In Memoriam
EL AGUA ERA NEGRA, IMPENETRABLE, corría por encima de su cuerpo y amenazaba con llevársela. El arroyo fluía más rápido que nunca. Estaba tan frío que le dolía.
Lis prosiguió su búsqueda. Ya no iba a gatas, sino abriéndose camino por el agua, buscando y observando.
—¡Laura! —gritó, y su voz resonó por toda la floresta—. ¡Laura!
No había nada en el arroyo. Sus manos no encontraban más que piedras y hierbajos. Unos zarcillos húmedos y verdes se le retorcían en torno a los dedos, mientras su búsqueda se hacía más desesperada.
—¡Laura! —Se detuvo. No estaba sola. Más allá del arroyo, una silueta revoloteó entre los árboles, envuelta en sombras. Allí en el bosque había alguien más.
Un alga de agua dulce se le enmarañó en la muñeca. Sacó el brazo del arroyo. No era un alga, sino una espesa mata de cabello castaño que se había anudado a sus dedos. La cara de Laura flotaba, azul e hinchada, en la superficie del agua. Sus ojos muertos la miraban, y Lis no pudo hacer otra cosa que gritar.
—Lis… —decía el cadáver, sin mover los labios—. ¡Lis…!
Lis se lanzó hacia delante, casi pegando en la cabeza a Delilah, que la estaba moviendo suavemente para que se despertara.
—¡Lis, tienes que despertar!
Lis retiró el edredón y se frotó los ojos.
—Sí… ¿Qué hora es?
—No levantes la voz —le recordó Jack desde el interior del arrebujamiento de mantas en que dormía, tendido en el suelo—. Solo son las seis.
Kitty ya estaba levantada y rondando por la puerta.
—Tenemos que marcharnos si queremos prepararnos para ir al insti.
Lis se desprendió de la mente los últimos jirones de pesadilla.
—No podemos ir al insti hoy.
—¡Tenemos que ir! —dijo Delilah—. Es el primer día después del luto, y van a hacer el acto ese en recuerdo de Laura. Tenemos que comportarnos como todo el mundo.
Lis no se convencía.
—Pero ¿qué me decís del vídeo? ¡Hay un asesino por ahí!
—Mejor eso que no que uno de nosotros sea el asesino, ¿no te parece? —observó Kitty.
—Kitty, realmente creo que deberíamos llevar el vídeo a la policía.
Lis se salió de la cama y arrimó el oído a la puerta. Parecía que Sarah y Max seguían durmiendo. No sabía qué tal reaccionaría Sarah ante una reunión secreta como aquella, que duraba toda la noche.
—¿Estás colocada o qué? Si le llevamos ese vídeo a la policía, mi padre nos matará. No podemos dejar que nadie se entere de que estuvimos en la floresta.
Ya habían discutido todo aquello hacia las dos de la madrugada, pero Lis seguía sin saber qué pensar. En el bosque, había estado a unos metros de alguien, quien fuera. Habían visto el vídeo una vez y otra y otra, y cada vez aquello se parecía más a una mano, a la mano de alguien que acechaba escondido.
—El caso es… —susurró Delilah—, que si nosotros lo vemos aquí… ¡él tuvo que vernos a nosotros!
El dormitorio se quedó en silencio. Delilah tenía razón. Jack se quedó impresionado, y Kitty sin palabras. Lis fue la primera en hablar:
—¿Creéis en las historias de brujas?
Kitty pareció aliviada ante el cambio de tema.
—Cielo, nosotras somos las historias de brujas.
—Lo pregunto en serio. Laura tenía mucho miedo de la floresta. Hasta Sarah ha oído las leyendas. Vosotros no pensáis que las brujas…
—¿… Que las brujas mataron a Laura? —Jack sonrió por primera vez en toda la madrugada—. Ya me gustaría. Hollow Pike está pidiendo a gritos un poco de diversión sobrenatural. ¡Podríamos ser el equivalente de Forks[10] en el Reino Unido!
