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Verdaderamente, Blanca llevaba razón: la palabra que más usa Marco es la palabra «verdaderamente». No «verdad», ni «verdadero», sino «verdaderamente». Verdaderamente esto, verdaderamente lo otro, verdaderamente lo de más allá. Lo supe en cuanto empecé a hablar con Marco, el día en que me lo presentó Santi Fillol en Sant Cugat, o quizás en cuanto Raül empezó a grabarle en mi despacho mientras me contaba su vida, pero solo supe que lo sabía cuando me lo dijo mi hermana. En algunas grabaciones de radio y televisión, mientras relata su experiencia embustera en Flossenbürg, Marco pronuncia esa palabra varias veces en pocos minutos, incluso en pocos segundos, como si se hubiera atascado en ella. Sobre todo durante sus años en la Amical de Mauthausen, que fueron los años en que ejerció de héroe y campeón de la llamada memoria histórica, Marco se presentaba como un predicador de la verdad escondida u olvidada o ignorada de los horrores del siglo XX y de sus víctimas. Verdaderamente, hay que desconfiar de los predicadores de la verdad. Verdaderamente, igual que el énfasis en la valentía delata al cobarde, el énfasis en la verdad delata al mentiroso. Verdaderamente, todo énfasis es una forma de ocultación, o de engaño. Una forma de narcisismo. Una forma de kitsch.