Capítulo 14: Atrapada.
—Ya puede pasar, señor Grant—le informó la secretaria de su padre. Le parecía inaudito ser citado por su papá como si fuera cualquier empleado. Era su único hijo como para que lo tratara de esa forma, aunque eso era normal entre ellos. Siempre fueron como dos desconocidos, o compañeros de negocios. Nada de afectos o besos llenos de calidez, eso no era propio para ellos. Su relación siempre se limitó a regalos extravagantes para mantenerlo entretenido, ir de vez en cuando a alguna presentación para vanagloriarse de un hijo al que poco veían, en fin. Un trato hipócrita para dar una imagen falsa de lo que en realidad eran: una familia que poco o nada sabían de su existencia.
Joshua alisó su traje gris. Su cabello rubio estaba recién mojado, las puntas hacia arriba, algo desordenado sin deslucir. Su cara era una combinación de verde y azul, sobre todo en ojo derecho y en su pómulo. Le dolía un poco las costillas al hacer algún esfuerzo como ponerse de pie, incluso para respirar. Estaba irritado por la paliza que le propinó Jasón. Aunque sonrió satisfecho al recordar las palabras que vociferó mientras salía con Chicago de su oficina. Esa maldita mujer lo ponía en ese estado. Nunca lo habían rechazado. Siempre fue el más solicitado, el más buscado, el que tenía siempre una cita y despreciaba a quien no le servía, quien no lo satisficiera. Se ganó la fama de ser un brusco, un bárbaro, un animal. Nadie le daba la réplica en cuestiones de cama. Exigía demasiado y ninguna resistía su brutalidad. No obstante, la inocente Chicago lo puso en su sitio. Pudo con él hasta el límite. Hizo con ella lo que quiso físicamente, más emocionalmente ella siempre se protegió. Estuvo consciente de que su relación era física y que con él jamás podría tener algo más allá del sexo. Lo entendía porque en sus acciones logró conocerlo. Intuyó que era un saqueador que en la mínima demostración de afecto la sometería por completo, y ella no tenía nada que darle; no más de lo que ya le daba.
Su obsesión trajo consecuencias. Su prepotencia lo estaba impulsando a actuar como un troglodita. No conocía otra forma de comportarse y no cambiaría porque él siempre tenía lo que quería. Le enseñaron a ser un ganador. Un Grant. A obtener todo sin importar el costo.
Se aproximó hasta las dos puertas grandes donde se encontraba su padre. Era el presidente y accionista mayoritario de una empresa de seguros. Además tenía inversiones en otras empresas y era dueño de varias fincas productoras de queso en Suiza. Les iba bastante bien, sin embargo el precio que tuvieron que pagar por acumular riquezas fue muy alto. Descuidaron el núcleo familiar. Hicieron su vida a su manera dejando atrás el significado de familia. Siempre deseando ganar y ganar, sin aceptar un no como respuesta o un rechazo, eso era una ofensa muy clara para los Grant. Por eso cuando Chicago lo dejó reaccionó irracionalmente. No estaba del todo arrepentido, más bien esperaba volverla a ver para acorralarla y enredarla nuevamente. Lo que no tuvo en cuenta era que ella ya estaba casada y perdidamente enamorada. Se prometió a si mismo vengarse. Nadie se quedaba con lo que era de su propiedad, nadie.
Ingresó a la oficina. Poseía grandes ventanas con vista panorámica. Las paredes eran de color crema, cubierta con cuadros y diplomas, ni una foto familiar se registraba en el lugar. El escritorio estaba cubierto de documentos, seguramente de alguna negociación importante. Su padre estaba al teléfono, hablando en voz baja ante la interrupción de su hijo. Samuel Grant era un hombre de contextura gruesa, alto, canoso, de ojos negros como los de su hijo, con un rostro que se conservaba atractivo.
Le indicó a su hijo que se sentara de forma muy impersonal, como siempre lo hacía. Cuando se trataba de Joshua, se trataba de problemas. Sus caprichos siempre lo involucraban en problemas, por lo que su padre, para no manchar un buen apellido, debía sacarlo del atolladero. Sin embargo, se estaba cansando de esa situación, de malcriar a un hijo sin remedio, de brindarle un apoyo que no apreciaba. Se estaba cansando de que fuera un estorbo. Por eso cuando adquirieron el canal lo puso al frente, para que hiciera algo provechoso. Pero nunca se le cruzó por la cabeza que allí trabajaba la chica por la que tuvo que sacarlo del país. Las coincidencias de la vida los juntaron, no obstante Samuel sabía que esa mujer solo significaba líos. Y lo último que deseaba era un lio estúpido de faldas.
