No hay forma menos dramática de decirlo. Durante los treinta y cinco años que la madre de Marco pasó en el manicomio, los médicos la examinaron apenas veinticinco veces (lo normal era una visita al año, pero justo después de ingresarla transcurrieron ocho años sin visitas), y el único tratamiento que le prescribieron consistió en obligarla a trabajar en la lavandería, «con buenos resultados», precisa uno de los médicos que la atendió. Hay muchas anotaciones como esa; aunque no todas son tan cínicas, todas son breves, distraídas y desoladoras. Al principio constatan el buen estado físico de la enferma, pero también su egocentrismo, sus alucinaciones (sobre todo sus alucinaciones auditivas), sus ocasionales exabruptos violentos; luego, poco a poco, el deterioro se vuelve también físico, y hacia finales de los años cuarenta las anotaciones ya solo describen a una mujer postrada, que ha perdido por completo el sentido de la orientación, la memoria y cualquier signo de su propia identidad, reducida a un estado catatónico. Murió el 23 de febrero de 1956, según el expediente a consecuencia de un «angor pectoris». Hasta el diagnóstico estaba equivocado: nadie se muere de una angina de pecho; lo más probable es que muriera de un infarto agudo de miocardio.

Su madre dio a luz a Marco en el manicomio, según él el 14 de abril; esa es también la fecha que figura en su carnet de identidad y su pasaporte. Pero es una fecha falsa: ahí empieza la ficción de Marco, el mismo día de su llegada a este mundo. En realidad, de acuerdo con el expediente de su madre y con su propia partida de nacimiento, Marco nació el 12 de abril, dos días antes de lo que sostuvo a partir de determinado momento de su vida. ¿Por qué mintió entonces, por qué cambió las fechas? La respuesta es sencilla: porque eso le permitió, a partir de determinado momento de su vida, empezar sus charlas, discursos y clases de historia vivida diciendo «Me llamo Enric Marco y nací el 14 de abril de 1921, justo diez años antes de la proclamación de la Segunda República española»; lo cual le permitía a su vez presentarse, de manera implícita o explícita, como el hombre providencial que había conocido de primera mano los grandes acontecimientos del siglo y se había cruzado con sus principales protagonistas, como el compendio o el símbolo o la personificación misma de la historia de su país: al fin y al cabo, su biografía individual era un reflejo exacto de la biografía colectiva de España. Marco sostiene que el propósito de su mentira era meramente didáctico; es muy difícil no considerarlo, sin embargo, como una suerte de guiño al mundo, como una forma transparente de insinuar que, colocando su nacimiento en un día decisivo para la historia de su país, los cielos o el azar anunciaban que aquel hombre estaba destinado a ser decisivo en la historia de su país.

Por el expediente del manicomio de Sant Boi sabemos todavía otra cosa: que, al día siguiente de dar a luz, la madre de Marco vio cómo le arrebataban a su hijo y se lo entregaban a su esposo, el hombre de quien había huido porque la maltrataba o porque ella decía que la maltrataba. ¿Volvió Marco a ver a su madre? Dice que sí. Dice que una hermana de su padre, la tía Caterina —que fue quien le dio el pecho, porque había perdido un hijo pocas semanas antes de que él naciera—, le llevaba a verla cuando era niño, una o dos veces al año. Dice que se acuerda muy bien de esas visitas. Dice que él y la tía Caterina esperaban, en una gran sala de paredes desnudas y blancas, junto a los familiares de otras enfermas, a que saliera su madre. Dice que al cabo de un rato su madre salía de los lavaderos y que vestía una bata de listas azules y blancas y que tenía la mirada perdida. Dice que él le daba un beso, pero que ella nunca se lo devolvía, y que por lo general no le dirigía la palabra, ni a él ni a su tía Caterina ni a nadie. Dice que con frecuencia hablaba sola y que casi siempre hablaba de él como si no le tuviese delante, como si le hubiese perdido. Dice que recuerda a su tía Caterina, cuando él ya tenía diez u once años, diciéndole a su madre mientras le señalaba: «Mira qué hijo tan guapo tienes, Enriqueta: se llama Enrique, como tú». Y dice que recuerda a su madre estrujándose con fuerza las manos y contestando: «Sí, sí, este niño es muy guapo, pero no es mi hijo»; y dice que añadía, señalando a un niño de dos o tres años que correteaba por la sala: «Mi hijo debe de ser como aquel». Y dice también que entonces no lo entendía, pero que con los años entendió que su madre decía aquello porque solo se acordaba de él cuando no tenía más de dos o tres años y ella conservaba todavía un rastro de lucidez. Dice que él a veces le llevaba comida en una tartera y que en alguna ocasión consiguió intercambiar alguna frase con ella. Dice que un día, después de comerse lo que le había llevado en la tartera, su madre le dijo que trabajaba mucho en la lavandería y que era un trabajo desagradable pero que no le importaba, porque le habían dicho que, si trabajaba mucho, le devolverían a su hijo. Dice que no recuerda cuándo dejó de ir a ver a su madre. Dice que probablemente cuando dejaron de llevarle sus tíos, quizás al llegar a la adolescencia, ya durante la guerra, quizás incluso antes. Dice que, sea como sea, no volvió a estar con ella, no volvió a sentir el menor deseo de verla, no le preocupó en absoluto, la olvidó por completo. (Esto no es del todo cierto: muchos años después, la primera mujer de Marco le contó a su hija Ana María que ella convenció a Marco para que fuesen a ver a su madre al sanatorio cuando ya estaban casados; también le contó que la vieron un par de veces, y que de esas visitas solo recordaba que la mujer despedía un penetrante olor a lejía, y que no reconoció a su hijo). Dice que sabe que murió a mediados de los años cincuenta, pero que ni siquiera se acuerda de haber asistido a su entierro. Dice que ahora no entiende cómo pudo abandonarla en un manicomio durante más de treinta años y cómo pudo dejarla morir sola, aunque añade que, de aquella época, hay muchas cosas que no entiende. Dice que ahora piensa mucho en su madre, que a veces sueña con ella.