Lis respiró hondo y se dejó caer sobre la cama. Aquel era el momento de abrirse a ellos, de eso estaba segura.
—Lo digo en serio. Desde que decidí venirme a Hollow Pike he estado teniendo unos sueños horribles, superretorcidos, sueños en los que alguien intenta matarme. Sueños en los que aparecen Laura y la Floresta de Pike. La señora Gillespie me dijo que mis sueños eran advertencias. ¿Y si resultara que en Hollow Pike hay algo demoniaco?
Bueno, al menos no se rieron. Todo lo contrario. Delilah se colocó al lado de Lis y le cogió la mano, apretándosela para darle ánimos.
—Yo estoy de acuerdo con Jack —dijo Kitty con ternura—. Creo que alguien mató a Laura, no algo. Y la señora Gillespie está más loca que una cabra, así que no escuches ni una palabra de lo que diga.
—Y los sueños no son más que sueños —añadió Delilah.
A Lis se le quitó un enorme peso de encima. Un problema compartido era, en este caso, un problema dividido. Si Hollow Pike no tuviera un asesino suelto, sería un pueblo realmente agradable.
—Entonces ¿qué hacemos?
—Mantenernos unidos y no decirle a nadie ni una puñetera palabra. La policía ya atrapará al asesino. Ese no es problema nuestro.
Kitty habló con tanta seguridad, que le insufló fuerzas a Lis. Levantándose las puntas del pelo, Kitty abrió las puertas para salir al patio.
—¡Daos aire! Tenemos un acto en recuerdo de Laura Rigg al que asistir. Voy a necesitar Red Bull.
—Los alumnos han regresado hoy al Instituto de Fulton pese a que la policía no se encuentra ahora más cerca de atrapar al asesino de la estudiante Laura Rigg. Existe una presión creciente sobre la Policía del Norte de Yorkshire para que realice algún arresto… —El abundante cabello peinado hacia atrás del periodista no se movía, pese a los furiosos vientos que azotaban la entrada del instituto.
Lis mantuvo la cabeza firmemente gacha al penetrar en el edificio. Era realmente sorprendente: su instituto parecía un plató cinematográfico. Debía de haber siete unidades de televisión, cada una con su propio personal y cámaras.
—Esto es un poco surrealista —murmuró Jack al pasar por delante de un equipo de filmación.
—Daliniano —corroboró Delilah.
Le costó un rato a Lis darse cuenta de qué era lo que no encajaba en la escena, hasta que se le encendió la bombilla. Nada había cambiado. Los chicos de séptimo daban patadas a un balón, gritando imprecaciones ante los errores de otros. Las chicas se arracimaban mirando los SMS recibidos en sus móviles. Un grupo de chicos de séptimo agarraban las mochilas de las chicas para que estas los persiguieran. Chicas de décimo curso se sentaban en las rodillas de sus novios. Una camarilla de indie kids estaba de pie, escuchando sus respectivos iPods.
Laura estaba muerta, pero todos los demás seguían viviendo.
—¡Vamos! —dijo Lis cuando llegaron a la entrada principal—. ¡A ver si la asamblea termina lo antes posible!
La fotografía más reciente de Laura Rigg aparecía orgullosamente colocada en el centro del estrado, rodeada por una enorme corona de flores, y desde allí sonreía con dulzura a todos los presentes. La foto se había pasado al blanco y negro.
«¿Es más triste el blanco y negro?», se preguntó Lis. «¿Es irrespetuoso el color?».
La serena sonrisa de Laura aparecía apacible y hermosa, a diferencia de lo que sucedía con la Laura real, cuyos rasgos a menudo resultaban maliciosos y retorcidos.
Lis y sus amigos se apretaron junto a Rachel Williams, que había llegado vestida con su mejor atuendo negro funeral en vez de llevar el uniforme. De hecho, la mayoría de los alumnos de séptimo parecían considerar aquella reunión como la sustitución oficial de un verdadero funeral de Laura, que por lo visto se había pospuesto mientras la policía llevaba a cabo sus investigaciones.