Terminó de hablar y colgó. Sin más preámbulos inicio la conversación. Nada de enfrascarse en saludos que solo hacían perder el tiempo. Lo citó para algo específico. Y se lo haría saber.
— ¿Se puede saber qué demonios estás haciendo con el canal que te di?—Como siempre directo y sin anestesia. Samuel tenía claro conocimiento de lo que pasaba, pero prefería que su hijo tuviera los pantalones para confesar.
—Manejándolo como ordenaste—respondió, retándolo con la mirada.
—Lo que me han dicho es todo lo contrario, Joshua—dijo, colocando sus manos en la mesa para inclinarse. Estaba esperando la reacción de su hijo, que no se hizo esperar.
— ¿Me has estado vigilando, Samuel? ¿En serio? Bueno, es algo propio de ti, ¿no es así? Lo que te hayan dicho es mentira. Estoy llevando las cosas como se deben. No hay de qué preocuparse. —Arqueó una ceja, sosteniéndole la mirada de furia contenida que tenía su padre.
—No es lo que me han contado, Josh. Es lo que he visto. —Le mostró las fotos donde el aparece acosando, manoseando, incluso cuando intentó abusar de Chicago—. Como puedes ver, tengo ojos en todos lados. Cuido de mis intereses y no permitiré que, porque estés encaprichado por una niñita a la que casi mataste a golpes hace un par de años, dañes lo que he construido. Te di algo en lo que estar ocupado. Despedí al jefe encargado, que era todo un profesional, para dártelo a ti, niño estúpido. No estas cuidando de lo que te doy, no aprecias lo que hago por ti. Esta vez no sé cómo solucionaras esta mierda. Si ella te denuncia te vas a la cárcel—aseguró
—No creo que lo haga, papi—se rió mientras se acomodaba en su silla—. Entiende perfectamente que nuestro apellido pesa en cualquier lado. Ella es mi asunto, no el tuyo—espetó cortante—. Por lo que no quiero que te metas en eso. Le estoy dando el manejo que se me da la gana. Estoy reclamando lo que me pertenece.
—Estás siendo un idiota como siempre—afirmó acomodándose su traje azul—. Esa mujer no ha hecho sino traernos problemas, aunque no es ella sino tú y tu puta obsesión por ella. Te diré algo. —Rodeó la mesa y se acercó a su hijo. Joshua se envaró. Sabía que cuando su padre lo atravesaba con la mirada de esa manera era porque le haría una advertencia. Lo pondría en cintura para frenarlo, al menos por un corto tiempo—. Estarás vigilado. Tengo personal adentro pasándome información. Por ninguna circunstancia te quiero cerca de ella o te echo de la empresa. La chica es el rostro del noticiero. Sus compañeros la admiran y es respetada. Necesito personas así para trabajar en mis propiedades. De hecho…—Llevó su pulgar y su índice a su barbilla, observando como su hijo esperaba expectante que terminara la frase—, pretendo que trabaje aquí, para mí.
— ¡¿Cómo dices?!—Se incorporó cual resorte, encolerizado por las palabras de su padre. De ninguna manera permitiría que Chicago se alejara de él, no de nuevo. Ya la tenía bajo su mando, podía manipularla, poseerla, retenerla. Absolutamente nadie tenía derecho de quitarle su juguete. Y menos un señor con el que se veía muy poco—. No la puedes sacar del canal. —Controló su tono de voz para no parecer desesperado—. Su contrato no acaba. Debe permanecer un poco más hasta que se finiquite todo.
—Ella puede irse y venir para acá—continuó desafiándolo. Quería saber hasta qué punto podría llegar su locura por Chicago. Necesitaba entender cuál era el razonamiento de su hijo cuando se trataba de ella. Tenía que controlarlo de alguna manera.
— ¡Te he dicho que no!—De un manotazo, lanzó los papeles al suelo. Estaba como un tomate de la ira. Nadie se involucraría con lo que creía suyo—. ¡Ella es mía! ¿Entiendes, viejo ridículo? ¡Llevaré las cosas como se me dé la gana! ¡Se quedará en el puto canal de pacotilla que tienes conmigo hasta que se me antoje! ¿Queda claro?—Sin esperar la respuesta de su Samuel, quien lo miraba estupefacción camuflada en tranquilidad, salió como una veleta de la oficina. Haría lo que fuera por mantenerla cerca, aunque debía ser cuidadoso. Si su padre tenía perros guardianes en el canal, debía actuar con cautela. Por el momento se quedaría tranquilo, solo hasta averiguar quiénes eran y mandarlos al infierno.
