Una fiesta a lo grande

AL CABO DE UNAS SEMANAS de lucha con unas matemáticas sorprendentemente difíciles, en las que se enfrentó a montañas de deberes y se resistió a los intentos cada vez más claros de Laura por emparejarla con Cameron, Lis estaba empezando a acostumbrarse a su nueva vida. Había cosas completamente nuevas que ya se estaban convirtiendo en rutina. Sentía que se iba tranquilizando. Tal vez el cambio había sido más importante de lo que había pensado al principio; no tenía nada de raro que hubiera estado tan nerviosa.

En cuanto a Laura, después de lo de la cola de caballo, se había mostrado siempre, digamos, agradable.

El fin de semana de la fiesta (su primera gran fiesta en Hollow Pike) no tardó en llegar. Y era en casa de Danny.

Su iPod reproducía una selección de canciones pop a pleno volumen, pero Lis no conseguía ponerse en plan de fiesta. Sabía que Laura le habría dicho a Cameron que tenía posibilidades, pese a todas sus advertencias en sentido contrario, y aunque los descarados intentos del propio Cameron podían tener su aquel, la cosa estaba empezando a perder gracia. Es más, cada vez que Laura encontraba una disculpa para tocar a Danny, ya fuera quitándole una hierbecita del pelo o una imaginaria pestaña de la mejilla, Lis tenía que hacer un esfuerzo para no lanzar un chillido. La última vez que había sufrido una coladura tan seria tenía trece años, y se había enamorado de su profesor de ballet, que, pensándolo bien, era gay casi seguro.

«¿En realidad, quiero tener novio?», se preguntaba Lis. Empezaba a preguntarse si sería una especie de rareza médica. Se suponía que todas las chicas de quince años querían tener novio, y en Bangor Lis había quedado alguna vez con algún chico, pero solo porque ellos se lo habían pedido y era lo normal. Pero Danny… Danny era algo nuevo, algo especial, y no tenía ni idea de cómo podría aguantarlo. Con Laura allí, pegada a él todo el tiempo como una sanguijuela, todo parecía inútil.

Se miró al espejo. Prepararse era algo mucho más fácil teniendo a Sarah como asesora de estilo. Las parishilton habían hecho un viaje a Leeds para comprar vestidos nuevos, pero Lis tenía un armario lleno de ropa nueva, comprada en Gales para estrenarla en Yorkshire. Aquella ropa nueva y sofisticada se suponía que era propia de una chica mayor, pero ahora le preocupaba que fuera una ropa demasiado seria, aburrida, como de mamá. Aquella noche había puesto mucho cuidado en componer un aspecto recatado que debía dejarle las cosas claras a Cameron: vaqueros sencillos, negros y estrechos con una sencilla camiseta gris y una preciosa chaqueta de punto con encajes. Sujetó sus ondas de pelo castaño en un elegante moño, y le pidió a Sarah que la ayudara con el maquillaje. Era un disfraz discreto que Lis esperaba que le permitiera volar sin ser detectada por los radares por toda aquella experiencia social potencialmente peligrosa.

Sabía lo importante que era la fiesta. Si cometía un error en aquel acontecimiento, ese error la perseguiría durante el resto del curso (o hasta que algún otro hiciera algo más vergonzoso todavía). La noche estaría sembrada de dificultades. Habría alcohol casi seguro. ¿Debería beber? En caso afirmativo, ¿cuánto debería beber? Esperaba que no hubiera droga circulando. ¿Y si la norma era participar? En las fiestas de Bangor había logrado mantenerse al margen de las drogas, pero sabía que llegaría el día en que tendría que tomar una decisión y mantenerla con firmeza.

Y además habría chicos… ¿por dónde empezar a enfrentarse a tantas dificultades?

Lanzó un suspiro cuando Sarah le gritó desde el piso de abajo:

—¡Lis, el coche que te lleva ya está aquí!

Echando una última mirada al espejo, Lis lanzó otro suspiro. Iba a una fiesta; ¿por qué se sentía como si acudiera a una batalla?

La madre de Harry paró el coche delante de una casa grande, dentro de una urbanización completamente nueva, una de esas en que las casas son idénticas unas a otras y parecen mucho más importantes de lo que realmente son.

