EXPERIMENTO: RECICLAJE
Lo reconozco. No reciclo. Y no lo hago porque he visto muchas veces, delante de mi casa, cómo los de la basura juntan todos los contenedores en el mismo camión. Les grito a los operarios desde la ventana pero con el ruido del vehículo no me escuchan. Es obsesivo. Cuando reciclaba esperaba cada noche al camión a ver si mi reciclaje servía de algo. Cada noche me iba a dormir de más mala leche que la anterior porque siempre lo mezclaban todo. Llegué incluso a esperar en la calle para echarles la bronca y casi me gano un guantazo. Cansado de perder la batalla, decidí no reciclar. Ahora puedo mirar la tele sin estar pendiente de la ventana o ir a dormir antes de que llegue a mi zona el camión de la basura. Me da igual lo que hagan.
Lo fuerte del caso es que en mi pueblo multan si no reciclas. Hay una especie de inspectores basuriles que buscan recibos o datos de las personas dentro de los contenedores y de las bolsas de basura. Son tramposos y trileros. Son políticos…
Eso me inspiró para llamar a ciudadanos al azar y engañarles. Les decía que si me enumeraban cuatro productos distintos que tuvieran en la bolsa de basura que iban a tirar esa noche les regalaba una Play. Lógicamente casi nadie reciclaba. Mezclaban papel, vidrio, comida, plástico… Una vez confesado que iban a tirar esa bolsa, ya estaban entre mis garras. Les decía que era inspector de medio ambiente y que les iba a caer un buen puro por no reciclar. Lo más sorprendente es que los ciudadanos están tan acostumbrados a políticos ruines y tramposos que se lo creían. En realidad es exactamente lo que hacen en mi pueblo. Abusar de nuestra buena fe. ¿Por qué nos hacen reciclar si luego no sirve de nada? Para poder multarnos si descubren que no lo hemos hecho. Otro experimento basado en traumas reales.