19

Timmie se removió y comenzó a inquietarse cuando el examen médico estaba a medio terminar, y unos minutos después resultó evidente que el efecto del sedante se había disipado. Lo cual significaba que una dosis normal para un niño normal de su tamaño habría sido la correcta, y que la señorita Fellowes le había sobreprotegido. Aunque se diferenciase en otros aspectos de un niño moderno, Timmie había reaccionado al sedante más o menos como lo habría hecho un niño moderno. A medida que la señorita Fellowes averiguaba más cosas sobre él, más humano le parecía. Para entonces, Jacobs ya había terminado su examen. Recogió sus aparatos y se fue, anunciando que volvería al día siguiente para comprobar cualquier cosa anormal de la que dieran cuenta los análisis preliminares.

—¿Quiere que nos quedemos? —preguntó Mortenson.

—No es necesario. Déjenme a solas con el niño.

Timmie se calmó en cuanto salieron. Se había adaptado a la compañía de la señorita Fellowes, pero los demás le ponían nervioso. El tiempo se encargaría de eso, pensó la señorita Fellowes.

—No ha sido tan horrible, ¿verdad, Timmie? Un poco fastidioso, pero hemos de averiguar muchas cosas sobre ti, ¿entiendes?

El niño la miró con solemnidad, pero no dijo nada.

—Lo entiendes, ¿verdad Timmie?

El niño emitió un breve gruñido, dos sílabas. A sus sorprendidos oídos sonaron como «Timmie».

¿Era posible? ¿Ya reconocía su nombre?

—¡Repítelo! Timmie. Timmie.

El niño emitió de nuevo las dos sílabas ahogadas. Esta vez no estuvo tan segura de que hubiera dicho «Timmie». Quizás eran imaginaciones suyas, pero valía la pena investigar la posibilidad.

Apuntó un dedo en su dirección.

—Timmie… Eres tú. Timmie. Timmie. Timmie.

Él la miró en silencio.

—Y yo soy… —Apuntó el dedo hacia ella, vacilante. «Señorita Fellowes» parecía demasiado difícil, pero «Edith» no sonaba bien. ¿«Enfermera»? No, tampoco. Tendría que ser «Señorita Fellowes»—. Yo, señorita Fellowes. Tú, Timmie. —Señaló con el dedo—. Yo, señorita Fellowes. Tú, Timmie. —Repitió la rutina tres o cuatro veces más. El niño no reaccionó—. Crees que estoy loca, ¿verdad? —preguntó, y rió de su propia necedad—. Haciendo ruidos incomprensibles, señalando, cantando. Y creo que ahora sólo estás pensando en comer, ¿verdad? ¿Tengo razón, Timmie? ¿Comida? ¿Hambre?

El niño gruñó dos sílabas, acompañadas de unos cuantos chasquidos.

—Hambriento, sí. Es hora de tomar una comida rica en proteínas y baja en féculas. Un especial «período glacial», ¿de acuerdo, Timmie? Bien, vamos a ver qué tenemos aquí…