cleardotCAPÍTULO 10

Comenzaban los primeros rayos de sol a entrar por la ventana. Pablo medio dormido, buscó a su lado a Zoe. Al ver que la cama estaba vacía fue a incorporarse y notó como la cabeza la tenía un poco aturdida.

- Se nota que ya no estoy acostumbrado a beber nada, pensó.

Se levantó y cuando se dirigía hacía el baño a buscarla, se dio cuenta, que no estaba tampoco su ropa, un escalofrío recorrió su espalda.

- Estará bajo desayunando, no se puede haber ido así, después de lo de anoche.

Se puso un pantalón corto de pijama y comenzó a bajar las escaleras despacio, con miedo de no encontrarla.

No había rastro de ella, salió al porche con la esperanza que estuviese allí desayunando, pero no estaba.

Miró a lo lejos, a la playa, al paseo, se había ido sin despedirse.

No lo entendía, creía que lo que había pasado entre ellos había sido especial, por lo menos, para él sí.

Entró de nuevo, malhumorado y con un gran dolor de cabeza.

Cuando iba a tomarse algo de desayunar vio una nota sobre la barra de la cocina.

Pablo entregársela a Silvia de mi parte.          Muchas gracias por todo, ha sido un verdadero placer disfrutar de tu compañía.

No entendía por qué otra vez ese nombre, a que estaba jugando.

La desdoblo y la leyó.

         Silvia has ganado, te has superado, me ha hecho temblar de la cabeza a los pies.
Es perfecto, encantador, divertido, masculino,... y folla como un dios, puedes estar orgullosa de él,  ha hecho un gran papel, yo diría que es para un Grami como mínimo.

                                Besos de tu amiga,
              aunque no se sí de esta te podré perdonar.


Cada vez entendía menos a esta chica.

Parecía que no le había ido mal con él, pero,... Imposible era indescifrable.

Hablando con ella parecía una persona especial, con la cabeza bien amueblada, lo único de ella que lo descolocaba era su obsesión por no tener relaciones y lo que le escribía, por medio de él  a una tal Silvia.

-¿Quién sería esa Silvia? Quizás nunca lo averiguaría.

- Anoche por miedo a que saliera huyendo fui muy torpe. No sé donde vive, no sé a que se refería con la dedicatoria y ahora con la nota. Si le hubiese preguntado quizás ahora entendería algo. Por lo menos sobre eso me debe una explicación.


Se obligó a desayunar, sin ningunas ganas, se puso un bañador y una camiseta y se bajó a la playa, pensaba dar un paseo para ver si se volvía a encontrar con ella y así preguntarle que coño le pasaba por esa cabeza, para actuar como lo hacía.

Después de dar varias vueltas por la playa y ya sin ninguna esperanza de encontrarla, se sentó sobre unas rocas en la parte de abajo del faro.

Aunque estaba algo más calmado, su cabeza no paraba de dar vueltas.

Llamó a su hermana desde el móvil para comentarle que esa noche pasaría por su casa a cenar, ella por supuesto encantada, aunque sospechaba que algo iba mal por su tono de voz.

Por primera vez necesitaba alejarse de allí, de aquel sitio que tanto le gustaba.

Por otro lado, le daba miedo, que si se iba, perdía su última oportunidad de encontrarla y que le diera una explicación.

Subió a su casa, comió algo y se recostó en el sofá, necesitaba descansar un poco antes de coger la carretera y volver a su rutina semanal.

 



                         *****************************

Se despertó y se quedó de lado observando como dormía. Era perfecto, el típico hombre que cualquiera se enamoraría. Al pensar en eso, una sacudida le hizo estremecerse.

- Como no había caído antes, que tonta había sido, claro era el hombre perfecto, demasiado perfecto.

Me la habían jugado, mi queridísima amiga me había buscado al hombre que me ha hecho temblar de la cabeza a los pies. Era demasiado hasta para ella, su amiga era demasiado romántica, pero esto era una putada.

