CAPÍTULO 19
Pasó todo lo que quedaba de julio y parte de agosto dedicada a sus cuadros, estaba decidida, quería acabar con todos los encargos de Jorge antes de irse a Londres.
Le estaban lloviendo encargos de gente de bastante dinero y otras galerías por medio de Sergio y la publicidad que le daban los cuadros expuestos en el palacete, pero como estos no eran tan urgentes, los había pospuesto para cuando estuviera en Londres, así se mantendría ocupada por las tardes que no tenía universidad.
De vez en cuando había salido a tomarse algo con sus amigos por la noche, o a cenar, y había coincidido en alguna ocasión con Gonzalo, pero este no había mostrado ningún síntoma para que ella cambiara de opinión sobre su pronta partida.
En el fondo de su corazón esperaba que sucediera ese milagro, pero siendo realista sabía que no era nada probable. Ya dudaba hasta de que él fuera su alma gemela, alguien que supuestamente te quiere más allá de sus convicciones hubiera intentado algo para que no se alejara, y ni en su día lo intento, ni ahora parecía que estaba dispuesto a hacerlo.
Estaba preparando el equipaje, aunque no tenía mucho que llevarse, tenía que seleccionar por lo menos lo más esencial de ropa y de sus materiales de trabajo. Había decidido que dado que iba a pasar allí mucho tiempo, se llevaría lo imprescindible y como su economía estaba bastante bien, compraría allí casi todo, tanto de vestuario como para trabajar, de esa forma cuando volviera solo llevaría lo puesto.
Sentía un poco de miedo, y algo de pena, pero por otro lado el cambio de vida y de aires le apetecía. Cerraba una etapa de su vida, y comenzaba otra, pero desde otro nivel bastante más elevado.
Sergio le había ofrecido llevarla en su avión, así no tendría problemas con los bártulos que se llevara y él le ayudaría a instalarse. Claudia lo había aceptado, le venía muy bien su ayuda y tener un amigo cerca los primeros días. Hasta que cada uno comenzará a trabajar. Por esa razón, se iba una semana antes de empezar septiembre.
Ese fin de semana habían quedado todos los amigos para cenar en el chiringuito de Óscar y así despedirse. El domingo se iba a comenzar su nueva vida, por lo que antes del sábado lo quería tener todo preparado.
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- El domingo se va Claudia, pensaba que al final algo le haría cambiar de opinión, pero veo que no ha sido así, dijo Pablo a su amigo en tono de reproche.
Aunque supuestamente era viernes de agosto y estaban de vacaciones, habían tenido que acercarse a supervisar la obra de la tienda de su prima Olivia, ya estaba todo acabado, solo faltaban los últimos retoques y a finales de septiembre se inauguraría.
Silvia y Hugo ya habían podido pasar prácticamente todo el verano en su casita de la playa y habían disfrutado de lo lindo de la playa, los paseos al atardecer, las copas en su terraza mientras el peque dormía,..., estaban muy contentos por la elección que habían hecho, comprándola allí.
- Lo tenía muy claro, no creo que hubiera cambiado de opinión, dijo Gonzalo, sintiéndose aludido.
- Tú, mejor que nadie, sabes que alguien la hubiera hecho cambiar de opinión, pero has preferido que se vaya, es más cómodo así, no tienes que arriesgar nada.
- Como ya te dije una vez, es mayorcita para decir por sí sola, y si quiere irse no es cosa mía, aquí estaba teniendo mucho futuro.
- Si tú lo dices, y te lo crees, haya tú. De todos modos, vendrás mañana ¿no?
- Por supuesto, es mi amiga.
- Y lo que yo no entiendo, es por qué tú eres mi amigo, cuando cada día eres más tonto.
- Hombre gracias, yo también te quiero.
En el fondo sabía que llevaba razón su amigo, igual que sabía que la iba a echar mucho de menos, aunque no se habían visto demasiado últimamente, sabía que ella estaba cerca, ahora la cosa iba a cambiar, eso sin contar que se volvía a ir con Sergio y a su casa.
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Llego el sábado, y sin saber porqué estaba un poco nerviosa, era su despedida, pero si no podía antes, en cuatro meses estaría de vuelta, aunque solo fuese para pasar las Navidades con su familia y amigos, no era para tanto.
Olivia se iba a quedar con ella a dormir, Gonzalo, había preferido quedarse en casa de Zoe aunque sabía que la habitación de Pablo estaba libre, estaba claro, pensó Claudia, que no quería caer en ningún tipo de tentación.
Las dos primas comenzaron a arreglarse, hacía ya tiempo que no estaban así. Con todo el trabajo de las dos, habían podido juntarse poco.
- Me gustaría mucho que pudieras venir a la inauguración de la tienda, me da pena pensar que un día tan importante para mí, no estés para compartirlo contigo.
