QUIEN SIEMBRA VIENTOS…
Con la muerte del emperador Carlomagno, el Imperio Carolingio se precipita estrepitosamente. Su sucesor en el trono, su hijo Luis I, no pudo controlar a los nobles, cada vez más poderosos e independientes, ni las disputas dentro de su propia familia. Se rompía el poder único y el Imperio se convierte en un corral con demasiados gallos. Ahora, los Papas tendrán que buscar alianzas puntuales según qué les interese en cada momento para mantener el trono de San Pedro. Y dentro de este juego de intereses cruzados, aparece un estratega… el Papa Juan VIII. Tomó las riendas de la Iglesia en 872, tras la muerte de Adriano II. Durante 10 años estuvo coronando emperadores, excomulgando enemigos, aliándose con unos y con otros… incluso pagó un tributo a los infieles para mantenerlos a distancia de Roma. Pero tanto va el cántaro a la fuente que al final… tuvo que huir de Roma.
Si así fue su vida, estaba claro que iba a tener una muerte digna de una película de intrigas y conspiraciones… su comida fue envenenada pero no con la suficiente dosis como para ser letal. Después de varios días siendo tratado por los médicos parecía que se iba a recuperar. Visto lo visto, los conspiradores decidieron ensuciarse las manos… literalmente. Entraron una noche en sus aposentos y con un martillo le golpearon la cabeza hasta matarlo. Y aunque seguro que habría habido muchos voluntarios para coger el martillo, no hizo falta buscar ayuda fuera… su propia familia se encargó de mandar a Juan VIII con el Todopoderoso.
Su vida dio para tantas habladurías que puede ser que la leyenda de la Papisa Juana partiese de este Juan.