- No había contado que podía gustarme demasiado e iba a sufrir.

- ¿Sería él cómo se había mostrado? No, supongo que eso sería parte de su papel.

Mientras pensaba en todo eso no dejaba de mirarlo, estaba relajado durmiendo, parecía que sonreía y estaba verdaderamente guapo.

Con cuidado se levantó, esto no iba a quedar así.

- ¿Quién se habrían creído esos dos para jugar con ella de esa forma?

Cogió su ropa y bajó con cuidado la escalera, no quería despertarlo, no se veía con fuerzas de enfrentarse a él, a la realidad, acabaría llorando y eso si que no se lo perdonaría.

Cuando estaba abriendo la puerta se le ocurrió una idea.

Buscó en el bolso que llevaba el día anterior y sacó un bolígrafo y un papel, se notaba que era escritora, siempre iba preparada por sí surgía alguna idea, y le escribió una nota para que Pablo se la diera a Silvia.

La dejó sobre la barra de la cocina y salió de la casa notando como se le había roto el corazón.

- Una noche mágica como no había tenido otra en su vida, sí, pero a qué precio.

Se quitó las sandalias y bajó a la arena, necesitaba relajarse mientras volvía. Caminaba por donde llegaba el pequeño balanceo del agua, se estaba mojando los tobillos, pero le daba igual, lo necesitaba. Las lágrimas le rodaban por las mejillas.

Ella que sabía que algo así solo pasaba en los libros y las películas, había caído como una tonta adolescente. Lo peor es que sin buscarlo y sin poderlo evitar.

- ¡Qué pava!, ¡qué pava!, se repetía una y otra vez.


Llegó a casa, estaba en silencio, menos mal que era domingo y no estaba Elisa, solo le faltaba su interrogatorio, el ruido de los cacharros y la música fuerte. Normalmente no le importaba, incluso le gustaba, pero hoy no estaba de humor.

Se quitó la ropa y desnuda empezó a nadar en la piscina, necesitaba quitarse el olor de Pablo, la sensación de sus manos, de sus besos sobre su piel, de su risa y sus gestos burlones de su cabeza, necesitaba borrarlo de su vida de un golpe, igual que había entrado.

No sabía el tiempo que había estado nadando, pero notó como sus músculos que al principio se habían relajado un poco, comenzaban a gritarle que parara.

Salió, fue a la cocina, ya más tranquila, se preparó el desayuno y cuando se lo tomó, liada como iba con la toalla se tiró sobre la cama y se durmió.

Cuando se despertó ya estaba anocheciendo, conectó el teléfono que tenía en la mesilla y vio que tenía un mensaje de Silvia, le pedía disculpas por no habérselo cogido y que tenía muchas ganas de verla y de que le contará que tal iba. Quedaban a comer el miércoles y que no hiciese planes de volver esa noche, se quedaba allí. Quería que la acompañara a una inauguración de una exposición a la que habían invitado a Hugo una amiga y le gustaría no estar allí sola.

No se lo podía creer, estaba como si nada.

De momento no le contestaría, no sabía si estaría con fuerzas el miércoles para pelearse con la que ahora dudaba fuese su mejor amiga.

 
¿Quién cerró las puertas al amor?
titlepage.xhtml
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_000.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_001.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_002.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_003.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_004.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_005.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_006.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_007.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_008.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_009.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_010.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_011.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_012.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_013.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_014.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_015.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_016.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_017.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_018.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_019.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_020.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_021.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_022.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_023.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_024.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_025.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_026.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_027.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_028.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_029.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_030.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_031.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_032.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_033.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_034.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_035.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_036.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_037.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_038.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_039.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_040.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_041.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_042.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_043.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_044.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_045.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_046.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_047.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_048.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_049.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_050.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_051.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_052.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_053.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_054.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_055.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_056.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_057.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_058.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_059.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_060.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_061.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_062.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_063.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_064.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_065.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_066.html