CAPÍTULO
1
Esto es lo peor de ser escritora,
pensaba Zoe, mientas iba en un taxi, camino de unos grandes
almacenes donde tendría lugar la última, por fin, firma de
libros.
En este caso por lo menos estaba cerca
de casa, a unos 20 km de su hogar.
Estaba cansada, aunque contenta,
llevaba medio año, promocionando su libro, muchas firmas,
entrevistas, vuelos, hoteles,... pero estaba siendo un éxito, a la
gente le había encantado, pero a ella este ritmo frenético le
estaba ya pasando factura, no veía el momento de acabar y volver a
recorrer sus montes, a ver las puestas de sol desde su terraza con
una buena copa de vino o a pasear al amanecer por la arena de su
tranquila y maravillosa playa.
Mientras pensaba en todo ello,
una sonrisa iluminaba su cara, ahora un poco más pálida y
desmejorada que meses atrás.
Ya no importaba nada, en unas horas
estaría de vuelta.
Cuando paró el taxi, bajó con el ánimo
renovado, dispuesta a dar lo mejor de sí a sus lectoras/es, ellos
merecían lo mejor. Gracias a ellos, ella, podía tener la vida que
había soñado, haciendo lo que le gustaba, gracias a ellos y a
la decisión que años atrás había tomado.
Ella sabía que sí se hubiera casado
con Hugo, todo hubiera sido distinto.
Su relación era ya una rutina, el amor
y la pasión con la que comenzaron de jóvenes era inexistente,
habían madurado con demasiadas incompatibilidades, pero siguieron
el camino lógico y esperado y por poco acaban
casándose.
Él no entendía, entre otras muchas
cosas, su afición por escribir novelas románticas, novelas que
escribía cualquiera, según su parecer.
- Ahora no estaría camino de una firma
de libros, no disfrutaría tanto de mi trabajo y no tendría el éxito
que tengo. De esta forma los dos somos muy felices y grandes
amigos, pensó.
- Menos mal que puse la solución a
tiempo, hay momentos en la vida que una decisión buena o mala puede
cambiarlo todo, seguía con su abstracción.
Al entrar le saludó efusiva, con la
mano, Carlota, era su agente y ya después de varios éxitos y giras
juntas, su amiga.
- Hola, ¿qué tal el viaje?, ¿no se te
ha hecho muy pesado en el tren?, ¿no entiendo por qué no viniste en
el vuelo conmigo?,.... Carlota no paraba de
hablar.
- Ja ja ja, ¡yaaa! Relájate, todo va a
salir bien, llevas tú, peor que yo, todo este circo. Siempre sale
bien.
- Lo sé, lo sé, pero cada vez que
llega un evento de estos no puedo evitar pensar si va a venir
suficiente gente, si no se van a molestar por la espera,... ¡Ya sé
que soy un poco histérica!, pero que sepas que no me ayuda en nada
verte a ti tan relajada, como si todo esto fuera pan
comido.
- Es parte de nuestro trabajo, y somos
buenas haciéndolo, así que vamos a por ello y disfrutemos
mientras.
- Sabes que te adoro, ¿verdad? Todo lo
haces fácil.
¡A la fiesta! Dijeron mientras se
acercaban riéndose con paso seguro y firme a la zona que
habían habilitado para que Zoe diera una pequeña charla y se
dispusiese a firmar sus libros.
***********************************
Pablo no paraba de
dar vueltas por esos horribles y grandes almacenes, ¡no los
soportaba!
Tenía que haber ido a comprarle algo a
su hermana pequeña, aunque pensándolo bien, ya no lo era tanto,
solo tenía 4 años menos que él, cumplía mañana 30, pero seguía
siendo su hermana pequeña. Algo como otros años, en los
comercios del centro, algo de ropa, que le encantaba, unos zapatos
o un bolso, muy complicado, algo de una joyería, que siempre le
sorprendía, pero no, allí estaba.
Se había enterado que la autora que
más le gustaba a su hermana estaba hoy firmando libros y ella no
podía acercarse, y que mejor sorpresa que llevarle su último
libro dedicado por ella.
Llevaba ya una hora, estaba muy
arrepentido de haber escogido eso como
regalo.
Primero estaba programado el
comienzo de las firmas a las 4, pero por algún problema lo habían
retasado a las 5, y después de estar una hora dando vueltas, al
acercarse de nuevo, había una cola que ocupa casi toda la
planta.
- ¡La autora está tiene que ser la
leche!, Aunque por la gente que está esperándola, todas o casi
todas mujeres de 20 a 50, tiene que ser una pastelosa, calentona
que no veas, así que con razón a mi hermana Claudia, le gusta
tanto, es una romántica empedernida.