Cameron Green estaba sentado muy callado con sus amigos, con una cara que parecía esculpida en piedra.
—No sé cómo se atreve a presentar esa cara —cuchicheó Rachel—. Sabéis que la policía lo estuvo interrogando durante cerca de doce horas. La gente dice que lo hizo él…
Lis no dijo nada.
La atmósfera era oscura y sombría. Parecía que el duelo por Laura era la nueva cosa «in» que había que hacer. Lis era muy consciente de que la mayor parte de los presentes habían odiado a Laura intensamente, y sin embargo, allí estaban, sollozando frente a un pañuelo o descansando la cabeza sobre el hombro de una amiga. La sensación de culpa y el disgusto se mezclaban en el estómago de Lis. Con todo lo mal que se sentía por haber planeado con sus amigos la muerte de Laura, no estaba ahora dispuesta a venerarla como si hubiera sido una especie de santa. Volviendo la cabeza, vio a Nasima Bharat que gemía dulcemente en los brazos de Danny, acariciándole el cuello con su elegante mano. Lis apartó la mirada bruscamente, sintiendo el desgarro de los celos con todo su ser. Aquello era tan poco decoroso… Danny y Nasima, ¿de verdad? ¿En serio? Eso le hubiera encantado a Laura.
Venció la debilidad, y Lis volvió a mirar hacia atrás. Para ser justos, Nasima parecía verdaderamente desolada, pero ¿necesitaba de verdad agarrarse tanto a Danny? De repente Danny miró en dirección a Lis, y sus ojos se encontraron directamente. Lis volvió la cabeza de golpe, pero se le había notado.
Afortunadamente, la señora Dandehunt y el profesor Gray entraron en el salón, con lo que Lis esperaba que Danny se olvidara de ella. Habían puesto un atril junto a la imagen de Laura, y la señora Dandehunt subió al estrado.
—Gracias por venir hoy al instituto, alumnos de undécimo curso. Seguimos llorando la muerte de Laura, y seguiremos haciéndolo todavía algún tiempo. A veces es posible encontrar consuelo en la normalidad; en estas aguas turbulentas, es mi esperanza que el Instituto de Fulton pueda ser un faro para todos nosotros. Algunos amigos de Laura querían hacer una reunión especial como homenaje a una chica especial, y me parece que esa será una forma conmovedora de recordarla. Bueno, os dejo con el coro, que va a cantar algunas de las canciones favoritas de Laura…
El coro cantó bien, aunque Lis sospechaba que las versiones corales de canciones de Lady Gaga, si bien constituían algo muy considerado con la fallecida, no acababan de resultar apropiadas. Poppy Hewitt-Smith (la favorita de la prensa amarilla) había escrito un horrendo poema titulado «Nuestra amiga». Lis resistió el impulso de levantarse e irse en aquel momento. Harry Bedsworth fue la última de las «amigas» de Laura en subir al estrado. Sin nada de maquillaje y con el pelo blanco combinado con su cara pálida, parecía Casper, el fantasma bueno.
—Quisiera decir unas palabras sobre Laura —empezó a decir con calma, y respiró hondo—. Ya sabéis que Laura podía ser un verdadero bicho.
La multitud se quedó con la boca abierta de espanto. Lis se volvió y vio a Nasima muy tiesa en su asiento, horrorizada.
—Vamos, ya la conocíais todos —prosiguió Harry, pero ahora apenas conservaba la compostura, y la voz le salía temblorosa—. Podía ser muy mala. Yo era una de sus mejores amigas, y aun así ella se portaba mal conmigo todo el tiempo. Siempre nos estaba imitando para hacer burla.
La señora Dandehunt y el profesor Gray se acercaron al estrado. ¿De verdad iban a llevarse de allí a Harry?
