45

Todo estaba preparado en la calle Setenta y Seis de Manhattan para el funeral que se llevaría a cabo en homenaje a la detective Eva Gonzales en la iglesia católica St. Jean Baptiste.

Oficiales del Departamento de Policía de Nueva York, con sus uniformes de gala de color azul y guantes blancos, se habían congregado en el lugar para darle el último adiós; también los detectives de la ciudad se encontraban allí, enfundados en sus trajes y gabardinas con insignias para escoltar el paso del féretro, cubierto por la bandera de Estados Unidos. Fue entonces cuando sonaron las gaitas y los tambores de la Emerald Society, cuyos sonidos no consiguieron envolver los ecos de los llantos de los allí presentes. Independientemente de los clásicos rituales religiosos, se había previsto un panegírico a cargo del comisionado del Departamento de Policía de Nueva York, exaltando la dedicación con la que Eva había servido a la ciudadanía. Después de su discurso, se oyeron unas palabras por parte del alcalde de la ciudad y otras a cargo del capitán Martens.

Después del emotivo reconocimiento y del sepelio, la familia se trasladó a la casa familiar, ubicada en Brooklyn, donde se llevó a cabo una reunión íntima a la que por supuesto asistió el detective Miller.

—Espéreme un momento —lo detuvo el señor Gonzales antes de que se marchara.

Noah Miller ya estaba dentro del coche, pero quitó la marcha al ver el apremio con el que se acercaba aquel hombre con un sobre en la mano. El detective bajó del automóvil y en un acto reflejo se quitó las gafas de sol a la vez que bordeaba el vehículo para acercarse al señor Gonzales.

—Casi me olvidaba, esto nos lo ha entregado nuestro letrado, junto con otra documentación que Eva ha dejado para nosotros. Este sobre está dirigido a usted.

—¿A mí? —Noah preguntó asombrado.

—Sí, señor Miller, no se asombre, creo que mi hija lo tenía todo previsto por si le pasaba algo, ella sabía que su profesión así lo requería.

—Gracias, señor Gonzales, luego veré de qué se trata.

Noah le palmeó levemente el hombro a aquel hombre, que a pesar de todo se mostraba más fuerte que un roble; cogió el sobre, y lo metió en el bolsillo interno de su gabardina.

A pesar de lo que le había dicho a Olivia, ya lo tenía todo previsto para cuando el funeral terminara, así que partió directo al aeropuerto, donde el avión particular de su empresa lo estaba esperando para llevarlo a Austin. Con Olivia no hablaba desde el jueves, ninguno de los dos había depuesto su actitud; el orgullo había podido con la necesidad imperiosa que sentían de verse a través de una comunicación virtual o de escucharse siquiera por teléfono. Aunque Miller había hecho un esfuerzo para no ceder, no lo había conseguido, la necesidad enardecida e incontrolable de verla lo hacían actuar en contra de su razón.

A bordo del Embraer Lineage 1000 estuvo tumbado en el diván de la zona de estar del avión, se encontraba ansioso, realmente no veía la hora de aterrizar en el aeropuerto internacional de Austin-Bergstrom.

El día no había sido nada fácil. Cuando un miembro de la policía de Nueva York muere, es inevitable hacerse un replanteamiento de la situación de la sociedad, y él no era ajeno a la misma, puesto que era parte activa de ella. Intentó relajarse y olvidarse de todos los problemas que lo rodeaban; necesitaba paz, sus músculos estaban rígidos por tanta tensión, su humor era sombrío y su cabeza estaba a punto de estallar, no tenía lugar para un solo problema más. Se acariciaba la frente mientras pensaba en Olivia, únicamente esperaba llegar para reconciliarse con ella, sentir el calor y el aroma que despedía y disfrutar de su cuerpo hasta perder el control. Precisaba alejarse de las dificultades y encontrar junto a la mujer que amaba un poco de sosiego. Nunca había ansiado tanto a una mujer como ansiaba a Olivia, nunca una mujer había ocupado un lugar tan importante en su vida, ella se había convertido en su centro, en su cordura, en su aire, y tres semanas sin verla se habían transformado en una verdadera tortura.

No había avisado a nadie de que viajaba, el único que lo sabía era Brian, puesto que estaba instalado en su apartamento, ya que no quería dejar expuesto a su amigo a los planes del senador.

El viaje pareció más largo de lo normal, quizá por la prisa incontrolable que sentía por llegar. Cuando bajó del jet, pasó por los controles, que siempre tardaban más a causa de su arma, y en cuanto hubo cumplimentado todos los papeleos se dirigió a la salida con su bolsa de mano al hombro. De inmediato consiguió un taxi, e indicó al conductor adónde quería que lo llevara. Al llegar a la villa, pagó y se dirigió hacia la caseta donde se encontraba el personal de vigilancia de la casa, que lo reconoció en cuanto lo vio bajar del coche. Su empleado, amablemente y mostrándose muy solícito, le abrió el portón y lo saludó con cordialidad, facilitándole el acceso a su propiedad.

Tras recorrer el camino hasta la puerta de la residencia, entró con sus llaves, dejó su bolsa junto a la escalera de mármol y se dirigió hacia el gran salón con expectación, donde vio a Alexa, cómodamente instalada en el sofá Chesterfield mientras leía un libro.

—¡Noah!

Alexa se puso de pie y corrió a recibirlo mientras presentía que su amiga saltaría de alegría, al ver a quien la alejaría de todos sus deseos contenidos y sus miedos.

