CAPÍTULO 12
Por fin llego el miércoles, no había
hablado con Silvia todavía, había preferido mandarle un mensaje
para confirmarle que iba.
Su amiga le había contestado
emocionada, que estaba ansiosa, habían quedado en un bar que había
en la urbanización donde vivía, así, antes de pasar la tarde con el
pequeñajo, podrían hablar un rato mientras comían, y luego en su
casa se prepararían para ir a la inauguración y después de copas a
un disco-pub que habían abierto nuevo, según ella muy
"chip".
Cogió el coche, no antes sin haber
metido un traje de fiesta con los complementos adecuados para la
exposición y algo por si al final se le hacía tarde y se
quedaba a dormir.
Estaba más nerviosa de lo que creía
cuando llegó al sitio donde habían quedado.
Era un bar con bastante gusto, con una
decoración moderna y alegre que tenía una terraza del mismo estilo,
cubierta con unas velas blancas, que le hicieron recordar su
maravilloso sábado y el chiringuito tan acogedor y bonito en el que
cenó.
Vio acercarse a Silvia, con una gran
sonrisa en los labios, a pesar de que hacía no mucho había tenido
un bebé, se le veía preciosa, radiante y si podía ser, hasta con
mejor cuerpo.
Medía un poco más que Zoe, con su
melena lacia y clara y recogida en una cola alta y esos ojos
marrones con grandes pestañas, que desprendían dulzura y vivacidad,
parecía una cría. Las dos llevaban un atuendo muy similar, muy
informal, pantalones muy cortos, camiseta de tirantes holgadas y la
única diferencia era que Silvia llevaba sus sandalias
altas.
Cuando llegó a su encuentro se le tiró
a abrazarla, diciéndole lo mucho que la había echado de
menos.
A Zoe en ese instante se le olvidó
todo lo que tenía contra su amiga, sabía que era imposible estar
enfadada con ella mucho tiempo y se le unió a su
abrazo.
Se sentaron en la terraza, mientras
miraban la carta, Silvia no paraba de preguntarle por todo,
sobre su promoción, las ventas de los libros, las entrevistas, si
había conocido algún famoso en las fiestas que había asistido, por
su vuelta a casa,... de todo, pero no nombró nada sobre
Pablo.
Pidieron y mientras le traían la
comida, ya decidida a sacarse la espina, abordó el tema que la
tenía en vilo.
- ¿De qué conoces a
Pablo?
- ¿De qué Pablo me
hablas?
- No te hagas la boba, necesito saber
toda la verdad y no estoy de humor para
bromas.
- Cariño, de verdad no se a que Pablo
te refieres.
- Quizás, ni el nombre fuera el suyo,
al chico que me mandaste para que me temblara
todo.
- Soltó una carcajada, estás muy mal,
cada vez te entiendo menos.
Zoe se estaba enfadando y
alterando.
- ¿No te dijo lo de la dedicatoria y
la nota?.
- Pues no, no sé de qué me
hablas.
- Pues de que has ganado tú.
Conseguiste al hombre perfecto que me hizo temblar de la cabeza a
los pies, ¿no es eso lo que pretendías?.
- ¡Qué guay! Si existe ese hombre
quiero conocerlo, pero te aseguro que por mucho que te amenazara
con ese tema, nunca me he atrevido a tanto.
Zoe por segundos se estaba poniendo
pálida, se le estaban revolviendo las tripas, en la cara de su
amiga notaba que estaba siendo sincera, pero no era
posible.
- Me estás diciendo de verdad, me lo
juras por lo que más quieras, por tu hijo. ¿Tú no has tenido nada
que ver con mi encuentro con Pablo?
- Pues claro que te lo juro, aunque si
te ha hecho tan feliz, es una pena que yo no haya
participado.
- Mierda, mierda, mierda. Hay Silvia,
que la he cagado pero bien, pensará que soy una
lunática.
- No creo que sea tan grave, pero si
me lo cuentas, con pelos y detalles, por supuesto, juzgare por mí
misma.
En eso llegó el camarero con lo que
habían pedido, mientras Zoe pensaba como lo había estropeado todo y
como se lo iba a contar a Silvia sin que la matara
después.