—Vale, chicas, portaos bien —advirtió—. Harry, lo digo muy en serio… Si vomitas en casa, ¡te frotaré los morros con tus vómitos!

Lis, Laura y Nasima se bajaron del asiento de atrás en una maraña ligeramente indecorosa de piernas y tacones altos. Lis iba escandalosamente sencilla al lado de sus glamurosas compañeras, cosa que le agradó.

—Volveré a las doce en punto. Pasadlo bien —dijo la madre de Harry mientras esta salía del asiento de delante y se alisaba el minúsculo vestido.

—Espero que no lleguemos pronto. Como seamos las primeras en llegar te mato, Harry. —Laura le lanzó a su amiga una mirada mortal.

—¡Lo siento, mi madre quería regresar a tiempo de ver Factor X!

—¡Mierda, pero ahora vamos a entrar a matar! —decidió Laura, poniéndose al frente de las demás en el camino hacia la puerta de la casa.

No tenían que preocuparse: parecía que los amigos masculinos de Danny llevaban algún tiempo allí, tal como demostraba la presencia dispersa de al menos una docena de pizzas a medio devorar. La fiesta se encontraba en su fase embrionaria, pero ya en marcha.

Un grupo de chicos a los que Lis no conocía se habían instalado en el salón, y estaban inmersos en un juego de fútbol de alguna especie de consola, dando voces y moviéndose como locos, con los controladores en la mano. La casa estaba invadida por distintas fuentes de música estruendosa que entraban en conflicto.

—¿Dónde está Danny? —gritó Nasima por encima de toda la bulla.

—No lo sé, pero vamos a buscarlo… —Laura pasó por encima de una pila volcada de nachos y se dirigió a la cocina.

Mientras ellas atravesaban el salón, Lis asomó la cabeza por una puerta y vio que el garaje había sido convertido en sala de juegos. Cameron y varios más se habían reunido en torno a una mesa de billar. Enseguida se retiró de allí y siguió a las otras.

Pasaron empujando a un chaval que hacía obvios avances sobre una preciosa chica de décimo curso, y encontraron a Fiona, que estaba con su novio, Lee, magreándose en una improvisada mesa de bebidas.

Fiona se apartó, con los labios colorados y el maquillaje embadurnado.

—¡Hola, guapas! ¿Todo bien…?

—Sí, guay —respondió Laura, que solo tenía una cosa en la mente—: ¿Dónde está Danny?

Fiona miró en la cocina.

—Estaba aquí hace un segundo…

Laura se disponía ya a volverse, pero le cortó el paso en plan jugador de rugby Cameron, que había entrado en la cocina dando saltos, y casi derriba al suelo a Lis y a Harry. Atrapó a Laura en un abrazo de oso, y la hizo girar.

—¡Riggsy!

Laura lo apartó de un empujón, estirándose el vestido hacia abajo allí donde se le había subido.

—Dios, ¿es que te has olvidado de tomar tu Ritalin[7]? ¡Quítame las manos de encima!

Cameron levantó las manos.

—¡Lo siento, Riggsy, pero no puedo apartar mis manos de ti!

—¡Ya lo creo que las apartas, o llamaré a alguien que te las rompa! —gruñó.

—Mierda, Riggsy, cariño, ¿no me digas que estás en ese momento del mes…?

Laura cogió una botella, y por un momento Lis pensó que iba a darle con ella, pero, afortunadamente para Cameron, Danny entró como una exhalación por la puerta de atrás, con gesto hosco y tenso. Laura se calmó entonces y fue a darle un beso en la mejilla, del que Danny se apartó con torpeza, ante el disimulado regocijo de Lis.

—Stephen, tío, si tienes que fumar… al jardín, ¿vale? —le pidió a uno de los compañeros de Cameron.

—Perdona, colega.

Lis se sentó en la encimera de la cocina.

—¿Estás bien, Danny?

—Hola, Lis. Sí. Bueno, un poco nervioso. Mi padre me echó un largo discurso sobre la confianza que depositaba en mí. Si hubiera fuego…

—La próxima fiesta sería tu velatorio.

—Lo has entendido —respondió Danny con una sonrisa.

—Bueno, pues entonces, cabecita nerviosa, tómate algo —se coló Laura, repentinamente displicente y alegre. Sacó del bolso una botella de vodka en forma de petaca—. ¿Quieres un poco?

