CAPÍTULO 9

Acabaron las dos copas que al final se habían tomado y viendo que ya no podían prolongar más el tiempo, se levantaron para irse.

Pablo se empeñó en pagar, aunque ella no estaba de acuerdo, quería que pagaran a medias pues no era una cita, él no cedió. La idea había sido suya y quedaría como un cretino si su amigo veía que pagaba ella parte, le puso como excusa bromeando.

Se alejaron del chiringuito uno al lado del otro en silencio, enseguida estaban en la puerta del porche de la casa de él.

Sin poder evitarlo la atrajo hacia su cuerpo, cogiéndola por la cintura, se fundió con ella en un beso mucho más apasionado que el anterior, como si fuese su último beso, aquel que no podrían olvidar.

Ella para su sorpresa,  le respondió con el mismo ardor, con el mismo deseo.

Lo estaba matando, le iba a ser imposible parar.

Ella puso sus brazos alrededor de su  cuello. Las manos de él comenzaron a tener vida propia, no podía mantenerlas quietas, quería más, mucho más de esa pequeña morenita. Mientras una mano la tenía en su cintura la otra bajó hasta su culo, primero comenzó acariciándolo y luego la elevó para ponerla más acoplada a él. De repente Zoe se separó, lo miró a los ojos y con una voz entrecortada por la excitación y muy flojito, como si no quisiera decir esas palabras, habló.

- Esto no está bien. Vamos a dejarlo aquí antes de que nos arrepintamos.

A Pablo le cayeron como un jarro de agua fría, tenía que pensar en algo y rápido, aunque no estaba muy lúcido, o ella, se escaparía,  quizás para siempre y la necesitaba, quería explorar todas las partes de su cuerpo, estar dentro de ella, lo había necesitado desde que la vio en los grandes almacenes.

- ¡Sí está bien!, dijo más alto y enfadado de lo que hubiese querido. No hay nada de que arrepentirse, los dos somos adultos, los dos sabemos que no va a haber nada más, porque ninguno queremos compromisos, mañana seguiremos con nuestras vidas, pero esta es nuestra noche mágica, dijo esta vez más dulce y flojito.

Solo de pensar que pudiese ser verdad que ya no la iba a ver más, hacía que se le encogiera el corazón, pero ahora tenía que pensar en ese momento, en aprovecharlo, en pasarlo con ella, así quizás tuviera el mañana alguna oportunidad para ellos.

Ella lo miró unos instantes y volvió a besarlo con la misma pasión que había hecho antes, mientras, pasaba sus manos por debajo de su camiseta, notando como se le ponía su torso rígido por el contacto.

- Creo que debería encontrar las llaves y que pasáramos, antes de que nos llamen la atención por escándalo público.

Tropezando, sin apartarse el uno del otro, tocándose, besándose entraron en la casa.

Ya no tenía sentido pensar, le apetecía y mucho estar con él, mañana ya se vería.

Él la cogió en brazos como si fuese una pluma, sin parar de besarle el cuello, los labios, la parte de escote que quedaba sin ropa,...

Cuando llegaron arriba, a su dormitorio, la bajó muy despacio y la observó, era preciosa, tenía los labios rojos y un poco hinchados por sus besos, el pelo un poco alborotado y estaba todavía más bonita.

Se acercó a ella lentamente, sin quitarle los ojos de encima, ella lejos de sentirse cohibida, se sentía muy cómoda. Le sacó el jersey mientras ella hacía lo mismo con su camiseta, necesitaba tocarla, pero no quería precipitarse, necesitaba saborearla, disfrutarla muy despacio, que esa noche no acabara nunca. Era la primera vez que le pasaba algo así, pero estaba encantado, quería disfrutar de esta nueva sensación.

Muy despacio, se fueron desvistiendo, sin dejar de tocarse y besarse. Cuando ya no les quedaba más que la ropa interior se volvieron a quedar mirando, parecía que ninguno de los dos quería perderse nada, querían retener cada paso que avanzaban.

Se miraban con admiración, cada uno notaba que les gustaba lo que veían.

