CAPÍTULO 16
No paraba de dar vueltas en la cama, lo deseaba con todas sus fuerzas, deseaba notarlo, sentir sus manos, sus caricias, como la llenaba, eso sin contar que era el único momento en el que el bajaba sus defensas y parecía emerger el Gonzalo, que no solo la deseaba, el que también la necesitaba y quería.
Por qué le había dicho que no. De todos modos su plan no había resultado y no creía que funcionara. Dentro de poco ella estaría lejos y sabia que hicieran el amor o no, lo iba a echar de menos de la misma forma.
Resuelta a ponerle solución a su inquietud y con la certeza de que con él iba a sufrir de todos modos, se levanto de la cama y se dirigió al dormitorio de Gonzalo.
Toco con mucha suavidad, quizás si estaba durmiendo, sus dudas se acabarían y no caería en la tentación. Pregunto si podía pasar, cuando desde el interior, se oyó la voz de él diciéndole que sí.
Mientras él, levantado, delante de la ventana abierta, intentado respirar un poco de aire fresco para ordenar su cabeza, se debatía en ir en su busca. Sabía que la quería, la necesitaba y deseaba a partes iguales, pero no era justo que la utilizara y luego se volviera a apartar.
En ese instante, tras unos golpecitos suaves en la puerta, tan suaves que no estaba ni seguro de haberlos oídos, oyó la voz de Claudia, preguntándole si podía pasar.
Ella abrió la puerta y lo vio a él con tan solo unos pantalones cortos. Con el reflejo que entraba desde la ventana su cuerpo parecía el de una escultura, era perfecto. La cara estaba en sombra y no pudo apreciar el gesto en el que se transformó su rostro al observarla con tan solo una camiseta corta de encaje y las braguitas que antes llevaba.
Un poco nerviosa se acercó hasta ponerse pegada a él.
- Creo que así podrás notar el efecto que provocas en mi, repitió las palabras que Gonzalo le había dicho bajo.
- Creo que estas volviendo a provocarme, pero, ¿por qué ahora sí?
- Porque te deseo, y es absurdo por luego no sufrir, sufrir ahora, quiero pasar esta noche contigo, aunque sea la última vez.
- Yo también te deseo, más de lo que quisiera, más de lo que puedo controlar, dijo mientras su boca se posaba en la de ella y se perdía en un beso abrasador.
Lentamente recorrió sus costillas con las manos y le deslizó la camiseta por la cabeza.
Él sintió la calidez de sus cuerpos pegados, mientras ella enredaba sus dedos en su pelo.
Gonzalo separo su boca de la de ella y con suaves besos descendió por su cuello hasta alcanzar sus pechos. A Claudia se le escapo un suspiro de satisfacción cuando alcanzó su pezón y lo mordisqueo y chupo.
Ciegos de deseo y con la promesa velada de ser su última vez, se quitaron lo poco que les quedaba puesto y como si el destino de ambos les hubiera llevado hasta ese preciso instante, se vieron envueltos en un torbellino, de sensaciones, de placer y necesidad.
Sus manos y labios buscaban con avidez rincones escondidos y que estaban esperando ser explorados. Cuando ninguno de los dos podía soportar más y su pasión estaba elevándose a alturas desconocidas, sus cuerpos se fundieron, estremeciéndose en cada embestida y sin dejar de mirarse a los ojos llegaron al máximo clímax, a donde con tanta complicidad, deseo y amor nunca habían llegado antes con nadie.
Mucho más tarde, cuando sus cuerpos fueron recuperando la calma, se quedaron mirándose sin decir palabra, como si ambos fueran víctimas de un descubrimiento.
Después continuaron en silencio, estrechamente abrazados, cada uno perdido en ese mar de sensaciones que les había sobrepasado.
Gonzalo sintió el deseo de nuevo en lo más profundo de su ser, no podía pensar en que no habría más. Claudia, pegada a su lado yacía medio dormida cuando sintió una mano cálida deslizarse entre sus muslos.
- Gonzalo, trato de protestar.
- No me detengas, por favor, te necesito de nuevo, me muero por ti, la voz ronca en su oído y sus caricias hipnóticas, prendieron de nuevo una hoguera que se extendió por todo el cuerpo femenino, hasta convertirse en un incendio incontrolable.
Pasaron toda la noche haciendo el amor, ninguno se saciaba, como si quisieran exprimirse al máximo, como si quisieran retener en su memoria cada centímetro de su piel, cada aroma, cada sensación.
Toco el despertador de Gonzalo, y sin saber muy bien que había pasado, separaron sus cuerpos todavía pegados tras la noche de pasión.
Parecía que con el día había vuelto la cordura y sensatez a su vida.
- Tengo que levantarme y ducharme o llegare tarde, dijo Gonzalo, como excusándose.
- No te sientas culpable, estoy harta de ver esa cara después de que hagamos el amor, o follemos, si así te da menos yuyu. Fui yo la que te busco y no me arrepiento, ósea que cambia la cara.
Vamos a ducharnos, por supuesto, cada uno por su lado, dijo sonriendo ante la expresión que había puesto él, desayunamos y te acompaño a ver a Pablo y Zoe.
Cuando acabo de vestirse bajo y allí estaba Gonzalo acabando de preparar el desayuno.
- Que buen olor, muero por un café y unas tostadas, el sexo me ha provocado un hambre atroz, y se rió para quitar hierro a la cara de pocos amigos que llevaba él.
- Quería decirte, que lo de anoche fue genial, más que genial, siempre contigo lo ha sido, pero, como dijiste ayer no podemos volverlo a repetir, me confirmaste algo que ya sabíamos.
- De qué hablas, ¿el qué?
- Que nos queremos más allá del deseo, que nos compenetramos, y eso no es nada bueno, porque yo no te haría feliz, y eso sería más doloroso que perderte.
- Nunca espere que cuando me declararas tú amor, en lugar de alegrarme me entristecieras.
Si, es cierto, no sé porque, o si lo sé, pero yo desde siempre te he querido, y creo que tú, a tu manera también, pero, creo que eres demasiado egoísta para abrirte a alguien y compartir tu perfecta vida. Por ese lado, puedes estar tranquilo conmigo, ya lo sabía antes de que nos acostáramos anoche, y por eso había decidido irme a Londres. Intente ver si reaccionabas, pero como me había dado cuenta de que eso no iba a ser posible, el otro día firme el contrato para trabajar en la universidad. Al principio, quería ver qué pasaba durante el verano, pero después de lo que habíamos compartido, y tú seguías igual, me di cuenta que era una guerra imposible de ganar, y lo mejor era alejarme lo mas que pudiese de la batalla, por lo menos hasta que supere lo que siento por ti, o rehaga mi vida.
Eso no cambia nuestra situación, podemos seguir siendo amigos, y algún día puede que todo esto este superado y podamos mirarnos a la cara y alegrarnos de la felicidad del otro.
- Lo siento, no sé qué decir, creo que aparte de todo, soy también un cobarde.
- No te martirices más, cada uno somos, como somos, y yo por lo menos me he quitado la espina que llevaba clavada, lo he intentado y por fin te he podido decir con la boca llena las palabras que llevo años guardando y que a partir de este momento no te volveré a decir jamás.
Te quiero, te quiero y siempre te he querido, pero a partir de ahora mismo eso se acabo, y vamos a intentar ser felices cada uno con su vida.
Se acercó a él y le dio un beso en los labios muy tierno.
- Esto es para despedir nuestro amor y dejarlo zanjado como parte del pasado.
Él a pesar de estar roto por dentro no dijo nada.
- Bueno, vamos que mi hermano me va a echar las culpas de tú retraso.