UN PIRATA SIN PATA DE PALO
Baltassare Cossa, que así se llama nuestro pirata, nació en la isla de Ischia, situada en el Mar Tirreno, en el seno de una familia noble, los Cossa, pero venida a menos. En un principio, se decantó por la carrera militar pero aquello era muy peligroso y los beneficios escasos. Aprovechando sus conocimientos militares, se unió a sus dos hermanos mayores en la práctica del noble arte de la piratería, que les proporcionó pingües beneficios. Se hicieron con una pequeña flota y durante un tiempo estuvieron surcando el Tirreno y asaltando a diestro y siniestro. Las cosas se torcieron cuando sus hermanos fueron capturados y condenados a muerte acusados de piratería. Baltassare decidió no seguir tentando a la suerte y abandonó el mar para buscar, ya en tierra firme, un trabajo acorde a sus características… se matriculó en la Universidad de Derecho de Bolonia. Aún así, él pensaba que estaba preparado para logros más importantes… conseguir el mayor tesoro del mundo. Utilizando el dinero obtenido de la piratería y los contactos con los bajos fondos de la ciudad, donde se movía como pez en el agua y que utilizó para intimidar a sus rivales, consiguió que Bonifacio IX lo nombrase cardenal en 1402.
Además, se dieron las circunstancias propicias donde Baltassare se iba a desenvolver perfectamente… el Cisma de Occidente. Durante el período del llamado Cisma de Occidente, también conocido como Cisma de Aviñón, los Papas de Roma y de Aviñón se disputan la autoridad de la Iglesia, momento que aprovechará Baltassare para comenzar a mover sus peones. En 1408, ante la negativa por ambas partes a reunirse y autoproclamado adalid de la unificación, convoca el Concilio de Pisa. Ahora decide mover el alfil; depone al Papa de Roma y al de Aviñón y elige nuevo Papa al pobre Alejandro V, un pelele para ver cómo respiran las partes. Nadie renuncia y se lía un poco más la cosa… tres Papas (el susodicho Alejandro, Gregorio XII por Roma y Benedicto XIII por Aviñón). En 1410, tras la muerte de Alejandro V, tocaba mover la torre; él mismo es nombrado Papa como Juan XXIII. Durante cuatro años se produjeron movimientos de piezas de unos y otros sin ningún resultado.
Llegó la hora del jaque mate… En 1414 convoca el Concilio de Constanza con la esperanza de, ahora sí, ser elegido único Papa. Lamentablemente, para Juan XXIII, las cosas no comienzan como había pensado porque la idea de los presentes en el concilio es deponer a los tres y elegir un nuevo Papa… pero a ninguno de ellos. Gregorio XII renuncia, Benedicto XIII se niega a renunciar y es excomulgado —huyó a Peñíscola (España)— y Juan XXIII, visto lo visto, decide huir. El consejo lo depuso y lo juzgaron por herejía, simonía, inmoralidad… encontrándolo culpable de todos los cargos. Del Concilio de Constanza salió el Papa Martín V que unificó el poder de la Iglesia y terminó con 40 años de cisma.