CAPÍTULO 23

 

 

Paso lo que quedaba de fin de semana en la casa de la playa, rodeada de familia y amigos, disfrutando a tope de la compañía que tanto echaba en falta en Londres.

 

El domingo, a las 5, Sergio fue a por ella a recogerla, tenía un nudo en la garganta y las lágrimas a punto de aflorar cuando se despidió de su hermano.

 

No había vuelto a tener noticias de Gonzalo, mejor así. Estaba claro que había tenido un recalentón provocado por el tiempo que había pasado sin verla, pero ya habría recapacitado.

 

- ¿Qué tal el fin de semana?, te veo un poco tristona, le pregunto mientras iban de camino al aeropuerto.

 

- Bien, muy bien, pero no me acostumbro a las despedidas.

 

- Normal, por mucho que te guste Londres aquí esta tu vida.

 

- Supongo, pero me tendré que acostumbrar, porque la semana que viene tengo que firmar si me quedo otro trimestre.

 

- No es un poco pronto para decidirse, todavía quedan dos meses.

 

- Ya, pero ellos quieren saber si cuentan conmigo o tienen que empezar a buscar alguien que cumpla con los requisitos.

 

- Yo de ti me lo pensaba, tres meses como experiencia y para practicar inglés está bien, pero más se hace duro, no es lo mismo que venir de vez en cuando.

 

Guardaron silencio hasta que estuvieron en el avión y despego.

 

- El viernes, vi como te miraba Gonzalo, y como os perdisteis en el taller, ¿ha habido algún cambio?

 

- Jaja, por lo que veo, a nadie se le escapo detalle. No, todo sigue igual y va a seguir.

 

- Pues, a mi me dio otra impresión.

 

- A todos os dio otra impresión, pero Gonzalo es como es, y aunque él hubiera cambiado, que te digo yo que no, eso ya daría igual, lo nuestro ya es pasado, como he dicho a todos este fin de semana, esa parte de mi vida, quedo rota y olvidada cuando me vine a Londres. Era un punto y aparte sin retroceso.

 

- Puede que el tiempo que has estado fuera le haya hecho recapacitar y cambiar sus miras.

 

- Eso es imposible y ya seria tarde. Si no te importa, vamos a dejar el tema, sinceramente de Gonzalo es del que menos me apetece acordarme y hablar.

 

- Como quieras, tú sabrás, tus deseos son órdenes, le sonrió.

 

Volvió a su rutina, desayunaba en casa o en un café que había cerca de la universidad, según el horario de las clases, unas veces comía en el parque, si hacia buen tiempo y las horas libres las dedicaba a pintar.

 

Mientras estaba Sergio salían varias noches a cenar, al cine o a tomarse una copa, pero cuando se iba, volvía  a encerrarse por las noches con ese vacío que solo sentía al oscurecer, el problema que en esa época, se hacia de noche demasiado pronto.

 

Estaba vendiendo muchos cuadros de los encargos que tenía en España y Sergio se los iba llevando conforme los acababa.

 

A nivel económico las cosas le iban muy bien, y el trabajo era muy gratificante, pero seguía faltándole esa chispa y alegría que siempre había tenido, ella lo achacaba al clima y a estar lejos de la familia, pero en el fondo de su ser sabia que era otra cosa, algo que no tenía solución y de lo que tendría que acostumbrarse a no tener, a Gonzalo.

 

Ya había pasado casi otro mes allí, ese fin de semana iban a venir Pablo y Zoe a pasarlo con ella, estaba muy ilusionada, ya había programado donde iba a llevarlos. A esos sitios que a ella le encantaban y seguro que en sus viajes a Londres no habían conocido.

 

 

                                                   ❤❤❤

 

Después de hablar con Sergio había considerado la posibilidad de acercarse a verla a la playa y hablar con ella antes de que se fuera, pero sabía que iba a estar con su familia y quizás no fuera el momento más adecuado.

