LA MISERIA TIENE DOS CARAS: LA POBREZA Y LA OPULENCIA
Aunque nacido Giovanni di Bernardone, desde muy pequeño todo el mundo le llamaba Francesco (Francisco) —hay varias versiones de este tema pero no vienen a cuento—. Hijo de un rico comerciante de telas de Asís (Italia), repartía su tiempo, como cualquier muchacho de su edad y posición, entre la escuela, las correrías con los amigos, derrochar el dinero de su padre, soñar con una esposa guapa y fabular con ser un guerrero a lomos de un corcel negro (los bomberos y futbolistas con los que fabulan ser los niños de ahora).
Pero la experiencia de ser caballero, tan idealizada por él, no fue muy positiva: luchó con el ejército papal contra el emperador y cayó preso. Sus padres pagaron un rescate para liberarlo pero en aquel año de cautiverio algo había cambiado… Francisco se mostraba taciturno y pensativo. Cuando sus amigos lo vieron así, le preguntaron si estaba pensando en con quién casarse, y él contestó:
Estáis en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual [la Iglesia].
Cayó enfermo y cuando se recuperó cambió su vida radicalmente: dejó a un lado todo lo material y se dedicó en cuerpo y alma a los más necesitados. Los intentos de su padre por hacerlo entrar en razón sólo sirvieron para que Francisco se reafirmase en sus convicciones. Vivió como un mendigo en la región de Asís dedicado a los más pobres y a restaurar varias iglesias en ruinas. Poco a poco, sus seguidores fueron aumentado y decidió fundar la Orden de los Franciscanos. Para ello, fueron a Roma a presentar la normativa de la orden al Papa Inocencio III. Éste, haciendo gala de su miserable opulencia, le reprochó que se presentase ante él con sus humildes atuendos:
Búscate unos cerdos con los que, atendiendo a tu aspecto, debería compararte. Revuélcate con ellos en el barro y que sean ellos quien te atiendan.
Lógicamente, aquello sentó como una puñalada a sus compañeros pero no a Francisco. Cuando salió se dirigió a buscar una piara de cerdos… y se revolcó con ellos en el barro. Volvió ante el Papa y le dijo:
Señor, he obrado como me has ordenado; ahora, atiende mi petición.
El Papa, ante aquella muestra de humildad infinita, atendió su petición y le concedió la autorización. Dedicó el resto de su vida a ayudar a los pobres y a predicar el mensaje evangélico… incluso viajó a Egipto para convertir al sultán y poner fin a las Cruzadas.
A San Francisco de Asís debemos que en España se use Paco como hipocorístico de Francisco. Realmente San Francisco de Asís no fundó sólo una orden, sino tres y, además, cada una de ellas con diferentes ramas: franciscanos, capuchinos, clarisas, seglares… De esta forma se representa al Santo como el Pater Comunitas (Padre Común) de todas ellas, y abreviando con la primera sílaba de cada palabra queda nuestro Paco.