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A pesar de las palabras de los igualitaristas, no todos los humanos somos iguales. Cada uno de nosotros es una combinación única con un potencial oculto. En momentos de crisis, hemos de descubrir estas capacidades antes de que sea demasiado tarde.
BASHAR MILES TEG
Durante el alboroto que siguió al intento de asesinato del joven Leto, Miles Teg observó los predecibles juegos de poder entre las Bene Gesserit.
En un primer momento, la huida de Casa Capitular hizo que dejaran a un lado sus diferencias, pero con los años habían ido apareciendo facciones que se emponzoñaban como heridas mal curadas. El cisma era cada vez más profundo, y los gholas fueron un poderoso acicate. En años recientes, Teg había visto signos de inquietud y resistencia entre las seguidoras de Garimi, centrados en la figura de los nuevos gholas. La crisis de Leto II fue como unir un deflagrador a unas ramitas empapadas en acelerador.
La madre de Teg le había criado en Lernaeus, y le enseñó las costumbres Bene Gesserit. Janet Roxbrough-Teg era leal a la Hermandad, pero no ciegamente. Enseñó a su hijo capacidades muy útiles, pero también le enseñó a protegerse de los trucos de las Bene Gesserit, y quiso que supiera hasta dónde eran capaces de llegar en sus maquinaciones aquellas mujeres ambiciosas. Una verdadera Bene Gesserit haría lo que fuera para conseguir su objetivo.
Pero ¿intentar asesinar a un bebé? A Teg le preocupaba que incluso Sheeana hubiera subestimado el peligro.
Garimi y Stuka estaban con gesto desafiante en el banco de los acusados, y no se molestaron en negar su culpabilidad. Las pesadas puertas de la enorme sala de audiencias estaban cerradas, como si temieran que las dos mujeres trataran de huir de la no-nave. El aire enrarecido de la sala tenía el olor rancio y fuerte de la melange exudada a través del sudor. El resto de las presentes estaban muy agitadas, y por el momento incluso la mayoría de las conservadoras estaban en contra de Garimi.
—¡Habéis obrado en contra de la Hermandad! —Sheeana se aferró al borde del podio. Hablaba alzando el mentón, con sus ojos de un azul sobre azul destellantes, y su voz se oía fuerte y clara. Se había sujetado a la espalda su espesa mata de pelo salpicado de cobrizo, dejando al descubierto su tez oscura. Sheeana no era mucho mayor que Garimi, pero en su calidad de líder del pasaje de Bene Gesserit, proyectaba la autoridad de alguien mucho mayor—. Habéis traicionado nuestra confianza. ¿Es que no tenemos ya suficientes enemigos?
—Creo que no los ves a todos, Sheeana —dijo Garimi—. Y estáis creando más en los tanques axlotl.
—Aceptamos de buena gana el debate y la disensión y tomamos una decisión… ¡como Bene Gesserit! ¿Acaso eres tú también una tirana cuyos deseos pasan por encima de la voluntad de la mayoría, Garimi?
Al oír aquello, incluso las conservadoras más acérrimas gruñeron. Los nudillos de Garimi se pusieron blancos.
Desde la primera fila, donde estaba sentado junto a Duncan, Teg observaba con sus capacidades de mentat. El banco de plazmetal en el que estaba sentado era duro, pero apenas lo notaba. El joven Leto había sido conducido a la sala y lo observaba todo con ojos brillantes, extrañamente tranquilo.
—Estos gholas históricos —siguió diciendo Sheeana— podrían ser nuestra única posibilidad de sobrevivir, ¡y tú has tratado de matar al que podría ser de más ayuda!
Garimi frunció el ceño.
—Ya sabes que disiento sobre ese particular, Sheeana.
—Disentir es una cosa —dijo Teg, y en su voz había el peso de la autoridad—. Un intento de asesinato es otra.
Garimi miró al Bashar furiosa por la interrupción. Habló Stuka.
