ANECDOTARIO RADIOFÓNICO
He tenido mil y una anécdotas a través de las ondas y los soñadores que nos escuchan. Casi todas han sido increíbles. Por ejemplo, aquella que empezó el día en el que me rompí el menisco de la manera más tonta. Me fui con unos amigos a tomar unas ostras, un pulpito y unos vinitos. Con el vinito, las cervecitas que agregamos, el pulpito y las risas, uno de los que venía con nosotros, un amiguete que ya no es ningún crío, se cayó. Al verle en el suelo me entró la risa tonta, no podía más del cachondeo y me caí yo también. Total, que la tontería me provocó una fractura en el menisco. Afortunadamente, el médico me dijo que no me iban a operar porque la fractura había sido exterior; me recetó unas pastillas, reposo y me dijo que no podía subir escaleras. Me alivió pensar que me libraba del quirófano, pero yo vivo en un piso, nada más y nada menos que con escaleras, con dieciséis escaleras. Esos dieciséis escalones me llevan cada día a la piltra. No me quedaba más leches que subir por ellas si quería dormir en mi cama. Cada vez que levantaba una pierna para alcanzar un escalón la rodilla me crujía que daba gusto.
Un día comenté en el programa lo que me estaba pasando:
—Mi menisco está jodido y tengo que dormir en el comedor para no subir dieciséis escaleras.
Al momento se puso en contacto con el programa la empresa ThyssenKrupp, que tienen un departamento de discapacidad. Resulta que toda la empresa eran soñadores y nos escuchaban. Me regalaron una silla elevador o un sube-escaleras para ir a la planta de arriba. Problema resuelto y yo superagradecido. Es curioso hasta dónde puede llegar la radio. Nunca sabes quién te está escuchando al otro lado.
Aquí va otra anécdota. Yo tengo un scooter eléctrico, estas «motillas» con un sillín, cuatro ruedas y una cesta delante. Seguro que alguno me ha visto subido en élmás de una vez. La descubrí en 2003 en un viaje a Japón donde iba a actuar. Los japoneses me tenían uno preparado y para mí fue todo un hallazgo. Me compré esta «motilla» para ir al chino, ir a por el pan o recoger a los niños a la salida del cole; me vino de cine porque me permitía moverme a mi aire por mi barrio. Un día la dejé aparcada en una esquina de Pan Bendito, le quité la llave y me fui a charlar con un amiguete; cuando volví a por ella ya no estaba. Yo flipaba: «¿Pero, bueno, quién me ha quitado la moto?, ¿pero si esto pesa?», pensaba. Pregunté por el pueblo pero nadie había visto nada. Algún ladronzuelo, alguien que había pasado por allí y se la había llevado, supuse.
A la mañana siguiente dije en el programa:
—¡¡¡Que me han quitado mi scooter!!!
¡Y cómo son las cosas!, el ladronzuelo que me la había quitado me estaba escuchando en ese momento. En realidad era un familiar del ladrón que vio la moto aparcadita y arrastrándola la metieron en su garaje. El hijo del ladrón llamó al programa. Me dijo:
—Oye, mira, vivimos cerca y hemos visto tu scooter y queremos devolvértela.
Llegué a su casa y noté que la familia estaba muy avergonzada. Me contaron que habían visto la moto tirada en la basura y que le habían hecho el puente. Se disculparon como pudieron asegurándome una vez más que se la habían encontrado. Yo me hice el tonto y me llevé mi scooter, aunque en realidad estoy seguro de que ellos al escuchar el programa dijeron:
—Ostras, que la moto que tenemos en el garaje es la de Langui, todo el mundo va a saber que se la hemos robado nosotros. No vamos a poder ni levantar la puerta del garaje porque se nos echa la gente encima.
Más anécdotas… Tengo un montón sobre todo con los soñadores. Hice la banda sonora para una obra de teatro que se estrenaba en Madrid. La obra venía de triunfar en Nueva York. Fui a la Gran Vía para ver los ensayos con los actores y escuchar mi propia banda sonora. ¡Fue emocionante! Uno de los directores, y también actor de la obra, se ofreció a llevarme a casa, y a mitad de camino el coche nos dejó tirados. Fue una odisea, además yo tenía muchísima prisa. Tuvimos que llamar a la grúa que cargó el coche conmigo dentro porque yo ni me bajé. Al día siguiente al abrir el correo y ver los mensajes de los soñadores hubo uno que me llamó la atención. Casualmente era el hombre de la grúa que me había escrito para que hiciera un rap sobre la movida que habíamos vivido el día anterior. Lo transformamos en canción y quedó superchula.