Quema de Brujas
La madrugada se presentó cargada de humedad con un toque eléctrico. A los hermanos les pareció ver los relámpagos en la lejanía, por donde quedan los tiempos por venir.
El coche familiar se detuvo frente al lugar. Bajaron unos pies con firmeza. Se movieron a la puerta trasera y, tras abrirla, hubo una pausa hasta que aparecieron unas muletas que tocaron el suelo con misma firmeza.
Hipergirl ignoró el escalofrío que la invadió al ver el edificio de los Perfectos. El lugar se mostró tétrico, lejano de cualquier mundo lógico. Así lo había visto las primeras veces, y se preguntó si en los últimos días lo llegó a percibir como la seguridad a la que llamar hogar. Al asco sí que no quiso ignorarlo. El vello de los brazos se mantuvo como atraído por la pronta tormenta. ¿Por qué el clima tenía que ser tan tópico e inoportuno? No sentía haber llamado a Dios una ausencia.
Polo a su lado observó atónito, un poco mosqueado y bobo por la boca abierta. Siguió pensando en la posibilidad sobre que su hermana siguiera teniendo una gran imaginación que mejoraba con los años. Si había accedido a ayudar era por la emoción de que fuese cierta la historia de tales seres pálidos. Le encantaba encontrarse con cosas fuera de lo normal, le hacían sentirse como uno más entre tanto bicho raro perdido por la inmensa vida.
Avanzaron a ritmo lento al son de la niña resollando. Estaba roja por el esfuerzo, pero parar a descansar no era ninguna clase de motivo sólido que la convenciera.
Llegaron a la puerta en la valla. Estaba cerrada. Sin decir nada, Polo actuó con práctica de su poder al golpear con la palma la cerradura. Un ruido inicial explotó con un crujido chirriante. Ahora la cerradura estaba colgando y no sujetaba puerta por cerrar. Polo hizo la broma de soplar a su dedo como si le saliese humo, pero fue ignorado, tan acostumbrada su hermana a sus gestos.
La puerta frontal de cristal quedaba abierta al igual que las otras veces. Se adentraron y todo era oscuridad y silencio, ninguna luz posible parecía encendida. No notaron la presencia de nadie.
Se movieron como sombras errantes perdidas entre dimensiones. Sus propias sombras taparon en instantes los rincones de los pasillos. Las habitaciones donde asomaron representaban el abandono a pesar de tener muebles. Parecía como si allí nunca se hubiese albergado a gente para convertirlos en intentos de artistas obsesivos. Polo fue arriba y examinó un par de habitaciones, donde las camas seguían hechas. Bajó para informar:
—Qué raro —afirmó Hipergirl. Se la notó impaciente.
—No quie... —comenzó Polo. Debía de tener mucho cuidado con lo que dijera—. Puede que todo fuera, no sé...
—Mejor cállate, ¿vale?
—Sólo digo que...
—Si estoy equivocada ya será suficiente acusación, no necesito tu ayuda.
—Tranquila —el poder hormonal de Polo comenzó a actuar—. El lugar existe, y por ahora te creo.
—Gracias. Supongo.
—El sitio parece abandonado por años, y sin embargo no tiene rastros de suciedad o polvo. Es una combinación extraña. ¿Quién iba a limpiar un lugar abandonado y apartado?
—Eso es. El polvo es el diario del tiempo.
—Qué sabionda —dijo Polo sin esconder la expresión de broma.
—Es por... —se la notó frustrada—. Déjalo en que todo se pega. Y por ahora no hay vacuna.
La niña giró la cabeza al percatarse de algo:
—Mira.
Señaló con una de las muletas a una luz al fondo: la señal que buscaban.
En esa zona encontraron unas escaleras que bajaban. A ella no le sonaban de nada, y le frustró saber que habían más secretos en aquel lugar que no se decidía a ser finito. Tenían una similitud con las escaleras que bajó para “acceder” al día perfecto.
Antes de bajar, se miraron por lo que escucharon gracias al silencio reinante. A la pequeña le resultó familiar:
—El infierno.
Polo elevó una ceja pero no quiso preguntar. Ver a su hermana tan descolocada significaba algo serio y real aunque al final no encontraran nada.