*****
No se imaginó dormir al lado de un hombre que no fuera Daniel, y despertar tan descansada como estaba. Jasón se comportó como un caballero. No intentó aprovecharse de ella en su vulnerabilidad, aunque ganas no le faltaron. Estuvo dando vueltas, mirándola como un halcón, cuidando su sueño, deseando que ella tomara la iniciativa en medio de la noche. Pero nada de eso paso. Todo quedó encerrado en su mente como un recuerdo caliente al que recurriría en la soledad.
Chicago se despertó y Jasón no estaba a su lado. Se estiró, se incorporó, recogió su ropa hecha pedazos y entró a darse una ducha. Le pasó seguro a la puerta para evitar algún incidente como el de su casa. Tomó un baño regenerador. Estaban pasando demasiadas cosas. La violencia de Joshua, la convalecencia de Daniel, el repentino instinto protector de Jasón, y para cerrar con broche de oro: sus confesiones. Fue liberador, pero se sentía culpable por abrirse con otro que no era su esposo. ¿Así sería siempre? ¿Le abriría su cuerpo y sus pensamientos a un hombre que bien podría delatarla, o chantajearla? Estaba tan cansada de la situación, de vivir huyendo de todo, de aceptar una idea que estaba perdiendo el sentido y desdibujando líneas que estaban delimitadas desde el principio.
Hablaría con Daniel cuando se recuperara. No era justo darle más carga emocional cuando lo que pasaba era demasiado fuerte para él. Cada vez las posibilidades de sanar eran más lejanas y sentía que su relación estaba por el mismo camino. No se daría el lujo de perderlo, porque el amor cosechado entre ellos la rescató del vacío que le dejó el involucrarse con un lunático. Daniel no era su soporte, era el príncipe que siempre quiso para sí misma. Sin embargo estaba un hombre al que no soportaba en un principio, pero que por ideas absurdas a las que cedió por un deseo que nació de un beso. En su mente no cabía la posibilidad de que ese beso que se dieron por primera vez la encendiera de tal manera que estuviera tan enganchada a sus labios, a sus manos acariciándola, estimulándola al placer que le proporcionaba con tanto mimo. Aun no entendía como no lo detuvo en ese momento, porque no fue capaz de negarse. La curiosidad la llevó a donde se encontraba en ese momento. Aunque se esforzara en negarlo, cuando Jasón aplastó sus labios en ella, sintió como su motor se encendía de tal forma que la hizo perder el horizonte. A lo que ella se planteaba. ¿Por qué se sintió de esa forma cuando siempre lo desechó por su estilo de vida? No tenía explicación lógica para eso. Las sensaciones que despertaron en ese momento no tenían algún algoritmo científico que lo descifraran. Simple y sencillamente la chispa se encendió y continúo hasta ese punto.
Lo cual la llevó a pensar en algo mucho peor: los necesitaba a ambos. Uno era la dulzura, sosegado, amable, pacifico; lo más maravilloso que le pudo pasar en su vida. Y el otro era fuego, lujuria, deseo, el pecado que la incitaba a continuar, a quemarse, a sucumbir. Se sentía mezquina al pensar en que no podía tener al uno dejando al otro de lado. La sola idea de perderlos resultaba inconcebible en esos momentos. Eran una dualidad perfecta a la que pocos tendrían la oportunidad de acceder. Ambos eran un todo para ella. Su cabeza comenzó a palpitar por aquellos pensamientos tan complejos.
Se colocó la misma ropa que el destructor le había roto y salió al encuentro con Jasón. Podía decir que se sentía algo incomoda por todo lo sucedido. Sin embargo, cuando este le sonrió con total naturalidad, la tranquilidad la inundó y se relajó un poco.
—Ya iba a despertarte—dijo Jasón, que estaba vestido con su uniforme de rally. Venía con etiquetas de diferentes patrocinadores. Su rostro lucia menos inflamado, aun así se notaban los golpes recibidos—. Tengo el desayuno listo—le indicó que se acercara a la mesa—. Preparé algo de bacón, huevos, chocolate. Todo un desayuno para empezar este día—esbozó una sonrisa tan fresca que la dejo de una sola pieza.
