De las Penas que se me Antojan
(Paradoja)
Comprobó la noticia del último asesinato —el que incitó sin tener en cuenta las consecuencias— por varias fuentes y descubrió que no repercutió en ningún sentido. Su fama como vigilante crecía, incluso se apuntaba a que pronto dejaría de ser una heroína local para ser nacional. Había rumores de realizar incluso una película o documental.
De exagerado le pareció creíble.
Tampoco sintió que la amenaza pendiente del jefe de policía fuera a servir. Quedó convencida que, después de reunirse y discutir a gritos, todo seguiría igual. Una mancha injusta quedaría en Charles hasta que cometiera un error y fuera expulsado. Entonces ella podría ser la jefa más joven de la historia...
Comprobó una vez más la teoría de que ella no era quien era para el mundo, que Hipergirl era ajena a los River. Habían unos pocos que sí se molestaron en recordar quién era ella, una conclusión maltratada por comentarios un tanto extremos de gente que lo desmentía a pesar de lo obvio; de lo innegable; lo histórico. No pareció importarle.
“La gente vuelve a creer en sobrehumanos como vigilantes. ¿Cuál es el problema?”
Una última impresión quedó: parecía preparado y forzado, hasta el asalto al hogar de los Perfectos lo pareció. No terminó de convencerse de, no de las acciones que realizaba, sino de los sucesos que ocurrían. Hasta su primera intervención como nueva heroína le sonó a teatro, a pesar de lo real y preciso que seguiría siendo un furgón de ladrones en el momento y lugar adecuado.
Siguió repasando la red y le resultó difícil navegar entre tanta información sobre un mismo tema. Encontró colecciones de fotos espontáneas de ella actuando por calles y lugares de la ciudad. Le llamó la atención no recordar haber estado en alguna de ellas.
Encontró otro álbum de imágenes con ella capturando delincuentes. Reconoció a cada uno salvo a un par. La mayoría presentaba un aspecto lamentable y lisiado, pero a nadie pareció importarle o llamarle la atención, haciéndose incluso animadas fotos con ellos en el suelo, a veces pegadas las mejillas sin importar mancharse de sangre. Mientras no fuese un perro el maltratado, el ser humano seguiría distante con respecto a su propia especie. “El instinto de supervivencia también se está quedando loco”, ironizó.
Después de mil fotos, halló una perdida donde se barajaban varias hipótesis sobre quién sería el hombre que tenía tanta confianza con la joven heroína. Amplió la foto. Ambos posaban como en un retrato, siendo tal hombre Alexander detrás de ella con las manos en sus hombros como si fuese un padre protector.
Desde que era Hipergirl apenas había visto a Alexander. También era cierto que sólo había regresado un par de veces al edificio Perfecto, y una fue para quemar todo. ¿O fueron tres?
Repasó la discusión y le llamó la atención un par de comentarios que confirmaron que se trataba de un tal “Fantasma”. Aseguraban que ese tipo era un contacto que merodea por el puerto principal. Se defendía a Hipergirl con que le habría pagado para tenerlo como colaborador en algunas misiones o, como ya hizo algún policía o detective, como soplón y ojos en zonas no seguras de la ciudad. Realizaba también trabajos sucios, pero nadie quiso involucrar a la gran vigilante con esos temas.
El tal Fantasma debía ser uno de los pálidos, ¿pero por qué no estaba con lo demás en lo que fuera aquel lugar apartado de la ciudad? O quizá sí lo había visto por allí, o que se tratara de los que dejaban vagar a su antojo, lo que lo colocaba en el privilegio que tuvo ella. Se apuntó en la mente ir a visitarlo.
No lo pudo evitar y acabó leyendo sobre las noticias relacionadas con los asesinatos de las polillas. Encadenó noticias hasta una en la que hablaban de Hipergirl en el caso del evasivo asesino. A pesar de la incomodidad que le provocó, fue analizando cada noticia en orden a como se sucedieron. No consiguió encontrar algún nuevo dato que aportara, hasta que llegó a la víctima del almacén. Cierto era que aquella misión fue el punto de partida, pero sentía que había sido exagerado el mérito desde el primer momento...