Comenzaron a bajar con calma. Polo se ofreció a llevar a Hipergirl en volandas, pero la niña se negó las tres veces, demostrando que podía bajar con un poco de esfuerzo. Disimuló bien un balanceo del que creía que iba terminar sin dientes; una preocupación menor comparada con los gemidos y gritos que regresaron, los mismos de aquella noche que durmió allí, revelando el desvelo de una verdadera naturaleza negra como el sueño que creyó tener.
Se notaron en una especie de sótano o almacén. La única iluminación provino de unas luces de emergencia. Fueron despacio hasta que los ojos se acostumbraron. Aquel túnel parecía una especie de refugio propio de una guerra contemporánea. Sin embargo el silencio allí era distinto, y Polo fue el primero en percatarse:
—Espera.
Interpuso la mano frente a su hermana. Polo reconoció el olor que se hallaba en grandes cantidades. Fue entonces que ambos escucharon los gritos.
—¡Están torturando a alguien!
—¡Que esperes!
Polo la detuvo con facilidad y usó la mirada que solía utilizar cuando estaba dando una lección. Tras unos segundos, le dijo a su hermana:
—Creo que debería ir yo. No deberías ver lo que esté sucediendo allí.
—Digas lo que digas sabes que voy a ir. No intentes apropiarte de mi enemigo.
Polo no dijo nada sabiendo que no había mucho tiempo para intentar convencerla. Le quedó entonces dar media vuelta y adelantarse, lo que resultaría en un tiempo extra. El chico aceleró el paso e ignoró la advertencia que lanzó Hipergirl.
Conforme avanzó los gritos fueron más definidos. Llegó a una puerta a un lado situada frente a una salida de emergencia de puerta doble. Comenzó a entender conforme vio aquella salida.
Se centró y abrió la puerta de los gritos dispuesto a ver las cámaras enfocadas a un escenario, uno preparado y rodeado de focos alumbrando la siguiente injusticia que tendría que combatir.
Asomó con cuidado y le invadió olores fuertes, entre ellos a vino. Comprobó que aquello no era un estudio de grabación ni similar, aunque también resultaba en un pequeño infierno... o cielo.
Ver aquello en vivo superaba toda suposición. Fue extraño.
La sala se confeccionaba enorme y propia para un lugar de conferencias, vacía salvo por dos detalles destacando. El primero eran sus decenas de ocupantes, unas personas desnudas, demasiado pálidas, por lo que parecía un hormiguero de hormigas blancas. Se apretaban las unas a las otras formando cadenas de carne como en un código genético. Resultó haber parejas y tríos sueltos aunque lo aprobado fuera acumularse y formar pequeños montículos vivos. Algunos solitarios quedaban atados a merced de sus compañeros, torturados hasta el caso de sangrar y sufrir. Charcos de vino se juntaban entre sí y corrían en ríos, donde se intentaban bañar con placer de embelesamiento hacia otro estado de la conciencia; mezclada la sangre en copas de cristal, lanzándose el líquido para bañar a sus prójimos, elevando los brazos para girar la muñeca y volcar las copas, hacia las cuales elevaban las lenguas como serpientes lascivas.
El segundo detalle —el más impactante y justo en el centro de la sala— fue la enorme tabla de piedra gruesa que trataban como si fuese uno más. Su grabado fino era la imagen de un hombre semi-tumbado o incorporándose, alienígena por el estilo de una época tan arcana y solemne. Lo que más destacaba del talle eran los ojos de la figura humanoide, grandes como los de una parodia; intensos como el enemigo más antiguo y mortal. Eran ojos muertos, pero observaban, sobre todo a su prole y a quien asomaba por la puerta. Su mirada comentó que arriba y abajo también tenían cabida, las direcciones de los lugares que él podía crear a su antojo.
Polo tragó saliva y tembló un poco. Los olores lo marearon, ignorada la sensación por culpa de comprobar que la tabla estaba manchada y sucia al completo salvo por la figura. Ésta se mantenía inmaculada, destacada por lo oscuro que la definía como una silueta absoluta. Las manchas a su alrededor como un aura no parecían sólo de vino, más rojas y carmesí en otras partes por una sustancia reseca y costrosa.