Nasima siguió su ejemplo, y sacó del bolso una ilícita botella de ron.

Danny blandió un botellín de cerveza ante la cara de Laura.

—Estoy servido, Riggsy, gracias.

—¡Eh! —Cameron dirigió un puñetazo al tonificado brazo de Danny—. Yo soy el único que puede llamarla Riggsy. ¿No es verdad?

—Danny puede llamarme como quiera. Y, Cameron, esto no tiene nada que ver contigo, así que vete. Vamos: ¡fuera!

La tensión entre Laura y Cameron pilló a Lis fuera de guardia. Era algo así como cuando uno está leyendo un libro y se salta dos páginas a la vez. Harry solía tener a Lis bien informada de los últimos cotilleos, pero estaba claro que se había perdido algo.

—Lis, ¿qué quieres beber? —preguntó Nasima, entregando tazas de plástico.

Pensó un momento.

—Vodka con cocacola, por favor.

—¡Así me gusta! —dijo Cameron—. ¡Un buen chupinazo!

Lis había usado aquel truco unas cuantas veces: se tomaría su vodka con cocacola y después rellenaría el vaso solo con cocacola. Si alguien preguntaba, le diría que era vodka con cocacola. No era fácil que nadie se pusiera a probar su bebida, ¿no? No le gustaba emborracharse: aquel repulsivo adormecimiento que desdibujaba los bordes de las cosas, la pérdida de control… Se parecía mucho a sus pesadillas. La puerta de delante se abrió de un portazo, y pareció que entraba al recibidor la mitad del undécimo curso.

Danny dio un gran paso atrás, adquiriendo un enfermizo color gris.

—Es… toy… muer… to… —Se fue detrás de la multitud, intentando conducirlos al jardín, para evidente consternación de Laura. Por dentro, Lis estaba emocionada: la pelea por Danny Marriott no estaba aún decidida.

Pasó volando la siguiente hora y media. Lis se sorprendió al descubrir que Cameron no era tan horrendo como había pensado al principio. De hecho, las tenía a ella y a Harry muy bien entretenidas en la cocina, elaborando burdos cócteles y retando a sus amigos a probarlos. Para alivio de Lis, estaba empezando a quedar claro que Cameron no tenía ningún interés sexual en ella.

Y, cosa que la mantenía permanentemente contenta, cuanto más ignoraba Danny a Laura, más desagradable se ponía esta: malhumorada, malvada y sarcástica. Durante la mayor parte de la fiesta, Laura lo había seguido a todas partes, sin obtener resultado alguno, hasta que al final ella y Nasima subieron al baño para mantener un encuentro sobre estrategia. Pero de eso hacía ya un montón de tiempo. ¿Dónde estaban en aquel momento las dos?

Lis se excusó y se bajó de la encimera de la cocina. En parte era porque tenía que ir al baño, y en parte porque se preguntaba dónde se había metido todo el mundo. La fiesta estaba en pleno apogeo en aquel momento: cada pasillo y cada habitación estaba abarrotada de adolescentes que bailaban, bebían y se besuqueaban. Para pasar, Lis hizo a un lado a una pareja que conocía de Física, y que estaban unidos en un abrazo exageradamente ardoroso en pleno pasillo, mientras una chica de la clase de Lengua y Literatura vomitaba todo lo vomitable en el cuarto de baño de abajo. Evitó con un rodeo los pies de la chica y se dirigió hacia la escalera.

Al mirar en el salón, se sorprendió de ver a Delilah, Jack y Kitty sentados en torno a una mesa de café y hablando entre ellos. No se imaginaba que les interesara ni por asomo asistir a la fiesta de Danny, pero allí estaban ellos en toda su friki gloria. El trío resultaba aún más llamativo sin su uniforme del instituto. Kitty llevaba una especie de conjunto escolar japonés, mientras Delilah llevaba un vestido diminuto, dorado, de lentejuelas, que parecía de los años setenta. Jack, en contraste, llevaba vaqueros y un jersey gris, a semejanza del conjunto de camuflaje de la propia Lis.

Por supuesto, no había nadie cerca de ellos.

