CAPÍTULO 24
A la mañana siguiente salió un día
primaveral, hacía una temperatura muy buena y el sol brillaba con
todo su esplendor.
Pablo se levantó más temprano de lo
normal, para estar de vacaciones. Se puso el bañador y bajó
despacio para no despertar a las dos muchachas que tan solo hacía
un par de horas que habían llegado.
Ellas no fueron especialmente
silenciosas y las había oído, riéndose, cuchicheando y hasta
llegaron a asomarse a la habitación de él, para comprobar que ya
había vuelto. Luego las oyó comentando que eso no era buena señal y
por fin, al rato, parecía que se habían calmado y
dormido.
A él le había costado dormirse,
pensando en los labios y el cuerpo de Zoe, y cuando prácticamente
lo consiguió, fue cuando llegaron y lo volvieron a despertar. No
dijo nada para que no comenzarán a bombardearlo con preguntas, pero
ya no consiguió dormirse de nuevo.
Aunque no había dormido apenas, se
encontraba con muchas energías y ganas de ir a la
playa.
Pensó en hacerse el desayuno, pero,
por sí las despertaba prefirió ir a ver a Óscar, a lo mejor hasta
se animaba a irse con él un rato.
Lo llamó y quedó en pasarse por el
chiringuito a desayunar, estaba cerrado al público, pero Óscar
estaba acabando de reponer y también se iba a ir a la playa,
antes de abrirlo.
- ¡Hola tío!, ¿qué tal has pasado la
noche? Me ha extrañado que hoy me llamarás, pensaba que ibas a
desayunar con otra persona, le dijo con una sonrisa
picara.
- La noche fatal por culpa de las dos
locas que tengo en mi casa. ¿Y tú qué? Tampoco me esperaba que
estuvieras aquí esta mañana., contestó con la misma sonrisita que
había puesto el amigo.
- A mí, el deber me llama, pero tú
estás de vacaciones.
- Por lo que veo, no creo que te
recogieras a las horas de ellas, sino, ni deber, ni
nada.
- Que va, fui al garito donde estaban,
pero habían unos tipos invitándolas y tonteando con ellas y me
abrí, pensé que mejor descansar para hoy salir un rato con la
tabla.
- Vamos, que ninguno hemos pasado la
noche que esperábamos, se rió.
Desayunaron charlando de todo un poco,
menos de lo que a cada uno realmente le había quitado el sueño y se
fueron con sus respectivas tablas. Ya cerca de las once, Óscar se
despidió de su amigo, tenía que irse a duchar y a abrir el
chiringuito.
Pablo fue remando hasta encontrarse
delante de la casa de Zoe. Salió del agua y se tumbó en la arena a
descansar mientras esperaba que ella
bajara.
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Zoe no descansó demasiado bien esa
noche, seguía dando vueltas a lo que había hablado con Pablo, a su
beso, a la charla tan entretenida de vuelta a casa y a que a la
mañana siguiente habían quedado, aunque fuese para hacer paddle
surf, iba a estar con él.
- ¿Vendría Olivia con él? ¿Lo
practicaría, o no le gustaría? Bueno, dentro de unas horas saldré
de dudas, ahora tengo que descansar o mañana estaré hecha un
zombi.
Se levantó con tiempo de sobra y
decidió meterse a la piscina a nadar un rato antes de
desayunar.
- Últimamente estoy nadando mucho, se
rió para sus adentros, de algo va a servir tantos nervios, al final
hasta me pongo en forma.
Cuando acabó se preparó el desayuno,
Elisa y Tomás, esa semana la tenía de vacaciones, aprovechaban para
ir a la ciudad con su hija a ver procesiones, pero antes de irse,
como siempre, preparaba un arsenal de comidas, que congelaba, para
que no se muriera de hambre.
Por curiosidad abrió el congelador,
que era separado de la nevera. Estaba a tope lleno de comidas
preparadas, cada una con el nombre pegado fuera y si era una o más
raciones, estaba en todo.
Se acabaron de hacer las tostadas, el
café y se exprimió un zumo de naranja, salió a la terraza a
tomárselo viendo el mar y la playa, mientras esperaba que él
llegara.
Cual fue su sorpresa cuando lo vio
tumbado en la arena, todo mojado.
- ¡Qué guapo era! Y ¡qué cuerpo
tenía!, era perfecto.
Pablo tuvo la sensación que lo
observaban, se volvió y la vio. Con una camiseta larga de tirantes
que le llegaba por debajo del culo y parecía que bajo llevaba un
bikini, iba descalza, se le veía tan natural y guapa a la
vez.
Se incorporó y la saludó con la
mano.
Ella le devolvió el
saludo.
- Sube, estoy desayunando, ¿quieres
tomar algo?
El cogió la tabla y el remo y se
acercó a la parte de abajo de su terraza que tenían unas escaleras
que accedían a ella.
- Ya he desayunado con Óscar, pero si
te agradecería un café.
- Sube, deja la tabla donde quieras y
acomódate.
Salió con una bandeja con el café y la
puso en la mesa.
- ¿Por qué no te
sientas?
- Estoy mojado y no quería mancharlo
todo.
- Por manchar no te preocupes, pero
espera un momento y te sacó una toalla para que te seques, aquí
hace algo de brisa.
Entró y salió con la toalla en la
mano, se la ofreció, y al cogerla se rozaron las
manos.
Ahí estaba de nuevo la corriente por
la espina dorsal.
- ¿Te ha dado un
escalofrío?
- Sí, es que estás helado, ten cuidado
no te de frío. ¿No deberías llevar un traje de esos que llevan
algunos?, dijo para no reconocer lo que le había
pasado.
