Después del reinado de tres mil quinientos años del tirano Leto II, el imperio quedó a su suerte. Durante los tiempos de la Hambruna y la posterior Dispersión los restos de la raza humana se perdieron en las profundidades del espacio. Los humanos huían hacia lo desconocido buscando riquezas y seguridad, pero fue en vano. Durante mil quinientos años, estos supervivientes y sus descendientes sufrieron grandes penurias y vivieron una reorganización completa.

Privado de su energía y sus recursos, el gobierno del Imperio Antiguo decayó. Nuevos grupos de poder arraigaron y se hicieron fuertes, pero los humanos estaban decididos a no volver a depender nunca más de un líder monolítico ni de una sustancia finita, cosas ambas que solo podían llevar al fracaso.

Algunos dicen que la Dispersión fue la Senda de Oro de Leto II, un crisol para fortalecer a la raza humana de forma permanente y enseñarnos una lección que no pudiéramos olvidar. Pero ¿cómo puede un solo hombre —incluso un hombre-dios que era en parte gusano de arena— infligir un sufrimiento tan grande a sus propios hijos? Ahora que los descendientes de los tleilaxu perdidos están regresando de la Dispersión, podemos imaginar los horrores que nuestros hermanos y hermanas tuvieron que afrontar ahí fuera.

Registros del Banco de la Cofradía, sucursal de Gammu

Ni siquiera los más instruidos entre nosotros podemos imaginar el verdadero alcance de la Dispersión. Como historiador, me horroriza pensar en la gran cantidad de conocimientos que se han perdido para siempre, los registros exactos de triunfos y tragedias. Civilizaciones enteras han aparecido y caído mientras los que quedaban en el Imperio Antiguo se regodeaban en la complacencia.

Nuevas armas y tecnologías surgieron por las dificultades de los tiempos de la Hambruna. ¿Qué enemigos creamos sin saberlo? ¿Qué religiones, distorsiones y procesos sociales puso en movimiento el Tirano? Nunca lo sabremos, y me temo que algún día pagaremos por esa ignorancia.

HERMANA TAMALANE, archivos de Casa Capitular

Nuestros hermanos, los tleilaxu perdidos que desaparecieron en el tumulto de la Dispersión, han vuelto a nosotros. Pero han cambiado en aspectos fundamentales. Con ellos han traído una variante mejorada de Danzarines Rostro. Dicen que ellos diseñaron a estos cambiadores de forma. Sin embargo, mis análisis de los tleilaxu perdidos indican que son inferiores a nosotros. ¿Ni siquiera son capaces de crear especia con los tanques axlotl y proclaman haber desarrollado una variante superior de Danzarines Rostro?

Y las Honoradas Matres. Proponen alianzas, y sin embargo sus actos solo hablan de brutalidad y de la esclavización de los pueblos conquistados. ¡Han destruido Rakis! ¿Cómo podemos confiar en ellas, o en los tleilaxu perdidos?

MAESTRO SCYTALE, notas selladas halladas en un laboratorio quemado en Tleilax

Duncan Idaho y Sheeana han robado nuestra no-nave y han huido a lugares desconocidos. Con ellos llevaron muchas hermanas herejes, incluso el ghola de nuestro bashar Miles Teg. Con la nueva alianza, siento la tentación de ordenar a todas las Bene Gesserit y Honoradas Matres que pongan todo su empeño en recuperar esta nave y a sus valiosos pasajeros.

Pero no lo haré. ¿Quién podría encontrar una no-nave perdida en el vasto paisaje del universo? Y, lo más importante, no debemos olvidar que hay un enemigo mucho más peligroso que viene a por nosotros.

MURBELLA, Reverenda Madre Superiora y Gran Honorada Matre, mensaje urgente