CON LA POLI EN LOS TALONES

La verdad es que, desde que hago las bromas para Levántate y Cárdenas, me he dado cuenta de la eficacia y rapidez de actuación de la policía. Cierto es que en estos tiempos donde cada persona dispone de un teléfono móvil, puedes llamar a la policía en un instante si es necesario. Lo curioso del caso es encontrarte por casualidad con ella.

Encuentro normal que cuando llevo más de una hora en una calle mirando los coches y tocando las narices a la gente, aparezca la policía o la guardia urbana porque una o varias personas han avisado de mi presencia. Imagino que será alguien que puede pensar que quiero robar algún coche, atracar o hacer el timo de la estampita a un ciudadano. Es más, me ha pasado en varias ocasiones. Cuando veo que viene la poli pienso: «Ya estamos otra vez». Pienso en salir corriendo y parecer que he hecho algo malo o mantenerme en el sitio y comportarme con total naturalidad. Siempre opto por la segunda opción.

Me para la policía y me pregunta que qué estoy haciendo porque una persona ha llamado diciendo que un ucraniano le estaba obligando a sacar el coche de una zona azul. Les digo que estoy grabando bromas para la radio y que ni soy ucraniano ni tengo amigos ucranianos. Me preguntan para qué programa. Les digo que para Levántate y Cárdenas. Por suerte, es un programa de mucha audiencia y casi siempre uno de los dos policías —el poli bueno— me dice que lo escucha y que le gusta mucho la caña que mete Javier o que se parte el pecho con las bromas. Menos mal. Después de presentar mi documentación me dicen que no me pase mucho con la gente y se van. Otras veces se me ha presentado la policía secreta.

La primera vez me quedé pasmado. Desde hacía rato había visto a dos tipos apoyados en un coche que me estaban observando. Los dos con una pinta que daban miedo. En un momento dado me preguntaron que qué hacía. Sin tener ni idea de que eran secretas les dije que estaba trabajando. Me preguntaron que si mi trabajo era ese. Les dije que sí. La situación me sonaba a cuando hago las bromas de hermano mayor, pero en este caso me la estaban pegando a mí. Les dije que hacía bromas para la radio. Parece ser que se relajaron un poco. Les pregunté, con un tono un poco vacilón, que cuáles eran sus trabajos. Uno de ellos, con tono más vacilón todavía, me dijo que si lo quería ver. Empezaba a incomodarme la seguridad que transmitía al decirme esas palabras. Le dije que sí, algo más timorato. Al instante se llevó la mano al bolsillo y me enseñó la placa de policía. Me quedé flipado. Les dije que no estaba haciendo nada malo, que era mi trabajo. Parece ser que lo comprendieron y me dijeron que les habían llamado dos personas diciendo que les había amenazado un ucraniano. Otra vez les dije que no soy ucraniano y otra vez me pidieron la documentación. Está claro que la palabra ucraniano se relaciona a mal rollo. Al ver que estoy «limpio» se marcharon diciéndome que tuviera cuidado. Por fin alguien se apiadaba de mí.

Lo malo y lo menos normal es hacerle la broma directamente a la policía. Te cuento lo que me sucedió un día haciendo la broma de «Que le vas a dar».

Vi a una chica con un cuatro por cuatro blanco que iba a aparcar. Era delgada, morena, media melena con coleta y vestida con unos jeans, una camiseta blanca y un chaleco deportivo. Pensé: «Bien. Una tía». Me tragué las palabras. Empecé a dar golpecitos a la ventanilla del copiloto y a decirle que iba a dar al coche de atrás. Me respondió que tenía sensores que le avisaban. Le dije que yo sí tenía sensores para las que aparcaban como ella. Que de la forma que había entrado aquello no podía salir bien.

