canal, tanto que podrían igualar a E entretainment. Todos estaban contentos en la sala a excepción del jefe, parecía bastante disgustado por el hecho de que Chicago hubiese superado esa prueba sin rechistar. En su fuero interno quería verla suplicando, tenerla a su merced para hacer lo que  quisiera. No obstante la chica le demostraba que daría la pelea hasta que su contrato se acabara.

 

Chicago salió a la expectativa de ver a su esposo. Lo que sea que tuviera en mente la tenía algo asustada y ansiosa. Se encontraron en la esquina, se besaron como si no se hubieran visto en años. Daniel se la bebió, la mordió suavemente, la saboreó con parsimonia, le quitó el aire, la amó a su manera en ese beso.

 

—Deseo que todos los días me recibas así—murmuró Chicago cerca de sus labios, depositando suaves besos en sus labios.

 

—Concedido, para ti todo lo que quieras. —Volvió a besarla, esta vez tomándose su tiempo, con suavidad, perdiéndose nuevamente en los labios que le pertenecían. Se separaron un poco y se tomaron de la mano, caminando como si nada alrededor los afectara, aferrándose al momento que compartían.

 

— ¿A dónde me llevara mi querido esposo?—Preguntó Chicago besando el dorso de su mano.

 

—Es una sorpresa que seguro te encantará—sonrió arqueando una ceja.

 

*****

 

— ¿Dónde estamos?—Cuestionó con los ojos tapados por la mano de su esposo, quien la guiaba a carcajadas por un camino descubierto.

 

—Ya casi llegamos.

 

— ¿Vas a secuestrarme?

 

—Tal vez—respondió mientras se detenían frente a su destino. Daniel le retiró la mano de los ojos. Chicago se adaptó un poco a la luz tenue que adornaba la entrada, la imagen del lugar no era muy atrayente, en realidad se veía bastante descuidada. Al parecer era un coliseo abandonado, aun no podía comprender porque estaban en un lugar así. Si era algún tipo de fantasía loca como irrumpir una propiedad privada de ninguna manera accedería.

 

—Sorpresa—susurró contra su oído. Chicago miró hacia atrás, suspiró triste por las expectativas tan altas que tenía para luego terminar desilusionada.

 

—No entiendo que tiene de bueno este lugar, tiene un aspecto terrorífico. En serio Dani, ¿qué demonios hacemos así? ¿Quieres entrar a la fuerza o algo así?—Lo acusó colocando las manos en su cintura como si fuera una madre regañando a su pequeño.

 

—Sería interesante hacer eso alguna vez—soltó la carcajada al ver la confusión de Chicago marcada en su expresión, estuvo a punto de caer al suelo pero luego se calmó, retomó la seriedad del asunto y continúo: —. En realidad esta propiedad está en una de las cuentas que manejo. Resulta que el dueño quiere reclamar su seguro debido a que aquí hubo un incendio y yo debo hacer una avaluó, me entregó las llaves para venir mañana, pero me adelanté un poco y quise venir más temprano a echar un vistazo.

 

— ¿Y para que me trajiste aquí?— Inquirió con un tono que indicaba que estaba perdiendo la paciencia.

 

—Cómo te dije ahora, mi querida esposa—Abrió la puerta y le indicó que entrara primero—, vine a inspeccionar un poco y estaba en pésimas condiciones, pero me encargué limpiar, arreglar y hacer algo especial para nosotros.

 

—Dani eso es malo para tu espalda, recuerda que debes tomarte las cosas con calma—le dijo, caminando a paso lento.

 

—Eso no importa ahora mi Chiqui, quería darte algo que no fueran problemas.

 

—Tú no me das problemas, al contrario, eres mi felicidad y yo…—Enmudeció cuando entraron al lugar. Las gradas rodeaban el centro que parecía un circuito cerrado de color amarillo y rojo. Todavía estaba un poco sucio, no obstante Daniel había hecho un excelente trabajo. Abrió la boca y parpadeó al ver lo de que se trataba realmente.

 

—Esta es…

 

—Una pista de patinaje—le señaló el lugar con una sonrisa gratificante al ver su Chiqui completamente sorprendida, como él esperaba.

 

—Tu misma lo has deducido. Lo dicho, me casé con la mujer más inteligente de este planeta—se burló depositando un beso en su sien, Chicago le dio un codazo y le siguió entre risas.