- Como cae en viernes, había pensado, pero no se lo digas a nadie, por si al final no puedo, coger un vuelo por la tarde para llegar a tiempo y pasar el fin de semana, pero primero tengo que ver cómo van allí los horarios de clases.
- Me encantaría, y así también me pondrías al día de cómo te va por los Londres, se rió su prima.
- Con tanta cháchara, aun no he pensado que ponerme y vamos a llegar tarde. ¿Tú qué te vas a poner?
- Me he traído un vestido fresquito y muy sugerente, a ver si pesco algo esta noche.
- Jajaja, vienes con ganas de guerra, pues ya sabes que si traes compañía, la otra habitación está libre.
- No me caerá la breva, creo que a quien me gustaría dar guerra me tiene un cariño meramente fraternal, y eso duele.
- Yo, hoy ni la busco ni la quiero la guerra, pero no me importaría demostrarle lo que se está perdiendo, aunque pensándolo bien, más que se lo he demostrado ya, y no le ha afectado, ni le ha removido un poco, ósea, que da igual aunque me ponga un saco, me va a mirar de la misma forma.
- Uff, hombres.
- No es cuestión de hombres, es de que sea el tuyo, y en este caso, yo tengo claro que él, mío no lo es.
Se comenzaron a vestir las dos.
Olivia se puso el vestido que se había traído, como había dicho muy sugerente. Era ajustado, atado al cuello, blanco y con volantitos de flecos que bailaban al más mínimo movimiento de ella, a conjunto se puso unas sandalias altas blancas de charol, con un bolsito pequeño del mismo material que colgaba de su hombro con una cadena corta de acero, al igual que sus pendientes. Se recogió el pelo en una cola alta totalmente estirada.
Claudia, iba bastante menos llamativa, pero también se le veía elegante, su vestido era de algodón, en color crudo, cortito, con los tirantes de bolitas de madera marrones y debajo del pecho a modo de cinturilla, llevaba en marrones una cenefa igual a la de la parte baja de la falda, pero está el doble de ancha. A conjunto se puso unas cuñas atadas al tobillo de piel marrón de tiras. Los pendientes eran aros de bolas marrones como los tirantes.
Se pusieron rímel y un poco de brillo en los labios y salieron dispuestas a pasárselo en grande, era su última noche antes de marcharse.
Cuando llegaron, ya estaban allí hablando con Óscar, que se había tomado la noche libre, su hermano con Zoe y Gonzalo, solo faltaban los que tenían que acostar al bebe y esperar a la niñera, Silvia y Hugo.
Al verlas aparecer, Óscar les silbo, y puso los ojos en blanco y la mano en el pecho como si le estuviera dando algo. Ellas comenzaron a reírse.
- No tienes remedio, estas hecho un payaso, por eso te tengo que querer, y se tiro a sus brazos a darle los dos besos Claudia.
Cuando llego el turno de saludar a Gonzalo, se quedaron unos segundos con las miradas fijas y cuando ella junto su mejilla a la suya y absorbió, ese aroma que le gustaba tanto y el cual le volvía loco, supo de nuevo, que no iba a llevar nada bien su marcha.
Pasaron una noche súper divertida contando batallitas de unos y otros, acabaron bastante entrada la madrugada, y ya en la puerta de Claudia se despidieron, todos se iban a retirar excepto Olivia y Óscar que habían decidido que la noche era joven y ellos también y se iban a otros garitos a tomarse una copa.
Al día siguiente comía con Pablo, Zoe, Silvia y Hugo, por lo que a ellos les dio dos besos, pero no se despidió, pero Gonzalo se quedo más rezagado, y les dijo que ya los alcanzaba. Él por la mañana volvía a la ciudad, y quería despedirse.
Los otros comenzaron a andar, iban paseando, hablando animadamente hacia sus respectivas casas.
- Bueno,... espero que disfrutes mucho, cualquier cosa que necesites sabes dónde estoy,... Te voy a echar mucho de menos, aunque no lo creas, dijo con la voz un poco entrecortada por la tensión y la lucha que estaba manteniendo con su cuerpo y su mente.
- Yo también te voy a echar de menos, y lo mismo te digo, cuando quieras, ya sabes dónde buscarme, para eso estamos los amigos.
Claudia se acercó y le dio un suave beso en los labios al tiempo que le abrazaba, él no pudo contenerse más y cogiéndola con una mano por la cintura y otra enredándosela en su pelo, tomo su boca con desesperación, ella le correspondió con el mismo fuego, hasta que en un momento dado fueron conscientes de lo que estaban haciendo y como si a ambos les hubieran pinchado, se separaron y se miraron.
- Me voy a dormir, mañana es un día largo, dijo un poco turbada y dolida.
- Si, yo también me voy, lo dicho, se feliz.
- No te preocupes que eso lo tengo claro, lo voy a intentar con todas mis fuerzas, hasta la próxima.