Detrás de ella, Lis vio que los amigos de Laura, Cameron, Fiona, Nasima e incluso Danny, se mostraban muy incómodos, sin atreverse a mirar a Harry a los ojos.
—El caso es que, aunque la quería, a veces deseaba que Laura se muriera. —En ese momento, la voz de Harry se quebró en un sollozo—. ¡No sabéis cómo era eso! ¡Todo era culpa mía!
Sus lamentos resonaron en toda la sala. Lis sintió que las lágrimas le asomaban a los ojos. Se las limpió. Metida como había estado en sí misma, se había imaginado que era la única que había sufrido a causa de Laura. Por lo visto no.
—Por eso quería hacer este acto de recuerdo —terminó Harry—. ¡Porque lo siento mucho! ¡Y la voy a echar mucho de menos! —Y Harry se echó a llorar un mar de lágrimas reales y verdaderas. Con vacilación, el profesor Gray subió los peldaños del estrado y abrazó a su alumna. Ella escondió la cara en el pecho del profesor, mientras este la sacaba del estrado.
La señora Dandehunt tomó enseguida el micrófono:
—Alumnos de undécimo curso —empezó, mirando a los ojos a Lis—, creo que lo que ha dicho Harry es muy importante. Cuando alguien muere, nos sentimos un poco culpables porque tal vez reñimos con esa persona, o pensábamos en las cosas negativas que la caracterizaban, pero así es la naturaleza humana. Somos lo que somos. Y ninguno de nosotros tiene culpa de esta tragedia.
Lis se vio desbordada por nuevos deseos de llorar. Pero lo que hizo fue agarrarle la mano a Jack.
—Creo que ha llegado el momento de que cante el coro mientras todos vamos saliendo. Este es un día difícil para todos.
Concluido el acto de homenaje, todo cuanto tenía que hacer Lis era sobrevivir a la clase de Arte de la tarde, y después podría irse a dormir. El desahogo de Harry había resultado curiosamente purificador. Tal vez aquella culpa desgarradora que sentía fuera, al fin y al cabo, algo normal.
—¡Lis! —Se dio la vuelta y vio a Danny, que se abría camino hacia ella a través de la multitud de dolientes—. ¡Eh, Lis! No quería que te me escaparas. ¿Podemos hablar?
Lis se dio cuenta de que la miraban atentamente tres pares de ojos. Kitty, Jack y Delilah habían decidido no darse por enterados de que su presencia sobraba.
—Claro —le dijo ella a Danny—. ¿Nos vemos en la marquesina, vale? —les dijo a sus amigos de forma harto significativa.
Jack y Delilah apenas podían contener la risita, mientras Kitty se limitaba a sonreír.
—¡Pórtate bien, London! —le dijo.
Sus amigos se alejaron, echando ojeadas por encima del hombro. Lis se puso colorada.
—¿Te quedas esta tarde? —preguntó Danny—. Por lo visto, algunos alumnos de undécimo tienen permiso para faltar.
Pese a la sorpresa de que Danny la estuviera buscando para hablar con ella, Lis no perdió la compostura.
—Sí. Solo tengo Arte. No creo que sea difícil de soportar.
—¿Ibas al bar?
—Sí.
—Genial, ¿puedo ir yo también?
Ella sonrió y siguió caminando. Él parecía nervioso.
—¿Estás seguro de que no le importará a Nasima? —preguntó Lis.
—¿A Nasima? —repitió Danny, confuso—. ¡Ah, bueno! Supongo que el homenaje ha sido demasiado fuerte. Estaba alterada, eso es todo.
—Ah, vale. —Decidió aceptar aquella vaga excusa—. Pobre Harry, su intervención ha dado ánimos a más de una.
—Desde luego —dijo él—. Además, tenía razón. Yo me he sentido culpable desde la muerte de Laura. Como si hubiera estado en mi mano el salvarla de algún modo.