Miller le hizo una seña con el dedo índice sobre su boca para que guardara silencio.

—Chist, ¿dónde está Olivia?, quiero sorprenderla.

Le dio un beso en la mejilla, mientras se sonreían con complicidad y hablaban en voz baja.

—En el estudio que ha arreglado en el saloncito que estaba desocupado. —Le hizo una seña con el pulgar indicándole el pasillo.

—Luego nos vemos —informó el detective mientras se alejaba para ir en busca de la mujer que le quitaba el sueño.

Olivia permanecía ensimismada, coloreando las diferentes tonalidades de un paisaje que había comenzado a pintar, trabajaba en el fondo y oía música; mientras lo hacía, sonaba All this time,* de One Republic. La puerta estaba abierta, y desde el pasillo distribuidor se oían claramente las notas musicales de la canción. Noah se asomó por el quicio intentando no hacer ruido, la admiró en silencio mientras ella cantaba; el detective sacudió levemente la cabeza, incrédulo por todo lo que sentía. Ella tenía un poder increíble, porque con sólo mirarla se apoderaba de todos sus sentidos, y el corazón en el pecho le latía desacompasado. Olivia parecía relajada, su mujer era realmente hermosa y en el aire flotaba la expectativa del encuentro, sólo se estaba demorando por el éxtasis que le producía verla. Ella no parecía percatarse de que él estaba ahí bebiéndosela entera; pero en ese momento algo llamó la atención de Olivia y dedicó una inquisitiva mirada hacia la contraventana.

Se percató de que fuera las luces comenzaban a encenderse, puesto que la noche estaba al caer, y con un movimiento despreocupado dejó apoyada la paleta de colores que sostenía en la mano y el pincel y se dirigió hacia el ventanal para cerrar las cortinas. Tuvo la necesidad de conseguir un poco de privacidad y antes miró a la negrura de la noche y el titileo de las luces a lo lejos. Al darse la vuelta, se encontró con la mirada de color café de su detective, cuyos vestigios de vulnerabilidad eran imposibles de ocultar.

Oli lo miró incrédula, y una sensación extraordinaria de alegría la invadió de improviso. Ahí estaba él, enfundado en su gabardina, formal pero muy sexy con su traje gris. Sintió cómo se le calentaban las mejillas, y en el estómago miles de mariposas revolotearon al verlo. Él la miraba con fijeza, y le recordó la mirada que le destinó cuando por casualidad se vieron en la tienda de ropa. Miller, por su parte, sintió que el corazón le martilleaba dispuesto a salírsele del pecho, pero ninguno se decidía a acortar la distancia que los separaba: permanecían inmóviles, extasiados en la mirada del otro, permitiéndole al silencio la complicidad del hechizo que a cada uno lo atrapaba. Finalmente, ella rompió la magia:

—¿Qué haces aquí? Me habías dicho que no vendrías —preguntó con la voz estrangulada, queriendo hacerse la dura por conseguir que estuviera angustiada dos días haciéndole creer que ella era lo menos importante para él.

Se mordió el labio, conteniendo las ganas que la asaltaban de lanzarse contra su cuerpo. Noah estaba de pie, apoyado contra el marco de la puerta con los pies cruzados, se había abierto la gabardina y tenía una mano metida en el bolsillo del pantalón mientras le sonreía de lado, recorriéndola con la vista de arriba abajo.

El detective dejó de contener sus ganas y se aventuró a su encuentro, ella también fue al suyo, pegó un salto y se enroscó en él con las manos y las piernas, formando un perfecto agarre con ellas en su cintura. Miller la recibió complacido, sus manos volaron a sus nalgas y la sostuvo contra su pecho, y Olivia hundió la cara en su cuello mientras reía. Noah inspiró con fuerza para embeberse de su olor, mientras giraba con ella a cuestas. La felicidad que ambos sentían los hacía agonizar de emoción.

La joven levantó su cabeza y ancló su mirada anhelante en la de él, que era casi tan ardiente como el fuego. Miller la sostuvo con una sola mano, y le echó atrás el pelo de la cara con la otra, luego le recorrió las líneas del rostro, le barrió los labios, y entonces, rompiendo las barreras del deseo que se apoderaba de él, dominó su boca, la besó varias veces, la lamió con esmero y finalmente se abrió paso entre los labios para invadirla con la lengua. Olivia jadeaba impregnándose de su aliento, lo recibió tentándolo con la sedosidad de la suya. Se enredaron en un beso urgente, en un beso carente de cuidado. Ella hundió los dedos en su cabello de manera desesperada y se aferró con más fuerza a él, entregándole su alma en ese beso, con el que trataba de apaciguar la ausencia de tantos días.

—Te he echado muchísimo de menos —aseguró ella, apartándose levemente de sus labios para conseguir un poco de aliento. Pero se resistía a dejarlos del todo, por lo que entre cada frase continuaba dándole besos apremiantes.

—Yo también —articuló él mientras la bajaba al suelo—, se me han hecho eternos estos días.

—¿No me mientes?

Noah Miller apartó el rostro levemente para clavar la mirada en la de ella.

—Te he necesitado tanto... —le habló con voz cargada.

