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Lo desconocido puede ser algo terrible, y a menudo la imaginación lo hace aún más monstruoso. Sin embargo, el verdadero Enemigo es mucho peor que nada que podamos imaginar. No bajes la guardia.
MADRE SUPERIORA DARWI ODRADE
La oronda Reverenda Madre y la fiera Honorada Matre estaban muy tiesas, lado a lado, separándose tanto como podían sin que fuera demasiado obvio. Incluso un observador sin el adiestramiento especial de una Bene Gesserit habría notado el desagrado que sentían por la otra.
—Vosotras dos tendréis que colaborar. —La voz de Murbella no dejaba pie a discusiones—. He decidido que debemos dedicar un mayor esfuerzo al cinturón desértico. No olvidéis nunca que la melange es la clave. Haremos venir a investigadores del exterior para que establezcan bases de observación en los territorios más recónditos de los gusanos. Tal vez encontraremos algún viejo experto que visitara Rakis antes de que fuera destruido.
—Nuestras reservas de melange siguen siendo importantes —señaló Bellonda.
—Y las truchas de arena parecen estar destruyendo toda la tierra fértil —añadió Doria—. El flujo de especia está asegurado.
—¡Nunca hay nada seguro! La complacencia puede ser más peligrosa que las Honoradas Matres… o incluso el Enemigo Exterior —dijo Murbella—. Para enfrentarnos a ambos, necesitamos la cooperación incondicional de la Cofradía Espacial. Necesitamos sus naves inmensas armadas, para que nos lleven y nos traigan a donde queramos. Podemos utilizar a la Cofradía y la CHOAM como la zanahoria y el palo para obligar a planetas, gobiernos y sistemas militares independientes a seguir nuestras pautas. Y para eso, nuestra arma más efectiva es la melange. Si no tienen otras fuentes, tendrán que acudir a nosotras.
—También pueden pilotar otras naves de la Dispersión —dijo Bellonda.
Doria resopló.
—La Cofradía jamás lo aceptaría.
Mirando de reojo a su rival y compañera, Bellonda añadió:
—Dado que solo permitimos que la Cofradía nos saque cantidades pequeñas de melange, pagan precios exorbitantes por la melange que el mercado negro consigue de otras fuentes. Una vez se hayan agotado, estarán a nuestros pies y harán cuanto les pidamos. —Bellonda asintió—. Seguramente la Cofradía ya está desesperada. Cuando el administrador Gorus y el navegador Edrik vinieron hace tres años estaban histéricos. Desde entonces les hemos tenido a nuestra merced.
—Podrían muy bien estar al borde de un acto irracional —advirtió Doria.
—La especia debe circular, pero solo en nuestros términos. —Murbella se volvió hacia las mujeres—. Tengo una nueva asignación para vosotras. Cuando ofrezcamos nuestro generoso perdón a cambio de la cooperación de la Cofradía en la guerra que se avecina, tendremos que pagarles generosamente. Doria y Bellonda, os pongo al frente de la zona árida, del proceso de extracción de especia y los nuevos gusanos de arena.
Bellonda parecía perpleja.
—Madre comandante, ¿no os haré mejor servicio aquí, como consejera… y guardiana?
—No, no lo harás. Como mentat, has demostrado una gran habilidad con los detalles. Y Doria tiene el suficiente carácter para presionar cuando hace falta. Aseguraos de que nuestros gusanos producen en las cantidades que nosotras (y la Cofradía) vamos a necesitar. A partir de ahora, los desiertos de Casa Capitular son responsabilidad vuestra.
— o O o —
Cuando aquel par tan incongruente partió hacia el desierto, Murbella fue a ver a la vieja Madre de Archivos Accadia. Seguía buscando respuestas.
En aquella ala amplia y espaciosa de la torre de Central, la vieja bibliotecaria había dispuesto numerosas mesas y reservados donde miles de Reverendas Madres hacían su trabajo. En circunstancias normales, los archivos de Central habrían sido un lugar tranquilo para la meditación y el estudio, pero Accadia se había impuesto una misión especial que daba a la Nueva Hermandad una inesperada riqueza en esperanza.
El mundo biblioteca de las Bene Gesserit, Lampadas, estaba entre los que habían sucumbido a los ataques de las Honoradas Matres. Conscientes de su inminente desaparición, las habitantes del planeta habían compartido entre ellas, destilando la experiencia y los conocimientos de una población entera en unas pocas. Finalmente, todos esos recuerdos, junto con la biblioteca entera de Lampadas, llegaron a la mente de la agreste reverenda madre Rebecca, que a su vez compartió con otras muchas, salvando así los recuerdos de toda esa gente.
