Capítulo VI
Más avanzado el día, el doctor Mclntyre fue a la casa de muñecas para visitar por segunda vez a Timmie.
—Gracias por los libros, doctor —dijo la señorita Fellowes—. Le aseguro que he hecho todos los deberes.
Mclntyre exhibió su leve y precisa sonrisa, no demasiado radiante.
—Me alegro de haber podido ayudarla, señorita Fellowes.
—Quiero saber más. Leer más cosas, y ya que ha venido, he pensado pedirle…
El paleantropólogo volvió a sonreír, aún con menos entusiasmo. Era evidente que tenía muchas ganas de iniciar la sesión con el niño neandertal, y muy pocas de pararse a responder a las preguntas de una enfermera. Sin embargo, después del desastre de la última visita, la señorita Fellowes estaba decidida a impedir que Mclntyre provocara el llanto de Timmie con su insistente curiosidad científica. La sesión se desarrollaría con calma, al paso marcado por la señorita Fellowes, o no tendría lugar. Su palabra iba a ser ley; lo había dicho Hoskins, pero la mujer había adoptado la frase como si fuera suya.
—Si puedo ayudarla, señorita Fellowes, en algo que no encontró en los libros…
—Se trata de la pregunta principal que me ha intrigado desde que empecé a trabajar con Timmie. Todos estamos de acuerdo en que los neandertales eran humanos. Pero yo intento averiguar hasta qué punto, cuál es la distancia que nos separa. Parecidos y diferencias. No me refiero a las diferencias físicas; son obvias, y he estudiado los textos que me envió. Me refiero a las diferencias culturales. Las diferencias en inteligencia. Lo que determina y define la Humanidad.
—Bien, señorita Fellowes, eso es precisamente lo que trato de averiguar. El propósito de las pruebas a las que someteré a Timmie es determinar…
—Eso lo entiendo, pero cuénteme antes lo que ya sabe.
Mclntyre torció los labios en un gesto de irritación. Se mesó su espléndido cabello dorado.
—¿Qué, en particular?
—Me he enterado que dos razas diferentes, la neandertal y la humana moderna… ¿es correcto llamarlas razas…?, convivieron en Europa y Oriente Próximo a lo largo de unos cien mil años, durante los períodos glaciales.
—«Razas» no es la palabra adecuada, señorita Fellowes. Las diversas «razas» de la Humanidad, tal como empleamos el término en nuestros días, poseen una interrelación mucho más estrecha que nosotros con los neandertales. Sería más apropiado decir «subespecies», cuando hablamos de nosotros y de los neandertales. Éstos pertenecían a la subespecie homo sapiens neanderthalensis, y nosotros estamos clasificados como homo sapiens sapiens.
—Muy bien, pero vivían codo con codo.
—En principio sí, al menos en algunas zonas. En los lugares más cálidos. Los neandertales tuvieron que apropiarse de las regiones más frías, porque se adaptaban mejor a las condiciones. Estamos hablando de grupos pequeños, por supuesto, muy distantes entre sí. Es muy posible que una tribu neandertal viviera durante siglos sin toparse jamás con el homo sapiens sapiens, por otra parte, debieron de ser vecinos en algunos lugares, sobre todo cuando el último período glacial empezó a acercarse a su final y Europa se hizo más habitable para nuestros antepasados.
—Por lo tanto, usted no cree que los neandertales fueran nuestros antepasados.
—Oh, no. Constituyen un grupo separado, surgidos de su propia rama evolutiva, según creen casi todos los científicos actuales. Lo bastante parecidos a nosotros para cruzarse con el homo sapiens sapiens, como demuestran algunos fósiles, pero casi siempre se mantuvieron aislados, conservaron su patrimonio genético y contribuyeron muy poco a la mezcla genética humana actual.
—Montañeses. Los primos del campo.
—Como descripción, no está mal.
—Gracias. ¿Eran menos inteligentes que el homo sapiens sapiens?
El hombre demostró de nuevo impaciencia.
—No podré decírselo, señorita Fellowes, hasta que no me deje someter a prueba la capacidad mental de Timmie para…
—¿Cuál es su opinión, hasta este momento?
—Menos inteligentes.
—¿En qué se basa, doctor Mclntyre? ¿Prejuicios prosapiens?
La delicada tez de Mclntyre se tiñó de púrpura.
—Ha pedido mi opinión antes de que haya tenido oportunidad de examinar la única prueba real accesible a la ciencia. ¿Qué otra cosa puede ser mi respuesta, sino una expresión de prejuicios? Eso es lo que es, por definición.
—Sí, sí, lo entiendo, pero debe basarse en algo concreto. ¿Qué?
Mclntyre procuró controlarse.
