CAPÍTULO 31

Zoe pasó toda lo noche en vela, dio vueltas, bajó a tomarse una infusión, intento leer, hasta estuvo a punto de despertar a Silvia, pero le dio pena.

Otra noche más sin dormir por culpa de Pablo, iba a acabar con ella.

¿Qué podía hacer? Por un lado tenía ya ganas de acabar con todo, saber a que atenerse, pero ir a hablar con él era muy expuesto. Si después de contarse todo no querían seguir, lo llevaría muy mal. Si decidían seguir, a qué precio, otra vez empezar una relación, ¿estaba ella preparada para eso?

No veía ninguna salida buena, sin contar, que nunca le había gustado mostrar sus sentimientos y menos con tantos riesgos.

Tampoco veía una opción no aparecer, lo veía rastrero y cobarde, el merecía una explicación, además, si no apareciera, nunca tendrían ni la más mínima oportunidad, y eso, solo pensarlo le dolía.

Por fin se levantó el día y oyó movimiento en la casa, ya se habían levantado.

Se duchó, se vistió y bajó a desayunar.

Silvia estaba preparando el biberón, estaba sola.

Cuando la vio, se quedó alucinada, menuda cara tenía su amiga.

- Deduzco por la cara que tienes, y los ruidos que he oído, la noche ha sido apoteósica. ¿Sigue él aquí?

- No, he pasado la noche en vela, pero sola.

- Otra vez la habéis cagado, no tenéis remedio.

- Esta vez aun no la hemos cagado, pero te aseguro, que hoy, pase lo que pase, la vamos a fastidiar.

- Cada vez entiendo menos, esto parece un culebrón, y yo que creía que Hugo y yo nos habíamos ganado la palma en culebrones que dan que hablar.

 


- Estoy hecha un lío, necesito tú ayuda.

Zoe le contó todo lo que había pasado la noche anterior con Pablo y como había acabado con el ultimátum de él.

- ¡Dios!, cada día me gusta más ese chico, directo al grano.

- Tan al grano, que  no entiendo porque no he salido corriendo en otra dirección.

- Sí lo entiendes, es la primera vez que sientes algo tan fuerte por un hombre, y no hablo solo del sexo, tú igual que los de tú alrededor, sentimos que ahí, hay algo especial. Encima si ponemos el añadido, que está buenísimo, es divertido, trabajador y buena persona, ¿por qué seguir huyendo? Ni tú misma, con tú lógica, puedes. Y para postre, algo que me encanta, el corazón a ganado por goleada.

- Nos conocemos poquísimo, ¿cómo saber si va a funcionar?

- ¿Y qué?, estás ya sufriendo, sufre por algo de verdad, si saliese mal. Y, si luego funciona, habrá valido la pena. Si no lo intentas, te vas a arrepentir seguro. Eres muy cuadriculada y lógica, y  el único que ha roto con todo, ha sido Pablo, por algo será.

- Quizás cuando le cuente, lo tonta que he sido, con la dedicatoria, que me lié con él, porque creía que era un juego, pero cuando acabé y volví a ser consciente, ya no me hizo tanta gracia y me mosqueé y por eso le escribí la nota  y me marché, pasará de mí, pensará que soy una lunática.

- Lo dudo, no ha pasado sin entender nada. Él, por lo que sé, también ha roto con todas sus reglas. Me contó su hermana, que no creía en la pareja, sino en el revolcón, contigo podía haberse dado varios, en cambio, le dolió que le dejaras tirado, y quiere hacer las cosas bien. Yo diría, que alguien con su mentalidad, mucho tiene que sentir por ti, para arriesgar, y no haberte olvidado desde el primer día. Está claro que se la ha jugado por vosotros.

- ¿Entonces?, le miró con cara de niña implorando.

- Entonces, está claro, ve esta noche, guapísima, deja la pistola cargada en casa y cuéntale todo lo que pasó y todo lo que sientes, aunque no lo entiendas, puede que él, tampoco entienda lo que siente, pero está siendo más valiente, se está arriesgando más por ti. Merece solo por eso, que tú te sinceres.