 

—Esto… es… no tengo palabras para decir lo que siento en este momento. —Sus ojos estaban empañados por las lágrimas de felicidad que querían desbordarse. Sonrió con tristeza cuando se deslizaba por la pista en la que alguna vez entrenó, antes cometer ese error tan garrafal.

 

—Me alegra que te guste mi Chiqui. Una vez me contaste que patinabas pero lo dejaste porque no tenías tiempo suficiente para dedicarle. —Otra mentira añadida a su lista,  cuando Daniel la escuchara seguramente la dejaría por exigir sinceridad cuando ella misma guardaba demasiadas cosas. Se sintió ruin por pedir algo cuando ella no era recíproca.

 

—Sobre eso yo…

 

—Y eso no es todo. Ven, tengo algo preparado para los dos. —La tomó de la mano y se acercaron a una mesa improvisada que había hecho Daniel al lado de pista. Su esposo en un acto de caballerosidad le retiró la silla para que se sentara y luego el siguió sentándose al frente de ella. Ambos destaparon sus respectivos platos, encontrándose con una trucha y ensalada, al lado de se encontraba el vino tinto para hacer el acompañamiento.

 

—Esto es…—No pudo continuar porque comenzó a llorar. Entendía que no se lo merecía y que probablemente le partiría el corazón a Daniel cuando se enterara de todo. Sin embargo quiso mantener ese día como algo hermoso en su memoria. Lo ocultaría un poco más hasta que el momento llegara.

 

—Es todo para ti. Últimamente hemos peleado, nos hemos distanciado. Y a pesar de que estuvimos mucho tiempo juntos mientras me cuidadas, esa no era la forma en la que yo quería que pasáramos el tiempo. Moría de ganas por verte sonreír de nuevo, ver como se te iluminaban los ojos, justo como ahora. —Le tomó la mano y deposito un beso—. Darte esto no es nada comparado con lo que te mereces.

 

—Esto es mucho mejor de lo que yo esperaba. No me lo merezco—aseguró mirándolo fijamente—. Yo sé que han pasado cosas entre nosotros, pero esto… me quita el aliento amor. Gracias por hacerme feliz. —Atravesó la mesa con cuidado y estampó sus labios sobre los de él, demostrándole con ese beso que sin importar sus dudas, o lo que pasara en adelante, él siempre seria su amor. Aquel que la hizo brillar cuando estaba marchita, la que le mostró la cara alegre de una relación, la que con su sencillez, candidez y gentileza lograba eclipsar lo malo.

 

—Debemos comer ahora. Pedí la trucha hace media hora y creo que se está enfriando—dijo suavemente.

 

     Ambos disfrutaron de la comida, de la compañía, del silencio que parecía una melodía en la que se sintieron cómodos. No obstante Daniel quiso romperla.

 

— ¿Qué tal la entrevista con el Capitán América?—Preguntó con un deje particular que parecían celos pero a la vez estaba teñido de diversión.

 

—Estuvo genial—dijo tomando el vino—. Es un hombre serio, divertido. Honestamente me sentí a gusto mientras lo entrevistaba.

 

—No hay que olvidar el hecho de que es demasiado atractivo y que muchas mujeres en tu canal se lo estaban comiendo con los ojos.

 

—Si—comentó sonriendo—. Aun así yo solo tengo ojitos para un señor que dice ser mi esposo. Es un tipo alto, de cabello largo, pero no tanto. Dueño de una sonrisa que me quita el sueño, unos ojazos enormes en los que me pierdo fácilmente. ¿Lo conoce?— Se cruzó de brazos, dejando el plato limpio ya que se devoró todo rápido.

 

—No sé. —Tamborileó sus dedos en su mandíbula—. Se me hace conocido pero… no logro ubicarlo—dijo siguiendo el juego.

 

—Mmmm que mal, porque quería que viniera a la pista a bailar conmigo. Cuando lo vea le dice que su esposita querida y adorada lo espera. —Se encogió de hombros y se levantó, Daniel la tomó de la muñeca y la sentó en su regazo. Se rieron como dementes. Pero se callaron cuando se encontraron mirándose uno al otro, encontrándose en cada hito, en cada facción, en cada palabra no dicha, en la devoción que sentían el uno por el otro, en la magia que había en el ambiente que hacía que se perdieran en ella, dejando atrás lo que los dañara.