Al subir la escalera disparada, creyó ver que Kitty la veía a ella y esbozaba un asomo de sonrisa, aunque no estaba segura. Lis hizo propósito de decirles «hola» después de usar el aseo.

El baño principal estaba ocupado, seguramente por una lívida Laura con su inseparable admiradora Nasima. Una cola de chicas enfurruñadas se había formado a la puerta, y las más atrevidas les pedían que se dieran prisa. Lis pasó al lado y sigilosamente se metió por una puerta oscura que daba a lo que esperaba que fuera el dormitorio principal de la casa. Aquellas casas hechas en serie siempre tenían al menos un dormitorio con baño.

Por respeto a la madre y el padre de Danny, cruzó de puntillas la alfombra de felpa, sin molestarse en encender la luz para no provocar una invasión del cuarto de baño libre por parte de la fila de chicas desesperadas. A toda prisa localizó el baño y le dio al interruptor.

Un cuerpo yacía en la cama.

Lis soltó un grito, y casi se cae hacia atrás, sobre la taza del váter. El cuerpo de la cama se sentó rápidamente, quitándose una almohada de la cabeza.

Danny la miró desde allí.

—¡Ah, eres tú! —dijo con voz cansada.

—Lo siento. Hay una cola enorme. Pensé que habría un baño aquí…

Él se pasó la mano por el espeso pelo de la cabeza. Para Danny, la fiesta había terminado. Lis conocía aquella sensación: en su decimocuarto cumpleaños había aprendido que es más divertido ser invitado que anfitrión.

—No te preocupes, no pasa nada. —Sonrió—. Me temía que Laura hubiera dado conmigo.

Lis lanzó un resoplido.

—¿Te has dado cuenta…?

—Bueno, sí. Ella y Nasima se han pasado la noche siguiéndome. Es difícil no darse cuenta cuando se abalanzan sobre uno de esa manera.

Lis dejó caer la espalda por la pared, y cruzó las piernas en el suelo. Iluminado apenas por el brillo que salía del baño, Danny estaba aún más estupendo.

«Debería haber leyes sobre los chicos que son tan atractivos», pensó Lis, comprendiendo de repente que estaban solos en un dormitorio en el que había una suntuosa cama de matrimonio. Sintió que se ponía colorada, pero esperó que no se notara en aquella penumbra. Obligó a su boca nerviosa a decir algo:

—Entonces, ¿no te hace gracia Laura? Es asombrosa, y está claro que anda colada por ti.

Danny se recostó un poco en la cama, descansando sobre los codos.

—Realmente no. Es muy, muy guapa y todo eso, pero me da un poco de miedo.

—¿De verdad? —La boca de Lis desbordaba sarcasmo. Pensó en sí misma y en aquella situación. Era un juego peligroso. No importaba cuánto le gustara Danny, aquello podía llegar a los oídos de Laura.

—Además, Cameron sigue loco por ella —añadió Danny.

Lis se puso más rígida.

—¿En serio? Ni siquiera sabía que hubiera habido nada entre ellos.

Danny asintió con la cabeza.

—Pues sí. Ella quería mantenerlo en secreto por algún motivo. Él sigue chalado por ella, así que yo no me voy a meter.

—Eso está muy bien, los amigos antes que las chicas. —En cuanto le salieron las palabras por la boca, Lis se arrepintió de haberlas pronunciado, pero Danny se rió, mostrando una hermosa sonrisa. Lis sonrió a su vez.

—¿Y qué me dices de ti? ¿Te gusta Hollow Pike hasta ahora? —preguntó.

Lis lanzó un suspiro y apoyó la cabeza contra la pared. Aparte de sus charlas con Sarah, aquella parecía la primera conversación digna de ese nombre que había tenido desde que llegara a aquel pueblo lleno de árboles.

—Bueno, apenas he pegado ojo porque he estado teniendo pesadillas espantosas, y después me levanto de la cama para ir al insti y relacionarme con un grupo de chicas que no me gustan en realidad, así que no ha sido un gran comienzo, no. Ah, y no ha dejado de llover. —No sabía por qué le estaba contando aquellos detalles íntimos, pero no podía contenerse. Había algo en Danny que la hacía sentir que podía mostrarse como era, auténtica.