—El nivel cultural musteriense —dijo—, el término técnico aplicado a la cultura neandertal es musteriense. No era muy sofisticado, y no mostró signos de progreso durante los cientos de siglos que perduró. En los yacimientos neandertales sólo hemos encontrado sencillas herramientas de pedernal, que apenas experimentaron cambios con el transcurso del tiempo. Por contra, la tecnología de la línea sapiens mejoró sin cesar durante el Paleolítico, y ha continuado así hasta nuestros días. Por eso han sido los humanos sapiens quienes han traído a un neandertal de las profundidades del tiempo, y no al revés. —Mclntyre hizo una pausa para recobrar el aliento—. Además, desconocemos la existencia de arte neandertal: ni esculturas, ni pinturas rupestres, ni señales de adornos que puedan considerarse de tipo religioso. Damos por sentado que tenían algún tipo de religión, porque hemos descubierto tumbas neandertales, y una especie que entierra a sus muertos ha de sostener alguna creencia en una vida posterior y, por tanto, en seres espirituales superiores. Sin embargo, las moradas neandertales que hemos examinado sólo dan testimonio de una vida tribal muy sencilla y básica, dedicada a la caza y la recolección. Como ya le dije el otro día, aún no estamos seguros de que fueran capaces, fisiológicamente, de utilizar un lenguaje, ni de que poseyeran la capacidad intelectual para ello, aunque sus laringes y lenguas pudieran formar sonidos.
Una intensa desazón se apoderó de la señorita Fellowes. Miró a Timmie, aliviada de que no pudiera entender nada de lo que decía Mclntyre.
—En definitiva, ¿opina que era una raza intelectualmente inferior, comparada con el homo sapiens sapiens?
—Según lo que sabemos hasta el momento, es la única conclusión. Pero no es del todo justo. Es posible que los neandertales no necesitaran los aderezos y adornos culturales que la subespecie sapiens sapiens consideraba importantes. Las herramientas musterienses, pese a su sencillez, se adaptaban perfectamente a las tareas que realizaban: abatir caza menor, cortar carne, raspar pieles, talar árboles, etcétera. Si los neandertales no sentían inclinación hacia la pintura y la escultura, bien, quizá consideraban blasfemas esas actividades. No podemos afirmar lo contrarios Culturas más recientes que la suya albergaban prohibiciones respecto a la talla de imágenes.
—Aun así, usted sostiene que los neandertales eran una raza inferior. Una subespecie inferior, mejor dicho.
—Sí. Es un prejuicio, señorita Fellowes, puro prejuicio, y lo admito sin ambages. No puedo evitar ser un homo sapiens sapiens. Puedo defender a los neandertales, pero subsiste el hecho de que, en esencia, los veo como una forma de humanidad lerda y estancada, que fue superada y al final destruida por nuestro pueblo. Otra cosa diferente es que hablemos de superioridad física. Teniendo en cuenta las condiciones de vida existentes en su tiempo, los neandertales podían ser considerados la forma superior. Los rasgos que nos hacen pesar en ellos como brutos y horribles tal vez sean las señales de esa superioridad.
—Deme un ejemplo.
—La nariz. —Mclntyre señaló a Timmie—. Su nariz es mucho más grande que la de un niño moderno.
—Sí.
—Y hay quien la calificaría de muy desagradable, porque es muy ancha, gruesa y sobresale mucho.
—Hay quien la calificaría así —admitió con frialdad la señorita Fellowes.
—Ahora, piense en el clima que debió afrontar el hombre del Paleolítico. Casi toda Europa estaba cubierta de permafrost. Un viento frío y seco constante azotaba las llanuras centrales. Nevaba en cualquier estación del año. Ya sabe lo que se siente al respirar un aire muy frío, pero una de las funciones de la nariz humana es calentar y humedecer el aire inhalado que va camino de los pulmones. Cuanto más grande sea la nariz, más lo calentará.
—¿Una especie de radiador?
—Exacto. Toda la estructura facial neandertal parece destinada a impedir que el aire frío llegue a los pulmones, y también al cerebro. No olvide que las arterias encargadas de transportar la sangre al cerebro se encuentran justo detrás de las fosas nasales. Es muy posible que la prominente nariz neandertal, el hecho de que sobresalga tanto, los exagerados senos maxilares y el amplio diámetro de los vasos sanguíneos que estaban al servicio de la cara, fueran adaptaciones al entorno glacial, de manera que los neandertales tenían más resistencia al frío que nuestros antepasados. Asimismo, la poderosa musculatura, la corpulencia de su estructura…
—Por lo tanto, el llamado aspecto «brutal» de los neandertales tal vez no fue más que una selección natural, una respuesta evolutiva especializada a las duras condiciones que debían afrontar en la Europa de los períodos glaciales.
—En efecto.
—Si estaban tan bien preparados para sobrevivir, ¿por qué se extinguieron? ¿Un cambio en el clima que no pudieron superar, pese a sus características?
Mclntyre exhaló un profundo suspiro.
—El problema de la extinción de los neandertales, señorita Fellowes, es tan complicado y tan controvertido…
—Bien, ¿cuál es su punto de vista? ¿Fueron exterminados por ser lerdos, como usted parece sugerir? ¿Sus características genéticas especiales desaparecieron a causa de los matrimonios con miembros de la otra línea, o fue una combinación de…?
—¿Puedo recordarle, señorita Fellowes, que he venido a trabajar? —dijo Mclntyre, exasperado—. Aunque me agradaría seguir hablando de los neandertales con usted, da la casualidad de que tenemos uno vivo en esta misma habitación, y dispongo de un tiempo limitado para poder…
—Adelante, Mclntyre —respondió la señorita Fellowes, resignada—. Examine a Timmie tanto como quiera. Ya hablaremos en otra ocasión. Y tenga cuidado de no disgustar al chico como el otro día.