CUIDADO CON EL PAPA
Por un lado, tenemos los Diez Mandamientos y, por otro, los cinco Mandamientos de la Iglesia, y el cuarto de estos últimos dice:
Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.
Uno de estos períodos es la Cuaresma, cuarenta días comprendidos entre el Miércoles de Ceniza y Jueves Santo, cuya práctica data del siglo IV. Es tiempo de penitencia, de purificación, de renuncia de ciertos placeres terrenales y de preparación para las fiestas litúrgicas. En un principio, sólo se permitía una comida al día durante las jornadas establecidas de ayuno; más tarde, y dependiendo de la voluntad de los Papas, esta norma se fue relajando. Pero llega Pío V y decide fijar los términos del ayuno: se suprimen todos los privilegios otorgados por bulas anteriores, referidas a las exenciones de ayuno, y se establecen como días de abstinencia obligatorios los viernes de todo el año, en los cuales se prohíbe el uso de carnes, pero se autoriza consumir pescado, huevos, lacticinios y a condimentar con grasa de animales. Igualmente se establecían como días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes de Pasión. A partir de aquí se oficializa el consumo de pescado en los días de abstinencia. Se cuenta que en España se tiraban los cerdos al río y luego decían que los habían pescado.
En el siglo XVIII, Inglaterra y Holanda controlaban el comercio del bacalao y del pescado en salazón. Así que, Clemente XIV decidió que sería buena idea imponer un arancel sobre el bacalao que llegase a los puertos bajo su dominio. Un consejero le advirtió que la medida, lógicamente, no iba a gustar a ingleses y holandeses. Y el Papa le dijo:
Que se anden con cuidado porque si me enfado suprimo la Cuaresma.