Ella vestía un jersey que caía dejando uno de sus hombros al descubierto, la textura de su fina y transparente piel encandiló a Noah, que imaginó el festín que se daría besándole cada centímetro, la apretó contra su cuerpo para hacerle chocar con la dureza de su miembro excitado, producto de esa visión incontrolable que le producía una erección con sólo imaginarla. Volvieron a reclamar sus bocas y, entre los besos, comenzaron a despojarse de la ropa que llevaban puesta; de pronto se encontraron desnudos, enfrentados y admirando cada uno el cuerpo del otro; Miller la fue llevando hasta la chaise longue blanca estilo Chesterfield que había en el lugar, y la depositó en ella para comenzar a disfrutar de su cuerpo con las manos. Olivia tiraba la cabeza hacia atrás mientras se dejaba recorrer por sus dedos ansiosos, que amenazaban con no dejar un milímetro de su cuerpo sin tocar. En aquel momento ladeó la cabeza y se dio cuenta de que estaban desnudos y con la puerta abierta.

—¡La puerta! —exclamó entrecortadamente debido a los jadeos que los dedos intrusos de Noah le provocaban, pero él parecía no escucharla, seguía concentrado en la tarea de acariciarla—. Noah, la puerta está abierta —volvió a insistir, y esta vez él sí la oyó.

Enardecido por sus ansias, no estaba dispuesto a apartarse de ella ni por unos pocos segundos, así que la cogió por la cintura y Olivia volvió a enredarse en él como una planta trepadora, permitiendo que la llevase consigo. Fueron juntos a cerrar la puerta, y cuando regresaban, distraídos por los besos, Noah se lio con las prendas de ambos, diseminadas por el suelo, y cayeron sobre la mesa, donde estaban apoyadas las pinturas.

La paleta de colores se había trasladado por completo hasta sus cuerpos, y eso los hizo reír a carcajadas; rápidamente se deshicieron de la broma y retomaron la tarea que sus cuerpos reclamaban. El detective la miró lujurioso, y llenando una de sus manos acunó uno de los senos de ella; en ese momento se dio cuenta de que le había llenado el cuerpo de pintura, pero la imagen de la transferencia en su piel le resultó sumamente voluptuosa. Se agachó y con la boca atrapó el otro pezón, el cual no estaba manchado, lo rodeó con la lengua, lo succionó y luego lo tomó entre los dientes, causándole dolor. Olivia se arqueó de placer por la caricia de su boca y deseó poseerlo también con la suya. Se apartó de él quitándole su seno de la boca, y antes de que pudiera protestar, bajó y tomó su miembro entre los labios, lo recorrió con la lengua de arriba abajo y luego lo apresó entre los labios, escurriéndolo dentro de su boca; comenzó a mover la cabeza mientras él, con la mano enredada en sus cabellos, la guiaba en la tarea de chuparlo al ritmo que más le gustaba. Las caderas de Noah tomaron vida propia y comenzó a moverse para enterrar su pene dentro de la boca a un ritmo rápido y contundente. Ella escuchaba cómo jadeaba, sabía que lo estaba llevando al extremo y le encantaba sentirse así de eficaz. Pero, por mucho placer que le provocara, Miller no quería correrse en su boca, había esperado demasiado para enterrarse nuevamente en ella y eso era lo que más ansiaba; así que la cogió de los hombros y la obligó a que se detuviera, él se arrodilló a su lado, puesto que, manchados con pintura como estaban, no había otro lugar donde descansar sus cuerpos más que en el parqué del suelo. La tumbó y la incitó a que abriera las piernas; con la mano que no tenía pintura acarició los pliegues de su vagina, los abrió como si fueran los pétalos de un capullo y enterró la cabeza mientras desplazaba la lengua de abajo hacia arriba, como si fuera un pincel. Luego se apoderó del clítoris, lo envolvió en un suave masaje circular y cuando lo sintió hinchado entre sus labios comenzó a morderlo suavemente, provocándole espasmos incontrolables que hacían que la espalda de Olivia se arqueara. Sin más pérdida de tiempo, Miller abandonó la tarea y reptó sobre su cuerpo para ubicarse con dominio en la entrada de su sexo. Se frotó primero con su falo erecto para hacerle sentir lo duro que estaba y para colmarla de espera y afán ante la intromisión inminente.

—Venga, Noah, por favor, no tardes más —suplicó Olivia.

—¿Me quieres dentro de ti? —la provocó mientras no cesaba de moverse, tentándola.

Ella no contestó, simplemente bajó una de las manos que tenía aferradas a sus omóplatos, la metió entre ambos, tomó su miembro y lo dirigió a la entrada de su vagina para que él se enterrara en ella.

—Tengo una sorpresa: no necesitarás condón, he comenzado a tomar la píldora.

El detective ardió de deseo al saber que sentiría el calor de su vagina sin que nada se interpusiera entre ellos. Con los brazos en tensión al lado del cuerpo de Olivia, Noah se enterró lentamente probando su amplitud, metió poco a poco su carne en la de ella y se abrió paso dentro, hasta que no quedó ni un centímetro fuera. Tenía la mente en blanco, tan sólo se conminaba a disfrutar de las sensaciones que su mujer le provocaba. Ella cerraba los ojos, sintiendo que su pene la invadía, chocando contra el final de su canal vaginal.

—Mírame —Olivia le hizo caso y abrió los ojos para fijarlos en los de él—, sedúceme.

Ella ondeó el cuerpo de forma acompasada, como poseída, mientras él continuaba haciendo presión contra el final de su acceso.

—Ámame —le rogó ella, y él se entregó de forma desmedida a su petición.

Comenzó a moverse despiadadamente, buscando calmar con su vaivén la agonía que sus cuerpos reclamantes anhelaban conseguir.

