CAPÍTULO 3

 

 

Se ducharon, y se pusieron ropa veraniega y cómoda, las dos chicas iban con unos pantaloncitos muy cortos, unas camisetas de tirantes y unas sandalias y él, se puso unas Bermudas, una camiseta y unas chanclas y se cogieron unos jerseyes finos por sí luego refrescaba.

 

Cuando estuvieron los tres preparados, se dispusieron a salir.

 

Iban muy animados, comentándole a Gonzalo sobre la pasada de casa que tenía Zoe, lo bien que le iba, como estaba teniendo muchísimo éxito, poniéndole al día sobre el resto de sus amigos, de Silvia y Hugo,... Cuando se dieron cuenta, ya estaban al final del paseo.

 

- Mira, allí están todos en la terraza, tomándose algo, dijo Olivia, que no salía de su asombro de ver lo bien que se llevaban ahora esos dos y la complicidad que tenían.

 

- Cuando Pablo me contó que la casa era una pasada, creo que se quedo corto. 

 

- Pues espérate a verla por dentro y la parte de atrás que da a la montaña, es alucinante. A un sitio así, donde pudiera tener mi estudio y tantas comodidades, me vendría todo el año, sin pensármelo.

 

- Yo al pueblo, algún día cuando pueda, me vendré a vivir, y os aseguro que, no podrá ser en una casa así, pero me va a dar igual, comento Olivia mirando el paisaje.

 

- Ahora entiendo, porque tu hermano, siempre ha echado de menos esta zona, no sólo es preciosa, el ambiente y  la tranquilidad, te envuelven y enganchan. Yo venía a ver cómo le iba con la reforma de la casita, y me volvía a mi vida, en New York, y nunca me impregne de esto hasta hoy.

 

- ¡Ten cuidado machote!, que al final acabamos todos aquí, no te acerques mucho que es contagioso, le dijo Claudia.

 

- De allí, aparte de lo cerca que estoy del estudio, lo único que me apega es la casa, que la hice a mi gusto y es cómoda y perfecta para mí.

 

- Ya, eso me pasa a mí, con mi ático, pero de momento me voy a venir todo el verano, y luego ya veremos, según me vayan las cosas y si me sale un proyecto que tengo, quizás mi vida cambie su rumbo.

 

Gonzalo, se quedo un poco frío, no tenía derecho a preguntarle, todavía no tenían una amistad tan estrecha, pero tenía curiosidad de lo que se trataba.

 

- ¡Desgraciada! No me digas que ha salido y te largas y no nos has comentado nada, soy tu prima y amiga, ¿recuerdas?

 

- No he dicho nada, ni voy a decir, hasta que tenga la confirmación, y se rió, por ser mi prima, amiga y confidente, eres la primera que sabes algo, pero ahora calladita, que ya estamos.

 

- Ya era hora que vinieseis, si os descuidáis nos comemos todos los aperitivos, dijo Pablo riéndose y emocionado ante la perspectiva de enseñarle a su amigo la casa.

 

- Se nota que sois arquitectos, está como un crió con zapatos nuevos, rió también Zoe, al ver la cara de su pareja.

 

- Sin ser arquitecto, esta casa ya te deja alucinado, pero encima, con nuestra deformación profesional, lo que faltaba.

 

Pablo pasó con Gonzalo a enseñarle la casa, se tiraron un buen rato, durante ese tiempo los demás disfrutaban del final del día, charlando. Se estaba muy a gusto, hacia una temperatura buenísima, se notaba que ya le quedaban pocos días para comenzar el verano.

 

Pasaron todos a la cocina y empezaron a sacar las cosas para poner  la mesa y preparar y montar todo lo que Elisa les había dejado hecho, había entrantes y comida, para varios días, esa mujer cuando se ponía a preparar no tenía altura.

Se sentaron, sólo faltaba Óscar, que llegaría tarde, para las copas, esa noche, sólo tenía un camarero y el cocinero con él y no podía escaquearse hasta el cierre.

 

- Me encanta tu casa Zoe, yo creía que mi amigo era un exagerado, pero para nada, es perfecta.

 

- A mi me encanta, igual que me encanta que sea grande para poder juntarnos, y eso que cuando la mande construir pensaba que iba a ser para mi sola, por eso sobretodo, yo os aseguro, que valoró mucho, estos ratitos y me encanta tener tantos y tan buenos amigos, por nosotros, y porque hayan muchos momentos como este, levantó la copa, y todos a la vez la levantaron y brindaron.

 

- Te ha costado, pero al final te ha salido la rama tierna, que bonito, voy a llorar, dijo Silvia haciendo una mueca como sí llorará.

 

Todos se rieron.

 

- Y tú nunca dejarás de ser una payasada, le hizo una mueca su amiga.

 

La cena transcurrió muy animada, no había malos rollos, no paraban unos a otros de echarse pullas, de bromear y de contar anécdotas.

