37
Muad’Dib podía ver realmente el futuro, pero debéis ser conscientes de los límites de su poder. Pensad en la vista. Tenéis ojos, y sin embargo no veis si no hay luz. Si estáis en un valle, no veis qué hay del otro lado. Del mismo modo, Muad’Dib no siempre podía ver a través de un terreno misterioso. Y él mismo nos cuenta que una sola decisión sobre la profecía, el hecho de escoger una palabra en lugar de otra quizá, podía cambiar totalmente el aspecto del futuro. Nos dice: «La visión del tiempo es amplia, pero cuando pasas por ella, el tiempo se convierte en una puerta angosta». Él siempre evitó la tentación de elegir el camino más claro y seguro, y advierte: «Ese camino siempre lleva al estancamiento».
PRINCESA IRULAN, de Despertar de Arrakis
El planeta Dan estaba lleno de Danzarines Rostro. Solo con mirar a los nativos del asentamiento próximo al castillo en ruinas, Uxtal intuía su presencia por todas partes. Se le ponía la piel de gallina, pero no se atrevió a manifestar temor. Quizá podría huir, esconderse en la espesura, en las zonas de los cabos, o hacerse pasar por un simple pescador o un granjero de los acantilados.
Pero si lo intentaba, los Danzarines Rostro lo capturarían y le castigarían. No podía arriesgarse a incurrir en su ira. Así que siguió avanzando dócilmente.
Quizá Khrone quedaría tan contento al ver al niño-barón que lo liberaría, le recompensaría por sus servicios y le dejaría marchar. El investigador a veces se aferraba a esperanzas tan irreales…
De forma temporal él y el joven Vladimir se alojaron en un hostal en las afueras del pueblo. El niño-ghola se quejó porque quería tirar piedras al agua y los botes, o fisgonear en los puestos del mercado, donde los hombres estaban limpiando el pescado, pero Uxtal no dejó de buscar excusas para contener a aquel niño inquieto mientras esperaban en la habitación fría y rústica. Vladimir se puso a registrar los cajones y posibles escondites. Uxtal se consoló pensando que, al menos, las Honoradas Matres no estaban por allí.
Un hombre anodino apareció en la puerta. Tenía el aspecto de cualquier otro aldeano, pero a Uxtal se le puso la piel de gallina.
—Vengo a llevarme al barón-ghola. Debemos probarlo.
Y oyó un extraño sonido, como de huesos que se parten y se desplazan. El rostro del hombre se metamorfoseó, y Uxtal se encontró mirando al rostro inexpresivo y cadavérico de Khrone, con sus ojos negros.
—S-sí —dijo Uxtal—. El chico hace progresos. Ahora tiene siete años. Sin embargo, me sería de gran utilidad si supiera para qué le queréis. De grandísima utilidad.
Vladimir miraba al Danzarín Rostro con respeto y curiosidad. Nunca había visto a uno de aquellos cambiadores de forma recuperar su aspecto original.
—Buen truco. ¿Me puedes enseñar a cambiar mi cara así?
—No. —Khrone se volvió de nuevo al tleilaxu—. Cuando te pedí que desarrollaras este ghola, no sabía quién era. Y cuando conocí su identidad, tampoco sabía si el barón Harkonnen podía servirnos, aunque pensé que tal vez sí. Ahora he descubierto una posibilidad maravillosa. —Cogió al niño de la mano y se dispuso a salir—. Espera aquí, Uxtal.