— ¿Lo preparaste tú?— Cuestionó incrédula
—Por supuesto que si—afirmó solemne—. No seré un chef pero me defiendo bien.
Sin replicas, Chicago se sentó a comer. Se sorprendió al probar las delicias que Jasón le había preparado. Se quedó atónita porque no imaginaba a ese hombre con delantal, untado de aceite y cocinando para ella. En ese momento se sobrecogió por ese gesto tan dulce de su parte. No era su obligación prepararle algo, no obstante lo hizo porque no quería que estuviera débil en la mañana. Además intentaba probarle que tenía madera para acercarse a ella de la forma que deseaba.
— ¿Renunciaras hoy?—Preguntó ansioso, sentándose a su lado. Chicago engulló un pedazo de huevo y respondió:
—Por supuesto que sí. Con la liquidación puedo cubrir unos gastos mientras encuentro otro trabajo.
— ¿Te… duele mucho irte de tu canal?
—Claro, Willows—reconoció afectada—. En ese lugar di mis primeros pasos. El señor Douglas me tendió la mano cuando se me cerraban las puertas. Irme de ahí es unas de las cosas más difíciles que he tenido que hacer en mi vida. Aun así, sé que hay algo para mí, en este medio sé que lo hay. Esto es lo que me gusta hacer, es en lo que me preparé, en lo que siempre quise estar. Es una de las pocas cosas que me quedan después de todo lo que perdí—confesó cabizbaja.
—Me gustaría que no perdieras tantas cosas y que tuvieras más de lo que deseas—dijo con voz apesadumbrada. No la tocaría, no cuando lo que necesitaba demostrarle que podía tener autocontrol sobre sus pasiones, aunque no sabía por cuanto tiempo.
—No importa—le sonrió—. Terminaré esta delicia y me iré a casa.
Jasón se sintió halagado ante las palabras de Chicago, al menos sentía que era un paso pequeño. Uno que lo acercaría más ella
—Si quieres puedes usar mi laptop para redactar la carta. —Sacó su computador y se lo dejo a un lado—. Iré a sacar las cosas rotas de mi habitación.
Se retiró dándole espacio para que escribiera su carta. Chicago comenzó a temblar, no sabía cómo empezar. Eran demasiadas cosas. No habían palabras para describir lo miserable que se sentía al dejar todo lo que alcanzó por un ser despreciable que terminó en el mismo lugar donde se desempeñaba.
Abrió el portátil ya encendido. Lo primero que vio fue el fondo de pantalla, en el aparecían Daniel y Jasón abrazados, sonriendo ante la cámara. Daniel tenía su cabello largo, le llegaba a los hombros, y Jasón traía una gorra azul puesta. Sus sonrisas eran resplandecientes. Se veía esa camaderia en sus rostros, esas expresiones de alegría que reflejaban los buenos amigos que eran. El fondo de pantalla era para recordarse cada día que su amistad estaba por encima de todo, sin importar las situaciones adversas, ellos siempre estarían el uno para el otro. Sin embargo, nadie los preparó para enfrentar las consecuencias de sus propias decisiones. Y ahora, ambos sufrían porque tenían una fijación por la misma mujer. No lograba entender del todo como Daniel permitía que tocara a su esposa, se la follara delante de él y no dijera nada. No obstante, había un morbo detrás de sus motivos, además de un impulso que fue el que lo llevó a ofrecer a su esposa en bandeja de plata.
Abrió un documento y comenzó a redactar. Escribió fluidamente, descargando en parte su rabia, su odio, su asco por ese maldito. Lloró mientras escribía, recordando el horror que vivió en manos de ese abusivo. Se maldijo por nunca darse cuenta de la clase de tipo que era antes de meterse con él. Se lamentó por lo que perdió en el proceso. Finalmente terminó de escribir su carta, la imprimió y la dobló. Antes de apagar el computador le entró la terrible curiosidad de saber qué tipo de cosas guardaba Jasón. Hizo clic en imágenes, abrió una carpeta con sus fotos. En ellas aparecían él y su esposo. Ambos jugando béisbol, luego en fiestas, estudiando, comiendo, apostando en carreras. Hasta que aparecieron unas de Chicago. En ellas ahora aparecían Daniel y ella abrazados, sacando la lengua, dándose besos. Chicago montada en su espalda, otra donde hacían pucheros, y una donde salían los tres. Ambos la abrazan de la cintura, los tres están sonriendo, pero Jasón tenía la vista desviada hacia ella. Sus ojos delatan cierta melancolía cubierta por una falsa sonrisa. Seguramente se sentía desplazado por la nueva novia, y la veía como una invasora. Por eso tenía ciertos detalles de mal gusto con ella, porque sentía que le estaba quitando a la única persona que lo aceptaba como era. Sin embargo, su mirada reflejaba cosas distintas, como un anhelo de algo inalcanzable, una pasión que no podía controlar, un lamento silencioso que lo martirizaba, un sufrimiento que se abría paso en su pecho y cada día más era más difícil soportarlo. Sintió lastima por esa mirada, por pretender lucir alegre, por intentar ser quien no era en ese momento.