—Dime que has pensado mucho en mí, y que soy yo y solamente yo la que ocupa cada uno de tus pensamientos.

—Sólo tú, nadie más tiene este poder sobre mí, a nadie más ansío.

Olivia permanecía aferrada a su cuello, que estaba en tensión por el esfuerzo; todos sus músculos evidenciaban el trabajo que su pene estaba haciendo dentro de ella. Entraba y salía cambiando de ritmo para retrasar el clímax.

Alexa, que estaba en la sala, era testigo audible de la lujuria desatada en aquel lugar, porque ni la música lograba esconder los gemidos. Los oía jadear con claridad cada embestida. Miller clamaba roncamente, y su amiga chillaba con estridencia. Sacudió la cabeza, sonrió con complicidad por el disfrute, pero oírlos era una tortura para su abstinencia, así que se levantó del sillón y se fue arriba.

Ellos mientras tanto seguían entregados a su cometido, todas las fibras nerviosas de sus cuerpos estaban sensibilizadas. Noah se detuvo y ella esgrimió una protesta, pero él diestramente la cambió de posición.

—En la variedad está el gusto, hermosa, y quiero que lo que sientas sea único.

La hizo poner a cuatro patas para comenzar nuevamente a enterrarse en ella. Siguió buscando esa satisfacción perfecta mientras se aferraba a sus caderas, hundiendo los dedos con fuerza.

—¿Me sientes bien así?

—Te siento perfecto, Noah, pero por favor, ve más rápido.

La música había cambiado, pero ellos no se habían dado cuenta, Enrique Iglesias cantaba Heart Attack,* y eso era lo que estaban a punto de tener ante tanto placer.

Miller comenzó a potenciar en su cuerpo toda la acumulación de sus sensaciones que pugnaban por salir, y Olivia también sintió cómo se incrementaba esa aglomeración de estremecimientos.

—Voy a correrme —lo avisó ella—, ya no aguanto más, mi orgasmo está llegando —le hizo saber mientras apretaba su pene.

—Hazlo, lleguemos juntos, no nos privemos de nada.

Una sensación empezó a surgir poco a poco y a expandírseles por todo el cuerpo. Olivia llevó tímidamente una de sus manos a los testículos de él y se los acarició acompañando el momento en que él llegaba al orgasmo, mientras Noah se apoyaba en su espalda y empezaba a eyacular su bálsamo dentro de ella; con la mano, afanoso, le acariciaba el clítoris para proporcionarle un éxtasis más intenso.

Exhaustos, abrazados, llenos de pintura, continuaban agitados por el reciente orgasmo; entretanto se acariciaban lánguidamente los cuerpos. Ella permanecía con su mejilla recostada sobre su musculoso torso y él la acunaba entre sus brazos, a la vez que le besaba el extremo de su cabeza.

—Gracias por esta maravillosa sorpresa, y perdón por mis reproches.

—Chist, no digas nada, todo ha pasado, no te arrepientas de tus reclamos. No quiero que nunca te arrepientas de nada de lo que haces ni de lo que dices.

Olivia levantó la cabeza y apoyó el mentón en su pecho para mirarlo a la cara.

—No ha sido justo que...

Noah tironeó de Olivia, la puso sobre él —era maravillosa la sensación que le producía el roce de su piel desnuda— y le cubrió los labios con un beso, para que no continuara hablando. Cuando abandonó su boca, le dijo:

—Espero que esta pintura se vaya con agua y jabón. —Ella se carcajeó.

—Hemos tenido suerte, ahora estaba usando acrílicos y no óleos. —Miller dejó escapar un suspiro—. Gracias por haber venido, trato de comprender tu trabajo, pero la verdad es que te necesito mucho.

Noah le acariciaba la espalda mientras le daba toques en los labios.

—Tú también me has hecho mucha falta, pero sabes que hasta que resolvamos todo este lío lo más seguro es que te quedes aquí.

Ella salió de encima de él y se puso tensa, mirando el cielorraso al tiempo que él se ponía de lado y entrelazaba su mano con la de ella; tenía un codo sosteniendo su cabeza mientras la miraba con fijeza, esperando que le dijera lo que le pasaba.

—Ayer llamé a mis padres, y hablé primero con mi madre. Saben algunas cosas, porque Murray fue con el cuento de que lo abandoné, seguramente tratando de que ellos me persuadan de volver con él. Me preguntaron dónde estaba. Discutí mucho con mi madre, pero me mordí la lengua para no decírselo todo. Dudo de todas formas de que le preocupe mi salud, estaba horrorizada con el escándalo al que se verá expuesta con sus amistades. —Se mostraba realmente abatida—. Luego, mi padre le quitó el teléfono y también puso de su parte. Me dijo que era una mala hija, que era una mala esposa, que cómo iba a abandonarlo en mitad de la campaña, que todo lo que estoy haciendo pone el apellido Moore en boca de todos, que la prensa, cuando todo salga a la luz, se dará un festín con el desprestigio de mi esposo y de mi familia. Nunca quiero reconocerle a Brian que tiene razón, porque confío en que algún día tengamos con ellos un vínculo verdadero, de padres e hijos, aunque... cada día parece más una quimera lo que anhelo. —Noah le besó la mano—. Sé que ellos no lo saben, pero lo peor de todo es que de todas formas el lodo de Murray los ensuciará, y no sé si alguna vez podrán perdonarme que lo haya sacado todo a la luz.

