CAPÍTULO 15
A la mañana siguiente después de
desayunar se fue de vuelta. A pesar de no haber dormido
mucho, le apetecía estar de nuevo en casa.
Se había acostado muy entrada la
madrugada, se quedaron hablando en la casa de sus amigos. Primero
los tres, pusieron al día a Hugo, que se había acostado convencido,
que era imposible entender a las mujeres y luego se quedaron las
dos, sin llegar a ninguna conclusión de cuál sería el siguiente
paso que daría Pablo y cual sería las respuestas de Zoe, según el
hiciera.
Durante el camino iba pensando en las
cosas que habían pasado por culpa de un mal
entendido.
Por un lado le daba pena el final que
habían tenido, pero por otro se alegraba. Ella se lanzó sin
preocuparse mucho de las consecuencias, a disfrutar el momento,
porque había creído que todo era un juego de su amiga, si hubiera
pensado que podía ser real, no hubiera accedido nunca y se habría
perdido su noche mágica.
Ya en su casa volvió a esa rutina que
le encantaba y de la que disfrutaba tanto. Andaba por la
playa, nadaba en la piscina, iba al monte, paseaba por el pueblo,
recorría los puestos de artesanía, veía los atardeceres desde su
porche tomando una copa de vino,...
Los días los tenía ocupados haciendo
varios de sus hobbies, pero, desde que regresó con la amenaza
de Pablo que volverían a verse, se encontraba
vacía.
No quería verlo más, eso perturbaría
sus planes, pero no podía entender porque aún no había aparecido.
En cierto modo, la decepcionaba.
Sabía que si él se lo proponía,
buscaría los medios para encontrarla y no lo había
hecho.
Al principio pensó que esperaría al
fin de semana, pero ya estaba a miércoles, había pasado una semana
y no tenía noticias suyas.
En ocasiones, con la excusa de pasear,
llegaba hasta la altura de la casa de él, pero no había
nadie.
La semana siguiente, era Semana Santa,
habían muchos días de fiesta, quizás estaba esperando a esas
fechas, pensaba, y luego se recriminaba por esperar que sucediera
algo que lógicamente no quería que sucediera, pero su corazón debía
ir por otros derroteros.
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Pablo, al principio había pensado en
jugar con ella, pero después del beso de la discoteca, ya no lo
tenía nada claro.
Cuando la encontró ese día, vio la
oportunidad de resarcirse de lo del sábado pasado, él no quería
compromisos, siempre que tenía una relación lo ponía claro desde el
principio, para que no hubieran engaños ni falsas esperanzas, pero
nunca se había comportado como un cabrón, ni había jugado con
ninguna de las mujeres que había estado. Ella lo había utilizado
para su propio juego con su amiga y luego sin más se había largado,
con una nota que parecía más que otra cosa, una carta más de su
jugada.
Luego la había visto tan vulnerable y
nerviosa que había disfrutado, sus propósitos estaban funcionando,
sacarla de sus casillas y cambiar las tornas, pero cuando se dieron
ese beso, todas las teorías se derrumbaron, le había faltado el
aliento, había sido desgarrador y encima ella lo acepto y
profundizó. No podía seguir así, o sería el siguiente ex de su
colección y encima, igual, ya ni le quedaban amigas tan
buenorras como Silvia.
Definitivamente, tenía que poner
mucha distancia entre ellos.
Iban pasando los días, como siempre el
trabajo le marchaba muy bien y eso le tenía bastante entretenido,
pero cuando llegó el sábado, después de haber pasado la noche
anterior con algunos amigos y amigas de marcha, estuvo tentado de
pasar el fin de semana en la playa.
No era buena idea, cuando había estado
charlando, bailando y tonteando con alguna de las chicas, se había
dado cuenta, que a todas las estaba comparando con
Zoe.
Tenía que esperar un poco antes de
volver allí.
El martes su hermana lo llamó, le dejó
un mensaje:
"Esta noche te esperó a cenar, tengo
una sorpresa para ti, alguien que tiene muchas ganas de verte. Te
espero en la trattoria de cerca de mi casa a las
9:00."
- Que poco me gustan las
sorpresas-encerronas de mi hermana, dijo en
alto.
- ¿De quién hablas? De la dulce y
tierna Claudia. Dijo su socio al oír el comentario, poniendo una
cara de fastidio.
Pablo sabía que su socio y amigo no se
llevaba demasiado bien, por no decir que no soportaba a su hermana,
según él era una ñoña fuera de esta época, nadie ahora creía en un
amor para siempre, pero a él, no le hacían gracia, el tono o los
comentarios que siempre hacía con respecto a
ella.
Se quedó pensando, quizás, podía no
darse por enterado, pero su hermana lo conocía y, antes de la hora,
le volvería a llamar para recordárselo.
Iría y afrontaría la nueva locura que
pasaba por la cabecita de su hermana.
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Claudia, sabía que aunque esos dos
idiotas, estaban huyendo el uno del otro y jugando al gato y al
ratón, lo que realmente querían era estar
juntos.
Ya cuando habló la primera vez con él,
sobre ella, notó que esta vez y con esta chica, había algo
distinto, y luego lo pudo comprobar en la inauguración cuando se
encontraron. No había dudas, eran tal para cual, aunque ellos no
quisieran.
Así que, tenía que hacer algo para
solucionar ese absurdo mal entendido, porque seguro que era solo
eso.
Mientras pensaba en alguna forma, se
lo pusieron en bandeja, tenía la solución delante de ella, o por lo
menos los medios para que se diera.
Esa noche empezaría el plan en la
cena.