Continuó el recorrido fotográfico, en ese momento su corazón se detuvo por unos segundos. Aparecía ella sola, con una blusa vaporosa blanca con pequeñas rosas, una falda azul rey ajustada en su cintura que le llegaba hasta la mitad del muslo, unas medias tobilleras y un par de tenis café. Las fotos captadas fueron tomadas en momentos en lo que ella estaba descuidada, o mejor dicho, lucia más fresca. En una aparecía con el cabello revuelto en su rostro por el viento, sus manos estaban sobre la falda, intentando taparse con el pequeño pedazo de tela. En otra se comía las uñas, en otra parecía que se estuviera riendo de un buen chiste; su boca estaba completamente abierta, mostrando una hilera de dientes hermosos y alineados. En las siguientes aparecía amarrándose los zapatos, en otra empujando a Daniel, todas y cada una de esas fotos aparecía ella en diferentes ángulos. Recordó que fue el día en el que los tres salieron a una feria.
No pudo evitar sentirse un poco perpleja por la cantidad de fotos que tenía Jasón de ella en su poder. Parecía no querer perderse nada de ella en lo absoluto, como si quisiera atraparla en su lente para siempre. Como si quisiera encerrar cada pedazo en una foto porque era lo único que podía obtener de su esencia. Aquello era algo espeluznante y extraño. Nunca pensó que Jasón se detuviera en pequeñeces como esas. Su pecho comenzó a vibrar de forma irregular, sus manos sudaban, sus piernas no respondían a la orden de su cerebro de levantarse e irse a su casa. Se limitó a cerrar la ventana y quiso apagar por completo el computador, pero algo en su interior la detuvo. La curiosidad caló tan profundo en ella que quiso averiguar qué tipo de videos guardaba. Es decir, para ella era evidente que guardaba material pornográfico, sin embargo su instinto de investigación periodística la incitó a indagar un poco.
Abrió los videos y encontró lo que sospechaba: material pornográfico. Lejos de sentirse asqueada, se rió por conocer lo evidente, ni siquiera le interesó abrir los videos. No obstante, unos llamaron su atención. No parecían del tipo de videos hechos por actores porno. La miniatura indicaba que eran más al estilo amateur. Hizo clic y le bajó el volumen al video lo suficiente para ser solo ella quien escuchara. En el aparecían un grupo de chicos de la universidad. La imagen no era muy nítida y se movía constantemente, lo que indicaba que era tomada desde un celular. Alguien captó su atención. Jasón estaba entre los chicos ebrios de la universidad. Estaba semidesnudo, solo con sus interiores negros. De repente unas chicas que solo llevaban un antifaz y sus bragas entraron dando gritos en la habitación. Una en especial se acercó a Jasón. Su cabello era en ese momento de color amarillo chillón, en su omoplato derecho llevaba una tribal que daba a luz una rosa de la que caían pétalos como si fueran lágrimas. La mujer de cabellos amarillos pegó sus labios a los de Jasón, mordiéndolo con posesión. Pasó sus manos por las nalgas apretadas de su compañero, acercándolo más a ella. Luego se hizo camino por sus pectorales, besuqueando, lamiendo cada parte que podía del firme y musculoso pecho de Jasón. Finalmente llegó al bulto que se alzaba llamando la atención de la chica. Esta ni corta ni perezosa le bajo el bóxer, sacando el miembro de Jasón. Sin perder el tiempo abrió su boca introduciendo el tallo por completo, moviendo su cabeza de arriba abajo en movimientos lentos que luego se hicieron más rápidos, engullendo su erección por completo. Jasón le ayudaba con una mano mientras gemía y sonreía.