Lis se atrevió a darle un apretón a Danny en el brazo. Esperó que pareciera platónico.
—No puedes culparte de nada. No sabes lo que le pasó a ella. Es la policía quien tiene que averiguarlo.
—Lo sé. Lo que pasa es que yo, más o menos, la rechacé. Dos veces, en realidad. Tal vez si no hubiera…
—Eso es una tontería…
—¡Lo sé, lo sé! Sé todas esas cosas, pero es como si no pudiera quitarme esas voces de la cabeza. —Se separó y se sentó en los peldaños, a la entrada de la cafetería. Se frotó las manos en los pantalones, y daba la impresión de que buscaba las palabras adecuadas.
Lis se sentó a su lado.
—¿Qué pasa? —preguntó con suavidad, sin querer parecer meticona.
—Nada. Solo que parece incorrecto.
—¿Qué es lo que parece incorrecto?
—Bueno, estoy intentando pedirte que salgas conmigo. —Danny la miró durante una fracción de segundo, y a continuación apartó los ojos—. Pero realmente parece horrible hacer tal cosa con todo esto de Laura…
A Lis se le salían los ojos de las órbitas. En un instante, su piel le ardía más de lo que podía soportar. ¿Había oído bien?
—¿Me estás pidiendo que salgamos…? —La idea de que Danny Marriott, aquel bombón jugador de rugby, estuviera interesado en ella, Lis London, la friki galesa recién llegada, parecía bastante absurda, al menos para ella.
—Sí. Bueno, si quieres. No estoy seguro de dónde podríamos ir. ¿Tal vez a Fulton, o algo…? Llevo un montón de tiempo preguntándome cómo pedírtelo. En realidad, nunca se lo he pedido antes a nadie. Quiero decir, he ligado en fiestas y tal, claro, pero no es lo mismo… No quería estropearlo todo. Cada vez que hablo contigo me parece que voy a decir algo realmente idiota y…
—¿Danny?
—¿Sí?
—Estás parloteando. Y antes de que digas algo realmente idiota, quiero responder que sí.
Él sonrió y la miró con franqueza. Sus ojos hicieron que el corazón de ella latiera tan aprisa que tuvo que apartar la mirada.
—¿De verdad? —preguntó.
Una amplísima sonrisa apareció en el rostro de Lis, acorde con la expresión de él. Todos los pensamientos tóxicos que albergaba la cabeza de ella desaparecieron por un momento, mientras se zambullía en el brillo solar de la situación.
—¡Sí, de verdad!
Danny levantó una ceja.
—¡Vaya, ahora sí que estoy nervioso! Creí que me dirías que no.
—¡Bueno, siento decepcionarte! —respondió Lis riéndose.
—No, no. Está bien. ¡Es estupendo! No puedo esperar. ¿Cuándo estás libre?
—Cuando quieras —dijo ella demasiado rápido. «Venga, Lis, tómate las cosas con calma»—. Bueno, me parece que no tengo mucho en…
Con una sacudida violenta, empezó a vibrar el teléfono que llevaba en el bolso.
—Ahora enseguida termino la frase —le dijo Lis, cogiendo el móvil. La pantalla decía: LLAMADA ENTRANTE. NÚMERO OCULTO. ¿RECHAZAR? ¿CONTESTAR?
Seguramente era Sarah que llamaba desde el fijo o algo así.
—¿Diga?
—Hola, Lis. —La voz sonaba distante, pero vagamente familiar.
—¿Sí…? ¿Quién es?
—Soy la señora Gillespie, cielo. La de la tienda.
Danny, viendo la expresión de desconcierto de Lis, frunció el ceño. Lis querría estar lejos de él. No querría que él escuchara aquella conversación.
—¿Cómo tiene usted mi…?
—Eso no importa —le interrumpió la señora Gillespie. Entonces se detuvo. Hubo un instante de silencio y continuó—: Sé lo que hicisteis tú y tus amiguitas…