LAS ARMAS SÓLO DEBEN SER UTILIZADAS CUANDO NO HAY OTRA ALTERNATIVA
Y según el Papa Inocencio II, algunas armas en concreto, como la ballesta, en ningún caso contra los cristianos bajo pena de excomunión. En el Concilio de Letrán II (1139), Inocencio II prohibía el uso de la ballesta por ser…
Un arma detestable para Dios e indigna para los cristianos.
Durante el siglo XI, la ballesta comenzó a ser utilizada masivamente como una evolución del arco. Si bien es cierto que en el mismo lapso de tiempo se podían disparar muchas más flechas con el arco que con la ballesta, ésta podía ser manejada por soldados inexpertos y no necesitaba de tanta destreza como el arco para poder acertar en el blanco. Además, podía ser disparada tumbado en el suelo y apoyada en un escudo protector que el ballestero podía sujetar con una mano, algo imposible para los arqueros que necesitaban las dos. Lógicamente, esta medida no se tuvo en cuenta y se siguió utilizando hasta bien entrado el siglo XVI. Por cierto, contra infieles sí se podían utilizar. Y hablando de armas selectivas, en 1718 tenemos el invento de James Puckle… la gun Puckle.
James Puckle fue un abogado que parece ser que no tenía nada mejor que hacer que patentar este curioso instrumento de muerte selectiva. Era una especie de pistola de cañón largo, apoyado en un trípode, que podía disparar 9 balas por minuto (tres veces más rápida que cualquier otro fusil o pistola) y, además, para recargar sólo había que cambiar el tambor o ruleta donde ya estaban las balas. Por tanto, y hasta aquí, un arma revolucionaria para su momento. Entonces, ¿qué la hacía especial? La munición. Según el invento de James, su arma debía ir con dos tipos de tambores: uno para enfrentarse a cristianos y otro para infieles. En los tambores para cristianos las balas era convencionales y en los de infieles las balas eran cuadradas. Según la descripción de la patente, las balas cuadradas son más dolorosas y, de esta forma, les damos más argumentos a los infieles de «los beneficios de la civilización cristiana». Supongo que el problema debía plantearse cuando te enfrentases a, por ejemplo, el imperio otomano donde también luchaban muchos mercenarios cristianos y, supongo, que habría que preguntar antes de disparar.