—¿Dónde está mi Olivia valerosa y guerrera? —Le dio un beso prolongado y tierno—. Si se ensucian con la mierda del senador no pueden culparte a ti, porque el culpable será su adorado yerno, que es un sucio sin escrúpulos al que no le importa saltarse la ley con tal de conseguir más poder.

—Tú no los conoces... ellos me harán responsable; mi madre y mi padre dirán que una mujer siempre debe apoyar a su esposo.

—Olivia, el senador es un delincuente. Estoy seguro de que cuando todo salga a la luz, ellos no te culparán de nada. Mucho peor es que seas su cómplice.

—Si lo hacen no me importa, porque te tengo a ti.

Noah había soltado la mano de Oli y le pasaba los dedos por el valle de los senos, ella le acarició el rostro, ambos se miraron anhelantes.

—Por supuesto, siempre estaré a tu lado.

—Lo sé. —Se dieron un beso calmo—. Quiero que hablemos de la detective.

—¿Qué quieres hablar de Eva? —Él cerró los ojos, realmente no era un tema que quisiera abordar, pero tampoco podía no afrontarlo.

—No quiero que me tomes por estúpida.

—No pienso que lo seas, y nunca te he tratado como tal, sé que sabes perfectamente... —Hizo una pausa—. Y si lo que te preocupa es lo que siento con su muerte... —volvió a hacer otra pausa—, siento un profundo dolor, porque se ha perdido una vida humana y estoy obligado a hacer justicia por ella, pero mi dolor es porque perdí a mi compañera de trabajo con quien era muy fácil trabajar, nos complementábamos muy bien en el plano laboral, y sólo eso —le aclaró, y emitió un suspiro—. Ella y yo siempre tuvimos claro que no había sido una buena idea para nuestro trabajo traspasar el umbral.

No era exactamente así, pero para qué decirlo.

—Entonces... sí era ella.

—¿Quieres que te mienta? Eva está muerta, Olivia, no tienes de qué preocuparte.

—¿Y si no estuviera muerta? ¿Sí tendría de qué preocuparme?

—Tampoco, acabo de decírtelo.

—Bueno, no pienses que vas a ir por la vida coleccionando a mujeres cada vez que nos enfademos y yo voy a perdonártelo. Seguro que tendremos nuestras desavenencias.

Ella se puso tensa, y se sentó sosteniéndose las rodillas con ambos brazos.

—Sé respetar a una mujer, y te recuerdo que me habías sacado de tu vida. Verte abrazada a Wheels tampoco fue muy agradable, y creer que lo habías elegido mucho menos.

—Sabes que tuve mis motivos.

—Pero en ese momento yo no lo sabía.

—Igualmente no pienses que voy a volver a justificar algo así, ni lo sueñes. Según Alexa yo soy la única culpable de lo que sucedió, por no haber sido sincera contigo. Por eso me tengo que aguantar.

Él sonrió desde atrás, pero ella no pudo verlo, se había sentado a su lado mientras le besaba el hombro.

—Eres muy importante para mí, Olivia, no está en mis planes faltarte al respeto de ninguna manera. —La rodeó con los brazos.

Los besos y las caricias los fueron envolviendo en un nimbo de pasión que los llevó a amarse nuevamente, pero sin prisa y con mucha pausa. Con un disfrute que parecía no tener fin.

Necesitaban con urgencia un buen baño para quitarse los rastros de pintura seca, así que se pusieron la ropa interior. Noah se asomó para comprobar que no hubiera nadie que pudiera verlos semidesnudos, y cogiéndola de la mano se aventuraron a la carrera hacia la planta superior mientras reían a carcajadas. En el momento en que estaban a punto de entrar en la habitación Alexa salía de la suya, y se toparon. Al verlos manchados de pintura, no pudo evitar morirse de risa.

—Ah, bueno, no sabía que teníais el fetiche de la pinturita —comentó—. Vosotros no os priváis de nada, ¿eh? Veros así es humillante, tened en cuenta que estáis ante una que pasa mucha hambre.

—Alexa... —la reprendió Olivia.

—Y yo que creía que lo había probado todo. Olivia, después te haces la mosquita muerta, mira que eres retorcidita, ¿eh? Y tú, caramelito, no te tenía por tan ingenioso.

Noah le hizo una caída de ojos, y una mueca jactanciosa.

—No te contesto, porque sé que tu amiga no lo aprobará.

—Eres incorregible, Alexa —la regañó su amiga sonrojada, mientras Miller abría divertido la puerta del dormitorio y ambos se perdían dentro—. Menos mal que ha sido Alexa, y no Josefina o Julián, los que nos han visto así, ¡qué bochorno!

Dentro del baño, se despojaron de la poca ropa que llevaban puesta para meterse bajo la ducha.

—¡Qué pena! Se ha estropeado toda mi ropa interior, este conjunto me gustaba mucho —se lamentó Olivia, mientras observaba las manchas de pintura consciente de que no se irían de la tela.

Noah le tiró de la mano para que se metiera bajo la ducha con él.

—No te aflijas por eso, ahora ven, quitémonos toda esta pintura, que estoy desfallecido de hambre, por favor.

Se refregaron bastante, pero como la pintura se había secado demasiado, costaba quitarla de la piel y había zonas que habían comenzado a irritárseles. Olivia le restregaba el cuello a Noah, donde estaban claramente marcados sus dedos en color púrpura y amarillo limón; a ratos, ella paraba porque a él le ardía la piel y Miller se abocaba a la tarea de frotarle la esponja en las nalgas y en la espalda, para retirarle a Olivia los restos de pintura roja, blanca y púrpura, que no querían salir. No podían parar de reírse, y es que realmente parecía toda una odisea deshacerse del arte vivo en que sus cuerpos se habían transformado.