De modo que el diminuto investigador permaneció a solas en su habitación primitiva, preguntándose durante cuánto más se le permitiría vivir. En otras circunstancias, habría disfrutado de aquellos momentos de paz, de relajación, pero tenía demasiado miedo. ¿Y si los Danzarines Rostro encontraban algún defecto en el ghola? ¿Para qué le necesitaban allí, en Dan? ¿Lo volvería a arrojar Khrone a las garras de la madre superiora Hellica? Los Danzarines Rostro le habían dejado entre las Honoradas Matres durante años. Y no sabía si podría aguantar mucho más. No acababa de creerse que Hellica le hubiera dejado vivir, o que la vieja y ajada Ingva no hubiera intentado todavía someterle sexualmente. Cerró los ojos y se tragó el gemido que quería brotar de su garganta. Había tantas cosas que podían ir mal si volvía allí…
Para tranquilizarse, Uxtal inició un ritual tradicional de aseo. Junto a una ventana abierta, de cara al mar, introdujo un paño blanco en un barreño y lavó su pecho desnudo. Hacía mucho tiempo que no podía realizar sus abluciones corporales como exigía su religión. Siempre había gente espiándole, intimidándole. Cuando terminó, estuvo meditando en el balcón de madera con vistas al pueblecito pesquero. Rezó, organizando mentalmente números y signos, buscando la verdad en los esquemas sagrados.
La puerta de la habitación se abrió de pronto y el niño-ghola entró corriendo, arrebolado, riendo. Llevaba un cuchillo que goteaba y empezó a ocultarse entre los muebles como si jugara. Tenía las ropas cubiertas de barro y de sangre.
Khrone entró detrás, a un paso más pausado, con un pequeño paquete en los brazos. Había vuelto a adoptar su disfraz inocuo de hombre anodino. Riendo entre dientes, el joven Vladimir le dijo a Khrone que se diera prisa.
Uxtal lo interceptó enseguida.
—¿Qué haces con ese cuchillo? —Y extendió la mano para cogerlo.
—He estado jugando con un slig pequeño. Tienen una pequeña cuadra en el pueblo, aunque aquí no son tan grandes como en casa. —Sonrió—. Me he metido entre ellos y he apuñalado a unos cuantos. —Se limpió la hoja en los pantalones y se la dio al tleilaxu, que la puso fuera de su alcance, en lo alto de un ropero.
Khrone miró con aire contemplativo las manchas de sangre.
—No siento aversión por la violencia, pero ha de ser una violencia orientada. Constructiva. Este ghola no tiene ningún autocontrol. Necesita ciertas modificaciones de comportamiento.
Uxtal trató de desviar la conversación de aquella crítica implícita.
—¿Por qué ha cogido un cuchillo y se ha metido en la cuadra con los sligs?
—Nuestra conversación lo ha incentivado. Estaba discutiendo nuestro descubrimiento con mis compañeros y el chico se sintió inspirado al ver el objeto. Parece tener un gran aprecio por los cuchillos.
—La madre superiora Hellica se lo ha inculcado. —Uxtal tragó con dificultad—. He leído su historia celular. El barón Harkonnen original era…
—Lo sé todo sobre el original. Su potencial para lo que tengo pensado es excelente. Nuestros planes han cambiado debido a lo que hemos descubierto aquí en Dan.
Uxtal miró el misterioso paquete que el Danzarín Rostro llevaba en las manos.
—¿Y qué habéis descubierto?
Aunque el tajo de su boca no sonrió, Khrone parecía complacido. Se puso a desenvolver el objeto.
—Otra solución a nuestra crisis.
—¿Qué crisis?
—Una que no podrías entender.
Sintiéndose humillado, Uxtal se calló sus preguntas y observó cómo Khrone sacaba otro cuchillo, un cuchillo ornamentado, sellado en un contenedor de plaz transparente. El arma tenía un mango enjoyado, con un grabado de intrincados diseños. La hoja tenía letras y símbolos de un antiguo lenguaje, pero las palabras estaban emborronadas por una mancha carmesí. Sangre, apenas oxidada. Se acercó un poco. Aún parecía húmeda en su cubierta protectora.
—Es un arma muy antigua, de miles de años, que se ha conservado hasta nuestros días en un campo de nulentropía, y durante siglos ha sido ocultada y protegida por diversos fanáticos religiosos.
—¿Es sangre? —preguntó Uxtal.
—Yo prefiero llamarlo material genético. —Con cautela, el Danzarín Rostro dejó el objeto sobre la mesa—. Lo descubrimos en un altar que había permanecido clausurado, aquí, en Dan, bajo la vigilancia de las pocas Habladoras Pez que quedan, que se han unido al Culto a Sheeana. La daga está manchada con la sangre de Paul Atreides.