—¿Es un asesinato cuando matas a un monstruo?
—Cuidado —dijo Duncan—. El Bashar y yo también somos gholas.
—No digo que sea un monstruo porque es ghola —dijo Garimi, señalando al pequeño con el gesto—. ¡Le vimos! Lleva al gusano en su interior. Ese bebé inocente se transformó en una criatura que atacó a Stuka. Todos habéis visto las heridas.
—Sí, y hemos escuchado tus imaginativas explicaciones. —Sheeana habló con escepticismo.
Garimi y Stuka parecieron profundamente ofendidas, y se volvieron hacia las hermanas de los bancos elevados, levantando las manos en busca de apoyo.
—¡Seguimos siendo Bene Gesserit! Estamos entrenadas en la observación y manipulación de las creencias y las supersticiones. No somos niñas miedosas. ¡Esa… abominación se transformó en un gusano para defenderse de Stuka! Podemos repetir nuestra historia ante una guardiana de la verdad.
—No dudo que creéis lo que estáis diciendo —dijo Sheeana.
Duncan intervino, y habló con una calma absoluta.
—El bebé-ghola ha sido sometido a ciertas pruebas… como los otros gholas. Su estructura celular es normal, tal como esperábamos. Comprobamos y volvimos a comprobar las células originales de la cápsula de nulentropía de Scytale. Se trata de Leto II, nada más.
—¿Nada más? —Garimi dejó escapar una risa sarcástica—. ¡Cómo si el hecho de ser el Tirano no fuera bastante! Los tleilaxu pueden haber manipulado sus genes. Hemos encontrado células de Danzarines Rostro entre el otro material. ¡Sabes que no debemos fiarnos!
El maestro tleilaxu no estaba allí para defenderse de las acusaciones.
—Ya se han manipulado células otras veces —admitió Sheeana mirando a Duncan—. Un ghola puede tener capacidades inesperadas, o ser una bomba de relojería.
Teg vio que la atención de todos se volvía hacia él. Ahora era un adulto, pero seguían recordando sus orígenes en los primeros tanques axlotl Bene Gesserit. No había ninguna duda sobre sus genes. Teg había sido creado bajo el control directo de las Bene Gesserit; ningún tleilaxu había tenido la oportunidad de intervenir.
Ninguno de los refugiados que había en la sala, ni siquiera Duncan Idaho, sabían que Teg podía moverse a velocidades imposibles. Y que a veces tenía la capacidad de ver campos negativos que ni los escáneres más sofisticados podían detectar. Sin embargo, a pesar de la probada lealtad del Bashar, la Hermandad tenía recelos. Veían sombras de la pesadilla de otro kwisatz haderach por todas partes.
Las Bene Gesserit no son las únicas que pueden mantener un secreto.
Habló en voz alta.
—Sí, todos tenemos un potencial oculto. Solo un necio se negaría a utilizarlo.
Sheeana dedicó una mirada dura a Garimi, una mujer severa y de pelo oscuro que en otro tiempo fue su amiga íntima y protegida. Garimi cruzó los brazos, tratando de controlar su visible indignación.
—En otras circunstancias, habría decretado destierro y exilio. Sin embargo, no podemos permitirnos perder a nadie. ¿Adónde vamos a enviaros? ¿A la ejecución? No, creo que no. Ya nos hemos escindido de Casa Capitular, y hemos tenido muy pocos hijos en los trece años que han pasado desde entonces. ¿Debo eliminaros a ti y a tus partidarias, Garimi? Una espera la aparición de facciones en un culto débil y desbocado. Nosotras somos Bene Gesserit. ¡Estamos por encima de esas cosas!
—Entonces, ¿qué sugieres, Sheeana? —Garimi se apartó del banco de los acusados y avanzó hacia el podio donde estaba—. Yo no puedo ignorar mis convicciones, y tú no puedes limitarte a ignorar nuestro supuesto crimen.