Las cosas se pusieron más picantes cuando llego otra chica castaña, a la que no distinguía bien por la resolución de la cámara. Esta deslizó su lengua en su boca, besándose como si quisieran comerse. Él deslizó su mano entre las bragas de la chica a la que besaba como un salvaje, introduciendo los dedos en su intimidad. Todo era un espectáculo digno de una película porno. Era una especie de orgia lo que sucedía allí, porque no estaban ellos tres, habían muchos participando en eso. Se sintió terriblemente decepcionada de Jasón, aunque eso ocurrió mucho antes de conocerla, no pudo evitar sentir como la cólera invadía su cuerpo. Él era de gustos bastantes fuertes, le gustaba hacer muchas cosas que desconocía. Con razón no se extrañó, ni se opuso del todo cuando Daniel le habló de su propuesta. Siguió viendo un poco más el video, porque había algo en la chica de cabello amarillo que le resultaba terriblemente familiar; algo que no podía determinar del todo porque estaba de espaldas. Sin embargo había algo en su actitud que no podía encajar bien en su cabeza. Desechó los intentos inútiles por recordar y cerró las ventanas a punto de partir el portátil por la dureza con la que oprimía los botones.
Se levantó abruptamente, llevando sus pies hacia la puerta. Jasón salió con una bolsa negra en la que llevaba los destrozos de la noche anterior.
—Dame un segundo y te llevo, ¿vale?
—No—espetó al borde de la rabia—. Quiero irme sola a mi casa, si no te molesta—masculló viéndolo firmemente. A su cabeza llegaron las imágenes recién vistas y no pudo evitar la repulsión de su cercanía, de las caricias que se han dado. ¿Realmente disfrutaba con ella? ¿O sentía que debía cumplir con por su amistad con Daniel? Inmediatamente rechazó esos pensamientos tan oscuros. Él no significaba nada para ella, no como se podría interpretar. Lo que sucedió la noche anterior solo fue un momento de debilidad que nunca se repetiría.
— ¿Pasa algo?—Inquirió preocupado por tan repentino cambio de opinión. Pensó en lo sucedido anoche, lo cual consideraba un acercamiento, sin embargo la sentía distante. Como…si hubiera visto o leído algo incómodo. Se maldijo internamente. Seguramente la curiosidad la llevó a ver cosas que no debía, cosas que seguramente la tenían en ese estado defensivo. Se alegró un poco al saber que se sentía celosa por su causa. La acercó a su cuerpo, quedando a centímetros de sus labios. Olía a su champú. Eso provocó que su miembro reaccionara como un mástil. Que usara sus cosas para asearse lo ponía híper cachondo. Se concentró en dejar las cosas claras, en hablar primeramente—. ¿Qué viste, Fresi?—Usó un tono seductor y calmado para no acusarla, aunque él también hubiese visto que clase de cosas tenía en su computador a la menor oportunidad.
—Nada—dijo con voz temblorosa, cosa que la delató inmediatamente.
—Eres pésima mintiendo, Fresi. —Con su nariz recorrió la curva de su cuello, inhalando el aroma tan propio de ella, mezclado con su jabón. Estaba a punto de soltar los escombros y empotrarla contra la pared hasta saciarse—. Confiesa, pillina. ¿Qué viste que estas tan enfadada?
—No estoy enfadada. —Intentó alejarse pero él no se lo permitió—. Simplemente estoy apurada por cambiarme y renunciar de una buena vez—soltó rápidamente sin poder apartarse del todo de la cercanía tan atrapante de Jasón.
—Lo que sea que hayas visto. —Sus ojos se encontraron con los ella para que se le metiera en su cabeza terca que lo que decía era en serio—, no significa absolutamente nada para mí, ¿entiendes? Fueron cosas que hice, que me divirtieron y disfruté. Pero nada de eso me llenó como lo hace lo que siento ahora. —Le tomó la mano para llevarla a su corazón, latía como si quisiera reventar su pecho. Acercó su boca a la de ella, rozándola ligeramente. Deseaba que ella tomara la iniciativa y abriera la boca para tomarlo, no obstante se alejó de él con su cuerpo completamente electrizado por ese momento.
—No sé de qué rayos me hablas —lo enfrentó sin pizca de duda—. Tu vida no me interesa, no tiene nada que ver conmigo. Lo que hay entre nosotros es… ilógico en todos los puntos de vista. No nos dejemos llevar por lo que paso anoche, por favor. Llevemos la fiesta en paz y olvidemos eso, ¿te parece?
