EL DÍA QUE DIOS FUE FUSILADO POR GENOCIDA
Precisamente a Benedicto XV le tocó uno de los peores días para la Iglesia o, mejor dicho, para Dios… el día que fue acusado, juzgado y condenado por genocida.
El protagonista de esta historia fue Anatoly Lunacharski, un marxista que tras la Revolución de Octubre (1917) —Revolución Bolchevique— se puso al frente del Comisariado Popular para la Instrucción Pública (Narkompros), encargado de la educación y la cultura en la URSS. Se convirtió en una especie de mecenas de la cultura y salvador de bienes culturales que los bolcheviques pretendían destruir; en materia educativa trató de que llegase a todos los rincones del vasto territorio soviético y, además, disminuir el analfabetismo reinante; y en materia religiosa… persecución contra la Iglesia. Y como en el caos y en las revoluciones los fanáticos suelen hacer de las suyas, Lunacharsky fue un poco más allá… en 1918 montó un juicio a Dios con la acusación de genocidio.
Un juicio en toda regla: en ausencia de reo —no pudieron localizar a Dios porque tenía el móvil apagado o fuera de cobertura— pusieron en su lugar una biblia; los fiscales acusadores se basaron en hechos históricos y los abogados defensores, lógicamente de oficio, pedían la absolución por enajenación mental. Aunque el tribunal popular que juzgaba el caso tenía claro el veredicto, deliberaron una cuantas horas junto a unas botellas de vodka. Se le declaró culpable de genocidio y Lunacharski, presidente del tribunal, lo condenó a morir fusilado. A las 6 de la mañana del 17 de enero de 1918, el reo era ejecutado… se dispararon varias ráfagas al cielo.
Años más tarde, Lunacharski se dio cuenta que aquello había sido demasiado…
La religión es como un clavo. Cuanto más se lo golpea en la cabeza, más penetra.
Falleció en Francia en 1933 cuando viajaba hacia España para ocupar el puesto de embajador.