Cada vez se iba poniendo más nerviosa y cada vez iba aparcando peor. Empecé a hacer aspavientos para que parara porque seguro que le daba. Ella gritando me preguntó si el coche de detrás era mío. Le contesté que sí y que no tenía ganas de hacer partes. Le dije que aparcaba como una mujer y que si quería que le diera unas clases gratis. Se estaba poniendo histérica y dejó aparcado el coche a un metro de la acera. Yo me descojonaba y le dije que tenía que pegarse un buen paseo para subir a la acera.

En ese momento llegaron los verdaderos dueños del coche de atrás, un matrimonio de mediana edad. ¡Tierra, trágame! La chica que aparcaba se percató del matrimonio cuando abrieron el coche con el mando a distancia. Les preguntó si el coche era de ellos. Lógicamente le contestaron que sí. Ahí empezó la movida.

Comenzó a gritar que yo decía que el coche era mío y que seguro que le había hecho algo. Yo solté la primera excusa absurda que se me pasó por la cabeza. Le dije que no, que me sabía mal que le diera al coche porque era muy bonito —manda huevos—. Ahí la chica me agarró del brazo con violencia. Le dije que era una broma para la radio y que, por favor, se calmase.

Gritando me dijo que ahora la broma me la iba a hacer ella. Le respondí que no era necesario y ella me contestó que ahora nos íbamos a reír de verdad. Me sacó la placa de policía y llamó a compañeros. Flipé. Me retuvo con el brazo. Estaba más fibrada que Bruce Lee haciendo de vientre. Pensé: «Mierda», y me vinieron a la cabeza las palabras de mis amigos que no paran de decirme que a mí me pasan cosas muy raras. Y todo esto al lado del tanatorio. A los cinco minutos apareció una patrulla de los mossos de escuadra. Les dije que trabajaba en la radio pero que no tenía ninguna acreditación que lo demostrara —por eso le pedía tantas veces a Irene (nuestra productora) un documento donde lo pusiera—. Me metieron en el coche y me llevaron a comisaría.

Durante una hora aproximadamente me encerraron en el cuartelillo. Fueron los sesenta minutos más largos de mi vida. Me sentía igual que Bárcenas, Julián Muñoz, Del Nido… y lo malo es que no me había llevado ni un euro. Después de cerciorarse de que trabajaba en Europa FM me sacaron de allí y gracias a Dios… con mi grabadora.

Recuerdo otra vez, uno de esos días que no me salía ni una broma buena ni por casualidad. Llevaba toda la mañana haciendo de ucraniano, obligando a la gente a que sacaran el coche de la plaza que decía que era mía y diciendo, cuando aparcaban, que iban a dar al coche de atrás. Unos sacaban el coche sin problemas y sin importarles nada y otros me daban las gracias por ayudarles a aparcar. Era desesperante. A alguno le dije:

—Pero enfádese un poco, leche.

Como último remedio vi a una pareja. Él tendría unos treinta o treinta y cinco años, llevaba pelo corto con perilla, dos metros de altura y unos ciento veinte kilos. Ella tendría más o menos la misma edad, era rubia y delgada. En otras condiciones no le hubiese hecho la broma a semejante bigardo ni de coña.

Empecé a hacer de ucraniano y le dije que quitara el coche de donde lo había dejado porque esa plaza era mía. Me dijo, cachondeándose, que sí, que ahora lo quitaba. Se lo volví a repetir y me respondió que si tenía coj… se lo volviese a decir. Y lo hice…

Comenzó a llamarme de todo, a decirme que me iba a enviar a Ucrania de un puñetazo, y que como siguiera tocándole los huevos iba a llamar a compañeros. Mientras tanto yo iba reculando y pensando: «¿Otro policía? No me lo puedo creer». Estaba montando un escándalo de narices. Yo intentaba decirle que era una broma y él no me dejaba terminar. Estaba fuera de sí. Su pareja tampoco hacía nada por calmarle. La verdad es que lo hubiese tenido difícil para cogerme, pero si me coge…

Al final, le expliqué entre sus amenazas e insultos que era una broma para la radio, pero parece que no se lo acababa de creer y se metió en un bar. Me acerqué a la pareja que se había quedado fuera para disculparme y me dijo que los dos eran policías. Al poco rato él salió ya más calmado y aceptando la broma. Me dijo que se había puesto así porque había tenido experiencias un tanto desagradables con ucranianos. Y no precisamente por gastar bromas a la gente.

