¿POR QUÉ PERÚ NO TENÍA NADA QUE HACER EN LA BATALLA DE SAN JUAN?
En la llamada Guerra del Salitre (1879-1883), Chile y Bolivia se disputaban los ricos yacimientos de salitre del desierto de Atacama (sur de Bolivia y norte de Chile). Diferentes tratados no sirvieron para mantener la paz y el 4 de febrero de 1879 las tropas chilenas desembarcaron en Antofagasta, entonces de Bolivia, y se inició la guerra. Bolivia se alió en un pacto de defensa común con Perú pero de nada sirvió ante la superioridad del ejército chileno y, sobre todo, de su armada. En 1880 el ejército boliviano fue derrotado en Tacna y las tropas peruanas abandonaron Arica. Así, Chile consiguió enormes depósitos salitreros y guaneros, Bolivia perdió la salida al mar y Perú perdía Tarapacá; además, Tacna y Arica quedaban en manos chilenas durante un período de 10 años en el que se debería celebrar un referéndum para determinar su destino (a fecha de hoy sólo Tacna a vuelto a manos peruanas).
En el marco de esta guerra, y en vísperas de la batalla de San Juan (1881) en la que se enfrentarían Chile y Perú, un grupo de chilenos residentes en Roma consiguieron una audiencia con el Sumo Pontífice en el Vaticano y le pidieron que bendijese al ejército de Chile… así lo hizo León XIII. Chorrillos y Barranco fueron saqueadas y dos días más tarde las fuerzas chilenas entraban en Lima. En la capital se ocuparon diversos edificios, entre ellos la Biblioteca Nacional de Perú, en los que se incautaron objetos y bienes científicos y culturales. Lógicamente, si los chilenos contaban con la bendición del Papa nada podían hacer los peruanos. Pero como los hombres somos impredecibles, un año más tarde el presidente de Chile, Domingo Santa María, promulgó las leyes laicas.