Tal vez hubiese sido bueno que le diera una puñalada en el ojo a que le dijera eso que lo desbarató de pies a cabeza. ¿Cómo se le ocurría insinuar olvidar lo que había pasado entre ellos? Si aquello fue casi místico. Ella se abrió a él como un diario, aunque intuía que había más tela que cortar detrás de su confesión, para él era suficiente ese pequeño toque que los acercó un poco más. Sin mirarla a los ojos replicó:
—Como quieras. Lo que pasó ayer se quedará en el ayer. —Se apartó de ella, abriendo la puerta para que saliera como la reina que él consideraba, aun sabiendo que nunca coronaria su corazón.
****
Después de que Jasón la dejara en su casa sin despedirse, Chicago se cambió de ropa. Se colocó una blusa de líneas blancas y azules, un jean y unos tenis. Se dirigió al canal para dar el adiós definitivamente. Le dolía en el alma abandonar lo que se ganó con esfuerzo, pero no podía seguir soportando más una situación tan agobiante como la que estaba viviendo. Joshua estaba fuera de control y no soportaría pasar por la misma situación. En el pasado casi la mata a golpes, arrebatándole demasiadas cosas, le costó mucho ponerse en pie y continuar con su vida, reponerse de tanto dolor. Y ahora que podía mirar con otros ojos el mundo, el destino lo colocó en su camino para atormentarla. Pero eso se acabaría una vez se largara de allí.
Sin previo aviso, y sin importarle si estaba follando en su oficina, Chicago ingresó como Pedro por su casa. Se encontró extrañada al ver un televisor pantalla plana en la pared. No entendía él porque del objeto en la oficina y le daba igual. Si necesitaba ver televisión mientras cogía como un desbocado para que no lo escucharan estaba bien.
Joshua entró tirando la puerta, intento sonreír al verla, pero le dolía por la golpiza que le propinó Jasón. Chicago no pudo ocultar una amplia sonrisa al verlo con moretones y adolorido, se merecía un poco de su propia medicina. Se alegró por su apariencia y no lo ocultó, su mirada la delataba por completo.
El rubio se sentó en su trono, observándola con morbo, como siempre lo hacía cada vez que estaba a su alrededor. Cruzó sus dedos y los llevó detrás de su cabeza, analizando la postura rígida de la castaña, manoseándola mentalmente. Era un cerdo en todo el sentido de la palabra. Ni siquiera tuvo la valentía de disculparse por la salvajada que le había hecho ayer. La miraba como un dulce y ella se asqueó tremendamente. No le temería, le dejaría su renuncia y se largaría para siempre.
—Te ahorro el trabajo del despido. —Le tiró la carta de renuncia en la mesa—. Haz lo que te dé la gana con el canal—escupió altiva, no iba a permitir que se aprovechara de su vulnerabilidad para violentarla nuevamente.
Joshua abrió el sobre, leyó con detenimiento, no se perdió ni una sola coma, ni una sola palabra de lo que estaba redactado. Finalmente exhaló, terminando de leer el papel. Luego lo tomó y lo guardó en la gaveta. La miró con sorna. Si creía que iba a ser fácil, entonces no lo conocía.
—Usaré tu renuncia para masturbarme, me recordará que eres buena en absolutamente todo. —Al notar la tensión de Chicago, llevó su mano a otra gaveta y saco otro sobre, lo señalo para que lo tomara—. Léelo, seguro te interesará—comentó con interés.
Rápidamente lo tomó y lo devoró. Era su contrato con el canal, no entendía por qué traerlo a colación, seguramente se trataba de algún truco barato para retenerla. Sin embargo al leer la letra pequeña se dio cuenta de lo que realmente estaba pasando.
—No puede ser…—Arrugó el papel con todas sus fuerzas, sintiendo como el peso del mundo y sus tragedias la cubrían. Sintió como las lágrimas caían por su rostro, era inaudito que aun cuando quisiera abandonarlo todo, no podía.
—Tu contrato. —Se levantó, caminando hacia ella hasta quedar en una distancia prudente. Su padre le advirtió que estaría encima de él y de Chicago, por lo que mantener las apariencias era lo mejor, por ahora—. Dice que si renuncias antes del año no se te pagará liquidación—informó desenfadado—. Ahora mi pregunta es, ¿cuánto tiempo te falta para que el contrato de termine?
Se secó las lágrimas con ira y lo enfrentó con la mirada. Al menos le serviría de consuelo que el tiempo que le quedaba no era mucho. No podía renunciar porque realmente necesitaría de la liquidación para sostenerse, y como estaban las cosas no podía darse el lujo de irse con las manos vacías.
—Cuatro meses—respondió secamente.