 

Las semanas siguientes el trabajo se le complicó. El primero que podía estar libre coincidía con el viaje de Pablo y Zoe, y quería estar con ella a solas.

 

Compro el billete para el siguiente viernes y hablo con Sergio para saber si ella iba a estar ese fin de semana, y a que hora salía de la universidad,

 

Este le dijo que el pensaba ir, pero lo pospondría para el lunes así los dejaba solos.

 

No quería avisarla, no quería que le pusiera cualquier excusa, por lo que se presentaría directamente para la hora de comer.

 

Sabía que no iba ser fácil convencerla de sus intenciones, pero estaba más que dispuesto a intentarlo.

 

Por fin llego el momento, no había ido a trabajar y se dirigió al aeropuerto bastante nervioso. No tenía ni idea de como hacerlo, pero esperaba que todo saliera bien.

 

Cuando llego a Londres cogió un taxi y se dirigió hacia un restaurante donde Sergio había hecho una reserva para comer. Según él, a Claudia le gustaba mucho.

 

Era un poco antes de la hora, pero decidió esperarla dentro, en la mesa.

 

 

                                                    ❤❤❤

 

 

Había quedado en el restaurante que tanto le gustaba con Sergio, solo había estado dos veces, pero le encantaba.

 

Tenía el tiempo justo de llegar a casa ducharse y ponerse algo bonito, el sitio lo merecía y además, Sergio le había dicho que le iba a presentar a alguien que cambiaría su vida.

 

No había querido decirle nada más, suponía que sería alguien de alguna galería o relacionado con la  pintura, pero fuera quien fuese quería causar buena impresión.

 

Lo más rápido que pudo se duchó, seco el pelo y se pinto.

 

Se puso para esa ocasión, un pantalón rosa palo brillante de pitillo hasta el tobillo, con una blusa se seda del mismo tono con un escote cerrado al cuello en color camel muy claro al igual que los puños. Llevaba unos aros de oro viejo, parcialmente ocultos bajo su melena suelta ondulada. Los complementos, en camel, eran los básicos, unos zapatos de tacón bastante altos con un bolso saco. Quería ir elegante y profesional al mismo tiempo. Cuando fue a salir se colocó un abrigo entallado de doble abotonadura del mismo rosa que el conjunto que llevaba, y hecho a andar hacia el restaurante que se encontraba bastante cerca.

 

Llego cinco minutos antes de la hora, paso y le pregunto al metre por la mesa reservada a nombre se Sergio, este la guió hasta el fondo del local, en uno de los apartados y le indicó que ya estaban esperándola.

 

Cuando miro hacia la mesa, vio a alguien, que no parecía  Sergio, pero no podía distinguir. Sus manos, su pelo y lo poco que se veía de él, pues estaba oculto tras la carta de vinos que estaba observando, le eran muy conocidas, su mente le estaba volviendo a jugar otra mala pasada.

 

Llego a su altura y cual fue su sorpresa al saludarlo, él bajo la carta y con una gran sonrisa, esa sonrisa que tantas veces ella había visto, pero que le seguía provocándole el mismo temblor de piernas, él le devolvió el saludo y se levanto a darle dos besos y ayudarle a acomodarse en la silla.

 

Ella estaba alucinada y muda, esta vez era él de verdad, en carne y hueso, no una mala jugada de su mente.

 

- ¿No te alegras de verme?, espero que no sea una gran desilusión que sea yo.

 

- Claro que me alegro, solo es que no te esperaba ver por aquí y ha sido una sorpresa.

 

- Eso quería, que fuera una sorpresa, y espero que buena, porque por tu cara, no sabría que decir.

 

- ¿Para qué has venido?, ¿tienes algún trabajo en Londres?, dijo con la voz un poco temblorosa todavía por la impresión.

 

- He venido a verte, a pasado ya casi un mes desde que nos vimos y seguía sin tener noticias tuyas, y como ya te dije estábamos pendientes de hablar. Tenía ganas de verte, te he echado de menos, creo qué no es algo tan extraño, dijo sonriendo con picardía e intentando mostrarse tranquilo aunque no se sentía para nada después de la reacción tan poco efusiva de ella.

