EL UCRANIANO
En esta broma me hago pasar por ucraniano, y a las personas que aparcan su coche en zona azul les digo que lo quiten de ahí porque esa plaza es mía, simplemente porque me gusta ver el coche por la ventana de mi casa, que está justo en el edificio de enfrente. Lógicamente, la gente flipa en colores. Lo curioso del caso es que muchos retiran el coche por miedo a que le pueda hacer algo al vehículo.
Otras veces digo que pertenezco a una comunidad de ucranianos que vive justo delante y que le estoy guardando la plaza a mi colega vecino. Curiosamente son los jugadores de la URSS de baloncesto de los años ochenta, Sergey Tarakanov, Anatoly Pankrashkin, Alexander Volkov, Valerie Tikhonenko…
Esta broma la hago normalmente en las calles adjuntas al tanatorio. Pensarás: «Qué cabrón, ¿no?». Tengo mis motivos. Son calles que están entrando y saliendo coches continuamente y facilita mucho el trabajo. Son calles que no están en el centro de la ciudad y son bastante silenciosas en cuanto a tráfico se refiere y facilita la calidad de la grabación. Las conversaciones se oyen más limpias.
Una vez me dirigí a un chaval de unos treinta o treinta y cinco años, regordete, con barba y de uno sesenta de altura, que estaba descargando de una furgoneta colchas y sábanas para un hotel. Me fui hacia él y le dije, con mi acento ucraniano de Cuenca, que quitara la furgoneta de allí, que esa plaza era mía. Me respondió que esperase hasta que descargase y que, además, era zona azul. Le insistí en que retirara la furgoneta porque si no lo hacía no respondía de lo que pudiera suceder. Me volvió a decir que no se marchaba hasta que acabara el trabajo. Le dije que me iba a hacer pipí en la rueda como un can y que le iba a dejar la furgoneta como un acordeón. En ese momento se enfadó, pero no llegó a más.
Después de estar en un bucle sin salida con que «Me la quites» y con «No te la quito» decidí que ya no podía exprimirla más y le confesé que era una broma para la radio. El tío, al escuchar esto, se abalanzó hacia mí empotrándome contra un coche, me agarró de un brazo, poniéndomelo por la espalda, y me dijo que borrara la broma al instante.
Aseguré que sin ningún problema, aunque lo único que hice fue dar al stop. No podía seguir grabando pero no lo borré. ¡¡Cómo iba a borrar ese material!! El chaval no me soltaba y me pidió que le enseñara mi DNI. Yo ya me estaba empezando a cansar porque, además, me estaba haciendo daño. Le dije que si quería que se lo enseñase me tenía que soltar para que pudiera cogerlo. A la mínima que pude le hice una pequeña llave de ninjutsu que me enseñó un amigo hace años como defensa personal, le pegué un empujón y salí corriendo. No tenía ganas de pegarme con nadie.
Pero justo cuando empezaba el sprint se me cayó el móvil al suelo y vi que él iba a cogerlo, y no precisamente para devolvérmelo. En un instante pensé: «Dios, o el móvil o yo». Y me lancé hacia él antes de que el muchacho lo cogiera, le di una patada frontal que lo tiré al suelo hacia atrás sin mayores consecuencias para él pero que me dio el tiempo suficiente como para coger mi móvil y salir pitando. Que sepas que todo fue en defensa propia. No me gusta la violencia e intento siempre evitarla.
Otra vez me dirigí a un señor de unos cincuenta o cincuenta y cinco años que acababa de aparcar el coche y mientras iba a sacar el tique de zona azul, le dije —con mi acento ucraniano—, que quitara el coche de allí porque esa plaza era mía. Que en Ucrania estábamos acostumbrados a agenciarnos las plazas que queríamos y no pagábamos un duro nunca. Me contestó de forma sospechosa —con un acento que me recordaba a Gary Oldman en Drácula—, que eso no era verdad. Le pregunté que por qué me decía eso, y me respondió:
—Porque yo soy ucraniano. De Kiev, exactamente, y eso te lo acabas de inventar. Y es más, tú no eres ucraniano.
Ante tal sentencia, ¿que podía responder? ¿Que no soy de Ucrania pero que tengo un amigo que estuvo a punto de ir? Pues agaché la cabeza y le dije que tenía razón. Que era una broma para la radio. El ucraniano —el verdadero— se despidió de forma educada y prosiguió su camino.