¡PAAAAAARRRTTTYYYYY!
Nos gusta comer, nos gustan las bromas y nos va la marcha. Somos un equipo al que cuesta poco convencer para montar una fiesta. Y la prueba más fehaciente está en las que nos montamos nosotros mismos a las seis de la mañana antes de empezar el programa. Normalmente la cosa empieza con la llegada de Alejandra, con cara de sueño, y diciendo:
—Carlos, pon algo de música para que me anime…
Esas palabras hacen que saque el fiestero que llevo dentro, suba el volumen a tope y empiecen a sonar las últimas novedades discotequeras, mezcladas con algunas peticiones tipo Camela, Pitbull, Juan Magan, Enrique Iglesias, Marc Anthony… La verdad es que la música que suena nos da un poco igual; lo que tenemos en ese momento son ganas de risas y de pegar unos bailoteos para empezar con buen ánimo el programa. A todo esto Javier, cuando llega y nos ve en ese plan, suele reaccionar de dos formas: una es partiéndose la caja y la otra es coger el móvil y empezarnos a grabar para después subirlo a las redes sociales y alardear de equipo de locos.
Por cierto, hablando de fiestas, una noche que salimos Sorinas, Alejandra, Michelle González y yo, cuando fuimos a coger el taxi de vuelta a casa, Alejandra en el último momento, cuando el taxi ya estaba parado y con las puertas abiertas, dijo que ella volvía andando, a lo que nosotros nos negamos. En ese momento, Sorinas y yo la cogimos por los brazos y los pies y la metimos en el taxi a la fuerza. Alejandra empezó a gritar:
—¡Me secuestran, me secuestran!
Cuando vio que el taxista ni se inmutaba le preguntó directamente:
—¿No le preocupa que me hayan secuestrado?
A lo que el taxista respondió con una sonrisa:
—No me preocupa lo más mínimo…
En aquel momento todos empezamos a reír y se creó una gran complicidad en aquel coche que poco a poco fue haciendo la ruta para dejarnos a cada uno en nuestra casa.
En cambio otro día, esta vez de camino a una discoteca del paseo marítimo de Barcelona, cogimos a un taxista, digamos que poco simpático. Sorinas, que lleva la profesión de periodista en las venas, le empezó a hacer preguntas a lo Gloria Serra en Equipo de Investigación:
—¿De dónde eres? ¿Cuántas horas llevas trabajando? ¿Te gusta tu profesión?…
A la tercera pregunta el hombre estalló, y nos empezó a gritar en un idioma que no conocíamos. Recuerdo que aquel día nos asustamos mucho y, aunque no hicimos nada malo, le pedimos perdón al taxista. Pero la cosa no acabó todo lo bien que esperábamos. Aquel hombre nos hizo bajar de su coche, dejándonos en una zona poco transitada de la ciudad. Es verdad que no nos cobró la carrera, pero tuvimos que andar más de media hora para llegar a la discoteca en cuestión. Pero como dicen, que no hay mal que por bien no venga, aquella caminata no nos vino mal del todo para bajar los chuletones gallegos que nos habíamos comido.