¿Víctima? No hubo heridos graves cuando atraparon a los delincuentes y confiscaron su contrabando. ¿Qué víctima en qué almacén?
No reconoció aquella escena que sí parecía realizada por su asesino insectoide. Símbolos esotéricos, víctima acorde a una edad más joven con respecto a la víctima anterior, lugar oscuro con una o dos luces y la polilla imitando...
Una corriente trazó una línea en los nervios de su cabeza.
Había estado allí pero no lo recordaba. Miró las fechas y no le pareció que hubieran pasado tantos días desde que se inició en el día perfecto. Conocía el sitio pero no tenía información almacenada, unos opuestos que la descolocaron sin pensamientos ni reacción.
Apagó el monitor y quedó pensativa. Se percató que estaba a oscuras en su cuarto. No solía estar tanto tiempo con la persiana bajada.
Llamaron a la puerta tras un tiempo difícil de contar, aún descolocada por ese asesinato imposible. Miró a la puerta como si sirviera para que hablara quien estuviera al otro. Nadie dijo nada y volvieron a llamar a la puerta, esta vez con golpes más frenéticos:
—¿Estás ahí?
Era su madre. Se levantó de la silla y abrió la puerta. Debía tener un aspecto lamentable por cómo Hala y Holy recularon con disimulo.
—¿Por qué no has bajado a comer? —se esforzó en decir Hala.
—¿Ya es la hora?
—Hace una hora que te avisamos. Varias veces —dijo Holy como inicio al reproche.
—Se me ha pasado. Estoy leyendo y me absorbe.
—¿A oscuras? —dijo Hala y miró al fondo del cuarto—. ¿Sucede algo, cariño? —regresó a mirarla y quiso mal disimular una sana preocupación.
—Pues —se quedó mirándola embobada—. No lo sé. Creo que no.
—Algo te pasa —concluyó Holy.
La niña bajó la mirada, rebuscando con los ojos una conversación que aprovechar para salir de la confusión en la que se sentía.
—Necesitas desconectar de ese trabajo —dijo Hala—. Salir fuera de casa a divertirte y olvidar lo que haya sucedido estos días...
Eso activó algo en su mente. Le hablaron como si debiera estar deprimida. Ellas no sabían nada de los Perfectos y los asaltadores. Seguía confiando en Polo, así que...
—Sed sinceras. ¿Qué pasa conmigo? —cambió su mirada hacia ellas.
Las mujeres se miraron y delataron una preocupación enaltecida. Hala fue la que se animó a hablar.
—Está muy cambiada.
—Maduro y esas cosas. ¿No es lo que queréis?
—Esto no es madurar...
—Estaba siendo sarcástica. Lo siento por no saber ponerme a vuestro nivel...
—No te pongas así —se quejó Holy—. Nos preocupamos por ti.
—Gracias, supongo —dijo y realizó una pausa donde las tres se miraron sin saber qué decir—. ¿Por qué me notáis cambiada si se puede saber? —eso serviría para dar pie.
—No sé, te muestras distante...
—Sé sincera.
—Creemos que te afectó mucho lo de tu amiga —dijo al fin su madre. Estás rara desde lo ocurrido...
—Hala, no —interrumpió Holy—. Está así desde que le dejamos hacerse la heroína con eso de Hipergirl.
—Soy libre de hacer lo que quiera —dijo Hipergirl y miró mal a Holy. Se centró de nuevo en Hala—. ¿Qué sucede con mi amiga? ¿Te refieres a Carla?
De nuevo el silencio.
Hipergirl se puso a pensar y cayó en la cuenta que hacía días —más de una semana— que no veía a sus amigas.
—La verdad que no voy a visitarla —concluyó Hipergirl.