—¡Bueno, eso no tiene nada de raro! —dijo con una sonrisa—. ¿Sabes? A veces a mí tampoco me gustan los amigos que tengo. Pero no se lo digas a nadie… ¡ese puede ser nuestro secreto!

—Entonces, ¿por qué estás con ellos? —preguntó Lis con curiosidad.

—Es más fácil.

—¿Más fácil que qué?

—Más fácil que como eran las cosas antes. Entonces, cuando yo era Daniel y no Danny, el instituto era realmente vomitivo. No voy a decir una palabra más fuerte, pero era vomitivo de verdad. Entonces me apunté al equipo de rugby y de pronto empecé a ser guay, según parece… Y no voy a quejarme, ¿verdad?

Lis se rió.

—Éxito y rendición.

—Exactamente. —Volvió a sonreír—. Pero es cierto. No voy a quejarme de que la gente ya no me haga sufrir. Bueno, a ti te pasa algo así… ¿Qué tal te encuentras siendo la nueva sierva de Laura?

Tenía toda la razón: ella no estaba en mejor posición que él. Ella disfrutaba del estatus que le proporcionaba Laura, aunque no dejaba de ser consciente de lo mala que podía llegar a ser.

—Elige tú: ¡yo rompo con Laura si tú rompes con Cameron!

—No es tan fácil.

—No me hables. Todo ese rollo de la popularidad. Es todo una mierda. ¿Por qué nos amargamos de esta manera? —Se levantó para irse, casi decepcionada con él, y al mismo tiempo odiándose también un poco a sí misma. Aunque ninguno de esos dos sentimientos era tan fuerte como el deseo de echarse en sus brazos.

Fuera del dormitorio, empezó a oírse un alboroto que les hizo volver la cabeza a los dos:

—¿Quién ha dejado entrar al circo? —fue el cruel grito que se oyó, proveniente, sin ningún tipo de duda, de Laura—. ¿Dónde habéis dejado aparcadas las escobas voladoras?

Danny saltó de la cama y se dirigió al rellano de la escalera, seguido de cerca por Lis. Llegaron ante un pequeño grupo de compañeros de clase que se habían arracimado para presenciar el cara a cara entre Laura y Kitty Monroe, que por lo visto había obligado a Laura a salir del baño.

Lis y Laura se miraron un instante, muy consciente esta última de que Lis acababa de salir con Danny de la oscuridad de un dormitorio. Laura pareció desconcertada por un instante antes de volverse de nuevo a Kitty.

—¿Y bien…? ¿Quién te ha dejado entrar? —repitió Laura.

—La he invitado yo —contestó Danny—. Somos compañeros de Lengua y Literatura. Déjalo, Riggsy.

Kitty le dirigió a Laura una sonrisa inocente.

—Perdona, si eres tan amable de hacerte a un lado, voy a entrar en el aseo.

Muy resueltamente, Laura extendió los brazos para cerrarle el paso.

—Lo siento, Kitty. No se admiten tortilleras en este cuarto de baño.

Lis lanzó un gruñido e intentó acercarse, pero Nasima la detuvo.

—No te metas —le cuchicheó—. Es más divertido quedarse mirando.

Abrió su móvil y empezó a filmar la escena.

Kitty volvió a sonreír amablemente, aunque con su maquillaje negro y espeso la sonrisa adquiría un aire retorcido y maniaco.

—Laura, no soy yo la que acaba de salir del baño con otra chica.

Algunos de los presentes se atrevieron a reírse. La mirada de odio de Laura no tardó en cortar aquellas risas. Se acercó más a Kitty, invadiendo su espacio personal.

—Uy, Kitty, lo siento. Ya sé cuánto me quieres y todo eso, pero yo no soy una guarra lesbiana como tú. Vas a tener que seguir con esa gitanita.

Por primera vez, dio la impresión de que el golpe de Laura le había acertado a Kitty. Esta le dio a Laura un empujón que la hizo tambalearse hacia atrás, mientras todo el mundo se quedaba con la boca abierta.

—¡Laura, déjalo ya, por favor! —rogó Danny.

Pero Kitty había pasado a la ofensiva:

—Laura, yo no me acercaría a ti aunque fueras la última chica… no, el último humano, en el planeta. Estás podrida, eres tóxica, un auténtico veneno. Puede que yo le dé miedo a la gente, pero a ti todo el mundo te detesta.