- ¡Qué miedo! Ni siquiera sé sí sabré hacerlo.

- Te aseguro que sabrás. Además, aunque no lo creas, para los que lo vemos desde fuera, pase lo que pase, ahora o con los años, es una bonita historia de AMOR con mayúsculas, de esas que tú escribes.

El día transcurrió movidito, es lo bueno de tener a un bebé cerca, risueño y con ganas de atención, no daba mucho tiempo a pensar y eso en el fondo le venía bien.

Después de comer, cuando se tumbaron el padre y el hijo, volvieron a quedarse las dos tranquilas.

- Me da mucho apuro, dejaros aquí, una vez que venís, y yo me largo.

- ¿Lo dices en serio?, yo estoy encantada que te vayas con él, piénsalo bien. Son las 9:00, acostamos a Yago, cena romántica en una terraza con vistas al mar, copas, y una casa de ensueño para nosotros, solos, toda la noche. ¿Dónde está el problema?

- Zoe se carcajeó, eres única, alucinante, siempre ves lo positivo, por eso creo que siempre hemos sido amigas, nos compenetramos estupendamente. Pero, cuidadito, no sea que vuelva antes de lo previsto y vea lo que no debo, se rió.

- Espero por tú bien que no vuelvas hasta mañana. Creo que debería darte un buen consejo de amiga, pero no quiero que te ofendas, y se rió.

- ¿Cuál?, ¿es qué te ha faltado alguno por darme?, preguntó en tono de guasa.

- Sí, el principal de todos, dijo muy sería. Te aconsejo que subas te pongas todos los potingues buenísimos-milagrosos que tengas en esa cara ojerosa y con falta de sueño y con ellos puestos, te des un baño relajante, luego te tumbes y duermas un rato, ¿no querrás espantarlo con esa cara que gastas?

- Eres la bomba, y se echó a reír, me habías preocupado con esa seriedad.

- Es para preocuparse y ponerse seria. Si te ve así, se le va el morbo y la excitación, vamos, que se le cae todo, todo, a los pies, decía entre carcajadas.

- ¡Pero qué bruta que eres!

Hizo exactamente lo que había dicho su amiga y a las 7:30, se levantó y llamó a su Silvia para seleccionar el vestuario completo, interior y exterior y los complementos. Un rato antes comenzó a arreglarse.

Silvia, por supuesto, en el tiempo que ella había descansado, le había contado todo a Hugo, sabía que a su amiga, no solo no le importaba, sino que además lo daba por hecho. Este se alegró mucho por ella, pero como era hombre y la veía como a una hermana, le daba miedo como salieran las cosas, por mucho que su mujer fuera tan optimista.

Bajó las escaleras ya preparada y los dos se volvieron.

- Estás preciosa, nadie se te podría resistir, dijo Hugo mirándola con muchísimo cariño.

- ¡Perfecta, genial, guapísima! Le vas a quitar el sentido, veremos si se puede concentrar en la cena y hablar. Corre, que no llegues tarde, solo cinco minutos, no más.

- ¡Mujeres! ¿Por qué no podéis ser puntuales?, dijo con cara de exasperación.

- Porque tenemos que haceros sufrir un poco, para que nos valoréis.

- Uffff, no hay quien os entienda, pobre Pablo, y yo preocupado por Zoe.


                    ***************************

Pablo se había ido a su casa maldiciendo por ser tan tonto, la había presionado demasiado y a Zoe, por el poco tiempo que la conocía y sabía de ella, era de las que ante la presión, sobre todo, en los temas de pareja huía en la dirección contraria.

Se había precipitado, su necesidad de saberla suya en todos los sentidos podía provocar que la perdiera para siempre.

¿Y si ni siquiera se presentaba mañana?, ¿qué iba a hacer él?, sería capaz de dar carpetazo y pasar de ella, aun sabiendo que los dos sentían lo mismo, o le insistiría como un hombre desesperado, perdiendo así todo su orgullo.