Como era lógico, salió a colación los líos que tuvieron que montar para que Pablo y Zoe se dieran cuenta que se querían, Claudia que las conocía más, no sabía si se lo contaban a Gonzalo o a ella.

Gonzalo, que había oído algo de esa historia, cuando le contaron todo con pelos y detalles, entre risas, bromas, piques de algunos/as, se quedo muerto. Por poco esa pareja que se le veía perfecta, por lo menos de momento, había estado a punto de cargarla tanto, podían nunca haber estado juntos.

 

Llego la hora de los postres y todos disimuladamente habían observado las reacciones de Gonzalo y Claudia durante toda la noche, ninguno entendía como habían pasado de no soportarse y casi odiarse a parecer, hasta viejos y grandes amigos. Estaba bien, pero era más que sospechoso.

 

Él por su lado, estaba feliz y disfrutando mucho de la velada, parecía una familia bien allegada, y le encantaba haber acabado  la guerra con Claudia, y verla en su salsa, sin parar de reír y decir barbaridades, esa chica cada momento que pasaba le sorprendía y gustaba más, aunque sólo fuera como amiga, porque lo que si tenía claro que por mucho que la desease, que la deseaba, cada vez que se le hacían esos hoyuelos en sus mejillas, cuando sus ojazos parecían que lo decían todo, cuando se apartaba la melena de la nuca, cuando se humedecía con la punta de la lengua los labios, cuando entre risas lo achuchaba o lo tocaba, cuando...¡joder!, cuanto la deseaba, pero eso lo iba a controlar, ahora no la volvería a cagar.

 

Ella, se encontraba relajada, ese día había sacado varias cosas en claro y había tomado algunas decisiones sobre los siguientes movimientos que iba a dar con respecto a Gonzalo. No iba a volver a ser la inocente que esperara acontecimientos, se iba a lanzar a la piscina, tenía que saber, si lo que ella creía ver en él era cierto, tenía un plan, iba a jugar al mismo juego que a él le gustaba, así podría ver quién de los dos llevaba razón. Si era él, sin problemas lo olvidaría, pero no iba a dejarlo escapar por no intentarlo, por una convicción absurda por parte de él, que al fin y al cabo era la misma que meses atrás habían tenido su hermano y Zoe y ahora eran súper felices. Si no se arriesgaba siempre lo estaría esperando, y eso si que no estaba dispuesta.

 

- Por lo que veo he llegado a tiempo, dijo Óscar mientras subía la escalera hacia la terraza.

 

- Aunque no lo creas, he estado entreteniéndolos, sin sacar el café con tus dulces favoritos, para que pudieras probarlos, porque estos arrasan con todo, se nota que ninguno come nunca en condiciones, se rió Zoe ante las muecas de los demás.

 

- Creo que me voy a ponerme celoso, por mi no se sí hubiera esperado, contesto Pablo haciéndose el serio.

 

- Pero lo que tú no haces es esperarla a desayunar cuando se que va a venir, con el desayuno especial, rió Óscar, sabiendo que eso traía algún que otro recuerdo.

 

- ¡Aggg! Todavía me da rabia, cuando oigo lo del "desayuno especial", y rieron todos ante el comentario y la cara de Pablo.

 

Se tomaron el café con los dulces y pasaron a servir las copas.

 

- Hoy os toca a Gonzalo y a ti preparar las bebidas, dijo Zoe, refiriéndose a Claudia.

 

Antes ya habían contado la parte de los preparativos de las copas, que la anterior vez, los habían mandado a ellos para que hicieran las paces, entonces, todos apoyaron la idea entre risas, menos Pablo que ya no le hacía tanta gracia.

 

Preguntaron que quería tomar cada uno y se fueron a la cocina a preparar las bebidas.

 

- Me temo, que te está tocando a ti pagar el pato de las jugarretas que yo les gaste a esos dos, dijo Claudia sonriéndole. Pero lo bueno es que a diferencia de ellos nosotros sabemos muy bien lo que queremos.

 

- No me importa, la verdad es que hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien, pero, ¿qué es lo que nosotros sabemos?

 

- Estas hoy gracioso, pues lo que hemos hablado, ser amigos y punto, sin ir más allá.

 

- ¡Ah claro!, te referías a eso, ya me habías puesto nervioso, no sabía por dónde ibas, dijo cucándole el ojo, indicándole que se había quedado con ella.

 

- Claudia, se acercó a su oído y le susurró, ten cuidado don Juan que seguro que están todos pendientes, y le dio un beso en la oreja y se apartó riéndose al ver el respingo que él pegó.

 

- Entonces ahora fue él, el que se acercó y le dijo en voz dulce y provocadora, la que tienes que tener cuidado en no jugar con fuego eres tú, no te quemes, y le lamió el lóbulo de la oreja.