—Los gholas (todos ellos) serán analizados de nuevo. Si se demuestra que tienes razón y ese niño es una amenaza, entonces no habrá crimen. De hecho, nos habrás salvado a todos. Sin embargo, si te equivocas, retirarás formalmente tus objeciones. —Y cruzó los brazos, imitando el gesto de Garimi.
—La Hermandad ha tomado su decisión, y tú la has desafiado. Estoy dispuesta a crear otro ghola de Leto II (o diez si hace falta) para asegurarme de que al menos uno sobrevive. Varios gholas de Duncan fueron asesinados también antes de que encargáramos su protección al Bashar. ¿Es eso lo que quieres, Garimi? —La mirada de terror que vio en los ojos de la otra fue suficiente respuesta.
—Entretanto, te asigno a ti la tarea de vigilar a Leto II, como supervisora. A partir de ahora serás la responsable de todos los gholas, porque oficialmente serás la Supervisora Mayor.
Garimi y sus seguidoras estaban perplejas. Sheeana sonrió al ver sus caras de incredulidad. Todos en la sala sabían que ahora la seguridad del bebé dependería únicamente de Garimi. Teg no pudo evitar una débil sonrisa. Sheeana había pensado un castigo Bene Gesserit perfecto. Ahora Garimi no osaría dejar que le ocurriera nada.
Garimi, viendo que estaba atrapada, asintió con gesto brusco.
—Vigilaré, y descubriré qué peligros acechan dentro de él. Y cuando lo haga, espero que emprenderéis las acciones necesarias.
—Exacto, solo las acciones que sean estrictamente necesarias.
Leto II seguía sentado inocentemente en su sillita acolchada, con aspecto de un bebé pequeño e indefenso… y tres mil quinientos años de recuerdos tiránicos encerrados en su interior.
— o O o —
Tras contemplar una vez más Casitas en Cordeville, Sheeana se echó un rato y estuvo entrando y saliendo del sueño, con pensamientos agitados e hiperactivos. Hacía un tiempo que ni Serena Butler ni Odrade volvían a susurrarle, pero notaba una profunda turbación en las Otras Memorias, cierta inquietud. Conforme la fatiga desdibujaba sus pensamientos, intuyó una extraña clase de trampa que la envolvía, una visión que la arrastraba, mucho más que un sueño. Trató de despertar, pero no pudo.
Marrones y grises remolineaban a su alrededor. Más allá veía un resplandor que la atraía e hizo que su cuerpo pasara entre los colores para llegar hasta él. El sonido apareció en la forma de aullidos de viento, y un polvo seco llenó sus pulmones y le hizo toser.
De pronto, el alboroto y el ruido remitieron y Sheeana se encontró sobre la arena, rodeada de grandes dunas que se extendían hasta el horizonte. ¿Era el Rakis de su infancia? ¿O se trataba quizá de un planeta más antiguo? Curiosamente, aunque estaba descalza y con su ropa de dormir, no notaba la arena bajo los pies, ni sentía el calor del sol que brillaba en lo alto. Sin embargo, tenía la garganta seca.
Estaba rodeada de dunas desiertas, no habría tenido sentido caminar o correr en ninguna dirección, así que esperó. Se inclinó y cogió un puñado de arena. Levantó la mano y dejó que la arena fuera cayendo… pero esta formó un extraño reloj de arena en el aire, y las partículas se filtraban lentamente por un estrechamiento imaginario. Vio que la base imaginaria del reloj empezaba a llenarse. ¿Significaba aquello que el tiempo se agotaba, para quién?
Convencida de que se trataba de algo más que un sueño, pensó si no estaría realizando un viaje a las Otras Memorias que no se limitaba solo a voces, sino a experiencias reales. Las visiones táctiles saturaban sus sentidos, como la realidad. ¿Había tomado un sendero que llevaba a algún otro lugar… del mismo modo que en una ocasión la no-nave se había colado en un universo alternativo?