Finalmente, al ver la resistencia de algunas manchas, decidieron darse por vencidos, la piel de ambos estaba muy enrojecida. Así que se secaron y se vistieron con ropa cómoda. Noah se puso un chándal y una camiseta de algodón y ella unos vaqueros oscuros que acompañó con un jersey de hilo. Inmediatamente, bajaron a cenar.

Abajo se separaron y él fue hacia la cocina para avisar a Josefina de que había llegado, y ella mientras tanto fue hacia el estudio a poner un poco de orden al desbarajuste que allí había quedado.

Después de cenar los cinco en el comedor de diario, Alexa, Olivia y Noah holgazanearon en los sillones y se dispusieron a ver una película, pero lo cierto era que ninguno estaba interesado en verla; en realidad, Oli y Miller lo habían hecho para no dejar sola a Alexa, que estaba un poco desanimada.

—Os lo agradezco, de verdad, pero creo que es mejor que me vaya a dormir. Estoy de tan mal humor que me temo que no soy buena compañía.

La rubia les dio un beso a cada uno y se marchó hacia su habitación.

—¿Qué le pasa? —se interesó Noah, extrañado por la desgana de Alexa; en realidad esa actitud era rara en ella.

—Ha sucedido algo que no creo que sepas, pero prométeme antes que no dirás nada de lo que te voy a confiar.

—Déjate de rodeos y cuéntamelo, sabes que no haré una promesa si no sé de qué se trata.

—¿Ni porque yo te lo pida?

—Ni porque tú me lo pidas.

—Entonces no te lo cuento.

—Basta, Olivia.

—No voy a traicionar la confianza de Alexa, si no me prometes que no dirás nada. Puedes quedarte tranquilo, que no es nada que tenga que ver conmigo. Venga, Noah, ¿tanto te cuesta?

—Está bien, no diré nada.

—Te lo contaré. Ella y mi hermano... tuvieron algo. ¡Ni una sola palabra a Brian!

—Él está en mi apartamento, pero no me ha contado nada, y eso me extraña, porque siempre hace alarde de todas sus conquistas. —Olivia asintió con la cabeza—. ¡Qué noticia! Presiento que a tu hermano no le es tan indiferente lo que ha ocurrido con Alexa. Vayamos a acostarnos, estoy bastante cansado y necesito con urgencia una cama en la que pueda descansar.

Cogidos de la mano, subieron la escalera.

—Hemos hablado de todo y de todos menos de tu madre.

—No empieces.

—No empiezo, simplemente debes tener una charla con Ana y reconciliarte con ella.

—La he llamado durante el viaje —dijo él sin darle demasiada importancia.

—¿En serio? —Olivia lo abrazó en medio de la escalera y cogiéndolo por las mejillas le plantó un efusivo beso en los labios.

—Le he dicho que mañana iré a verla.

—Me parece perfecto. Eres un gran hombre.

Mientras tanto, en su habitación, Alexa ya estaba metida en la cama, pero daba vueltas de un lado a otro sin poder encontrar la postura y mucho menos conciliar el sueño.

Manipuló a ciegas su móvil, que descansaba sobre la mesilla de noche, y lo desbloqueó. Irremediablemente, y aunque se resistía, no encontraba la fuerza para no seguir haciéndolo. Fue en busca de la razón de sus noches de desvelo y entró en los archivos donde guardaba la conversación de Whatsapp que se había enviado con Brian, para leerla una y otra vez.

«Si no le importo, ¿por qué me molesta?», conjeturó, y fue más el deseo de una certeza que ella anhelaba.

Entró en el Whatsapp y desbloqueó el número de Brian, intentando varias veces escribir un mensaje, que borraba y volvía a escribir. «Soy una estúpida, ¿qué intento hacer? Te humilló tanto como pudo, Alexa, y encima piensas en enviarle un mensaje.» En ese instante le llegó un Whatsapp, cuando lo abrió no podía creer lo que estaba leyendo.

Gracias por desbloquearme. Te pido disculpas, me he comportado como un grosero contigo.

«Estaba pendiente de que lo hiciera, eso es obvio.» Alexa creyó que se le saldría el corazón por la boca, se sentía muy emocionada por su suposición. Tenía que contestarle algo, pero estaba tan aturdida que no sabía qué escribirle. Llegó otro mensaje y eso la sacó de sus pensamientos.

Rubia, ¿hacemos las paces?

«Me lo como enterito, qué encantador es», pensó ella mientras tecleaba una rápida respuesta. Y se enviaron varios mensajes.

¿Qué haces con el móvil en la mano a estas horas?

Estoy desvelado, ¿y tú?

¡Qué raro que no estés de fiesta! Es fin de semana.

No tenía ganas de salir.

«No puedo dejar de pensar en ti, rubia, por eso no he salido.» Sus pensamientos lo descolocaban, no podía entender el estado de estupidez en el que esa mujer lo había sumido.

«Esto no tiene sentido —pensaba ella—. Voy a salir muy herida.»

—Ah...

—¿Quieres que te llame por skype?