Volvió a tragar saliva con fuerza.
Sin embargo la inquietud estaba a la par con lo que más le perturbó, y que fue comprobar que todo aquel clan se formaba de todas las edades imaginables. Resultó terrible, sobre todo al comprobar que no le disgustaba... los ojos sin vida le volvieron a llamar la atención y le sugirieron aprovechar su poder para ser el rey en aquella parranda y oda a la perfección. Él, el gran Polo, podía ser también aquella perfección y centro de la sala, el único mundo condensado y posible. Sólo tenía que activar sus hormonas y...
—¿En serio?
Polo dio un pequeño sobresalto al descubrir a su hermana asomada por debajo. Volvió en sí y la miró con reprimenda. Hipergirl le correspondió la mirada, ignorando el reproche al tener las cejas levantadas por la sorpresa del interior.
Hipergirl regresó la vista a la fiesta de mal gusto y reconoció a Cassandra. Estaba junto a un hombre restregando su cuerpo contra la enorme piedra central. Parecían gritar de júbilo a pesar de arañarse y rasparse la piel contra la roca.
Por otro lado reconoció al Perfecto del día anterior con el que habló de Dios y el agua. Reptaba como un idiota por el suelo, rojizo por el vino y las heridas en su cuerpo. Era ignorado o golpeado por pies desnudos, pisoteado hasta retorcerse, pareciendo que deseara que más gente pasase por encima.
Identificó uno a uno a los Perfectos, pero no halló a Christoph... su mirada se centró en una escena. Se trataba de un corro. Sintió la garganta reseca, y un dolor de barriga lejano se presentó.
Visualizó a Valentine bailando en medio del corro que lo miraba con fascinación. Una niña con rasgos Perfectos recién acentuados se le acercó y bailó junto con él. Después se agarraron para juntar sus cuerpos y cambiar el estilo del baile. Por un momento Hipergirl tuvo la impresión de verse en su lugar.
El fuerte olor a vino y algo indistinguible la mareó, y se apretó los ojos con la mano como reacción. Creyó notar un fuerte aroma a incienso camuflado entre lo deplorable, un olor desagradable que le recordó a las escenas de crimen y a los lugares de contrabando. Incluso su laboratorio de química olía mejor.
Volvió a mirar el espectáculo. Le asqueó y odió en profundidad por cómo se movían todos. Cassandra magreándose de espaldas mientras no dejaba de mirar fascinada la figura de la tabla. Valentine poniéndose de rodillas como un perro mientras alguien se le acercaba con algo en la mano...
Dejó de mirar por su propio bien.
Cerraron la puerta y ambos se alejaron como reacción natural. Quedaron en silencio sin mirarse, maltratados por el sonido de fondo, un poco más lejano al reconocerlo y acostumbrarse.
—¿Entonces, qué? —dijo Polo en voz baja—. ¿Grabamos con los móviles y se lo enseñamos a Charles? ¿Aún te parece buena idea?
No hubo respuesta.
—Mejor nos vamos —se animó a concluir Polo.
Pero ella siguió sin decir nada. Se volvió a apretar los ojos y después las sienes. Terminó expulsando un pequeño grito que no se terminó de definir.
Giró para mirar a su hermano. Polo disimuló una inquietud al observarla. Recibió una negación de cabeza.
La pequeña miró alrededor mientras se le revolvía el estómago por la banda sonora que iba a veces iba en aumento conforme más se quería centrar en qué hacer. Imaginó el eco rebotando por el pasillo y fue que vio la salida de emergencia. Se acercó y la abrió para asomar y descubrir las escaleras en penumbras que ascendían. Todo refugio la necesitaba, y allí podría ocurrir algo que en caso de emergencia... idea.
Terminaron de acumular los muebles de esa sala. En la cocina el gas se impregnaba. Las aulas y la oficina abarrotadas de confusión por lo que encontraron y que pudiera servir para su propósito. Hipergirl fue más ágil al notar las piernas a punto de volver a su forma inicial.