Se acercó a ella y comenzó a tocarle los pechos a través del encaje de su ropa interior, ella emitió un gemido, olía a fresco, a brisa, un aroma suave que lo tenía retenido en su cabeza desde el día que la conoció. Aprovechó para liberarlos y mientras tocaba uno, al otro iba besando y mordisqueando. El  pezón se le puso duro, el siguió jugando con ellos hasta que los había saboreado bien. Entonces le desabrochó el sujetador dejándoselos totalmente al descubierto, solo podía pensar en lo perfecta que era.

Le estaba matando, cada beso, cada succión que él le hacía a sus senos se notaba más y más húmeda, con que facilidad se estaba excitando con casi un desconocido. Ya no aguantaba más, lo quería dentro de ella, pero cada vez que intentaba acercarse a su ombligo él le apartaba las manos.

- ¡Te necesito, ya! Dijo Zoe un poco desesperada.

- Lo siento preciosa, pero me niego a que esto acabe tan pronto, y si sigues por donde vas, no creo que me pueda resistir mucho tiempo, me tienes a cien.

Cada palabra que se susurraban, la urgencia de ella, la forma calmada de saborearla él, hacían que sus cuerpos se excitarán cada vez más.

Pablo fue bajando con sus besos y sus manos hasta tocar sus braguitas, Zoe pegó un respingo.

Las bajó un poco y comenzó a darle besos por todo el contorno, ella no creía que fuese a aguantar mucho cuando él se las quitó y comenzó a acariciar las partes que ya estaban húmedas, preparadas.

Mientras con un dedo formaba círculos y masajeaba su clítoris, metió  dos en su interior, con suavidad y movimientos rítmicos, Zoe emitió unos gemidos, le estaba provocando tanto placer que no podía  contenerse y tampoco quería, estaba disfrutando.

Le seguío besando el abdomen, sacó  los dedos y puso su cabeza entre sus piernas, ascendiendo desde la parte interna de sus muslos, con sus besos, hasta su sexo.

Ella introducía sus dedos por  su pelo y lo acercaba y apretaba más hacía ella.

Comenzó a mordisquearle el clítoris que lo tenía duro y con su lengua le hizo llegar al orgasmo. Él sintió como se estremecía, mientras decía su nombre y le pedía que no parase.

Cuando pudo volver a respirar con tranquilidad, lo miró y vio la sonrisa en su cara, mientras la seguía besando por el pecho, el cuello,..

Zoe le dio la vuelta de improviso y lo dejo mirando al techo. Se puso a horcajadas sobre él y comenzó a hacerle pasar por el mismo suplicio maravilloso que había pasado ella.

Fue besándolo y tocándolo por todo hasta llegar a la cinturilla de sus boxes,  estaban que reventaban, ella comenzó a bajarlos y dejó salir su pene, estaba súper excitado, comenzó a besarlo, chuparlo y darle mordisquillos hasta que él la retiró de nuevo.

Ella puso cara de enfado.

- Necesito que nuestra primera vez sea dentro de ti y si sigues por ahí no creo que aguante.

Cogió de la mesita un preservativo, ella se lo quitó de las manos, lo rasgó y se lo pusó, con mucha habilidad y rapidez.

- Parece que mi morenita, también está  impaciente.

Ella con un beso le cerró la boca.

Mientras introducía lentamente su pene en su ardiente cavidad, le tocaba y le besaba los senos. Comenzaron a moverse a un ritmo pausado primero y cuando él vio que comenzaba a acelerar, la giró, poniéndose encima.
Llevando Pablo el control siguieron besándose hasta que notó como lo estrujaba y absorbía. Lo volvió loco y sin poderlo evitar  aceleró. Sintió como llegaba al clímax entre espasmos y gemidos, su cuerpo no pudo resistir más y se  dejó sucumbir por el placer que sentía.

Se quedó sobre ella, sin salir del sitio donde estaba tan a gusto, hasta que sus respiraciones se calmaron. Le miró  a los ojos y ella le dió un beso con mucha más pasión que los anteriores.

¡Estaba perdido! Nunca, nunca había sentido nada igual, pensó Pablo.

En todas las relaciones que había tenido, incluso con su prometido, nunca habían sido tan intensas, lo que había sentido con Pablo se escapaba de sus sentidos. Había estado genial.

Efectivamente, la noche había sido mágica.

Con esos pensamientos  y abrazados se quedaron durmiendo, ya quedaba poco para que amaneciese.

 
¿Quién cerró las puertas al amor?
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