El corazón les palpitaba desbocado a ambos.

alexitasmith

Le facilitó su nombre de usuario, sin dudarlo, y rápidamente tocó la pantalla para entrar en skype; le faltaba el aire. Activó la cámara frontal, y mientras lo hacía apareció el telefonito en verde agitándose, el cual le indicaba que tenía una llamada. La atendió. En la pantalla, apareció él, metido en la cama con el torso desnudo; su cuerpo era perfecto, delgado, con los músculos bien marcados. Sintió que el deseo la nublaba hasta casi dejarla sin respiración, esa imagen no era saludable para su cordura, estaba sumamente sexy y armonioso en su totalidad, afinándosele la cintura en las caderas. Se miraron largamente, sus miradas se rozaron con la intensidad que trasmutaban; anhelantes y profundas por anclarse en la mirada del otro, parecían encadenados a través de la pantalla. Él no estaba tan jactancioso como de costumbre, sino relajado; ella se mordía los labios y su mirada verdosa bailoteaba alborotada. Brian notó el repelús que ella había sentido en el cuerpo porque sus pezones habían asomado de repente y se mostraban tiesos tras la seda de su pijama, anheló estirar la mano y apretárselos hasta que le doliesen.

—Hola —dijo él. Ella permanecía muda—, quiero verte —continuó diciendo; no pensaba andarse con rodeos porque no era su estilo, así que lo tomaba o lo dejaba, ésa era su decisión.

—Me estás viendo, Moore.

—Sabes a lo que me refiero.

—Te equivocas, no lo sé. —Alexa se expresó con calma, no era su intención iniciar una discusión.

—No me lo pongas difícil, rubia.

—Creo que te lo he puesto demasiado fácil y eso ha hecho que te confundieras. No me interesa volver a follar contigo por deporte.

—Quiero ser sincero contigo aunque me convierta en tu eterna burla.

—¿Por qué estás tan seguro de que me burlaré? Pruébame, quizá no sea lo que crees que soy, demuéstrame que tú tampoco eres lo que creo que eres.

Brian entrecerró sus ojos rasgados mientras pensaba y éstos se acentuaron más. Debía decidirse a hablar, debía atreverse a exponer sus sentimientos, o de lo contrario dejar las cosas como estaban y esconder su debilidad tras la máscara del hombre lujurioso y superficial que se empeñaba en mostrar. Tomó una bocanada de aire.

—Me fui... porque lo que sentí me asustó.

Alexa estaba a punto de morir ahogada, el oxígeno no entraba en sus pulmones ante lo que había escuchado, pero sabía que no debía confiar en él, que era una sabandija, y se mostró prudente.

—No te entiendo, Brian.

—Rubia, no seas cruel, no empieces a burlarte de mí. —Ella se humedeció los labios—. Y deja de pasarte la lengua por los labios, estoy intentando ser sincero y sensato, y me distraes.

Alexa no podía hablar, sólo asentía con la cabeza, estaba conmovida. Seguían mirándose a través de la cámara.

—¿Tú no tienes nada que decir? —indagó él, probando a encontrar una respuesta a su revelación.

Ella volvió a asentir, pero las palabras parecían no querer salir de su boca, estaba absorta y no podía controlarse ante lo que él acababa de revelarle. Finalmente, se armó de valor y moduló la voz.

—Gracias por sincerarte. Yo... no he podido dejar de pensar en lo que ocurrió.

—¿Te has arrepentido...?

Alexa movió la cabeza negando.

—Me esforcé por hacerlo, pero el arrepentimiento no llegó —ratificó sin desviar la mirada—. ¿Y tú? ¿Te has arrepentido?

—Sí. —La cara de ella se transfiguró—. Déjame terminar: me he arrepentido de que las cosas fuesen como fueron, me he arrepentido por haber hecho mal las cosas y tratarte con desinterés. Me gustas, rubia.

Ya estaba, se lo había dicho, aunque quisiera obviarlo se había enamorado, como un verdadero estúpido y sin proponérselo.

—Tú también me gustas.

—Y entonces... ¿qué hacemos?

—¿Qué quieres hacer?

Él la miró con picardía.

—¿Lo intentamos? ¿Intentamos fumar la pipa de la paz y... nos permitimos conocernos?

—Por mi parte está bien, pero te advierto de una cosa.

—¿Qué, rubia? —Él se reía triunfante, y ella creía que se derretiría en la cama.

—Ni se te ocurra traicionarme, porque...

—Me comportaré como un caballero, ya lo verás.

—Una cosa más, y con esto me arriesgo a que te hinches de orgullo.

—¿Qué?

—Debo reconocer que tienes razón, tienes un pene maravilloso. —Lo miró con picardía.

—Eso ya lo sé. —Se rio presumido.

—No empieces. —Había sido realmente estúpido lo que había dicho, pero había surgido en ella casi como un pensamiento en voz alta.

—No me provoques, entonces. No hagas salir al energúmeno que quiero dejar atrás.

—Tampoco quiero que cambies, me gustas así, energúmeno como eres, pero quiero que sólo seas mi energúmeno.

—¿Quieres ver cómo has puesto a este energúmeno con tus palabras?

—Quiero verlo en vivo y en directo. ¿Cuándo?

—¿Quieres que mañana vaya para allá? —El anhelo le había invadido el pecho, quería coger un avión esa misma noche.

—¿Puedes? —Alexa no podía creer lo que estaba pasando.

—Sí puedo, a no ser que te estropee algún plan.

—Plan, ¿qué plan puedes estropearme? No me interesa hacer nada con tu hermana y Noah, y a ellos te aseguro que conmigo tampoco.

—¿Y Collin?

—¿Qué tiene que ver él conmigo?