—La verdad es que no has ido ni una vez —dijo Holy para quedar con una mueca de indignación.
—¿Qu-qué quieres decir? ¿Está otra vez en el hospital?
Hala y Holy recularon de un modo exagerado. Se miraron con horror y compartieron la expresión que también debía estar mostrando Hipergirl.
—¿Qué —siguió tartamudeando— pasa con Carla y Janet?
—¿Estás hablando en serio...? —los enormes ojos de Hala se tornaron vidriosos.
—Hala —calmó Holy a la alien colocando la mano en su brazo—, debe de ser una conmoción más fuerte de lo que pensábamos. Deberíamos llamar a Hender.
—¡¿Me vais a decir qué pasa?! —gritó la niña. Su cuerpo se rodeó de energía morada.
—¡Tranquila! —gritó Holy y se fue acercando con decisión.
—Cariño —Hala agarró a tiempo a Holy y se adelantó para ser ella quien tratara con la niña—. Tranquila. Ven aquí que te abrace y te lo cuento.
Holy miró a Hala no muy convencida. La madre alien afirmó con la cabeza para mostrar serenidad.
Hipergirl calmó su poder y se acercó a su madre. Se dejó abrazar con reticencia. Le resultó extraño.
—Cariño, mi vida —Hala se agachó y le dio un beso en la cabeza—. Tu amiga Carla tuvo una recaída y volvió a ser ingresada en el hospital. ¿No recuerdas que te lo contamos?
—Yo... —no supo qué decir, el corazón desbocado se lo impedía.
—Falleció al día siguiente. Lo siento.
La pequeña no dijo nada. La garganta se le cerró y los ojos le dolieron. Agarró los costados de la ropa de su madre y apretó con rabia inconsciente hasta temblar por completo durante un segundo. Miró a su madre con una expresión rota que se contagió tanto en ella como en su hermana.
La pequeña se alejó y volvió a encerrarse en su cuarto. Su familia decidió no molestarla.
A las dos horas salió y bajó las escaleras. La vieron como a una sonámbula vagando entre la cocina y el comedor. No comió ni dijo nada, sólo se paseó como un alma en pena que bien lo parecía por lo pálida que estaba, como si le hubiesen quitado toda la sangre de una sola vez.
Miró por la ventana del pasillo a la luna en el cielo azul, a una distancia prudencial de su hermano mayor, el sol. En unos días desaparecería al procesar su fase menguante. Sorbió la nariz a falta de otra clase de líquido que emanar. Su amiga había sido como la luna, inadvertida hasta que desaparece... con la excepción de que Carla no iba a reaparecer ni crecer jamás.
Jamás.
Cansada de vagar, se fue de casa sin que nadie se enterase.
—
Era cierto, su amiga estaba anunciada por una lápida en el cementerio. Nadie era tan dedicado y bromista como para poner un nombre, edad y foto en una lápida acorde a un ataúd enterrado.
En el rato que estuvo frente a la tumba, sólo se le ocurrió ironizar con supremacía sobre que debía ser la persona más joven que perdía por segunda vez a alguien de su edad en poco tiempo. Gritó con rabia y dolor cuando ya no pudo aguantarlo más. Cayó de rodillas y siguió gritando desesperada sin importar que la mirasen los espíritus casuales que velaran; sin importar quedarse afónica o inconsciente porque bien se lo debía a Carla.
Pronunció su nombre sobre la tierra como despedida. Notó el sabor de la tierra, su frío en la frente. Confesó un secreto que quedó entre ambas y que debido a su nueva clase de memoria no lo recordaría jamás.
Se odió por ser tan nefasta como amiga, por el egoísmo y olvidar los días más importantes. Creyó ser un monstruo por culpa del día perfecto, pero comprobó tarde que de verdad lo era. Una criatura sin horas que destroza su alrededor por el hecho de ser verdadera indiferencia como el propio tiempo.