Mientras estaba en medio de aquel yermo, la arena seguía cayendo en el reloj etéreo. Si aquel paisaje era una réplica de Dune, ¿aparecería un gusano?
Sheeana vio una figura distante sobre las dunas, una mujer que se movía sobre la arena siguiendo un patrón deliberadamente aleatorio, como si llevara toda la vida haciéndolo. La desconocida descendió por la parte delantera de la duna y desapareció de la vista en la ondulación entre dos dunas. Unos momentos después reapareció en lo alto de un montículo más próximo. La figura bajaba una duna y subía otra, acercándose cada vez más, haciéndose cada vez más grande. En un primer plano, la arena seguía cayendo con un susurro por el cuello del reloj invisible.
Finalmente, la mujer subió a la última duna y bajó a toda prisa directamente hacia Sheeana. Curiosamente, no dejaba huellas, y la arena no se soltaba a su paso.
Ahora Sheeana pudo ver que llevaba un antiguo destiltraje con capucha negra. Aun así, unos mechones grises flotaban en torno a su rostro, tan seco y correoso que parecía madera seca. Sus ojos legañosos eran del azul sobre azul más profundo que había visto en su vida. La mujer debía de haber consumido mucha especia durante muchos años. Parecía increíblemente vieja.
—Hablo con la voz de la multitud —dijo la arpía con voz misteriosa y resonante. Tenía los dientes amarillos y torcidos—. ¿Entiendes lo que quiero decir?
—¿La multitud de las Otras Memorias? ¿Hablas en nombre de las hermanas muertas?
—Hablo en nombre de la eternidad, en nombre de todos cuantos han vivido y los que aún han de vivir. Soy la sayyadina Ramallo. Hace mucho tiempo, Chani y yo administramos el Agua de Vida a dama Jessica, la madre de Muad’Dib. —Y con un dedo retorcido señaló a una lejana formación de rocas—. Fue allí. Y ahora tú los has traído a todos de vuelta.
Ramallo. Sheeana conocía la historia de la anciana, una figura clave en la epopeya de la historia registrada. Al hacer pasar a dama Jessica por la Agonía en un sietch fremen sin saber que estaba embarazada, Ramallo alteró sin querer el feto que llevaba dentro. La hija, Alia, sería conocida como Abominación.
La sayyadina parecía remota, un simple portavoz del tumulto de las Otras Memorias.
—Escucha mis palabras, Sheeana, y guárdalas cerca de tu corazón. Ten cuidado con lo que creas. Estás recuperando demasiado y demasiado deprisa. Una cosa sencilla puede tener importantes repercusiones.
—¿Quieres que detenga el proyecto de los gholas? —En la no-nave, las células de Alia también estaban entre las que el maestro tleilaxu había conservado en la cápsula de nulentropía. En Otras Memorias Ramallo debía de haber visto a la infame Abominación como uno de sus errores más graves y trágicos, aunque en vida no había llegado a conocer a Alia.
»¿Quieres que evite a Alia? ¿Alguno de los otros gholas? —Alia iba a ser la siguiente, la primera de una nueva hornada en la que también estaban Serena Butler, Xavier Harkonnen, el duque Leto Atreides y muchos otros.
—Precaución, niña. Escucha mis palabras. Tómate tu tiempo. Procede con cautela cuando te mueves por un terreno peligroso.
Sheeana se acercó a la figura.
—Pero ¿qué significa eso? ¿Hemos de esperar un año? ¿Cinco años?
Y en ese momento la arena del reloj imaginario se agotó y la vieja Ramallo empezó a desdibujarse, formando una figura fantasmal que quedó suspendida como un demonio de polvo antes de desaparecer por completo. Junto con ella, el paisaje del antiguo Dune desapareció también, y Sheeana se encontró de nuevo en su habitación, mirando a las sombras con una extraña sensación de inquietud y ninguna respuesta clara.