 

Ella se separó con una carcajada, pero aunque había disimulado, su cuerpo si se había calentado, sólo por un leve tonteo.

 

Él tampoco quedo inmune, sus pantalones comenzaban a quedarle un poco prietos, y no había pasado nada entre ellos. Con otras, necesitaba mucho, para llegar a ese punto, y con ella se activaba como un resorte.

 

- Es para hoy, queremos tomárnoslas antes de que amanezca, les grito Pablo, poniéndose un poco nervioso al ver tontear a esos dos.

 

 

Después de un par de copas, se despidieron y los tres y Óscar, que iba en la misma dirección, salieron por el paseo camino de su casa.

 

Cuando ya se veía la casita de repente Óscar gritó.

 

- ¡Claudia!, ¿te atreves o estas ya mayor?

 

Esta antes de que él hubiera acabado la frase ya había echado a correr, muerta de risa, él estuvo a punto de alcanzarla, pero con la ventaja que ella le había sacado, llego un poco antes.

El la cogió de la cintura y entre risas le dio una vueltas en el aire y la bajó, y se quedaron abrazados.

 

- Veo que sigues en forma, aún no estás oxidada.

 

Ella le dio un manotazo en el brazo y un beso en la mejilla.

 

Mientras los otros dos se acercaban paseando.

 

- ¿Qué hay entre esos dos?, se les ve siempre muy compenetrados y con mucha complicidad.

 

- Amistad de la buena, ¿celoso quizás?

 

- Para nada, nosotros sólo somos amigos y como ya sabes después de ser enemigos, ósea, que sólo es curiosidad.

 

Se despidieron todos y ellos se fueron cada uno a su habitación, no sin antes hablar de los planes para el día siguiente, básicamente, descansar y disfrutar.

 

Así pasaron el fin de semana, entre amigos y disfrutando de playa, comidas, copas, charlas, risas y paseos.

 

Cuando llegó el domingo después de comer, les entró un poco de bajón, sabían que ya era difícil juntarse todos, sobretodo Olivia, no podría venir mucho con sus líos, y Gonzalo lo mismo, sin contar que no tenía allí casa, el resto, aunque estuvieran por la zona más a menudo, estarían trabajando, con sus rutinas, pero se prometieron que intentarían juntarse más, al fin y al cabo, comenzaba el verano, y había más tiempo libre.

 

Gonzalo volvió en el coche con Olivia y Claudia, lo había traído Pablo ya con esa idea.

 

Durante el trayecto comentaron lo bien que se lo habían pasado y que tenían que verse alguna vez, aunque fuese por la ciudad.

 

- Tendréis que ser vosotros, yo voy a preparar las maletas en el momento llegue, y mañana mismo, estoy de vuelta. Quizás no me quede mucho tiempo en España y quiero aprovecharlo a tope, quiero pintar y disfrutar todo lo que pueda, y ante la cara que había puesto Gonzalo en la parte trasera del coche, le guiñó un ojo y dijo, ya sabes, que los extranjeros no son tan apasionados como los españoles.

 

A Gonzalo se le había helado la sangre, no sabía porque, pero después del fin de semana, sólo de pensar en que ya no iba a cenar con ella, que no iba a estar cuando se levantará, que no la iba oír reírse, le creaba una sensación de vacío que era hasta doloroso, pero encima, pensar, que quizás pronto, ya no fuera a estar ni en el mismo país, no lo podía resistir.

 

- Ahí es mi casa, señalo un pedazo chalet, todo recto, pintado en blanco, con algunos paneles de losas grises. Para despedirnos bien, podíais pasar, y abrimos una botella de vino y pedimos algo de cena, total, en algún sitio hay que cenar, así veis donde vivo, no sabía cómo prolongar lo inevitable.

 

- Y ¿qué hay de mis maletas?, no me va a dar tiempo.

 

- Si vas a estar allí todo el verano que más te da, en lugar de salir por la mañana, hacerlo por la tarde, y así vas más descansada.

 

- Vale, está bien, si Olivia no tiene problemas, acepto.

 

- Yo tengo que cenar en algún sitio, lo único que no me quiero ir muy tarde.

 

- Pues perfecto, vamos, os enseño la casa mientras se airea un poco el vino y nos traen algo de comer. ¿Pizzas?

 

- Sii, lo que sea.

 

Bajaron los tres y pasaron a su casa.

 

Era mucho más masculina, y algo más fría y moderna que la de Zoe, pero no tenía demasiado que envidiarle en cuanto a casa se refería, era también una verdadera pasada.

 

- Por lo que veo, en New York, no te fue nada mal, o eres un niño de papa con mucha pasta, comento Olivia.

 

- Él sonrió, quizás haya un poco de ambas cosas.

 

Llego la hora de marcharse y se despidieron. Cada uno volvía a su vida, a su rutina.

¿Quién cerró las puertas al amor?
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