 

- Perdona, claro que no es extraño, yo también me alegro de verte y también te he echado de menos, simplemente como no me has avisado, me ha extrañado.

 

- Quería como te he dicho darte una sorpresa, pero he de reconocer que la sorpresa y muy grata me la he llevado yo, estas guapísima.

 

- Gracias, la pena es que como no sabia nada, Sergio viene este fin de semana y no puedes quedarte en casa, no hay sitio, lo siento mucho, dijo en el fondo aliviada, porque no quería estar tantas horas cerca de él, no podría aguantar esa presión.

 

- No te preocupes, no hay problema, hable con Sergio antes de venir, por eso ha sido lo de elegir este sitio, y me comento, que para que yo pudiera quedarme en su casa, el dejaría su viaje para el lunes.

 

- Ah, perfecto, pues todo arreglado, dijo en un tono de desilusión que no pasó desapercibido a Gonzalo.

 

Cuando vino el camarero pidieron lo que ella escogió. Como había hecho las veces que había estado con Sergio, compartieron los platos para así poder pedir más variedad, la diferencia era la tensión que fluía en el aire. Así todo, gracias a la complicidad que ambos habían compartido, al cabo de un rato, disfrutaron mucho de la comida, del sitio, y de la compañía, y rieron y charlaron animadamente.

 

Al finalizar, parecía que todo en ellos había vuelto a la normalidad, salieron como dos amigos, gastando bromas y ella apoyada del brazo de él.

 

- Qué te parece si vamos a casa, tu dejas tu bolsa y yo me pongo un zapato más cómodo para patear la ciudad y nos vamos a pasear y a que veas algunos sitios bonitos antes de que oscurezca, dijo riéndose y levantando la puntera de sus tacones.

 

- Si, creo que seria lo mejor, porque aunque vas que rompes, creo que si paseamos así, yo cargado y tú con esos tacones de infarto, esta noche vamos a tenernos que dar un masaje, dijo cucándole un ojo.

 

- Es aquí, como te dije estábamos  muy cerquita.

 

- Me encantan las casas de esta zona, crean un entorno muy agradable.

 

- Pues, espera a verla por dentro, es una pasada, se vive muy bien en ella.

 

- Espero que no lo suficiente bien como para quererte quedar mucho tiempo, le miro y sonrío.

 

- Algún día, tendré que vender mi ático y comprarme una mía, pero de momento, aunque me van muy bien las cosas, no tengo lo suficiente como para poderme meter en una que sea tan bonita como esta.

 

A Gonzalo le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, estaba hablando de irse a vivir definitivamente a Londres.

 

Decidió no hablar más del tema, no sabia como iba a reaccionar ante las respuestas de ella, y quería que estuviera relajada y con las defensas bajas cuando le dijera la razón real de su viaje. Aún no había encontrado el momento justo de intimidad para preguntárselo y le daba miedo que si no salía como él esperaba se acabara ese fin de semana que estaba siendo maravilloso.

 

Después de ver la casa, se dio cuenta, que como ella le había dicho antes, era una preciosidad y muy acogedora, y parecía que ella vivía allí muy a gusto. 

 

- Este es tu dormitorio, puedes dejar tus cosas y refrescarte, yo me cambio los tacones y estoy lista.

 

- Perfecto, ya bajo, que hay que aprovechar el tiempo.

 

Una vez Claudia en su habitación, se sentó en su cama y respiro hondo, necesitaba relajarse y pensar en él como en el amigo que  era, pero le estaba costando horrores, cada contacto, cada broma, cada sonrisa, le derretían su cuerpo y su corazón. Le daba rabia pensar que si nunca conseguía librarse del efecto que le provocaba Gonzalo, nunca iba a poder rehacer su vida, aunque fingiera lo contrario. ¿Qué pasaría si al final conseguía estar con otro hombre y se encontraba con él?, no seria justo, estaría engañando a la otra persona y a ella misma.

