CAPÍTULO 23
- No se sí reírme o ponerme a llorar,
nunca me había pasado algo así. Y yo que creía que tú hermana era
una chica normal.
- Sí, ha sido una noche bastante
extraña, pero creo que tu mejor que nadie, no deberías juzgar lo
que es normal. Tú precisamente desde que te conozco nunca te
has comportado "normal".
- Bueno, esto es absurdo. Te levanto
el castigo, vete donde quieras y con quien quieras, dijo Zoe que
empezaba a molestarse ya con la conversación, yo también me voy,
creo que ya he tenido bastante por este
día.
- Perdona, no estoy castigado, si sigo
aquí es porque quiero, pero tú no estás obligada a quedarte si no
te apetece, dijo con tono conciliador y mucho más cariñoso que el
que había utilizado hasta ese momento.
- Entonces…, ya que estamos los dos
aquí, y nos han dejado un poco bastante descolocados y tirados, en
este sitio tan maravilloso, y puesto que llevo este modelito, se
rió por la alusión a lo que había dicho Olivia, creo que si a ti te
apetece, a mi me encantaría tomarme una copa viendo las estrellas,
creo que la necesito.
Oscar los miraba y sonreía, parecía
que ya iban siendo la pareja que vio la otra noche, como se
alegraba por su amigo.
Pablo se le quedó mirando y
sonrió.
- ¿Qué ocurre?, ¿por qué me miras
así?
- Lo que ocurre es que aunque viviera
varias vidas, creo que no conseguiría entenderte y conocerte y te
miro así, porque intento odiarte y pasar de ti y no lo
consigo.
Ella ante tal despliegue de
sinceridad, se quedó noqueada, no sabía si ofenderse o darle las
gracias.
- Creo que deberíamos pedir esa copa,
es lo único que a Zoe le salió.
Estaban tumbados uno al lado del otro,
en la única tumbona libre, que era doble, en silencio, mirando las
estrellas, cada uno absorto en sus pensamientos, e intentado no
rozarse.
Ella, tenía la cabeza hecha un lío,
con lo que él le había dicho, con Olivia, con lo que había pasado
las veces que se habían visto,..., pero sabía que no tenía ningún
derecho a preguntarle.
Él, no tenía ni idea de como se había
tomado su confesión, su reacción, como todo en ella, para él era
una incógnita, le gustaría preguntarle, sobre las cosas tan
extrañas que había hecho, como la dedicatoria , la nota, irse,...
pero no podía hacerlo, sin él quedar como un idiota, pues él
tendría que contarle lo de su prima.
De repente cayó una estrella fugaz,
los dos se quedaron observándola.
Zoe se giró, se quedó mirándolo y él
hizo lo mismo.
- ¿Has pensado un
deseo?
- No se pierde nada con desear, ¿y
tú?
- Sí, pero no te lo voy a decir o no
se cumplirá.
- Jajaja, pues tienes suerte, el mío
creo que aunque no lo cuente no se va a
cumplir.
Se quedaron parados uno frente al otro
mirándose, él le rozó con su mano la mejilla y pasó el dedo pulgar
por su labios, observaba su cara con admiración y sin saber ni
como, no pudo resistirse, le pasó la mano por el cuello y
lentamente acercó su boca a la de ella, dulcemente, comenzó a jugar
con ella, le mordisqueo el labio inferior e introdujo su lengua en
busca de la suya, saboreándola, disfrutándola lentamente, de
repente la separó de la de ella, con su mano todavía en su nuca y
le dijo en un susurro.
- Me encantas, pero esto no está
bien.
- Llevas razón, no es correcto, cuando
pasó la otra vez, yo no sabía que había
otra.
- No, no está bien porque los dos
necesitamos muchas explicaciones y confesiones del otro, y hasta
que no estemos preparados para dárnoslas, mejor dejarlo estar, nos
haríamos daño.
Se acabaron la copa en silencio,
ninguno habló, ninguno quería mostrar sus errores al otro, sabían
que así no tenían futuro, pero, cuando el otro supiera las
tonterías que habían hecho, ¿lo tendrían de todos modos? Y si así
fuera ¿lo querían?, ¿querían un futuro que implicara algo más que
un revolcón?
Nunca se habían planteado tener un
futuro con nadie, bueno, Zoe con Hugo y vio que era un absurdo,
¿les compensaba ahora hacerse ese planteamiento? o quizás era mejor
dejar las cosas como estaban, cada uno con su vida, que hasta que
se habían conocido les había ido bien.
- Parejita, me voy, quizás todavía
encuentre a las dos locas por ahí. Acabar bien la noche, como yo lo
haría si fuese vosotros. Le dio dos besos a Zoe y la mano a Pablo y
se fue.
- Creo que nosotros también deberíamos
irnos, dijo ella.
- Llevas razón, es ya tarde, y mañana
quiero sacar la tabla un rato.
- ¿La tabla?
- Sí, hacer un poco de paddle
surf.
- Me encanta, veo a veces a la gente
haciéndolo y me pregunto como pueden tener ese equilibrio, cómo no
se caen. Tiene que ser una gozada.
Se habían levantado y empezado a
andar, hablando animadamente.
- Te acompaño, es
tarde
- No es necesario, no te
molestes.
- No me molesta, hace una noche
buenísima.
Ella se puso el pañuelo a modo de
chal. Caminaba a su lado, oyendo como le contaba entusiasmado, la
sensación de estar sobre el mar, el placer que para él era, cuando
había comenzado hacia ya unos años,...
Cuando se dieron cuenta, habían
recorrido todo el paseo y estaban a la altura de su
casa.
- Es aquí.
- ¡Guau! ¿Esta es tu casa?, siempre
pensaba que quien viviera aquí tenía que gustarme, es la casa que
yo me hubiera construido, y en el sito
perfecto.
- Para que veas, siempre imaginamos
cosas que no son.
- ¿Qué cosas no
son?
- Pues..., que la persona que vive
aquí, no te gusta.
- Yo no diría eso, y lo sabes,
simplemente no somos compatibles, en lo único que estamos de
acuerdo es que no queremos quebraderos de cabeza y nosotros juntos
los provocamos sin buscarlos.
- Sí, puede que hayas dado en el
clavo.
- De todos modos, creo que eso no
tiene nada que ver con que mañana sobre las 12:00 me esperes aquí,
en la playa y te enseñe a llevar la tabla, claro está si te
apetece.
- Siii, ¿lo harías?, pero soy muy
torpe, igual no lo consigo.
- Mañana a las 12:00 lo sabremos,
hasta mañana, y le dio un casto beso en la mejilla antes de darse
la vuelta y echar a andar camino de su
casa.
Ella miró como se alejaba, le hubiera
encantado pasar otra noche con él, aunque fuese la última, pero no
era buena idea. Era mejor así.
Él iba paseando, disfrutando de la
brisa del mar, conteniéndose por no dar la vuelta y cogerla y hacer
con ella todo lo que deseaba, pero, era mejor así, era una apuesta
demasiado arriesgada.