El gran plan de Accadia consistía en reconstruir la biblioteca perdida de Lampadas. Y para ese fin reunió a las Reverendas Madres que habían conseguido los conocimientos y las experiencias de la Horda de Lampadas. Las que también eran mentats, recordaban palabra por palabra todo lo leído y aprendido por aquellas vidas anteriores.
El ala de archivos era un zumbido continuo de conversaciones y sonidos de fondo, de mujeres que dictaban de memoria ante rollos de grabación de hilo shiga y que leían en voz alta una página tras otra de los raros ejemplares que recordaban de sus experiencias. Otras estaban sentadas con los ojos cerrados, esbozando en láminas de cristal los diagramas y diseños que llevaban en la mente. Murbella veía aparecer un volumen tras otro ante sus ojos. Cada mujer tenía una tarea asignada para evitar la posibilidad de malgastar esfuerzos repitiendo los mismos libros.
Accadia recibió a su visitante con aire satisfecho.
—Bienvenida, madre comandante. Con gran esfuerzo, cada vez reparamos más pérdidas.
—Solo espero que el Enemigo no destruya Casa Capitular y haga que vuestros esfuerzos hayan sido en vano.
—Conservar el conocimiento no es nunca un ejercicio inútil, madre comandante.
Murbella meneó la cabeza.
—Pero por lo que veo hay ciertos conocimientos vitales que no tenemos. Faltan elementos claves, la información más sencilla y directa. ¿Quién o qué es nuestro Enemigo? ¿Por qué tanta destrucción? O, ya que estamos ¿quiénes son las Honoradas Matres? ¿De dónde vienen, cómo han podido provocar tanta ira?
—Vos misma fuisteis Honorada Matre. ¿No os dan ninguna pista vuestras Otras Memorias?
Murbella rechinó los dientes. Lo había intentado una y otra vez, sin éxito.
—Puedo estudiar el camino de los linajes de Bene Gesserit que he adquirido, pero no el de las Honoradas Matres. Su pasado es un muro negro ante mis ojos. Cada vez que me sumerjo en él, llego a una barrera infranqueable. O las Honoradas Matres no conocen sus orígenes, o es algo tan terrible que lo han bloqueado.
—He oído decir que lo mismo les sucede a todas las Honoradas Matres que han pasado por la Agonía de Especia.
—Todas. —Murbella había recibido la misma respuesta una vez y otra vez. Los orígenes de las Honoradas Matres y el Enemigo no eran más que mitos nebulosos del pasado. Aquellas nunca habían sido reflexivas, no meditaban las consecuencias ni se remontaban en el tiempo buscando los antecedentes de los hechos. Y ahora parece que todos iban a pagar por ello.
—Tendréis que encontrar la información en otro lado, madre comandante. Si descubrimos alguna pista mientras reproducimos la biblioteca de Lampadas, os informaré.
Murbella le dio las gracias, aunque intuía que la información que buscaba no estaba allí.
— o O o —
Poco antes de que Janess decidiera someterse a la Agonía de Especia —tres años después de que su gemela fracasara—, la madre comandante acudió a su habitación en los barracones de las acólitas.
—Me engañé respecto a las posibilidades de Rinya en la prueba. —Para Murbella no era fácil pronunciar aquellas palabras—. Jamás imaginé que una hija mía y de Duncan pudiera fallar. Mi altanería de Honorada Matre, cómo no.
—Esta hija no fracasará, madre comandante —dijo Janess, sentándose derecha—. Me he entrenado a conciencia, y estoy tan preparada como pueda estarlo cualquier otra. Estoy asustada, sí, pero solo lo suficiente para mantenerme alerta.
—Las Honoradas Matres consideran que no hay lugar para el miedo —musitó Murbella—. No creen que la persona pueda fortalecerse por el hecho de admitir su debilidad, en lugar de ocultarla y tratar de superarla.
—Si no afrontas tu debilidad, ¿cómo sabrás dónde has de ser fuerte? He leído esta cita en los escritos de Duncan Idaho.
Durante años, Janess había estudiado las muchas vidas de Duncan Idaho. Aunque jamás conocería a su padre, había aprendido mucho de las técnicas de combate del gran maestro de armas de la casa Atreides, habilidades clásicas del combate que habían quedado registradas y habían pasado a otros.
Dejando a un lado la distracción de Duncan, Murbella miró a la gemela que le quedaba.
—No necesitas mi ayuda. Lo veo en tus ojos. Mañana te enfrentarás a la Agonía de Especia. —Se levantó y se dispuso a marcharse—. He estado buscando a alguien en cuya lealtad y capacidad pueda confiar plenamente. Después de mañana, creo que esa persona serás tú.