—¡Muad’Dib! El padre del Profeta, Leto-II, el Dios Emperador.
—Sí, el mesías que llevó a los guerreros fremen a una gran guerra santa. Un kwisatz haderach. Le necesitamos.
—Gracias al campo de nulentropía, la sangre del Muad’Dib aún está húmeda… fresca —dijo Uxtal, temblando de emoción—. Perfectamente conservada.
—Oh, entonces ya ves adonde quiero ir a parar. Aún hay esperanza para ti. Después de todo quizá puedas seguir siendo útil.
—¡Pues claro que soy útil! Dejad que os lo demuestre. Pero… necesito más información sobre lo que queréis.
A un gesto de la mano de su líder, otros dos Danzarines Rostro entraron en la habitación, acompañando a una mujer consumida con un vestido de un azul intenso; sus cabellos castaños colgaban en mechones apelmazados. Cuando se acercó, Uxtal reparó en el famoso escudo Atreides, un halcón rojo, bordado en el lado izquierdo del traje. Cuando vio la daga, la mujer trató de zafarse de sus captores. No parecían preocuparle los Danzarines Rostro, ni nadie… solo le importaba el cuchillo.
Khrone la aguijoneó.
—Habla, sacerdotisa. Cuéntale a este hombre la historia de tu cuchillo sagrado para que pueda entender.
Ella miró momentáneamente a Uxtal, y su mirada de adoración volvió enseguida a la daga.
—Soy Ardath, antiguamente sacerdotisa de las Habladoras Pez, ahora sierva de Sheeana. Hace mucho tiempo, el perverso conde Hasimir Fenring trató de asesinar a Muad’Dib el bendito con esta daga. El arma pertenecía al emperador Shaddam IV, fue entregada al duque Leto Atreides como regalo y regresó de nuevo a Shaddam durante su juicio ante el Landsraad. Más adelante, el emperador Shaddam ofreció la daga a Feyd-Rautha para su duelo contra Muad’Dib. —La sacerdotisa Ardath parecía estar recitando unas escrituras.
»Un tiempo después, durante la yihad de Muad’Dib, un exiliado Hasimir Fenring, otro kwisatz haderach fracasado, consiguió la daga. Mediante una trama mezquina, apuñaló a Muad’Dib por la espalda. Algunos dicen que murió por la herida, pero que el cielo lo mandó de vuelta entre los vivos, porque su misión aún no estaba completa.
Volvió a nosotros gracias a un milagro.
—Y los fanáticos conservaron el cuchillo ensangrentado como una reliquia religiosa —dijo Khrone terminando por ella con impaciencia—. Lo trajeron a un altar, aquí, a Caladan, hogar de la casa Atreides, donde ha permanecido oculto todos estos años. Ya puedes imaginarte qué es lo que queremos que hagas, tleilaxu. Desactivar el campo de nulentropía, tomar muestras celulares…
Ardath consiguió liberarse de los guardas y se dejó caer de rodillas. Inclinándose de cara a la antigua reliquia, se puso a rezar.
—Por favor, no deben jugar con un objeto sagrado.
A una señal de Khrone, uno de los Danzarines Rostro la cogió por la cabeza y se la giró bruscamente, partiéndole el cuello. La mujer se desplomó como una muñeca. Cuando se la llevaron, Uxtal apenas le dedicó ni un pensamiento; era totalmente irrelevante. No, él estaba intrigado por las posibilidades de aquella adorable daga. De todos modos, con tanto parloteo la mujer no había hecho más que distraer.
Se acercó y cogió la daga sellada con manos temblorosas, ladeándola para que la luz iluminara la hoja húmeda. ¡Las células de Muad’Dib! Las posibilidades eran increíbles.
—Ahora tienes el proyecto de otro ghola en tus manos —dijo Khrone—, además de la misión de educar al barón Harkonnen. Los dos volveréis a Tleilax los años que haga falta. —Más Danzarines Rostro entraron en la habitación—. Cuando llegue el momento, tendremos una misión mucho más provechosa para el barón.