Comenzó a relatarle lo que parecía uno
de sus libros.
Cuando quería no profundizar en algo,
su amiga se daba cuenta y le obligaba a rebobinar y contarlo sin
saltarse nada, se conocían demasiado bien y se daba cuenta
enseguida.
Iba explicándole con todo lujo de
detalles, en parte por su faceta de escritora y en parte, porque
quería que su amiga, llegado el momento, comprendiera porque ella
había sospechado de su implicación.
Le contó cuando lo vio al entrar en
los almacenes, como se dio cuenta que no le quitaba los ojos de
encima, lo que hablaron, la corriente que sintió, la dedicatoria
para su hermana,...
Llegó a la parte de la dedicatoria
cuando la firma de libros, y tras una pausa le dijo lo que le había
puesto.
- ¡Pero qué fuerte! Tienes que
escribir un libro con tú historia, me tienes con el corazón
acelerado. ¿Cómo reacciono él al leerlo? ¿Se quedó con cara de
póker?
- No lo sé, no le dejé verla mientras
la escribía, le dije que lo mirara en privado, que la leyera en
casa.
- Vamos, que no tienes ni idea de como
reaccionó. Bueno..., luego te diría algo cuando estuviste con
él.
- No, nunca hablamos de eso, pero deja
que siga o no me va a dar tiempo y aún es mucho peor lo que hice.
Dijo poniendo cara de rabia. Solo pensarlo, se ponía
mala.
Siguió con la historia, el encuentro
en la playa, el monte, como quedaron para cenar, lo a gusto que
estuvo en la cena, que le presentó a Óscar, lo bonito del sitio,
las copas, como acabaron haciendo el amor, lo mágico y maravilloso
que fue en todo momento,...
- Si no estoy muy oxidada y si no te
conociera bien, juraría que entre Pablo y tú, hubo más que un
maravilloso polvo de una noche, y por lo que yo entiendo, por parte
de los dos.
- La verdad, es que fue todo
increíble, nunca había sentido tanto con nadie, y aunque este mal
decirlo, ni por Hugo, en todo el tiempo que estuvimos juntos,
pero, como ya te he dicho, los dos teníamos claro que no iba
haber más, que era solo un lío.
- Pues, perdona, pero no os entiendo.
Yo encontré eso con Hugo y no pienso dejarlo escapar por todos los
Bratt Pit que se me pongan a tiro.
- Quizás fue tan especial porque
sabíamos que no habría otra vez, además, yo estaba convencida que
era un apaño tuyo.
- No sé de donde iba yo a sacar un
apaño tan perfecto. ¿Habéis vuelto a quedar para veros, llamaros o
algo?
- No, ahora viene lo peor que
hice.
- Por favor, no me digas que saliste
huyendo sin despedirte.
- Peor, salí huyendo, sin despedirme y
escribiendo una nota dirigida a ti.
- Mierda, mierda, que si que la has
cagado de verdad. Bueno, sigue contando, antes de que te mate por
tonta.
Zoe acabó de contarle la historia,
todo, cuando se había despertado, lo que había pensado, la nota y
lo que puso y como volvió a su casa destrozada y muy enfadada con
su amiga por lo que le había hecho.
Silvia seguía sin poder cerrar la
boca, alucinada, cuando de golpe soltó unas carcajadas. No podía
parar de reírse, no le salían las palabras sin partirse de
risa.
- Y yo que creía que era la amiga más
boba de las dos, jajaja... Tú desde luego te has superado.... Te lo
juro que vas a acabar muy mal si sigues con la obsesión de espantar
a los tíos.... Eso sí, toda hay que decirlo, original y diferente
tiene que pensar que eres, por no decir que estas como una
cabra.
Su amiga no le veía la
gracia.
- Para ya de reírte, estás llamando la
atención, todos nos miran.
- No puedo, de
verdad...
- Yo no veo que tenga ninguna gracia,
ahora pensara que se ha liado con una loca total. Encima me va a
dar miedo pasearme por el pueblo, la playa,... por sí me lo
encuentro. ¡Qué vergüenza!
- Yaaa, ya, no seas una escritora
melodramática.