Por su espada oyó a dos chicas
riéndose, se volvió, y no pudo evitar
fijarse.
Las dos eran bastante atractivas, una
de ellas, la más bajita y que en principio tenía que llamarle
menos la atención, a él, que con 1,86 le solían gustar altas ,con
tacones de vértigo y faldas que moldearan sus formas, sin dejar de
ser elegantes, le había dejado como
hipnotizado.
No tenía que medir más de 1,60,
llevaba unos botines azules con un tacón muy pequeño de aguja por
encima de unos pantalones vaqueros, que por cierto, se le ajustaban
como un guante, con una camiseta azul, bastante grande y ancha,
dejando insinuar un sujetador del mismo color, de encaje, como
ahora visten las chicas cuando van en plan
informal.
Como complementos llevaba puestos, varios collares largos, pulseras, anillos de color acero y cuero.
Tenía unos ojos
grandes, negros, un poco rasgados, con largas pestañas, una boca
perfecta, ni grande, ni pequeña, ni fina, ni excesivamente carnosa,
un óvalo, una nariz proporcionadas y una sonrisa, que le iluminaba
toda su cara.
Era maravillosa, casi no llevaba nada
de pintura, con esa melenita morena, totalmente despuntada
que le daba un aspecto de niña revoltosa.
Pero, había pasado por su lado y ni lo
había mirado, como si no existiera, y no es que fuera
engreído, simplemente sabía el efecto que causaba entre las
féminas e incluso entre algunos de su propio
sexo.
Estaba tan ensimismado observándola
que no se dio cuenta del revuelo que se estaba formando a su
alrededor.
Los seguidores de Zoe al verla entrar,
comenzaron a cuchichear, a ponerse nerviosos y a aplaudir, fue
entonces cuando Pablo se dio cuenta que la chica menuda en la que
él se había fijado, es la que llevaba un buen rato
esperando.
Después de todo, no había sido
tan mala idea el regalo que había pensado para Claudia, gracias a
ella iba a poder conocer a esa chica que sin saber porque, le había
encendido la sangre.
Iban pasando una tras otra persona, él
observaba como ella tenía palabras y sonrisas para todos antes de
firmarles el libro, cuanto más la miraba más le atraía y más
impaciente se sentía por que llegara su
turno.
Tras su apariencia dulce y
sencilla estaba seguro que ocultaba a una gata seductora y
explosiva. ¡Cómo le gustaría conocerla más íntimamente! Descubrir
lo que había debajo de esa fachada
sosegada.
- Hola, dijo Pablo con una sonrisa que
derretiría a cualquiera.
- Hola, era el chico que antes se
había quedado mirándola, ahora que se fijaba bien, se dio cuenta de
lo guapo que era, tenía los ojos verdes, el pelo castaño oscuro, no
muy corto, un poco más largó por arriba y lo llevaba "casualmente"
revuelto, su sonrisa formaba unos hoyuelos muy graciosos y
era pero que muy alto, por lo menos desde su perspectiva. No pegaba
nada entre la larga fila que esperaba. ¿Cómo te llamas?,
titubeó.
- Pablo, contestó estrechándole la
mano. Habían saltado chispas, y por el respingo que
había pegado, creyó percibir que, ella tampoco había quedado
inmune, volvió a sonreír.
- ¿A quién quieres que escriba la
dedicatoria?
- Es para Claudia, mi hermana, mañana
cumple treinta años y le encantas. Claro que ahora que te veo no se
sí coger otro y que me lo dediques también a mí. Creo que si
son como dicen de apasionados y habiéndote conocido..., a lo mejor
hasta me gustaría a mí.
- Jajaja, yaaaa..., pues sin problemas
te dedicaría los dos, aunque creo que no son precisamente de
tu estilo.
- ¿Por?, ¿Qué problema tienen para
alguien como yo?, le miró Pablo a los ojos como sí mirará en su
interior y notó como la estaba poniendo nerviosa, eso está bien,
pensó.
- Ninguno, por supuesto, cómo tú
quieras.
A Claudia le puso una dedicatoria muy
bonita felicitándola por su cumpleaños y deseándole le gustará y
fuese muy feliz. Pero a Pablo no sabía que ponerle, se había
quedado bloqueada.
- ¿Pablo, me has dicho que te llamabas
Pablo?, ¿quieres que te ponga algo en
especial?