 

—Su esposo no sabe lo afortunado que es de estar con una mujer tan hermosa. —Deslizó las manos bajo su blusa haciéndola suspirar al sentir el calor de sus manos rodeando su cintura para seguir el camino hacia aquellos montes que pedían su toque relajante.

 

—Lastima—expresó con fingido pesar, dio un respingo al sentir como Daniel estimulaba sus pechos, tocaba sus pezones colocándolos como él deseaba—. Pero al parecer usted parece aprovecharse de la situación, ¿no es así?—Gimió cuando su esposo jaló suavemente sus pezones, dejándola perdida en un mundo paralelo.

 

—Debo aprovechar que su esposo no está para corromper a una bella dama. —Sacó una de sus manos y con una velocidad que la dejó estupefacta le desabrochó la blusa, seguidamente le levantó el brasier, por donde se asomaban sus senos. Las marcas de Joshua se habían ido, por lo que su piel se veía como de costumbre—. Creo que ellas me invitan a una degustación, ¿puedo?— Los tomó haciendo círculos con ellos, luego los amasó y los estimulo una vez más.

 

—Por supuesto—murmuró ida por las sensaciones. Cerró los ojos cuando Daniel dio el primer lametazo, en ese momento se le olvido absolutamente todo y solo estaban ellos dos consumidos por las sensaciones, por la calma con la que la saboreaba. Tomó el pezón en sus labios, chupando con sumo cuidado, erizando la piel de su esposa por el éxtasis en el que estaba pérdida porque solo existía Daniel y ella, nadie más. Se removió en el regazo de su esposo al sentir lo necesitada que estaba su entrepierna por sus atenciones. Su humedad no se hizo esperar y ella desesperada por tenerlo allí. —. Dani…

 

— ¿Qué desea la señora? ¿Le duele algo?—Preguntó con una sonrisa mientras pasaba su lengua entre los pechos de su esposa.

 

—Abajo, me duele abajo. —Movió sus caderas en una súplica para que hiciera algo por esa parte.

 

—Atenderé su ruego de inmediato. —Siguió el camino con su lengua hasta el vientre de Chicago, dejando besos y dulces mordisquitos, ella solo gemía y rogaba por más. Estaba dichosa de sentir la entrega de su esposo, como alababa su cuerpo con cada caricia, con sus labios, con su cuerpo ardiendo por ella. Sin importar si esa parte de su cuerpo no funcionaba, estaba dispuesto a someterse a una cirugía o a lo que fuese, porque no estaba dispuesto a que otro disfrutara de lo que le pertenecía. A pesar de haber dado carta verde para que su amigo tomara su lugar, no era lo correcto. Lo correcto era lo que pasaba entre ellos, lo que sucedía ahí mismo. No la perdería, esta vez él mismo cortaría con la propuesta y tratarían de seguir adelante. Aun así desconocía y temía por la reacción que podría provocar en Chicago. ¿Y si ella no quería terminar? ¿Y si Jasón también daba la pelea por ella? Demasiadas cosas en las que pensar, demasiadas cosas que quedaban en espera. Por ahora disfrutarían del momento y luego… verían.

 

Poco a poco introdujo un dedo en el interior de su esposa. A Chicago se le escapó un lamento de gusto al sentir la deliciosa intrusión de su esposo, los movimientos que hacia dentro de ella, y él estaba complacido al sentir la fricción que la estaba llevando a la gloria, a ambos. Porque aunque él no pudiera tener una erección, disfrutaba profundamente de las sensaciones que su esposa percibía. De los gestos que hacia cuando estaba sumergida en la decadencia del momento, en sus gemidos tan suaves, tan sencillos y dulces, como ella. De alguna manera su morbosidad lo impulsó a dejar la carta sobre la mesa, a proponer algo tan enfermizo para algunos, pero para ellos era un escape, una forma de descubrirse, de unirse, y de perderse.

 

Introdujo otro dedo, rotándolos para que Chicago sintiera todo, con lo receptiva que era no se le escapaba nada de lo que pasara con su cuerpo.