—Perfecto—se frotó las manos como si quisiera entrar en calor—. Serán meses interesantes—prometió—, de cambios que me harán feliz—finalizó regocijado en la aflicción de Chicago—. Y para que quede claro que no te puedes ir de aquí porque no solo no recibirás el dinero, sino que tendrás problemas mucho más graves que esos.
— ¿De qué estás hablando?—Cerró las manos formándolos en puños. Cualquier cosa que viniera de él eran problemas garantizados.
—Mira lo que tengo para ti. —Encendió el televisor y a continuación apareció una imagen que la heló por completo. En ella aparecía un video bastante candente, en el cual Chicago se encontraba de lado, muy abierta de piernas, de lado, con Joshua incrustado en ella, arrodillado, sosteniendo una pierna por encima de su hombro, moviendo su pelvis con furia, como si quisiera atravesarla. Se escuchaban los alaridos de Chicago siendo taladrada por Joshua. El rubio le subió un poco el volumen, para martirizarla más con la imagen.
—Se siente genial en esta posición Adams. Como me atrapas…—Sus embestidas eran más frenéticas, más obcecadas, más feroces—. Corrámonos juntos, nena. Quiero llenarte. ¡Vamos!
Chicago intentó cerrar los ojos, el muy infeliz había grabado una de las sesiones sexuales que tuvieron. Y no contento con eso la estaba reproduciendo, dejando en claro que de ninguna manera podía dejar el canal, no hasta que se acabara el contrato.
—Joshua… no puedo… déjame…—jadeó al sentir una estocada que la llenó por completo. Quería destrozarla con esas embestidas tan violentas
— ¿Dónde lo quieres?—Exigió mientras la penetraba más duro—. ¡Dímelo! ¡Me aprietas demasiado, preciosa!
— ¡Donde quieras, solo termina!—Gritó a punto de estallar.
— ¡Aquí lo tienes!—Terminó dentro de Chicago, dejando su simiente en su interior. Para esa época, ella tomaba la pastilla. Se cuidaba ya que a él no le interesaba usar condón cuando se trataba de ella.
Joshua detuvo el video y la observo satisfecho, estaba complacido por ver lo impactada que estaba por la sorpresa al verse en un video tan íntimo. Padeció y envejeció mil años al verse allí, expuesta. Parecía como si algún ser divino quisiera vengarse de ella, porque de otro modo no entendía cómo diablos todo se le juntaba para joderla, justo como ahora.
—Espero que te haya quedado bastante claro lo que quiero decirte cuando te digo que no puedes renunciar. Tengo muchos de estos videítos en mi poder. Y si quiero los puedo difundir. Sabes perfectamente como terminaran las cosas.
—Me queda claro, señor—ironizó en medio del terror de solo imaginar esos videos rondando por las redes. En el medio que estaba la imagen era vital, los periodistas, incluso las personas del común podrían comérsela viva. Por lo que también debía resguardar su dignidad y reputación, o lo que quedaba de ella.
—Bien. —Apagó el televisor y se sentó en su silla, colocó sus pies sobre la mesa—. Te cambiaré de sección—soltó sin darle tiempo de asimilarlo—. Estarás de ahora en adelante en la sección de farándula, Michelle te reemplazará. Será un buen cambio para que aprendas a adaptarte. No todo puede pasar como tú quieres. —Si era una venganza, estaba ejecutándola a la perfección. La estaba torturando con lo que menos le gustaba. Quien sabe que más cosas le pasarían por la mente, pero por el momento la dejaría con ese embrollo.
—Michelle hizo un buen trabajo, ¿eh?—Punzó sin claudicar su mirada. Recordó a la chica que salió de su oficina con marcas en el cuello. Seguramente lo dejó contento como para que la cambiara por ella.
—Digamos que sí. Aunque me corrí en ella pensando en ti si te sirve de consuelo—confesó cínicamente
—Eres un asqueroso
—A ti te gustaba este asqueroso—se señaló orgulloso.
—Lo suficiente para ver la basura que eras— espoleó sin echarse para atrás.
—Tienes el privilegio de que te dé la tarde libre para asimilar el cambio—cortó molesto.
—Gracias, que benevolente es usted—se burló. Tomó sus cosas algo desanimada y salió. Debía soportar un poco más. Terminaría antes de darse cuenta. Por ahora debía enfocarse en su esposo, en su recuperación, y en confesarle toda la verdad, aun si eso desataba más calamidades de las que ya existían.