- ¡Qué pena!, yo que creía que había
sido por mi contacto, le guiñó un ojo. No tengo frío, además,
me gusta la sensación de la brisa y el agua. Solo los uso en
invierno. Por eso quedé contigo tan tarde, para que hiciera más
calorcito y lo probarás sin traje.
Estaban los dos en su terraza,
desayunando, charlando y viendo las vistas.
- Parecemos una pareja normal, y estoy
muy a gusto, la verdad es que podría acostumbrarme a esto, pensó, y
desechó la idea por descabellada y absurda, además, el tiene
pareja, no lo olvides, se riñó Zoe
mentalmente.
Él, mientras la observaba, estaba
pensando casi lo mismo.
- No estaría nada mal, después de
pasar las noches con ella, acabar desayunando aquí los dos juntos.
De la misma forma, se lo quitó de la cabeza, parece bonito, pero no
lo era, la realidad, a la larga es otra, monotonía y
aburrimiento.
- Se está muy a gusto aquí, pero si
queremos que consigas subirte a la tabla, antes de la hora de
comer, deberíamos empezar ya.
- Cuando quieras, porque ya vas a ver
que alumna te ha tocado, te voy a desquiciar, ármate de paciencia,
se rió, un poco nerviosa ante lo que le
esperaba.
- Contigo, te puedo decir, que ya me
has desquiciado y que tengo mucha paciencia, y soltó una carcajada
al ver la cara de mosqueo que ella había puesto y el puñetazo que
le había dado en el brazo.
- Vamos, antes de que haya un
accidente y me quede sin profesor sin haber
empezado.
Los dos bromeando y riéndose bajaron a
la orilla, Pablo dejó la tabla en la arena y le
dijo.
- Vamos a conseguir que te
sostengas.
Lo primero quítate la camiseta y
túmbate sobre la tabla, boca abajo, alarga los brazos hacia delante
y toca el canto.
Lo que te voy a explicar ahora es para
tener la postura correcta encima de la tabla y que te sea más fácil
ponerte de pie y mantener el equilibrio.
Luego desde ahí, ponte de rodillas y
con ayuda del remo cuando estés estable, ya te levantas.
Avanzas un poco el pie que te sea más cómodo a ti, y así
podrás guardar el equilibrio.
De todos modos en el agua, cuando
consigas estar un rato de rodillas remando, será cuando yo te diga
que intentes ponerte de pie. ¿OK?
- OK, aquí sobre la arena, hasta
parece fácil, ya veremos en el agua si no me
mato.
- Tranquila, solo es un poco de
coordinación, equilibrio y luego práctica.
De todos modos cuando pierdas el
equilibrio intenta caer de forma que no te dé el remo, ni te
golpees con la tabla. ¡Vamos!, ¿preparada para
probar?
- Sí, creo que
sí.
Ya en el agua lo intentó de rodillas y
después de varias veces consiguió ir perfectamente remando, estaba
empapada y muy guapa, riéndose continuamente, incluso cuando se
caía, se le veía feliz.
Al final, lo consiguió ya en la
postura adecuada y avanzando. Del entusiasmo, por poco se cae. Él,
cerca de ella, nadando, u observándola desde el agua, disfrutaba
también. Lo había conseguido en poco
tiempo.
Ya llevaban un par de horas, él le iba
corrigiendo algunas cosas, pero lo hacía muy
bien.
Le indicó que fuera saliendo y ella
con un poco de esfuerzo consiguió controlarlo y llevarla hasta la
orilla.
- ¡Me encanta!, ¡es genial!, dijo al
tiempo que llegaba a la orilla y nadaba un
poco.
- Pues, ahora te pegas una ducha y
comes para reponer fuerza, mañana puede que tengas agujetas, aunque
estás acostumbrada a nadar y andar, aquí tensas y ejercitas otras
partes del cuerpo. Ya cuando estés más relajada y te acostumbres no
te pasará.
- Me ha encantado, ¿sabes dónde podría
comprarme una? Así podríamos ir los dos.
- Cuando vuelva a la ciudad, quedamos
un día y te acompaño, hay un amigo que las hace personalizadas,
pero de momento, cuando quieras salir, podemos hacerlo desde mi
casa y tú coges la de Claudia. Ella se compró una, pero no le gusta
demasiado y no la usa casi.
- Perfecto, a mí, si a ti no te
importa, me gustaría practicar alguna vez más, antes de que te
vayas, así cuando yo salga sola la controlaré
mejor.
- Bueno, será cosa de que me vaya a
comer, a mi me queda un tramo hasta llegar a
casa.
Cogió la tabla y cuando se disponía a
volver al agua.
- ¡Espera Pablo! Si quieres, nos
pegamos un chapuzón en la piscina para quitarnos la sal, te enseño
la casa, que seguro que te gustaría ver, comemos algo, y ya te
vas.
- Bueno..., no sé, la verdad es que
por culpa de mi profesión, esta casa desde que empezaron a
construirla siempre me ha intrigado y encantado, y en algún sitio
tengo que comer.
- Pues, trato hecho, así, te puedo
agradecer que me hayas enseñado.
- A mí se me ocurrirían mil formas
mejores de que me lo agradecieras, le miró con una sonrisa
burlona.
Ella puso una cara de confusión y
extrañeza que lo decía todo.
- Tranquila, tranquila, era solo una
broma. No es que no lo piense, es que se que para los dos es mejor
así. ¿Me dejas un teléfono para que mande un mensaje a Claudia para
avisar que no voy a comer?
- Por supuesto, pero, no había caído
en eso, a lo mejor a Olivia no le sienta
bien.
- No te preocupes por ellas, seguro
que estarán durmiendo hasta esta tarde, se han acostado casi
al amanecer, es solo por si acaso, que no me
esperen.