 

— ¿Cómo se siente ahora?—Indagó con sus labios pegados a su cuello, dejándole suaves besos en su cuello.

 

—Bastante bien—jadeó cuando Daniel toco el clítoris con el pulgar, estimulándolo hasta que se hinchara—. No lo aguanto… no puedo… Dani. —Su esposo siguió moviéndose en ella, tocando simultáneamente su clítoris, cada vez con más fuerza y rapidez, dejándola al borde del orgasmo para luego hacerlo más lento, le gustaba torturarla un poco para que suplicara—. Daniel… no lo resisto… yo—gritó, y su cuerpo fue víctima de múltiples espasmos. Abrazó a su esposo con fuerza mientras él seguía con los dedos dentro de ella. Sonrió gustoso por las contracciones de sus paredes internas por el orgasmo que la había dejado mareada y satisfecha.

 

—Este es nuestro secreto, no sea que su esposo se entere y esté en problemas—susurró en su oído, rozándolo con sus labios.

 

—Lo prometo si vuelve a hacerme esto mil veces.

 

—Tendrá mucho más, se lo aseguro. —Unieron sus labios en un beso de amantes, dejándose llevar por el juego y lo más maravilloso que habían compartido.

 

*****

 

 Dos horas fue el tiempo que Jasón la esperó en la pista. Le había pedido permiso al entrenador para quedarse después de los demás. Armó una carpa, contrató unos meseros para que los atendieran en la velada, incluso colocó música de Celine Dion, con eso se había ganado la medalla al más marica de todos. En la entrada dejó pétalos esparcidos para que sirvieran de guía. Y con todo eso Chicago no apareció, ni siquiera llamó para avisar.

 

Rabioso a tal punto de querer matar a quien se le atravesara, tumbó todo lo preparado, echó a patadas a los meseros, desarmó la carpa con jalones que terminaron rompiéndola. Salió pateando los pétalos. Estaba sumido en la decepción, en la perdida de una oportunidad que entendió, nunca tuvo. Se subió en el auto y antes de encenderlo comenzó a maldecir, a chillar, a llorar como un niño. Su corazón estaba roto, sus ilusiones estaban desbaratadas, aquello que sentía ahora lo quemaba, lo hería con la intención de matar. Se limpió las lágrimas con determinación, comprendiendo que la decisión ya se fue tomada y él sobraba. Con ese pensamiento se dirigió a su apartamento.

 

Al llegar lo primero que hizo fue llamar a la chica de cabello azul. No sabía si estaba en la ciudad desde la última vez que estuvieron juntos, sin embargo intentaría contactarla. Necesitaba desbocar toda esa mierda por la que estaba pasando, toda esa marea de emociones que quería matar para no estar atormentado, para no sentirse perdido y miserable.

 

La chica se alegró de la llamada de su amante, en menos de diez minutos llegó. Jasón abrió la puerta y la hizo pasar de un jalón.

 

—Pensé que nunca llamarías—dijo con una sonrisa de satisfacción al estar nuevamente con él. Para ser sincera consigo misma siempre le gustó, de todos sus amantes él era el mejor. Por eso no quería perder el contacto con él, porque sabía que cuando tenía ganas la dejaba contenta.

 

—Ya ves como resultan las cosas. —La observó detenidamente, su cabello seguía siendo azul, sus ojos verdes reflejaban unas inmensas ganas de ser tomada de inmediato. Era bonita, pero sencillamente no era ella. ¡Maldita sea! Debía dejar de pensar en Chicago o sino se enloquecería—. Dejemos las formalidades, viniste porque sabes que quiero un polvo—se sinceró quitándose la chaqueta y la camisa.

 

—Yo sé, lindo. —Deslizó sus manos por sus anchos hombros, pegándose a su cuerpo—. Me gusta estar contigo. Eres pura dinamita, Jasón.

 

—Lo que sea. Quítate las bragas, quiero metértela ya. —Jasón se bajó los pantalones, dejándolos a un lado, introdujo una mano en su entrepierna y comenzó a tocarse mientras la chica se deshacía de las bragas con un baile sensual. Sin perder el tiempo Jasón se lanzó a sus labios, devorándolos con fuerza, como si quisiera borrar su dolor, el desespero por no dejar de sentirse humillado, desechado, ser el perdedor del tesoro más grande de su vida. La cogió de las nalgas y restregó su erección en la cadera de la chica, creciendo un poco más. Le quitó el brasier de un cuajo, no perdería el tiempo en detalles tiernos, eso se lo dejaba a los enamorados, y él estaba encabronado, jodido, envenenado, mas no enamorado. O eso era lo que quería dejar atrás.