Se odió en el verdadero sentido. No sólo dejó y seguiría dejando escapar al asesino de las polillas, sino que ni había acudido al entierro de su mejor amiga. Recordó un detalle vago de cómo se había quedado en casa comiendo galletas y viendo al doble de velocidad alguna serie descargada. Recordó cómo reía sin ganas y escupía en la papelera, el cómo le parecía que el rubio era el más guapo mientras su amiga era encerrada en madera y tierra, acompañada y decepcionada a partir de entonces por una lápida muda que jamás la correspondería...
Justo como hizo ella. Su lápida en vida.
Justa la frialdad de Hipergirl, digna de la mejor heroína.
Hipergirl debe morir.
Ya lejos del cementerio —más concienciada tras observar el atardecer sobre los reflejos de la ciudad—, llamó a su amiga Janet. No le cogió el teléfono e insistió. Tampoco hubo suerte. No reprimió el impulso rabioso que la enrojeció. Miró al gato acercándose y lo asustó con un intento de patada.
Fue directa a casa de Janet. Por el camino se encontró a un admirador que quería un autógrafo y lo empujó para que cayera al suelo. No pareció quedar resentido, sino todo lo contrario. Frustrada por el suceso, corrió con intención.
Llegó y llamó al timbre. Sintió que alguien miró por la cámara de la entrada. Ella también miró con el mismo descaro. Nadie pareció querer abrir a pesar de haber luces en la casa. Sacó el móvil y volvió a llamar. Alguien asomó por entre las cortinas de una de las ventanas de la planta baja.
Dio vueltas alrededor de la casa para observar, disimulando un tropiezo. Insistió en las llamadas y en tocar al timbre cada vez que completaba una vuelta.
Al final descolgaron el teléfono:
—¿Qué quieres? —dijo Janet con rabia.
—Quiero hablar. Siento no haber estado cuando pasó lo de Carla.
Janet tardó en responder.
—¿De qué vas?
—Lo siento de verdad. No era yo y por eso no...
—Insensible.
Para alguien insensible esa palabra no debía doler. Era la segunda vez que se la decían y no creía poder soportar o hacerse responsable de las consecuencias de haber una tercera.
—Janet, lo siento. Por favor...
—¿Tú y yo qué tenemos en común? No podemos ser amigas.
—¿Por qué?
—Por Dios —exclamó Janet sin disimular el aumento de su frustración—. Si íbamos juntas era por Carla.
—No creo que fuera así.
—Si apenas nos conocimos —dijo alentada—. Ahora ya da igual, ¿vale? Delataste tu egoísmo. A ti no te importaba Carla, sólo querías a alguien que escuchara tu egocentrismo.
—¡Eso no es verdad!
—¡Cállate! Imbécil, mentirosa...
Se escucharon a unos adultos hablar con Janet. Ésta pareció discutir con ellos. Sólo se entendió que no quería cederles el móvil.
—Janet, por favor, perdóname...
—¿Que te perdone? ¿Lo dices en serio? Pero, pero si —Janet no encontró las palabras— pero si ni siquiera lloraste. Cuando te vi en clase siquiera parecías preocupada. Nunca has llorado y, y eso, eso no...
—No es normal. Lo sé.
Ambas callaron. A pesar de la distancia, se notó el ambiente cargado de pena. No hizo falta decirse que era imposible arreglar el presente; ¿cómo podía entonces conseguir un futuro?
—Por favor —dijo Janet—, comprende que no quiero verte. Nos veremos en clase pero no querré hablarte. Será lo mejor, ¿no?
—Puta.
Escuchó la inspiración de indignación. Al momento se sucedieron varios ruidos indefendibles. Janet lloró y gritó hasta distorsionar el altavoz. Hipergirl no se lo apartó de la oreja a pesar de las punzadas de dolor dentro del oído. Los adultos al lado de la niña también gritaban. Cansada, Hipergirl colgó y se fue de allí antes de que saliese alguien.
Por el bien de los de esa casa lo mejor era que se marchara.