Brian desvió el tema, no quería mostrarse como un inseguro, y maldijo a su hermana; se dio cuenta de que lo había engañado y él había caído como un bobo.

—¿Quieres que vaya hacia la casa? ¿O prefieres que te avise cuando llegue a la ciudad y nos encontramos en alguna otra parte?

—Mejor que nos veamos en otro sitio.

—Perfecto, te llamaré, rubia. ¿Guardaste la foto que te envié, o quieres que te mande otra para que vayas imaginándote lo que probarás mañana?

—Estás demasiado seguro de ti mismo, pero estoy dispuesta a no ponértelo tan fácil. Tendrás que hacer más méritos, no será como la otra vez.

—Veremos cuánta resistencia tienes.

—No seas petulante.

—Te gusta así.

—Adiós, Brian, nos vemos mañana.

Ella cortó la videollamada, y en cuanto lo hizo se puso en pie y empezó a saltar sobre la cama, abrazándose a sí misma mientras reía henchida de alegría. No le importaba cuánto duraría su historia con él, lo único que quería era aventurarse a sentirse en sus brazos nuevamente; tampoco iba a detenerse a pensar si lo que él había dicho era cierto o sólo era una estrategia para volver a echar otro polvo con ella, pero, para convencerse, se dijo que nadie cogía un avión sólo por repetir un polvo. Además, sabía que a Brian no le faltaban mujeres precisamente. En aquel momento, para tranquilizarse, pronunció unas palabras que le dieran aliento: «Te ha elegido a ti entre todas». El sonido de un Whatsapp le interrumpió la algarabía.

No te toques mirándome —le envió una fotografía empuñando su erección—. Guárdate algo para mí.

Estúpido, fanfarrón, eres un engreído.

Sí, rubia, soy un estúpido por estar así con sólo pensar en ti.

Brian estaba bastante cansado de relaciones efímeras, los años pasaban y él no tenía estabilidad emocional. Desde que se había acostado con Alexa, le gustaba pensar en ella como en alguien que podría ayudarlo a calmarse. Vivía frívolamente sin ataduras y sin tener que rendirle cuentas a nadie, pero quizá sentirse apoyado por alguien también podría resultar interesante. Sabía que la rubia era una buena chica, su hermana le diría que la mejor, y por otra parte le gustaba mucho; probarla había sido nocivo para él, ya que no lograba quitársela de la cabeza.

Brian estaba dispuesto a descubrir si sólo era un capricho, o podía pasar a entablar una relación más seria a su lado. No sería fácil dejar de lado las fiestas que tanto le gustaban; ni las mujeres, que eran su debilidad, pero tal vez Alexa podía cubrir todas sus necesidades y estaba dispuesto a descubrirlo.

Rompe tu silencio
titlepage.xhtml
Dedicatoria_0001_0000.htm
Capitulo_1_0002_0000.htm
Capitulo_2_0003_0000.htm
Capitulo_3_0004_0000.htm
Capitulo_4_0005_0000.htm
Capitulo_5_0006_0000.htm
Capitulo_6_0007_0000.htm
Capitulo_7_0008_0000.htm
Capitulo_8_0009_0000.htm
Capitulo_9_0010_0000.htm
Capitulo_10_0011_0000.htm
Capitulo_11_0012_0000.htm
Capitulo_12_0013_0000.htm
Capitulo_13_0014_0000.htm
Capitulo_14_0015_0000.htm
Capitulo_15_0016_0000.htm
Capitulo_16_0017_0000.htm
Capitulo_17_0018_0000.htm
Capitulo_18_0019_0000.htm
Capitulo_19_0020_0000.htm
Capitulo_20_0021_0000.htm
Capitulo_21_0022_0000.htm
Capitulo_22_0023_0000.htm
Capitulo_23_0024_0000.htm
Capitulo_24_0025_0000.htm
Capitulo_25_0026_0000.htm
Capitulo_26_0027_0000.htm
Capitulo_27_0028_0000.htm
Capitulo_28_0029_0000.htm
Capitulo_29_0030_0000.htm
Capitulo_30_0031_0000.htm
Capitulo_31_0032_0000.htm
Capitulo_32_0033_0000.htm
Capitulo_33_0034_0000.htm
Capitulo_34_0035_0000.htm
Capitulo_35_0036_0000.htm
Capitulo_36_0037_0000.htm
Capitulo_37_0038_0000.htm
Capitulo_38_0039_0000.htm
Capitulo_39_0040_0000.htm
Capitulo_40_0041_0000.htm
Capitulo_41_0042_0000.htm
Capitulo_42_0043_0000.htm
Capitulo_43_0044_0000.htm
Capitulo_44_0045_0000.htm
Capitulo_45_0046_0000.htm
Capitulo_46_0047_0000.htm
Capitulo_47_0048_0000.htm
Capitulo_48_0049_0000.htm
Capitulo_49_0050_0000.htm
Capitulo_50_0051_0000.htm
Capitulo_51_0052_0000.htm
Epilogo_0053_0000.htm
0054_0000.htm
Agradecimientos_0055_0000.htm
notas_split_000.htm
notas_split_001.htm
notas_split_002.htm
notas_split_003.htm
notas_split_004.htm
notas_split_005.htm
notas_split_006.htm
notas_split_007.htm
notas_split_008.htm
notas_split_009.htm
notas_split_010.htm
notas_split_011.htm
notas_split_012.htm
notas_split_013.htm
notas_split_014.htm
notas_split_015.htm
notas_split_016.htm
notas_split_017.htm
Creditos_0057_0000.htm