 

Tomó los pechos de la joven apretujándolos sin importarle si le dolía o no, en ese momento solo importaba él y su frustración, él y su miseria, él y su mierda. Se los llevó a la boca, mordisqueándolos, chupándolos, lamiéndolos con rabia. Si pensaba que la lastimaba estaba equivocado, ella parecía divertirse con su violencia, con su fuerza, con esa forma tan brutal de tomarla.

 

Dejándola completamente desnuda. La tomó de la muñeca y la llevó a la habitación. Había comprado una cama nueva y arreglado el desastre. Al pensar en eso quería destrozarlo todo de nuevo, exteriorizar como se sentía por dentro dañando todo a su paso. No obstante alejó sus pensamientos, ya tenía con quien desquitarse. Abrió el cajón y sacó protección. Se acercó a ella, la colocó contra la pared y sin avisar enterró dos dedos en su interior. La chica chilló de la impresión, aun así no le molestó, todo lo contrario, agradeció por ello moviendo sus caderas.

 

—Estas lista. —Retiró los dedos y abrió el paquete, colocándose el látex en su miembro hinchado. Sin avisar la penetró de un golpe, ella gritó impactada por la fuerza con que entró, no obstante sonrió aprobando cada cosa que hacia porque se sentía a gusto con el trato—. Abre bien las piernas y sostente como puedas—ordenó moviéndose como un saqueador, la tomó de las caderas y se adentró más al fondo de forma brusca. Movía la pelvis sin control, estaba desenfrenado, iracundo, afligido por el desastre que había sido esa noche. Y pensar que estaba punto de declararse, habría sido demasiado estúpido si rebelaba lo que lo atormentaba. Lo mejor fue que lo plantaran, así entendía que no cuadraba en la vida de Chicago.

 

— ¡Mas Jasón! ¡Asíííí! ¡Quiero más! ¡No pares nunca!—Vociferó completamente abandonada a las embestidas tan intensas que Jasón ejercía. Obedeció sin rechistar, dándole estocadas con el propósito de atravesarla, de destruirla, aunque ella no se quejaba sino pedía más. Arremetió frenético, tanto que la peli azul estaba en puntas, intentando sostenerse como podía.

 

— ¿Te vas a correr ya?—Preguntó al sentir como la mujer lo aprisionaba.

 

— ¡Siii, Jasón! ¡Me corro! ¡Dios! ¡Aghh!—Colocó su rostro contra la pared, dejando que su cuerpo se dejara llevar por la corriente placentera que experimentaba. Jasón siguió con sus envites férreos hasta que culminó. Apretó la mandíbula y se corrió. Con su cuerpo cubrió el de la chica, casi cayendo al suelo por el peso de Jasón sobre ella.

 

—Estuvo bien, eres buena en esto peli azul—suspiró cansado saliendo de ella. Retiró el condón y lo depositó en la basura. Ingresó a su cuarto, colocándose su calzoncillos y su pantalón.

 

— ¿Puedo quedarme aquí esta noche? No te molestaré—se apresuró a decir—. Es que… donde me estoy quedando no me quieren ver, al menos hasta mañana que saque mis cosas—se encogió de hombros vistiéndose.

 

—No se…

 

—Bianca, mi nombre es Bianca. Cuando te corras de nuevo, dirás mi nombre—le guiñó el ojo y término de vestirse—. Por favor, es solo una noche, dormiré en el sofá y no te molestare. A menos… —Se acercó a él besando su pectoral derecho—, que quieras que te moleste un poco—propuso son una sonrisa letal.

 

—Viéndolo bien—la observó de arriba abajo—, creo que podemos seguir un poco más.

 

Sin esperar una réplica la tomó del cuello y la besó, introduciendo su lengua sin permiso, a lo que ella emitió un gemido aprobatorio. Esta vez intentaría decir su nombre, aunque sabía que eso no pasaría cuando tenía a otra rondando en su mente.

 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 

 
 
La propuesta
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