CADA UNO EN SU SITIO
La República de Florencia se vio involucrada en una lucha de poder entre dos corrientes políticas: güelfos negros (partidarios del poder supremo del Papa) y los güelfos blancos (partidarios de mantener un equilibrio de poder entre el Papa y el Emperador). Dante, partidario de los güelfos blancos, decidió buscar una solución diplomática y viajó hasta Roma para tratar el tema directamente con el Papa Bonifacio VIII. Éste, prolongó la estancia de Dante en Roma y, a la vez, envió a Carlos de Valois y sus tropas francesas a Florencia. Con la ayuda de los franceses, los güelfos negros se hicieron con el poder. Los güelfos blancos fueron obligados a exiliarse y sus bienes confiscados… Dante jamás pudo regresar a Florencia. Pero su obra, La Divina Comedia, recorrería el mundo…
La Divina Comedia, originalmente La Comedia y que alguien posteriormente le añadió lo de divina, es una epopeya alegórica dividida en tres partes (Infierno, Purgatorio y Paraíso) y cada una de ellas en 33 cantos compuestos por tercetos. Está escrito en primera persona y cuenta el viaje de Dante a través de los tres reinos de los muertos iniciado en el año 1300. El poeta Virgilio, a quien Dante admira, le acompañará y guiará a través del Infierno y el Purgatorio; Beatrice, su amor platónico de Florencia, le guiará en el Paraíso. Nos vamos a centrar en una parte del Infierno que es donde están los protagonistas de este libro. El Infierno es un cono invertido donde se van situando los personajes (mitológicos, históricos e incluso de la época) según sus pecados, cuando llega a los condenados por simonía…
Oh tú que tienes lo de arriba abajo,
alma triste clavada cual madero,
—le dije yo—, contéstame si puedes.
Yo estaba como el fraile que confiesa
al pérfido asesino que, ya hincado,
por retrasar su muerte le reclama.
Y él me gritó: ¿Ya estás aquí plantado?,
¿ya estás aquí plantado, Bonifacio?
En pocos años me mintió lo escrito.
¿Ya te cansaste de aquellas riquezas
por las que hacer engaño no temiste,
y atormentar después a tu Señora?
Me quedé como aquellos que se encuentran,
por no entender lo que alguien les responde,
confundidos, y contestar no saben.
Dijo entonces Virgilio: Dile pronto:
«No soy aquel, no soy aquel que piensas».
Yo respondí como me fue indicado.
Torció los pies entonces el espíritu,
luego gimiendo y con voces llorosas,
me dijo: ¿Entonces, para qué me buscas?
Si te interesa tanto el conocerme,
que has recorrido así toda la roca,
sabe que fui investido del gran manto,
y en verdad fui retoño de la Osa,
y tan ansioso de engordar oseznos,
que allí el caudal, aquí yo, me he embolsado
Y bajo mi cabeza están los otros
que a mí, por simonía, precedieron,
y que lo estrecho de la piedra aplasta.
Allí habré yo de hundirme también cuando
venga aquel que creía que tú fueses,
al hacerte la súbita pregunta.
Pero mis pies se abrasan ya más tiempo
y más estoy yo puesto boca abajo,
del que estarán plantados sus pies rojos,
pues vendrá luego de él, aún más manchado,
desde el poniente, un pastor sin entrañas,
tal que conviene que a los dos recubra.
Nuevo Jasón será, como nos muestra
MACABEOS, y como a aquel fue blando
su rey, así ha de hacer quien Francia rige.
Los condenados por simonía se representan metidos boca abajo en un agujero, de modo que sólo le asoman los pies en llamas —oh tú que tienes lo de arriba abajo—. Quien le grita es el Papa Nicolás III, condenado por simonía, que está esperando a Bonifacio VIII, con el cual confunde a Dante y que no llegará a empujarle más al fondo hasta 1303 y en el libro estamos en 1300 —En pocos años me mintió lo escrito—. Nicolás le cuenta que debajo de él están los condenados por simonía que le precedieron y que allí irá él cuando llegue —le empuje— Bonifacio. Tras la llegada de Bonifacio, anticipa la llegada de otro más que los recubrirá a los dos… Clemente V que destruyó a los Templarios por dinero.