Laura se puso roja como un tomate, y trató de responder, pero Kitty prosiguió:

—Si no me crees a mí, pregúntale a cualquiera. Hablan más de ti que de mí, y con eso te lo digo todo. Pregúntale a Lis London. O, aún mejor, ¡pregúntale a Danny!

Al oír eso, Laura montó en cólera, y los improperios empezaron a salir de sus labios. Le tiró del pelo a Kitty, apoderándose de su cabeza y blandiendo su cuerpo contra la pared. Danny se fue corriendo hacia ellas, pero era imposible intervenir, pues Kitty había agarrado con su gran mano el rostro de Laura, y la había empujado contra el suelo. A Lis le pareció ver que Laura le escupía a su rival antes de pegarle un golpe de lleno en un lado de la cara.

Kitty peleaba como un gato salvaje, agarrando el pelo y arañando el rostro de Laura, aunque esta parecía ser la más fuerte de las dos, y cerró los puños para golpear en el torso de Kitty. Danny, y ahora Bobsy, se fueron hacia las chicas, tratando de separarlas, pero no sirvió de nada, pues Kitty bombardeaba a Laura a bofetadas.

Lis se dio cuenta demasiado tarde de lo que iba a suceder. Mientras Laura avanzaba sobre Kitty, la parte superior de la escalera se encontraba cada vez más cerca. Por supuesto, Laura lanzó otro ataque enloquecido, y ambas chicas se tambalearon sobre el borde de la escalera. La caída que siguió, más que una voltereta al estilo televisivo, fue una serie de rebotes como para hacer que cualquiera de las dos se muriera de vergüenza. Las dos se detuvieron en una postura muy ridícula, en la que la ropa interior de Laura quedaba claramente expuesta a la contemplación de todos los asistentes.

Jack y Delilah echaron a correr desde el salón al pasillo.

—¡Cerda! —gritó Delilah cuando comprendió lo sucedido. Su voz fue lo único que se oyó, además de la música, pues el resto de la gente guardaba un profundo silencio mientras miraba fijamente.

—¡Ha estado bien, Riggsy! —El grito de Cameron rompió el silencio.

Un chillido gutural surgió de Laura mientras se levantaba. La sangre le manaba en abundancia de un labio partido y, sin darse cuenta, se la restregó por toda la cara con el dorso de la mano. Sin más comentarios, se dirigió hacia la puerta de la calle. Como loca, Harry echó a correr detrás de ella.

Lis y Danny bajaron la escalera corriendo hasta Kitty, que estaba ahora sentada. A su lado estaban sus preocupados amigos. Riéndose y cuchicheando, los espectadores volvieron a la fiesta, muy contentos del espectáculo inesperado que había deparado la noche.

—¿Estás bien, Kitty? —Lis bajó la mano para tocarla.

—Sí, creo que sí. —Comprobó que no tenía heridas—. ¡Dios, esa tía es un demonio!

—Bueno, eso no son noticias frescas —comentó Jack con voz tímida.

—Vámonos, no ha sido buena idea venir a esta fiesta. —Kitty hizo un esfuerzo para levantar su largo esqueleto.

Danny se encogió de hombros como si todo hubiera sido culpa suya.

—Lo siento mucho, Kitty.

—Tú no tienes que disculparte por lo que haga Laura Rigg —se limitó a decir Delilah—. La culpa es de sus padres. Deberían haberla ahogado al nacer.

Kitty y Jack ya estaban en la puerta.

—¡Esperad! —dijo Lis con el corazón en un puño—. Quiero ir con vosotros.

Kitty se volvió, con una sonrisa en los labios.

—¿De verdad? ¿Desertas tan pronto? ¿Qué va a decir Laura?

—Me… me da igual.

—No creo que te dé igual. Estaremos en contacto.

Kitty le lanzó un beso y salió por la puerta. Delilah la siguió, dejando a Lis con Danny en la escalera, pero deseosa de irse con el «equipo Kitty». Lis no podía seguir ignorándolo: había algo… algo en aquellos tres. Y quería compartirlo. Mientras contemplaba como se alejaban los tres en la noche, tuvo la impresión de que eran muy… libres. Y Lis no quería seguir sujeta a la correa de Rigg ni un segundo más.