- Me gustaría que me pusieras tu
teléfono, pero como supongo que eso no es posible, ponme algo que
cuando lo lea sepa que lo has escrito pensando en
mí.
Por alguna razón este chico le estaba
poniendo verdaderamente nerviosa, tenía mucha labia e iba demasiado
directo, algo no cuadraba.
De golpe se acordó de la discusión que
había tenido esa mañana por teléfono con Silvia, le había amenazado
con encargarse ella de buscarle una pareja que la hiciera temblar
de la cabeza a los pies, ¡qué cabrita! ¡Al final había intentado
metérsela! Pues la llevaba clara si pensaba que caería rendida a
los pies del primer adonis que tonteara con ella, por muy bueno que
estuviera y encantador que fuese.
- Me encanta tu compañía, pero creo
que los de atrás y tu amiga se están impacientando, ¿tan difícil es
poner algo pensando en mí? Le encantaba ver la expresión de
su cara, entre enfurecida y perdida y como le estaba afectando su
presencia, no iba a ser él el único.
- Perdón, llevas razón, es
sencillo.
Para Pablo,
dile a Silvia que casi lo
consigue,
ha
encontrado el ejemplar
perfecto,
la
pena es que yo no busque a
nadie,
y menos
sobornado para conquistarme.
Gracias
de todos modos por el
intento,
en otras circunstancias
y en otra vida,
quizás.
Todo un verdadero placer, para mis
sentidos.
Zoe Soller.
Mientras escribía la dedicatoria tenía
el libro torcido y se cubría con la mano de forma que Pablo no
pudiera leerla y evitar así explicaciones
bochornosas.
- Aquí lo tienes, si no te importa no
lo leas hasta llegar a tu casa, es algo muuuuy privado que solo
quiero compartir contigo, encantada.
Se despidió de él con una sonrisa que
prometía todo, dejándolo derretido. Había jugado a lo mismo que él
y había caído en la trampa.
CAPÍTULO 2
Cuando acabó la firma aún no se podía
creer lo que había pasado, como Silvia había llegado tan lejos y
como ese chico, Pablo, se había prestado a
ello.
Se despediría de Carlota y al llegar a
casa llamaría a Silvia para que le diera
explicaciones.
Carlota estaba hablando con la
encargada de los almacenes, mientras, ella le daba vueltas a la
cabeza y recogía su bolso. Estaban muy contentas por el éxito y la
aceptación que había tenido y la cantidad de libros que se habían
vendido en unas horas.
Cuando acabó, se apresuró al encuentro
de Zoe que se le veía un tanto ensimismada en sus
pensamientos.
- ¿Me puedes explicar qué demonios ha
pasado aquí esta tarde?
- Pues, sí no me equivoco, creo que ha
ido bastante bien, dijo esquivando la pregunta que su
amiga le acababa de
hacer.
- Jajaja, ¿todo ha sido normal, como
cualquier firma anterior?, dijo con una sonrisa
pícara.
- Sí, yo creo que más o menos como en
todas.
- La verdad es que quizás tú estés
acostumbrada a que los tíos buenos caigan de los árboles y vayan
descaradamente a por ti, quizás estés tan sobrada que los espantes
con el rabo como si fueran moscones, pero si a mí me llega a venir
el de esta tarde, ahora no estaría aquí. ¿Espero que por lo menos
le hayas escrito tu teléfono?
- ¿Tan desesperada me
ves?
- Mujeer, no sé sí desesperada, pero
más sola que la aquí presente, sí, y yo lo hubiera enganchado
aunque fuese para darle una alegría al
cuerpo.
- Jajaja, pero que bruta
eres.
- Realista, y por lo que veo tú
nada.
- Sabes que no me interesan las
relaciones ni a corto, ni largo plazo.
- Chica, la verdad es que no te
entiendo, si pusieras en práctica solo una parte de lo que escribes
serías la bomba.
- Por favor, otra
nooooo!!!!.
- Está bien, no digo nada más, pero
piénsatelo.
De camino a su casa mientras Carlota
la acompañaba en su coche sin parar de hablar, Zoe seguía sin poder
quitarse de la cabeza la sonrisa de Pablo y como iba a hablar con
Silvia sin enfadarse con ella por la jugarreta que le había
gastado.
Mejor sería dejarlo para mañana,
cuando hubiera descansado un poco.
Tenía ganas de llegar a su casa,
pegarse un buen baño relajante y cenar algo que le hubiese dejado
preparado Elisa. Se tumbaría en su porche, viendo las estrellas,
las luces de los barquitos y yates y su querido faro, con una buena
copa de vino, por supuesto.
No veía el momento.