Hasta ahí no creía que pudiera llegar, sería demasiado humillante, quería que lo intentara con él totalmente convencida, sabiendo donde se metía y decidida a hacerlo, a pesar de sus miedos a involucrarse en las relaciones de pareja.

Llegó a casa y se acostó, no tardó mucho en dormirse, estaba demasiado cansado, por la tensión que había soportado viéndola tan cerca sin poder hacer nada, por haberse tenido que contener esa noche y por como había llegado a su fin, además, llevaba varios días sin descansar.

Cuando se levantó llevaba mejor cara, aunque se reflejaba en ella su agobio y preocupación.

Ese día,  ellas, habían madrugado más que él y esperaban impacientes que le contarán que tal le había ido.

- No estamos muy seguras si preguntarte, por tú ceño y que estés aquí, no auguramos nada bueno, dijo su hermana.

- Os tengo que pedir un favor, dijo tajante, necesito que hoy sobre las 8:30 os vayáis y luego no vengáis a dormir, podéis ir a casa de Óscar, seguro que no le importa.

- ¡Uffff!, por un momento nos habías asustado y creíamos que lo habíais vuelto a fastidiar, dijo Olivia.

- No, no lo hemos vuelto, esta vez me he encargado yo solito, quizás no sirva para nada, la he presionado demasiado, pero necesito ese último favor, porque intuyo que todo lo de ayer fue cosa vuestra.

- Lo del favor está hecho y lo de ayer efectivamente fue cosa nuestra, Pablo puso cara de desesperación, Claudia siguió sin inmutarse, pero, ¿puedes explicar que ha pasado?, nos tienes a las dos que no pillamos una.

Pablo les contó lo que había pasado y como al final le había dado un ultimátum.

- ¡Hay madre!, creo que sí que la has liado pero bien, con lo que ella opina sobre las relaciones, a lo mejor ahora está en la otra punta del país, dijo lamentosa su hermana.

- Tú no eres la optimista y la que ayudas, pues no me sirves de mucho.

- No le hagas caso, es cierto, que no sabemos si va a sentir pánico y no va a aparecer, pero te aseguro que a ella le gustas más de lo que ella quisiera y su cabeza le permite. Según Silvia, nunca, te digo nunca, ni por Hugo en todo el tiempo estuvo tan colada. Igual gana su corazón y aparece.

- No sé que va a pasar, ni como actuaré o actuaremos a partir de hoy, pero en estos momentos estoy acojonado y con un miedo terrible de no volverla a ver.

- Si es tu alma gemela aparecerá, sentenció Claudia.

Los otros tuvieron que reírse, lo había dicho tan sería y convencida, que era hasta gracioso.

Salió un rato con la tabla y volvió para comer.

Había encargado en un restaurante del pueblo la cena, no se encontraba con fuerzas de hacerla él.
Fue a comprar vino y el postre y regresó a casa para tenerlo todo preparado y que le diera tiempo a arreglarse.
Las chicas, como habían acordado, se fueron a las 8:30 deseándole mucha suerte.

Conforme se acercaba la hora se ponía más nervioso y dudaba más de que ella apareciera.

 
¿Quién cerró las puertas al amor?
titlepage.xhtml
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_000.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_001.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_002.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_003.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_004.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_005.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_006.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_007.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_008.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_009.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_010.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_011.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_012.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_013.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_014.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_015.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_016.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_017.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_018.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_019.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_020.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_021.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_022.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_023.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_024.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_025.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_026.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_027.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_028.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_029.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_030.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_031.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_032.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_033.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_034.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_035.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_036.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_037.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_038.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_039.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_040.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_041.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_042.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_043.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_044.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_045.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_046.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_047.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_048.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_049.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_050.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_051.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_052.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_053.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_054.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_055.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_056.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_057.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_058.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_059.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_060.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_061.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_062.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_063.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_064.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_065.html
CR!JSM502WFSH0QFEVD9GXRJY2T1RF6_split_066.html