 

Bajo con la misma ropa, pero se había puesto unas botas planas, altas de color camel de cordoneras, él ya la esperaba, observando desde la cocina el patio trasero.

 

- Ya estoy lista, ¿vamos?

 

- Si, claro. La verdad es que es preciosa toda la casa, pero la cocina con esta vista del jardín es espectacular.

 

- Si llegas a venir en verano, las cenas relajadas, al fresco y luego una copa con un libro eran un verdadero placer. No tienen comparación con las de la terraza de la playa, pero también son especiales.

 

Estuvieron toda la tarde recorriendo las calles, los jardines, tiendas,... como si fueran una pareja, en ocasiones se cogían de la mano, del brazo, o simplemente iban uno al lado de otro comentando todo y riéndose de las chorradas que decía alguno.

 

Estaban tan bien que no se dieron cuenta que ya estaba anocheciendo cuando llegaron a los jardines de Holland Park, ya estaban las luces encendidas y creaban un ambiente muy romántico.

 

- ¿Has visto que bonito?, es precioso, es de los más pequeños, pero tiene un encanto especial, tiene unas flores preciosas, hay pavos reales sueltos, es muy pintoresco.

Cuando venia por las tardes o al salir de la universidad, aún no hacia tanto frío y me encantaba pasear y observar a los grupos de jóvenes sobre las mantas tirados, leyendo, estudiando o simplemente oyendo música y charlando, al barullo de los niños en la zona de juegos, a las parejas paseando cogidas de la mano o achuchándose, a los viejitos charlando,... Es un parque lleno de tanta vida, en el que tienen cabida todos. Y yo en él, es donde me he sentido más sola y vacía que en todo el resto de Londres, dijo con cierta tristeza.

 

Gonzalo le paso el brazo  por encima de sus hombros y la atrajo hacia él, muy tiernamente, se le había sobrecogido el alma al escucharle hablar con tanta tristeza a alguien tan alegre como ella.

 

- Pues ahora, estas compartiendo,  con alguien que te quiere de todo corazón, estos jardines maravillosos, disfrutando del olor fresco de la noche mezclado con las flores. Cada vez que pases por aquí, te acordaras de este momento y sabrás que no estas sola, que yo, este donde este, te llevo conmigo, le dijo casi en un susurro cerca de su oído.

 

Ella se giró a mirarlo, no se podía creer las palabras que habían salido de la boca de Gonzalo, nunca lo había oído hablar de una forma tan romántica ni en los momentos más íntimos.

 

Él le levanto un poco la barbilla y le dio un beso dulce en los labios, un beso que ella notó totalmente distinto a los que se habían dado, un beso mas tierno, con más amor, no sabia si era por el ambiente que los envolvía, o porque ella se encontraba vulnerable, pero sus sentidos sintieron unas descargas diferentes.

 

- Creo que deberíamos volver, todavía nos queda un paseíto, y ya está bastante oscuro.

 

- Por supuesto vamos, le dijo cogiendola de la mano.

 

- Te apetece cenar en casa, estoy algo cansada y tengo ganas de llegar. Necesito un baño y ponerme cómoda. Podemos pedir la comida a un restaurante que hay cerca y que sirven a domicilio, siempre que a ti te parezca bien, tú eres el que has venido a pasar el fin de semana y ver Londres.

 

- Yo he venido a verte a ti, el resto me gusta porque lo estoy compartiendo contigo, por lo que me parece una genial idea quedarnos en casa, además, yo también necesito una ducha, le dijo con una sonrisa.

 

La estaba descolocando, su forma de comportarse, de hablar, eran diferentes, como si de verdad la hubiese echado de menos, pero no podía volverse a dejar llevar o volvería a sufrir de nuevo, y no podía permitírselo.

¿Quién cerró las puertas al amor?
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