Ropa, cuerda, folios, toallas... las montañas esperaron su cometido, y una a una fueron bendecidas con cerillas. Los primeros segundos quedaban fascinados por el fuego antes de proseguir acumulando.
—¿Qué estáis haciendo?
Los hermanos se giraron hacia la voz. Hipergirl reconoció a su mentor Christoph. Parecía recién salido del gimnasio a juzgar por su camiseta interior empapada y la toalla en el hombro. El bote con isotónico en la mano se aplastó. No era para menos.
El rumano se lanzó con un ataque. En su mirada costó identificar emociones, pero la decepción sí saltó a la vista.
La patada giratoria tenía intención de dar en ambos intrusos, que esquivaron con una voltereta hacia atrás de un modo que quedó excelente en lo acrobático. El ruido de las muletas lanzadas contra el suelo precedió al de la caída de la niña, aún débil en piernas pero no en confianza.
—Eres una estúpida —dijo Christoph mirando a su alumna en el suelo.
Hipergirl se sintió herida. Polo aprovechó para desahogarse con un salto y rodillazo a la barbilla del hombre. El rival se dejó recibir el golpe, sin inmutarse ante la brutalidad. El chico retrocedió asustado ante la historia de su hermana que terminó de formarse más real de lo esperado.
Polo no quiso dejarse intimidar, y gruñó al tiempo que hinchó los músculos de su cuerpo que marcaron y ajustaron la ropa. Volvió a arremeter con un puño y esta vez el rumano si bloqueó con la palma. Apretó y se percató de la increíble dureza de aquel vigilante.
La pequeña observó impotente a la vez que se arrastraba para coger las muletas. Observó cómo su hermano disimulaba el miedo al aguantar el calor en aumento del sitio. Tenían que salir cuanto antes:
—¡Polo! Es imposible, ¡huyamos!
—¡Jamás huyo de una pelea...!
Recibió un puñetazo en el estómago que lo doblegó. El rumano encadenó con un rodillazo contra la cara del chico. Polo cayó de espaldas.
Una muleta lanzada impactó en el hombro de Christoph. Alterado, miró a la niña. Espiró con fuerza por la nariz mientras el resto del cuerpo se mantuvo inmóvil.
Hipergirl se levantó con fuerza apoyada en la muleta restante. De pie, gritó y rodeó su persona con el aura que ahora la caracterizaba.
Christoph posicionó para defenderse de un ataque, y no previó el destelló que lo cegó unos segundos. Al abrir los ojos vio al chico cargar con la niña a la espalda dirección a una ventana. El cristal se rompió con facilidad por la embestida. El exterior se llevó a los dos, tapado el camino por el humo reinante que dio retirada incluso a Christoph.
—
Fuera observaron las columnas de humo surgir por cada una de las ventanas. Salían a presión, y el estallido de unos cristales fue el preludio a la tormenta que se avecinaba.
Aquella idea nefasta serviría de lección, un ataque inesperado al enemigo que se debilitaría por un tiempo. Quiso convencerse que de todas formas iban a ir a por ella, así que lo mejor sí había sido adelantarse.
Hipergirl miró alrededor entre el bosquejo preguntándose dónde llevaría la salida de emergencia, si acaso no debían haber llamado a la policía para que esperaran en ese lugar y los detuvieran uno a uno por perversión. Tampoco quedó convencida de si hubiese servido.
Le llamó la atención la bola de fuegos fusionados que rodearon y se elevaron por encima del edificio, casi imitando su forma.
Ellos siempre salían airosos. A ver qué tal con la destrucción.
El edificio emitió su lamento final con el enorme crujido de una estructura quebrándose en el interior. Hipergirl creyó que el lugar se iba a partir por la mitad, pero continuó vomitando humo y observando con sus ventanas como ojos huecos y rotos, suplicando porqués y perdones a una niña que continuó indiferente ante el suceso.
Su hermano Polo le puso la mano en el hombro. La pequeña se arrimó a él y dejó descansar la cabeza dolorida en su costado. No tuvo objeción de ser cogida en volandas para volver al coche y marcharse cuanto antes.
Entreabrió un ojo y grabó más allá de la ventanilla la última imagen del lugar que por siempre formaría parte de su memoria.