Dio la casualidad que la mayoría de anécdotas que tuve con la policía sucedieron en un breve espacio de tiempo. Hubo un momento en que cuando alguna víctima de broma me decía que iba a llamar a la policía, les respondía:

—Otra vez no, por favor, no se moleste.

O:

—No se moleste en llamar. Son amigos míos.

Por cierto, les mando un saludo a todos. Me imagino que ahora entenderás por qué salir a la calle a hacer bromas me da más respeto que antes. Antes no había tenido estas experiencias.

Levántate y Cárdenas
titlepage.xhtml
part0000.html
part0001.html
part0002.html
part0003_split_000.html
part0003_split_001.html
part0004_split_000.html
part0004_split_001.html
part0004_split_002.html
part0004_split_003.html
part0004_split_004.html
part0004_split_005.html
part0004_split_006.html
part0005_split_000.html
part0005_split_001.html
part0005_split_002.html
part0005_split_003.html
part0005_split_004.html
part0005_split_005.html
part0005_split_006.html
part0005_split_007.html
part0005_split_008.html
part0006_split_000.html
part0006_split_001.html
part0006_split_002.html
part0006_split_003.html
part0006_split_004.html
part0006_split_005.html
part0006_split_006.html
part0006_split_007.html
part0006_split_008.html
part0006_split_009.html
part0006_split_010.html
part0006_split_011.html
part0007_split_000.html
part0007_split_001.html
part0007_split_002.html
part0007_split_003.html
part0007_split_004.html
part0007_split_005.html
part0007_split_006.html
part0007_split_007.html
part0008_split_000.html
part0008_split_001.html
part0008_split_002.html
part0008_split_003.html
part0008_split_004.html
part0008_split_005.html
part0008_split_006.html
part0009_split_000.html
part0009_split_001.html
part0009_split_002.html
part0009_split_003.html
part0009_split_004.html
part0009_split_005.html
part0009_split_006.html
part0009_split_007.html
part0009_split_008.html
part0009_split_009.html
part0009_split_010.html
part0009_split_011.html
part0009_split_012.html
part0010_split_000.html
part0010_split_001.html
part0010_split_002.html
part0010_split_003.html
part0010_split_004.html
part0010_split_005.html
part0010_split_006.html
part0010_split_007.html
part0011_split_000.html
part0011_split_001.html
part0011_split_002.html
part0011_split_003.html
part0011_split_004.html
part0011_split_005.html
part0011_split_006.html
part0011_split_007.html
part0011_split_008.html
part0011_split_009.html
part0012_split_000.html
part0012_split_001.html
part0012_split_002.html
part0012_split_003.html
part0012_split_004.html
part0012_split_005.html
part0012_split_006.html
part0012_split_007.html
part0012_split_008.html
part0013_split_000.html
part0013_split_001.html
part0013_split_002.html
part0013_split_003.html
part0013_split_004.html
part0014_split_000.html
part0014_split_001.html
part0014_split_002.html
part0014_split_003.html
part0014_split_004.html
part0014_split_005.html
part0014_split_006.html
part0014_split_007.html
part0014_split_008.html
part0014_split_009.html
part0014_split_010.html
part0014_split_011.html
part0014_split_012.html
part0014_split_013.html
part0015_split_000.html
part0015_split_001.html
part0015_split_002.html
part0015_split_003.html
part0015_split_004.html
part0015_split_005.html
part0015_split_006.html
part0015_split_007.html
part0016.html