- Pues ya me contarás que voy a hacer,
¡listilla!, tú tienes la vida resuelta y el hombre de tus
sueños a tú lado, así es todo más fácil.
- Chica, tú mejor que nadie deberías
saber lo que yo me lo curré para llegar a estar con
él.
- Llevas razón, lo siento estoy un
poco agobiada y por lo que parece tú no tienes culpa de
nada.
Cuando acabaron con los cafés pagaron,
y se fueron a casa de Silvia.
Allí estaba Hugo con su pequeñín.
Formaban una escena súper tierna, de anuncio. Los dos tan guapos,
estaban tumbados en el sofá, entre los brazos de Hugo estaba
durmiendo Yago. Cuando entramos en silencio, Hugo nos sonrió, con
esa sonrisa que en otro tiempo me derretía.
Su pelo negro, ondulado, su piel
morena y sus ojos verdes contrastaban con la piel blanca y pelo
rubio que tenía su bebe. En lo único que se parecían era en las
ondas de su pelo.
Hablamos bajito durante un rato,
intentando no despertar a Yago, sabiendo que, cuando eso pasara se
nos acabaría la paz.
Nos comentó que la inauguración
de hoy era especial para él, iba como crítico de arte, para el
periódico que trabajaba y como amigo de la artista. Se conocían
desde la universidad, según él me la había presentado en una
ocasión cuando aun nosotros no estábamos ni saliendo, cuando
estábamos estudiando.
Quería que llegáramos un poco antes de
la hora para poder charlar con ella tranquilamente y
presentárnosla.
Estaba seguro que iba a ser un éxito,
según su experiencia, ella era muy buena artista. Esperaba que
triunfara, se lo merecía, por su arte y por lo optimista, positiva
y buena que era como persona. Se le notaba cierta admiración por
ella. Sentí una pequeña punzada de celos, alguna vez él hablaría
así de mis libros y de mí. No lo creía, nunca había entendido esa
faceta mía, como me había dedicado a la novela romántica, alguien,
con según él, mi talento como escritora.
A pesar de eso lo quería con todo su
corazón, como al hermano que nunca había tenido y el hombre que
hacía que su mejor amiga estuviera radiante y súper
feliz.
La paz, como todo llega a su fin, pero
compensaba ver como reía, jugaba y gateaba el
peque.
Cuando llegó la hora del baño, había
acabado con todos, y aun quedaba darle de cenar y dormirlo,
antes de que llegara la chica que iba a quedarse con
él.
- Por favor, ¿cómo podéis aguantar
este ritmo?, ¿Quién se arregla ahora y sale?, sino me quedan
fuerzas, dije riendo bajito para no despertarlo, mientras me tiraba
en el sofá.
- Ahora entiendes porque te decimos
que tienes que aprovechar mientras no tengas niños, luego no te
quedan fuerzas.
- Por eso no creo que yo tenga niños,
esto está muy bien de vez en cuando, vienes visitas a tu ahijado y
luego vuelves a tú rutina y tranquilidad.
- No lo digas tan fuerte, los que más
hemos dicho eso somos los que antes hemos caído. Y ahora no lo
cambiaríamos por nada, ni por la paz, ni la rutina, ni el tiempo
libre,... aunque a veces echemos de menos algo de tiempo para
nosotros, dijo Hugo.
- Supongo que debe ser así, porque se
os ve muy felices, pero yo por si acaso, evitaré el
peligro.
- Algún día caerás sin poderlo
remediar y encima será con gusto y estarás
encantada.
Comenzaron a vestirse. Ellas dos se
fueron a la habitación de invitados para arreglarse y pintarse,
parecía que eran las dos adolescentes de unos años
atrás.
Hugo estaba desesperado y nervioso,
esperando a que acabaran, cuando por fin
salieron.
- ¡Guau! Voy a llevar a la fiesta a
las dos chicas más guapas. Tendré que vigilaros de cerca, no
os metáis en algún lío.
- Pues, todo sea dicho, tú estás que
rompes, se me había olvidado lo guapo que estás con
traje.
Llegaron media hora antes a la sala
donde iba a ser la inauguración, la puerta estaba todavía cerrada,
Hugo llamó y una preciosa chica con un ramo de flores silvestre
precioso les abrió la puerta.